Viajo todo el año: estas son mis 10 manías y consejos para pasarla mejor en el avión
Volvíamos de Londres cuando a una señora de unos cincuenta y pico le agarró un ataque de nervios en el avión, minutos antes de que la aeronave despegara. Gritaba desesperada que le habían hecho bajar el equipaje de mano por ser muy pesado y que fue todo tan abrupto que se olvidó de bajar su medicación. La azafata intentaba sin éxito contenerla, pero la señora no necesitaba palabras de aliento o ejercicios de respiración: lo que necesitaba era un clonazepam. Solidario como siempre, intervine. Le di a la señora un clona de 0.50 que me había recetado mi médico para volar (y que a ella, aseguró, también se lo habían recetado). Me lo agradeció casi besándome los pies. Luego la acompañé a su asiento y le ofrecí mi teléfono con mis auriculares para que escuchara un audio de relajación. Le indiqué que cerrara los ojos y respirara siguiendo la meditación, hasta que la pastilla le hiciera efecto. La señora fue feliz.
Las lecciones que se desprenden de esta anécdota son varias, pero comparten una premisa común: volar no es cualquier cosa, y uno no debiera subirse a un avión como quien llega de la playa y se toma un micro. Primero, hay que saber que ahora las aerolíneas pesan el equipaje de mano, y si nos hacen despachar eso que pensábamos llevar con nosotros durante todo el vuelo, en un descuido se nos pueden escapar un remedio, un libro, una tablet o cualquier cosa que eventualmente alivie las catorce horas de vuelo que nos separan de Londres.
Otra cosa que hace mucha gente casi sin medir las consecuencias es comprar el pasaje sin tener en cuenta el asiento que se le puede llegar a asignar. ¿Acaso alguien ama estar en el medio de una fila de cinco butacas durante más de doce horas? Algo que parece obvio, pero no todos hacen, es el check in 24 hs antes de subir al avión. Ahí se puede acceder a la ubicación de los asientos, e incluso "licitar" un posible pase al paraíso de Business por un precio mucho menor a la tarifa tradicional. Es cuestión de estar muy atentos justo 24 horas antes de la hora del vuelo. En ese momento, también, es posible comprar los privilegiados asientos de primera fila o emergencia. Antes había que llegar temprano al counter, declararse muy alto o muy fóbico y rogar clemencia. Ahora hay que pagar, pero vale la pena. La primera fila de solo dos asientos pegados a la ventanilla es casi como un premium economy y cuesta unos 80 dólares por pasajero.
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Otro asunto a no subestimar es la almohada de viaje y el abrigo que llevamos arriba del avión. Aunque volvamos de Miami en junio, la cabina siempre está helada y las frazadas poco pueden hacer por nuestros pies congelados. Lo ideal es llevar buzo y campera y hasta un pañuelo para el cuello, que además de abrigado debería estar sostenido. Las almohadillas inflables o de ese relleno que parecen bolitas de telgopor son casi tan inútiles como la nada misma. Por eso, es importante invertir en una de esas almohadas sólidas que rodean el cuello y lo mantienen erguido todo el vuelo (las venden en cualquier aeropuerto internacional por aproximadamente 25 dólares), mientras dormimos plácidamente bajo los efectos de la meditación, una pastilla o una copita de algo. Tampoco hay que olvidarse el antifaz, los tapones, las medias gruesas, el humectante labial y alguna crema chiquita para manos y cara. Todo eso que les dan a los que viajan en primera lo podemos tener también nosotros, si tomamos las precauciones del caso.
También podemos tener series adictivas que nos permitan pasar las horas como cuando estamos solos en casa un domingo de lluvia y Netflix nos pregunta "¿Sigues ahí?". Basta con cargar la tablet con nuestra temporada favorita, llevar unos buenos auriculares y ¡voila!, cuatro horas de vuelo pasarán mágicamente. Parece una pavada, pero ¿cuánta gente se toma el trabajo de hacerlo?
También parece una pavada el tema de los medicamentos, pero en los viajes cualquier cosa puede suceder. A un amigo le agarró fiebre empezando un vuelo a Madrid, y nadie pudo darle un ibuprofeno para aliviar los síntomas durante el prolongado trayecto. A un conocido periodista le aparecieron piedras en el riñón y sufrió dolores tremendos que se podrían haber evitado con un conocido calmante de venta libre. A mí me dio rinitis en un aeropuerto y no tenía las gotas que uso cada vez que se me tapa la nariz por alguna alergia. A mi madre le costó tres horas explicarle a una farmacéutica francesa que estaba padeciendo cistitis y necesitaba un antibiótico urgente, y a mi cuñada le dio conjuntivitis en Los Ángeles y le cobraron 1500 dólares la consulta para recetarle unas gotas que allá no son de venta libre. Sí, había subestimado el seguro médico internacional, como quien subestima las medias gruesas, la campera, el asiento y todo lo demás. Parece básico y de tintes hipocondríacos, pero que sucede, sucede.
También sucede que a veces nos tocan conexiones largas y no tenemos en cuenta el hecho de pasar siete horas en un aeropuerto sin dormir y sin bañarnos. Es bueno saber que dependiendo de la escala en cuestión, podemos pagar VIP lounges u hoteles para dormir o darnos una ducha y que todo sea más ameno. A veces los hoteles de los aeropuertos se pueden pagar por hora y los VIP no cuestan más de 30 dólares (lo que gastamos en comer y tomar); incluso en algunos aeropuertos, como el de Londres, hay spas que cuestan 40 dólares la entrada y son ideales para una escala de varias horas.
Unos últimos consejos:
- En el avión hay que comer lo menos posible, pues nuestro sistema digestivo está en las nubes y no quiere trabajar correctamente.
- Ni se nos ocurra tomar cerveza con papas fritas en el Sport Bar del aeropuerto (es algo así como mezclar Mentos con Coca Cola).
- Perder el pasaporte arriba del avión es más común de lo que creemos, y puede llevarnos a un desastre diplomático que no quisiéramos atravesar. Hay que guardarlo bien apenas subimos.
- Pesar siempre las valijas antes de llegar al aeropuerto y averiguar las políticas de tolerancia de cada aerolínea. Esa valija que pensás que es apta para la cabina, quizás tiene que ser despachada.
- A la ida, llevar la mayor cantidad de ropa posible en nuestro carry on, pues el extravío de valijas es más común de lo que creemos.