Darío Benedetto: “Soy ‘Benedetto’ gracias a la gente de Boca”
El ‘Pipa’ no se arrepiente de nada, ni siquiera haber abandonado Boca, el club de sus amores. Afirma ser muy calentón, que la terapia lo ayuda y que no le falta absolutamente nada, excepto su mamá, quien falleció cuando él tenía 12 años
En 2016, Darío ‘Pipa’ Benedetto alcanzó su sueño de jugar en Boca Juniors. El recorrido no fue fácil, y hasta estuvo a punto de abandonar el fútbol, tras la muerte de su mamá, cuando él apenas tenía 12 años. En la reserva de Arsenal de Sarandí encontró el camino de regreso a las canchas, primero las argentinas, después de las de México, Francia y España. Hoy, cree que no le falta nada a nivel profesional y no descarta –del todo– la posibilidad de volver a jugar de local, aunque se siente más cómodo en el país azteca.
-¿En qué momento, que recuerdes, se te soltó la cadena?
-Uy, tengo un montón. En general, soy una persona recontra calentona, ya sea jugando un picado en el barrio, jugando profesionalmente o en la vida en general. O sea, no me sé contener. Es algo que trato con el psicólogo pero, a veces, me cuesta mucho, me caliento con lo que sea.
Yo me crié en el fútbol con la vieja escuela. Me he equivocado y he pedido disculpas delante de todo el plantel. Si tengo que pedir disculpas, y sé que me equivoqué, voy para adelante.
-¿Qué papel jugó el carácter en tu carrera?
-Me ayudó mucho. Si no hubiese tenido la personalidad que tengo, me hubiese costaba un poco más.
-¿Cuál es ese miedo que cruza tu vida?
-Muchos. La muerte, las enfermedades, mis hijos. Todo el tiempo estoy “que no le pase nada”. Tenés eso en la cabeza, que está todo el tiempo preocupándote.
-¿Recordás algún momento, personal o profesional, en el que hayas sentido miedo?
-Sí, yo creo que sí. Cuando fallece mi mamá, yo tenía 12 años, y tenía miedo de estar solo. Mi viejo trabajaba, mi hermana era chiquita y se iba a la casa de mi abuelo, mi hermano se iba a la casa de mi otro abuelo, y yo me quedaba en mi casa, y ese miedo de estar solo no me gustaba. Esa parte sí me dio miedo, la de quedarme solo… y te hacés la cabeza de que te vas a quedar así para toda la vida. Después va pasando, pero es algo que sentía en ese momento.
-¿Cómo se lleva el futbolista con la soledad?
-A mí me cuesta mucho. Siempre me crié con la familia, somos una familia numerosa y yo soy muy familiero. Si somos 70 para comer un asado en domingo, yo soy feliz de la vida. Tengo que estar todo el tiempo con gente porque me hace bien. Me cuesta estar solo, pero es algo que tenés que aprender a sobrellevar porque también es parte de la vida.
-¿Tuviste miedo antes de algún partido importante?
-Miedo, no. Sí tuve nervios. Me ha llegado a faltar el aire. En finales, en partidos importantes es como que te empieza a latir el corazón, sentía que se me iba a salir, tenía las manos transpiradas y no podía respirar. Dicen que cuando estás nervioso es mejor, porque jugas más concentrado.
-¿El momento más feliz de tu vida?
-Mis hijos, el nacimiento de mis hijos. Principalmente, el de Felipe, que fue el primero y vi todo lo que fue el parto. Me emocioné un montón, lloraba. Yo tenía 25 años. Con Elena también, obviamente, es uno de los momentos más felices de mi vida, pero con Felipe fue tremendo; estuve ahí con mi esposa. Ese fue uno de los momentos que no me lo olvido jamás, lo tengo acá en la cabeza, todo lo que pasó en el quirófano, todo.
-¿En qué te cambió tener hijos?
-Todavía sigo aprendiendo a ser padre, siempre te enseñan cosas nuevas. Siempre quiero mejorar; pero me cambió, me cambió mucho… pasó todo a un segundo plano. Yo ya era muy familiero con mi sobrino, con mi esposa, pero nacieron ellos y chau: mi amor se fue todo para ese lado, y todo lo demás pasó a un segundo plano. Ellos son mi vida entera. Y ese es el miedo que tengo todo el tiempo, querer que no les pase nada.
-Y en el fútbol, ¿cuál fue tu momento más feliz?
-El momento más feliz… yo creo que fue cuando se dio la primera firma con boca. Yo estaba en América [en México] y estaba pasando un momento futbolístico muy bueno, pero decía, “No me importa la plata, no me importa nada, si me lo ofrecen, yo me voy a poner la camiseta de Boca”. Hablaba con mi representante, que justo estaba en México, cuando lo llamó Guillermo. Me dice: “¿Querés ir a Boca?”.
No era tan fácil porque yo, en América, jugaba todos los partidos, estaba haciendo goles, había ganado títulos, la gente me quería. O sea, me fue muy bien en América, pero a mí me importó un huevo. Hablé con el presidente, Ricardo Peláez, y hablé con el técnico, le dije: “Ayudarme a cumplir un sueño. Yo ya sé que tengo un contrato, pero fíjate cómo podemos hacer para negociar la salida”. Ricardo me dijo: “No quiero que te quedes si no tenés ganas de quedarte”. Fue la primera vez que un dirigente me dijo algo así.
Fue el momento más feliz de mi carrera. Después, también, cuando pude salir campeón. Nunca me imaginé todo lo que pasó en Boca… nunca. Sí imaginé llegar a Boca, cumplir el sueño. Todo lo que pasó después, los goles, que la gente coreara mi nombre, ganar títulos… eso no me lo imaginé. Me superó muchísimo, y fue uno de los momentos más felices de mi carrera.
-Describí el momento más triste de tu vida.
-Sin duda, el momento en que falleció mi mamá. Creo que daría todo porque ella estuviera acá, viendo todo lo que yo estoy viviendo ahora. Fue el momento más triste porque se fue muy joven, tenía 40 años. Estaba sana, no tenía nada, y encima falleció viéndome jugar a la pelota. Se descompuso y la llevaron al hospital.
Eso me mató. Fue muy duro porque éramos chicos. Mi hermana tenía ocho años, mi hermano era más grande y mi hermana mayor ya estaba casada, con sus hijos viviendo en otra casa. La pasamos mal. Ella siempre fue mi pilar, y hoy daría todo para que estuviera conmigo, viviendo todas las cosas que logré. Sé que está muy orgullosa.
En ese momento yo tenía 12 años. Estaba en Independiente, a prueba. Cuando pasó lo de mi mamá no quise jugar más a la pelota, no fui más a entrenar. Me enojé con el momento, con la vida. Me costó mucho asimilar eso y no tenía ganas de nada. Estuve dos años sin jugar a la pelota, no jugaba ni en el barrio.
-¿Qué te genera orgullo?
-La verdad, todo lo que logré como persona. Yo crecí mucho como persona. Todo lo que logré con el fútbol, todo lo que quise en mi vida… yo estoy contento, muy feliz, y me siento orgulloso de eso. Nunca esperé tanto. Siempre quise jugar a la pelota, siempre quise ser profesional, pero de ahí, a que a que me pasara todo lo que me pasó… Estoy muy orgulloso de la carrera que hice, no me arrepiento absolutamente de nada.
No me arrepiento de haberme ido. Estoy muy tranquilo. La cabeza para mí es fundamental y mi cabeza no estaba bien, por un montón de cosas. Estoy priorizando otras cosas, y el fútbol argentino, hoy no es mi prioridad hoy.
-¿Tenés algún agradecimiento pendiente?
-No, porque si hay dos personas a las que les tengo que agradecer, son a mi abuela y a mi abuelo, y ya se los dije. Yo no tengo el recuerdo de haberle dicho “Te amo” a mi mamá; no recuerdo esas cosas porque era muy chico, y me hubiese encantado decirle “Te amo”, “Gracias”, lo que sea. Mi abuela, de parte de mi papá, es como mi mamá, y el papá de mi viejo es como mi segundo papá, y a ellos sí les pude decir gracias y les digo que los amo a cada rato. O sea, no me va a pasar lo mismo que me pasó con mi mamá. Estoy muy agradecido con ellos,
-¿Qué hicieron tus abuelos por vos?
-Nos criaron. Mi papá trabajaba y mi abuela nos lavaba la ropa, nos cocinaba, se ocupaba de nosotros como si fuese el trabajo de una mamá. Ella siempre estuvo y el viejo también.
-¿Qué te falta?
-Yo creo que nada. Tengo salud, que es lo principal. Tengo amigos, tengo una familia hermosa, tengo dos hijos increíbles. Con respecto al fútbol, yo ya estoy finalizando mi carrera, no me arrepiento de nada, no creo que me falte nada. Me falta mi vieja, nada más. Yo te cambio todo, te cambio el fútbol, te cambio todo lo que quieras por tener a mi vieja, a mi lado, de vuelta.