Elegante y auténticamente parisino, pero también tecnológico e innovador. Así es Le Royal Monceau, uno de los alojamientos más lujosos y sofisticados de la ciudad luz, ubicado en el número 37 de la avenida Hoche, a pocos pasos de Champ Elysses y con una vista privilegiada del Arco del Triunfo.
Su alfombra roja y el toldo de ingreso color rubí funcionan como primera seña particular de un proyecto que cuenta con una serie de facilidades para el turista de alto nivel. Por un lado, está a 45 minutos de distancia de los dos aeropuertos, Charles de Gaulle y Orly, a 20 de la estación Eurostar (Gare du Nord) y a media hora de la Gare de Lyon. Además, un menú variopinto para que el disfrute de todas las edades: desde galerías de arte con muestras permanentes y una biblioteca, hasta los tres restaurantes y el spa con la piscina más grande de París (a una temperatura de 29 grados), sumado a numerosas atracciones para los más jóvenes como tickets para shows y paseos por la ciudad en vehículos de carrera o alta gama.
Una historia de transformaciones y locuras
Inaugurado en 1928, Le Royal Monceau sufrió varias modificaciones en su adn. En un principio, fue el sueño de expansión de sus creadores Pierre Bermond y André Jugnot que se hicieron cargo de una avenida pacífica, suntuosa, rechazada por los tranvías y autobuses, que crujía con el trote de los caballos. En el siglo XVIII, esa zona de París era todavía de campo, salpicada de caseríos y aldeas aisladas. Fue aquí, sólo por el pueblo de Monceau, que el Duque de Chartres decidió crear un parque de ocho hectáreas en 1773. El proyecto fue encargado a Louis Carrogis, un dramaturgo, revel-maker y paisajista vanguardista, que ideó un jardín anglo-chino, adornado con una multitud de edificios miniatura, o "locuras". En medio del bosque, a lo largo de las amplias zonas de césped, flores y lagos podían encontrarse un molino de viento holandés, puentes chinos, un obelisco, un minarete, una pirámide, una cueva, un castillo medieval. Todo ha sido planeado para la diversión, ya que fue la escena de fiestas suntuosas hasta 1792. Después de un período oscuro, durante el cual cayó en desuso, en 1860 el parque pasó a ser propiedad de la ciudad. Luego fue reformado por el Barón Haussmann y retitulado Parc Monceau. Y en 1775, Nicolas Beaujon adquirió una docena de hectáreas a la colina de l'Étoile, donde estableció una suntuosa propiedad que fue vendida en lotes después de la muerte de su dueño.
En 1854 se abrió el bulevar Monceau, que fue entonces rebautizado como Avenue de la Reine-Hortense antes de recibir el nombre de un general revolucionario, Lazare Hoche, en 1879. Después de la primera guerra mundial, la zona fue adquirida por el grupo hotelero de Bermond y Jugnot. Mientras que los jardines fueron preservados, los edificios dieron paso al hotel Royal Monceau, diseñado por el arquitecto de edificios de lujo Louis Duhayón.
Apenas inaugurado, el Royal Monceau Hotel se convirtió en lugar de encuentro para artistas e intelectuales. Por sus jardines, amplios bares, salas de juego y barberías pasaron actores de la escena política y cultural parisina como Josephine Baker, Maurice Chevalier, Ernest Hemingway y Mistinguett. Era una época de glamour y libertad, con los dadaístas y surrealistas que proclamaron el reino de la imaginación, y las noches parisinas que se iluminaron con el jazz, la actividad teatral y la luz de las pantallas cinematográficas.
Más cerca en el tiempo y después de su requisa durante la Segunda Guerra Mundial, el hotel recuperó la independencia con la victoria aliada y fue visitado por el general Eisenhower y el alto mando en 1945 antes de reanudar sus actividades al año siguiente. En 1947, Ho Chi Minh pasó siete semanas por allí durante los acuerdos de Fontainebleau que iban a determinar el futuro de las relaciones franco-vietnamitas. Y en mayo de 1948, David Ben Gourion y Golda Meir firmaron en sus entrañas el nacimiento del Estado de Israel.
Ya disfrutaron de las 149 habitaciones (incluyendo 64 suites y 3 suites presidenciales), ilustres personajes como Walt Disney , el rey Farouk de Egipto, Madonna, Robert De Niro, Lou Reed, Sofía Coppola y Serena Williams , entre otros.
La fórmula de su discreto encanto
Llegar a Le Royal Monceau significa comenzar naturalmente en la intimidad de la recepción, que Philippe Starck concibió como un reencuentro o regreso a una casa de familia. En el lobby, en cambio, aparece una enorme nave central salpicada con pequeños salones privados y pequeñas vitrinas con objetos y adornos multiculturales. Esos trescientos metros cuadrados llevan a una histórica escalera monumental -multiplicada hasta el infinito por un juego de espejos que reflejan la colección de arañas, agrupadas en racimos- y de allí a la parte superior y la intimidad de las habitaciones, suites y departamentos.
En las habitaciones, ese eclecticismo encuentra su obra cumbre. Son espacios para dormir, pero también para soñar. "Después de la efervescencia de las áreas públicas en la planta baja, ahora viene una serenidad secreta", aseguran sus ambientadores. La cama ocupa el centro de la escena de esa privacidad. Una mezcla perfecta de la exigente elegancia de los años 40 y 50 -líneas rigurosas, materiales finos, calientes colores- con poesía e historias de sus ocupantes.
Libros apoyados de manera aleatoria en los estantes, una sombra de luz cubierta con un bosquejo, un caracol de cristal Murano soplado, fotos contra la pared, una guitarra acústica firmada, cartas de amor en el cajón del escritorio para permitir apuntes de medianoche, una bufanda, un collar de perlas. Por ejemplo, la suite 714 donde Ray Charles vivió alguna vez, conserva algunos de sus objetos y fotografías.
A cada paso, esas líneas artísticas y estéticas son vestidas con pizcas de tecnología en dosis justas: sensores de movimiento, reguladores de luces, pantallas LED 4K con control remoto unificado, conexión a Internet de alta velocidad sin molestas contraseñas, inodoro eléctrico separado del ambiente de descanso y un menú de ayuda en pantalla que sorprende en sus opciones: delivery de rosas, consultorio odontológico, paseos en helicóptero o limusinas por la ciudad, hielo para las bebidas, servicio de peluquería, un personal trainer, jets privados o espectáculos artísticos y deportivos de primer nivel.
Hay dos zonas más de la habitación que merecen ser destacadas por su forma y materialidad: el cuarto de baño (en piedra, acero y vidrio), que es una celebración de la extrema limpieza en la que se esconde una pintura o las fotos pegadas detrás de un espejo, además de una variedad de productos de belleza para utilizar en un baño de inmersión o en el gabinete de duchas de cuatro posiciones; el vestidor, que integrado a la zona de descanso, en un homenaje a los probadores de la alta costura, con una sucesión de espejos y muebles de estilo neoclásicos.
Allard, las suites y el renacimiento del palacio
En la década pasada, Le Royal Monceau entró en dificultades financieras. Pero Alexandre Allard, un hombre de negocios franco estadounidense entendió que ir al rescate del hotel era preservar una pieza fundamental de la riqueza arquitectónica de París. En 2000 Allard vendió en 500 millones a Telecom su exitosa compañía de marketing para anunciantes llamada Consodata. A partir de ese momento se dedicó al real estate y a la restauración de proyectos urbanos, artísticos y culturales.
En 2010, Allard contrató a Starck para darle un nuevo impulso a Le Royal Monceau. Era el indicado para transformar un hotel de lujo a través del respeto a su historia, pero sin resignar materiales y tecnologías de esta nueva era.
En ese camino, las suites Privé hacen honor a su nombre. Elegantes y lujosas, pero también discretas y acogedoras, la colección incluye tres espectaculares espacios presidenciales de 350 metros cuadrados. Cada una está diseñada como una exclusiva residencia privada, con niveles de servicio dignos de una gran casa de familia.
Con entradas privadas desde el número 41 de la avenida Hoche, las residencias tienen acceso directo al spa My Blend y ofrecen baño turco privado y un gimnasio con personal trainer, además de un microcine con tecnología de última generación, arreglos florales personalizados y un chef que hace realidad los deseos culinarios de cada huésped, día o noche, para crear comidas inolvidables. Todo a la altura del lujo parisino.