Delfina Pignatiello: “El contacto con el agua es una necesidad, lo siento como un segundo hogar”
Ganó tres medallas de oro en los Juegos Panamericanos de 2019 y participó de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020; hoy, a sus 23 años, se dedica plenamente a la fotografía. El agua sigue siendo su lugar feliz, aunque ya no persigue las medallas
Delfina Pignatiello (23) tiene muchos récords absolutos argentinos y sudamericanos. Prácticamente nació en el agua, y a los 14 años ya formaba parte de la selección nacional de natación. En 2019 se convirtió en la primera nadadora argentina en ganar tres medallas de oro en los Juegos Panamericanos, y a pesar de los estragos de la pandemia, llegó a los Juegos Olímpicos de Tokio para participar en varias competencias y cumplir una meta deportiva. En junio de 2022 anunció su retiro del alto rendimiento y las competiciones para dedicarse a una nueva pasión: la fotografía. El agua y el nado nunca van a alejarse de su vida y, entre todos sus proyectos y anhelos, espera poder llegar a conectar ambos sueños en uno.
–¿Qué llevás en el corazón?
–Creo que voy con algo re básico, pero a la vez igual de profundo, que es amor. Siento que todo lo que hago, lo hago desde un lugar de mucha pasión y mucho amor. No sé dónde escuché o leí que “la pasión va a condenar al hombre” porque lo lleva a hacer cosas impensadas. Y sí, ojalá la vida me lleve a hacer locuras, y prefiero hacerlo con el más alto nivel de pasión que sin ella.
–Más allá de tu carrera como deportista también sos artista. ¿Es parte de tu ADN competir y tener la necesidad de ser la mejor?
–Creo que hubo mucho en mi proceso interno terapéutico, en estos últimos dos años, que me hicieron ver desde otra perspectiva el ser la mejor, y creo que nunca fui en la búsqueda de ser la número uno. Obviamente, sí quería ganar y sí quería mejorar el día a día, en el torneo a torneo, pero creo que lo que más me motivaba en su momento era representar a la Argentina. Y lo que me está pasando ahora con esta nueva carrera es que no quiero ser la mejor.
–¿Cómo arrancás algo sin querer ser la mejor?
–Quiero hacer lo que me gusta, quiero que lo que esté haciendo me guste a mí sin complacer a nadie. Obviamente hay clientes y hay gente con la que voy a trabajar y gente con la que voy a formar parte de un equipo, pero prefiero que en el proceso pueda compartirlo humanamente con las personas y que a mí me guste lo que esté haciendo, en vez de recibir un reconocimiento por haber sido la mejor del mundo.
–¿Antes a quién complacías?
–Creo que me complacía a mí misma porque era algo interno, un objetivo que tenía desde chica, que me gustaba competir y quería hacerlo. Creo que con el tiempo fue un poco complacer a otros, ya sea cuerpo técnico, entrenadores, mi familia… tal vez, desde un lado más inconsciente.
–La palabra fracaso siempre está dando vueltas, pero tus resultados son alucinantes.
–Sí, me amigué con lo que logré, más ahora y con el paso del tiempo que cuando realmente lo estaba haciendo. Siento que cargaba con un sentimiento de que nada era suficiente por más bueno que fuera. Tal vez, viene de querer complacer de una manera inconsciente o por el hecho de ser mujer, como desde chiquitas nos mostraron que hay que competir con el que está al lado, que nunca va a ser suficiente por más que sea la mejor del mundo. Trato de ser consciente de los pasos que doy, me lo facilitó llevar un diario, ir anotando las cosas que me pasan, las buenas y las malas.
–¿Te das cuenta de que hacés lo que querés hacer? ¿Te ponés un objetivo?
–Sí, y creo que nace de lo que dije antes de la pasión y del amor. Yo no creo que sea porque alguien me tocó con una varita y me dijo: “Sí querés agarrar la cámara, te va a ir bien”. Yo creo que es la conjunción de un montón de cosas. Siento que toda mi vida saqué fotos y, tal vez, hay algo de talento. Después se tiene que sumar el esfuerzo, la práctica, el poner la energía y la oportunidad de que suceda. Siento que el amor es lo que hace que todos esos factores se unan de alguna manera.
–¿Se puede tener talento para muchas cosas más allá de la pasión?
–Sí. Sé que estoy experimentando con una buena versatilidad de cosas, pero creo que es porque realmente me lo planteo y porque pongo mi esfuerzo y mi energía ahí.
–Decís que ya te amigaste con todo lo que ganaste y que ahora lo ves desde otro lugar. ¿Cómo hiciste ese clic?
–Lo empecé a pensar como procesos. De repente, veo las medallas y me pongo a pensar qué hice para llegar ahí y qué me enseñó el llegar ahí, y me vale mucho más. Ver el proceso, de alguna manera, me llevó a donde estoy parada ahora: que estoy feliz, que estoy bien y que estoy contenta con lo que hago.
–¿Qué se siente ganar?
–Ese preciso momento, de tocar primera la pared, significa mucha alegría para mí. Pensar que el entrenamiento era todos los días, doble turno, re temprano, temporadas largas, inviernos duros, irse a entrenar afuera… realmente un montón de esfuerzo y, de repente, con tocar la pared y ganar a mí me brotaba mucha alegría.
–¿Qué se siente perder?
–Yo me ofuscaba mucho. Ahora, si juego a algo puede que me ofusque, pero se me pasa rápido. Antes iba con la vena gorda, y con el tiempo aprendí a canalizarlo desde otro lado.
–Hablabas del amor que te generaba representar a Argentina. ¿Ese sentimiento es comparable, por ejemplo, a lo que hacés ahora?
–Creo que hay un montón de maneras de llegar. Sí, había amor, una gran satisfacción y mucho orgullo de vestir la celeste y blanca que me motivaban hasta en los momentos malos. Siempre cuento que, más de una vez, me ofrecieron ir a entrenar a otros lugares y, por más que de infraestructuras y de posibilidades no estamos a la par del primer mundo, yo quiero hacerlo desde acá, con la gente que está acá, entrenadores, compañeros. Quiero saber que desde acá también se puede llegar a lugares muy buenos, y esa siempre fue mi convicción.
En el momento de la cuarentena nos soltaron la mano y comencé a cuestionar mis convicciones, pero recuperé un amor súper grande por Argentina cuando empecé a viajar por el país en modo turista, para conocer otros lugares, conocer otra gente, otra cultura, otros paisajes. Ahí como que me volví a enamorar.
–¿No te dan ganas de volver a representar a la Argentina?
–Siento que ya lo hice y que estoy orgullosa de lo que logré, pero todo lo que conlleva es algo que ya no disfruto. Sé que en algún momento voy a llegar a representar a la Argentina desde una nueva carrera y una nueva etapa de mi vida.
–En la previa, ¿pensaste alguna vez en no competir en los Juegos Olímpicos de Tokio?
–Sí. Entrenamos, fuimos, pero sabía que no estaba preparada como yo quería. En el día a día uno sabe cómo va a competir. Algo que a mí me daba mucha seguridad en todas mis competencias era saber cómo había entrenado, y yo sabía que para Tokio no había tenido tal preparación porque no nos daban las fechas.
–¿Lo pasaste mal las semanas previas?
–No, las semanas previas ya había soltado todo tipo de expectativa y presión y estaba intentando disfrutar de mi primer Juego Olímpico.
–Si disfrutaste tanto el Juego, ¿por qué sentís que vino lo que pasó después?
–Siento que todo lo que pasó después fue por las presiones externas, porque yo sabía a qué iba, o sea, cada uno conoce sus propios objetivos. Pero creo que la presión fue tan grande y la repercusión fue tan fea, que eso hizo cuestionarme mis propias convicciones. Creo que arrastraba un montón de cosas más y un cansancio que ya venía sintiendo desde la cuarentena; estaba inconforme con mi vida diaria y tenía curiosidad por saber si existía otro tipo de vida u otro tipo de vocación. Yo solo conocía la natación. No sabía que podía llegar a dedicarme a otra cosa, que sí o sí tenía que esperar hasta los 30 para poder ser fotógrafa; no sabía que podía hacerlo a los 22 años.
–¿La natación sigue siendo tu cable a tierra?
–Mi problema no era con la natación. Yo amo el agua, amo nadar. Para mí, el contacto con el agua es una necesidad, es un lugar al que voy a meditar, al que voy a entrenarme porque me hace bien el deporte; es una cosa que no me puede faltar y un espacio que siento como un segundo hogar. Nado desde que soy bebé y siento que es un lugar del que no me voy a alejar nunca. Entender que la competencia era lo que ya no quería más y no el agua me tomó un par de meses, pero fue bastante rápido darme cuenta.
–¿Preferís ir al psicólogo o a la pileta?
–Siento que necesito los dos. Creo que es una conjunción de ambas cosas. Está re bueno el poder llegar a analizarse uno mismo, algún espacio de meditación –para mí la pileta– o escribir, que también me sirve mucho, pero siento que terapia es un espacio único.
–¿Cuál es tu próxima apuesta?
–Hace mucho que no tengo un objetivo tan claro. Quiero tener esa sensación de sorpresa; me motiva porque me desafía. Quiero tomar todo como un desafío. Me tomo mi tiempo para ver qué es lo que quiero, qué es lo que me sirve, qué es lo que necesito. Ahora estoy siendo un poco más puntual en lo que quiero hacer, pero estoy un poco más abierta a otras cosas.
–Se vienen los Juegos Olímpicos de Paris. ¿Sentís que te va a movilizar?
–Puede ser. Más me movería estar ahí tomando fotos. La verdad, me gustaría hacer fotos de deporte y me encantaría, como un sueño, poder llegar a ese momento culmine de conectar dos sueños en uno. Para mí sería increíble.