Verona, donde el amor está en el aire
Hay ciudades que se adueñan de historias e historias que son inseparables de sus ciudades, como Romeo, Julieta y Verona. Es difícil pensar en la pareja sin evocar el escenario, pero qué pasaría si alguien gritara frente a esa horda de turistas apiñados bajo el balcón de Julieta que la idea original proviene de Siena o, más lejos todavía, de Grecia. ¿Acaso tras una decepción masiva correrían a tomar el primer tren hacia el sur? No suena probable. El hechizo entre la casa de los Capuleto y quienes viajan hasta Verona para conocerla es irrompible; sumado a los negocios que rodean el lugar con frases alusivas al amor.
Verona fue el paisaje que eligió Shakespeare para sus protagonistas, Siena donde Masuccio Salernitano situó –en 1476- la narración tan similar de Mariotto y Giannoza; y a su vez el drama griego de Antia y Habrócomes, escrito por Jenofonte de Éfeso mucho antes de todo, fue el que inspiró esos amores sin final feliz.
Sin embargo, el atractivo de esta ciudad al norte de Italia, a mitad de camino entre Milán y Venecia, también está en su pasado romano porque, tragedias aparte, Verona es algo más que aquel romance famoso.
Hazte la fama…
En el centro antiguo, la mayor concentración de turistas está frente a una reja cerrada, un pasillo oscuro y un jardín interno donde hay una estatua rodeada de árboles y plantas. Como dice la canción de John Paul Young el amor está en el aire. Todo alrededor de la casa de Julieta son corazones. Desde el negocio vecino que ofrece telas bordada con nombres o frases, hasta el local de enfrente que en lugar de una reja para que nadie se apoye sobre la vidriera, tiene una hilera de corazones de hierro.
Por Via Cappello no se puede caminar ni pidiendo permiso, en especial a la altura número 23 donde se forma un tapón humano. La gente apelmazada frente una reja frena el paso sin importar que la casa esté cerrada; y entre codos y cabezas, la mayoría enhebra la mano por los barrotes y pasa cámaras o celulares para llevarse alguna foto.
Lo que hay para ver tampoco es gran cosa: un pasillo y dos paredes empapeladas de punta a punta con notas, dibujos y escritos tan amontonados como la gente que los mira. Se podría decir que en Verona está el muro de los enamorados, o los desamores. Candados, gasas, chicles que forman letras, cuanto más en detalle se mira más uno se sorprende de todo lo que encuentra. Desde la fachada hasta el interior, no hay milímetro de pared sin cartas, poemas, curitas con el nombre de un corazón roto, servilletas pegadas, hasta frases escritas con esmalte para uñas.
Depende la perspectiva, si se ve de lejos es una pared que necesita una lavada urgente, si se mira de cerca son miles de enamorados en plena catarsis. Entre paréntesis, al momento de organizar un viaje a Verona hay dos fechas a tener en cuenta: el 14 de febrero y el 17 de septiembre. No sólo porque es San Valentín y el cumpleaños de Julieta, sino porque organizan eventos especiales y limpian las paredes para dar espacio a nuevos mensajes.
Ahora sí, el escape a la multitud está a metros, pero antes hay que decidir entre dos direcciones. A la izquierda, Via Mazzini es una peatonal que intercala tiendas de marcas internacionales, heladerías y pizzerías. A la derecha, la Plaza Erbe es una zona para tomar aire o un café bajo la sombrilla de alguno de sus bares, y probar el beso de Romeo o el de Julieta, dos dulces de almendra o chocolate rellenos con crema que son la especialidad local.
Esta plaza también se puede ver desde lo alto si se suben los más de 80 metros de la Torre Lamberti, una construcción de 1172 que por dentro tiene una escalera caracol con 368 escalones hasta su campanario, o la opción por la que muchos esperan: el ascensor. Desde el mirador se puede ver que estamos casi en un punto medio entre los Capuleto y los Montesco, porque si decimos que la casa de Julieta quedó a 160 metros, la de Romeo está a 170 hacia otra plaza, la Dei Signori.
A la vista está quién se lleva el protagonismo de la tragedia.Por Via Arche Scaligere no pasa ni una motocicleta, el único movimiento lo dan un hombre y su perro que caminan por una vereda tan angosta que el perro sube y baja el breve límite entre el cordón y el pavimento. Enfrente se ve un paredón de ladrillos con una placa que dice: Casa di Cagnolo Nogarola, más conocida como la de Romeo. Una propiedad privada en la que sólo se puede ver un portón de madera con el cartel de prohibido estacionar.
El que insiste con la obra de Shakespeare no se va sin antes pasar por la tumba de Julieta, aunque quede fuera del centro histórico (alrededor de 15 minutos a pie) y el sarcófago esté vacío. Dicen que quien visite lo que al fin es un simbolismo, se va a encontrar con un museo de frescos que pertenecieron a edificios veroneses de la Edad Media al siglo XVI, y resulta mucho más interesante que una tumba deshabitada donde sitúan el trágico desenlace.
Sin maquillaje
Como cuando se levantan el telón y el actor sale del personaje, así es Verona fuera del circuito shakespeariano. Es un camino que marca el río Adigio, con puentes que lo cruzan, y nada tiene que envidiarle al Sena, ni al Támesis. Son callecitas con balcones llenos de flores, ñoquis con manteca y una herencia romana que entre otras construcciones dejó un teatro del siglo I y la Arena del año 30, uno de los anfiteatros mejor conservado donde cada año se organiza un festival con operas y artistas reconocidos.
La plaza Bra está al lado de la Arena, dos puntos céntricos que usaremos de referencia para empezar y terminar el recorrido.Es el mediodía y la gente busca mesa para almorzar en alguno de los restaurantes, si es con vista al anfiteatro mejor. El aroma a salsas, a comida casera tiene un efecto hipnótico. Tientan los risottos, pero también los espaguetis con sardina y los ñoquis con manteca, tres platos típicos de la gastronomía local. Cual digna ciudad italiana, sus pizzas no defraudan, en especial la de burrata y jamón que cocinan a pocos metros, en el Leon D’Oro.
Panza llena, carbohidratos listos para eliminar, y que empiece el paseo. Via Roma es una de las calles que sale de la plaza y la primera parada es justo donde termina, en la fortaleza de Castelvecchio. Si bien lo construyeron entre 1354 y 1356 como un fuerte defensivo para proteger la entrada norte de la ciudad, hoy es un museo con una colección de arte medieval, renacentista y moderno, con hallazgos arqueológicos y armas, todo repartido por 29 salas.
Uno de los accesos va directo hacia el puente Castelvecchio o Scaligero –se lo llama de las dos maneras- y cruza el Adigio. Hay gente que corre, otros que van sin apuro, un grupo de adolescentes se sienta sobre las cornisas de ladrillo colorado, y a unos pasos de distancia dos recién casados se miran al estilo Romeo y Julieta sin balcones de por medio, mientras un fotógrafo hace su trabajo.
Sin cruzar el río, la calle Lungadige Panvinio bordea el agua hacia el Puente de Piedra, el único de la época romana que a fuerza de reconstrucciones sigue en pie. Si se quiere llegar al Teatro Romano, otra de las obras romanas más antiguas de Verona, hay que cruzarlo. Y quien llegó hasta ahí, con ganas y buen estado físico, puede ir por la milla extra y subir la colina de San Pedro o tomar el funicular. Por los alrededores del castillo que a través de la historia tuvo funciones defensivas, militares y religiosas, hoy tapado por una muralla de cipreses, hay puntos panorámicos donde la ciudad a lo bajo parece un mapa en 3D.
Camino de vuelta hacia la Arena, por Vía Mazzini, se escucha a un tenor que canta O Sole Mio y se siente como un tango por la calle Florida. Las vibraciones de esa voz parecieran atravesar a cada uno que lo oye. Es el atardecer, las farolas se encienden y al volver a la Arena todo está iluminado. Sobre un tablón improvisado ajustan los detalles de una obra callejera. Dos personajes vestidos de negro tienen un libreto en la mano, y mientras el público se suma empieza la función.
Para agendar
Letra y música: el famoso Festival de Opera de la Arena, en Verona, va este año del 21 de junio hasta el 7 de septiembre. Incluirá obras como La Traviata, Aida, Carmen, y la presentación de Plácido Domingo. Los precios de las entradas varían entre los 20 y los 200 euros aproximadamente.
Datos útiles
- Casa de Julieta. En Via Cappello 23, abre los lunes de 13.30 a 19.30, y de martes a domingos desde las 8.30, con el último ingreso a las 18.45. La entrada para adultos tiene un valor de 6 euros y para menores de 8 a 14 años, 1 euro. De octubre a mayo, cada primer domingo de mes la tarifa única es de 1 euro, con excepción de muestras especiales.
- Museo de frescos GB Cavalcaselle y tumba de Julieta. Via Luigi da Porto 5. Abre durante los mismos días y horarios que la casa. Lo recomendable es comprar la entrada combinada, por 7 euros, que incluye ambas visitas. De lo contrario, el boleto para la tumba vale 4,5 euros.
- Torre Lamberti. Via della Costa, 2. Abre todos los días. De lunes a viernes entre las 10 y las 18, los fines de semana y feriados de 11 a 19. Se puede entrar hasta 45 minutos antes del horario de cierre. El precio para adultos es de 8 euros, para mayores de 60 o menores entre 8 y 13 años es de 5. Los niños de hasta 7 años entran gratis. La galería de arte cierra los lunes y la entrada general a la torre es de 5 euros y 1 para menores.
- Funicular Castel San Pietro. Via Fontanelle S. Stefano 6. De abril a octubre, abre entre las 11 y las 21. Durante el invierno, de 10.30 a 16.30. La tarifa normal es de 2 euros e incluye subida y bajada (no se pueden comprar por separado). Los menores de 10 años y mayores de 65 pagan 1 euro.
- Arena. En Plaza Bra, se puede visitar de martes a domingos de 8.30 a 19.30. Los lunes abre a las 13.30. La boletería cierra todos los días a las 18.30. La entrada es de 10 euros, para menores de 8 a 14 años 1 euro, y los niños hasta 7 años entran gratis.Durante el verano, los horarios de apertura pueden modificarse por eventos del festival.