Travesía: Punta Bandera, el pasaporte exclusivo a la tierra más helada de la Patagonia
Desembarcos, caminatas y tesoros escondidos, entre témpanos y bosques, seducen a turistas que llegan al sur del país
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El CALAFATE, Santa Cruz.- Punta Bandera es la puerta de entrada a un mundo mágico y escondido, casi extraído de cuentos infantiles, donde sus personajes encastran de tal manera que ese todo que devuelve la naturaleza resulta perfecto.
Navegar por el Canal de los Témpanos se convierte en un bautismo para la treintena de pasajeros a bordo del Cruz del Sur. A lo lejos, los glaciares del Cerro Mayo y Cerro Negro se distinguen desde las ventanas del catamarán y dan comienzo a vivencias únicas que se completarán con el primer desembarco.
Bahía del Toro, una porción del bosque patagónico andino al que sólo se accede vía lacustre, recibe al grupo y lo invita a recorrerlo, en fila y en silencio, sin anticiparse al paisaje sureño que se antepone 700 metros después de la caminata.
Entre decenas de árboles caídos por el desborde de agua que hubo hace unos años y senderos que abren el paso, emergen rocas calcáreas y una cascada que desciende hasta formar un pequeño arroyo. Los turistas buscan registrarlo en todos los ángulos posibles para estirar el recuerdo y teletransportarse cuando la rutina agobie. Es un deseo compartido, aunque ninguno lo verbalice.
Sumidos en esa contemplación, regresan al Cruz del Sur y, ya sentados, resetean un poco la vista. Es necesario hacerlo, creen, para no condicionar la mirada, ni las expectativas futuras. Resta todavía bastante por conocer.
Glaciares colgantes y una fría sorpresa
Sólo 15 minutos separan el paseo de Bahía del Toro con el del Cerro Negro, cuyo glaciar “colgante”, llamado así por pender de la montaña, ahora cambiará de perspectiva y se tendrá cerca.
Cada uno cubre de nuevo su lugar y comienza la subida. En este tramo el bosque se torna más cerrado y el camino más angosto. Sin embargo, la geografía y el sonido del río que corre, lo único perceptible mientras se avanza, prometen que la recompensa será alta.
Al llegar, hacia la izquierda y sobre la ladera, se entremezclan varias cascadas. Hacia la derecha y de espaldas, se impone el glaciar homónimo, salpicado en la cumbre por mantos de nieve. Las piedras esparcidas en el suelo y el sol que empieza a asomar en esta zona obligan a improvisar un asiento y a detenerse un instante.
El descenso prolonga esa pausa tranquila y prepara al cuerpo para una fría sorpresa, o para esos tesoros que guarda con recelo la excursión después de una hora de navegación. El encuentro es intenso. La inmensidad del Perito Moreno, la enorme masa de hielo de 30 kilómetros de largo, que nace en el Campo de Hielo Patagónico Sur y cuyas paredes sobrepasan los 60 metros de altura, se presenta ante todos. Es el rey indiscutido.
Entre témpanos y tierra helada
Cuando el deseo de inmiscuirse en otros recorridos del Parque Nacional, declarado en 1981 “Patrimonio de la Humanidad” por la Unesco, se intensifica, la travesía suma nuevos capítulos.
Esta vez el Quo Vadis, con capacidad para 300 pasajeros, será el pasaporte a la tierra helada, tras haber retomado a principios de enero su funcionamiento en medio de la pandemia de coronavirus.
A 47 kilómetros de El Calafate, por el Brazo Norte del Lago Argentino, la ansiedad de los pasajeros crece apenas aparecen los primeros témpanos del Glaciar Upsala, tres veces más grande que el Perito Moreno y que la ciudad de Buenos Aires, y que hoy se encuentra en dramático retroceso, según remarca a LA NACION Laura Devoto, guía de turismo, a bordo del catamarán.
Después de las primeras panorámicas de algunos fragmentos de este gigante con matices azules y blancos, la navegación se concentra en el Canal Spegazzini y con él se renueva la posibilidad de conocer aquellos glaciares ubicados en las partes más altas, como el Seco, el homónimo, el Heim Sur y el Peineta.
El descenso conlleva un desembarco por el bosque, que resulta corto en extensión, pero rico en vistas y miradores a la Bahía de los Glaciares, codiciada por los amantes de las caminatas con tintes de historia, flora y fauna, y los precursores de picnics o almuerzos rústicos e inolvidables en espacios casi vírgenes de la naturaleza.
En busca del chorlito ceniciento
Cuando cae la tarde, la propuesta se traslada a la costanera de la ciudad y a su reserva natural, protegida desde 1995.
La Laguna Nimez, que abarca tres kilómetros y cuyo recorrido demora en completarse entre una hora y media y dos horas, incluye diversas paradas, refugios y lugares óptimos para avistar desde flamencos, patos, loicas y bandurrias, hasta el chorlito ceniciento o “la figurita difícil” -como indica a LA NACION Alejandro Capelli, guía del lugar y especialista en observación de aves- que sólo habita en la Patagonia Austral y migra por unos meses a la costa de Buenos Aires para luego regresar en el verano.
Durante el camino, además de conocer y aprender de estas especies, los visitantes se codean con centenares de plantas de manzanilla y arbustos de calafates, mucho más dulces y tentadores que los del bosque, y listos para saborear en el paseo por la estepa y los humedales.
Paseos y Excursiones
-Mayo Spirit Trek
Paseo de día completo, de 8 horas de duración. Ofrece el pick-up por el hotel y el traslado hasta el Puerto de Punta Bandera, los desembarcos y las caminatas de baja dificultad y sin límite de edad, y el recorrido por las pasarelas del Perito Moreno
https://www.southernspiritfte.com.ar
-Todo glaciares
Excursión de día por medio, de 7 horas de duración. El programa incluye pick-up por el hotel, traslado al puerto y jornada de navegación full day por los distintos glaciares ubicados en las partes más altas del Parque Nacional
-Reserva Natural Laguna Nimez
Los visitantes pueden recorrer todos los días el sendero interpretativo de 3 kilómetros, de manera autoguiada o con un especialista en avistaje. Se pueden alquilar binoculares para potenciar la experiencia