Cómo es el pueblo que alberga el castillo habitado más grande y antiguo del mundo, donde la reina solía pasar sus fines de semana y tomaba las grandes decisiones.
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Si no hubiera trabajado el día de la boda real, Alex habría salido a la calle a ver a los novios, a festejar, a ser parte del gusto por los Royals, como llaman a la monarquía, apoyada por el 70% de los ingleses. Pero es pintor en Eton, el prestigioso colegio de Windsor donde estudian unos 1.300 alumnos, la crème de la crème, la élite que después es gobierno, como el ex primer ministro David Cameron, entre otros 19 primeros ministros y el cantante y actor Hugh Laurie. Un colegio de hombres cuyos padres pueden pagar unas 30 mil libras al año. A Alex lo encuentro en la calle High después cruzar el Támesis y justo antes de la tienda de antigüedades con canastos en la vereda para revolver y encontrar platitos, candelabros o una trompeta de cobre. Tiene la cara y las manos manchadas de pintura, trabaja en la reforma del colegio que, por el momento, no se puede visitar.
Además de su célebre castillo, el pueblo es bien de cuento, de película inglesa, de la Sociedad de los Poetas Muertos. En High St. veo una vidriera de uniformes de tenis que parecen de los años 50, elegancia retro con telas de hoy. Por esta misma calle pasaron cientos de veces los etonians para llegar al colegio, William y Harry incluidos.
Cerca del río converso con un hombre que viene a visitar a su hija por el fin de semana. Lo que quiere es que le vaya bien a Harry. “Son buenos chicos”, dice y por un segundo pasa la historia trágica, Lady Di, el accidente, los chicos sin madre.
El día de la boda de Harry y Meghan, el 19 de mayo de 2018, estas calles que ahora están casi vacías fueron un espectáculo de ingleses y turistas exaltados. Todos los hoteles y los airbnb y las casas de amigos explotaron. Desde ese día se venden en las tiendas las banderas inglesas con las caras de los novios que hoy están en boca de todos.
Habitar el gigante
Entrar a Windsor requiere los mismos chequeos de seguridad que antes de viajar en avión. Es el castillo habitado más grande del mundo y también el más antiguo, donde vivieron 39 reyes y donde Isabel II, la reina de Inglaterra –her majesty–, pasaba la mayoría de los fines de semana.
En casi de mil años desde su construcción –la comenzó Guillermo I, el Conquistador– pasaron reyes, arquitectos, guerras, saqueos y hasta un gran incendio no hace tanto, en 1992.
En esta visita, que pasa por los Apartamentos de Estado y la capilla St. George –donde fue la boda real y donde están enterrados varios reyes y reinas–, hay que caminar bastante, para acceder a los recintos y dentro de ellos. Da para ver los detalles de fortaleza –torres, muralla y puertas– también de pueblo chico. En el camino me cruzo con un cambio de guardia, perfecto y grácil a pesar del frío, con trompetas y sombreros que hasta hoy están confeccionados con piel de osos negros de Canadá.
Es impactante la opulencia de la colección real. El mobiliario, los gobelinos y las pinturas –Rembrandt, Rubens, Brueghel y Canaletto– de los State Apartments y la belleza mínima de la Casa de Muñecas de Queen Mary, la réplica de una casa aristocrática diseñada por el arquitecto Sir Edwin Lutyens para la reina María, entre 1921 y 1924. A pesar de ser una miniatura, es la más grande del mundo.
La reina María era la esposa del rey Jorge V, Casa de Windsor, la misma casa de la reina actual. En este punto los que hayan visto la serie The Crown o Windsor correrán con leve ventaja en este paseo. Así que, quienes estén a punto de viajar, lo mejor será empezar a repasar.
En el final, una caminata por la Long Walk, ruta peatonal de cuatro kilómetros que conecta la fachada sur del castillo con la estatua del rey Jorge III, en Windsor Hill, muy cerca de donde otro rey, Enrique VIII, se sentó a esperar novedades sobre la ejecución de su segunda mujer, Ana Bolena.
La Long Walk está rodeada por el Gran Parque de Windsor con más de 500 ciervos libres y 1.600 castaños, olmos y robles. Al atardecer aparecen runners, paseantes y turistas que no tienen nada que ver con los Royals, pero igual sienten –sentimos– esencias reales caminando por acá.