Desde Ulán Bator, en Mongolia, hasta Moscú, once días y 6300 kilómetros por las entrañas rusas, con paradas estratégicas para descubrir los paisajes de Siberia y las principales ciudades que atraviesan estas vías épicas
Tren y aventura son dos palabras que remiten a una: transiberiano. Su extensión, la hazaña de construirlo, los recursos humanos y económicos que demandó y los contextos históricos que se sucedieron desde su inauguración a nuestros días lo convierten en leyenda.
Con sus 115 años -se inauguró en 1904- sigue siendo el eje que consolida la unidad territorial del país más grande de la tierra. Desde Moscú hasta Vladivostok, el confín oriental de Rusia sobre el mar del Japón, el Transiberiano tiene una extensión de 9288 kilómetros y atraviesa siete husos horarios. Su existencia provocó un fuerte desarrollo económico y militar en la época zarista y luego durante el período soviético.
En realidad decir tren transiberiano puede llevar a confusión, ya que transiberiano se refiere a la red de vías y ramales que hacen todo el recorrido, no al tren propiamente dicho. Un tercio de las exportaciones rusas se transportan por ese servicio ferroviario, además claro está, de trasladar personas, tanto locales como turistas.
Desde el este, como el sol
No importa el sentido en el que se haga, la experiencia es la misma. Las mejores opciones de vuelos para salir de Rusia una vez terminado nuestro viaje estaban en Moscú, por lo que optamos por volar a Mongolia y hacer el recorrido de este a oeste.
Luego de pasar tres días en Ulán Bator, su capital, subimos al tren en la estación central.
Hay diferentes maneras de hacer el transiberiano, dependiendo del tipo de experiencia y el dinero que se esté dispuesto a gastar. Las categorías van desde primera a tercera y también hay un tren de lujo. En realidad se trata de vagones especiales que se adosan al convoy.
Las agencias de turismo organizan los viajes a la medida de los interesados. Según la duración, las pernoctaciones que quieran hacerse en el trayecto, el tipo de alojamiento, los servicios de traslados, guías bilingües, comidas, espectáculos y claro está las comodidades del tren -que varían de acuerdo al confort de los compartimentos (los hay con y sin baño privado).
Nosotros optamos por el tren común -sin guía a bordo- y pernoctar en tres ciudades. De esa manera el trayecto que se hace en seis días lo hicimos en once. Es habitual que dos personas paguen por las cuatro literas que tienen los compartimentos para asegurarse intimidad. Las comidas a bordo, de pago, son generalmente servidas en el compartimento. Sólo en un corto trayecto tuvimos coche comedor.
En los trenes comunes hay un par de baños en el vagón. Ninguno tiene ducha, razón por la cual, dormir en algunas ciudades implica responder a una necesidad? más allá de la natural curiosidad por conocerlas.
En marcha
En la impecable estación de Ulán Bator nos subimos al tren que 23 horas y media después nos dejaría en Irkutsk el primer stop ruso de nuestra travesía.
En otros compartimentos de nuestro vagón viajaban más turistas. Al lado un malayo y su novia. Más allá un holandés que viajaba solo. También un matrimonio muy mayor, probablemente australianos.
Ya ubicados en nuestro sitio se hizo presente Oxana, la azafata del vagón. Vistiendo su uniforme cuasi militar y una presencia que no podría pasar desapercibida en medio de una multitud nos dejó menús de la comida y nos mostró souvenirs del tren por si queríamos comprar. Tratándose de una rusa podría decirse que su simpatía era desbordante. Buen comienzo.
En realidad este trayecto hasta la frontera es considerado transmongoliano. El tren se detuvo en Sukhbaatar el puesto fronterizo. Oxana nos anotició que subirían funcionarios mongoles. Soldados varones con ropa de fajina y mujeres con un impecable uniforme azul y birrete estaban formados en el andén y recibieron el tren haciendo la venia. Nuestra azafata nos indicó que debíamos cerrar las cortinas de la ventanilla. Eso hicimos sin saber porqué.
Poco después llegamos a Nauski, el control del otro lado de la frontera. Un funcionario nos preguntó si hablábamos ruso. Él no hablaba ningún otro idioma. Abrimos la valija e insistentemente preguntaba si llevábamos Tramadol que luego supimos que se trataba de un analgésico de tipo opoioide.
Al rato dos mujeres de uniforme controlaron nuestros pasaportes. Pasado el trámite llegaron dos hombres, también de uniforme. Nos hicieron salir del compartimento y entraron ellos. Revisaron y se fueron. Nada estuvo fuera de lugar, pero siempre asoma la sensación de que uno es culpable de algo. A las 2,04 partió otra vez el tren. En diez horas llegaremos a Irkutsk en Siberia.
Si el predominio topográfico mongol es la estepa, el de Siberia es el bosque boreal denominado taiga, predominantemente poblado de coníferas, especialmente abedules. Se trata de la mayor masa forestal del planeta. Esos árboles nos acompañaron prácticamente todo el trayecto de unos 6 mil km en territorio ruso.
Bordear el lago Baikal fue haber llegado al punto de mayor complejidad en la construcción del transiberiano. Se trata de uno de los más grandes del mundo, con 636 kilómetros de longitud y el más profundo, con 774 metros. Tiene 336 afluentes y un sólo efluente, el río Angará, que es a su vez afluente del Yeniséi, que termina volcando sus aguas en el Ártico. Las informaciones dan cuenta de que el Baikal contiene el 20 % del agua dulce del planeta.
Antiguamente el transiberiano cruzaba el lago en ferrys y los pasajeros en trineos durante el invierno, hasta que finalmente las vías lo circunvalaron.
Bajamos en Irkutsk donde nos esperaba Elena, nuestra guía en español. Con ella y con el conductor de nuestra van hicimos los 70 kilómetros que separan esa ciudad de Litsvianka, el poblado junto al lago. Allí dormimos. Muchos turistas vienen aquí a recorrer a pie el famoso sendero Great Baikal Trail, de 55 kilómetros.
Las aguas del lago son tan transparentes que puede verse una moneda en su lecho. Tiene fama de ser el menos poluído del mundo y en él habita la célebre foca del Baikal, el único mamífero del lago y la única foca de agua dulce. En la excursión a bordo de una lancha no vimos ninguna. Pero hay fotos en hoteles y restaurantes, al igual que imágenes de las aguas congeladas.
La más linda de Siberia
Cuando Antón Chejov emprendió su viaje a la isla Sajalín, donde viajó para recoger sus impresiones sobre la vida en los penales zaristas, recaló en Irkutsk, considerada como la capital de la Siberia Oriental. Sin un atisbo de duda la consideró la más linda ciudad de la región y la bautizó la París de Siberia. Por su parte Lenin fue un involuntario huésped de este poblado durante su destierro siberiano. El imponente monumento que lo recuerda en esta ciudad es uno de sus atractivos.
Hoy viven en Irkutsk 580 mil personas. El escudo de armas de Irkutsk es del siglo XVII y es el símbolo de la ciudad. Aparece en todos lados. Está representado por un Babr que es el nombre de un antiguo felino, el tigre de amur o de las estepas. Trae en sus fauces a una marta cibelina, famosa por su fina piel. Ambos representan animales únicos y tesoros de la región transbaikaliana. Poder y riqueza. Un poquito sanguinario el escudo, pero en Rusia las emociones fuertes abundan.
En un lugar muy destacado del espacio público aparece el monumento a Alejandro III. Lo honran porque fue en su período que se construyó el transiberiano. Por detrás pasa la avenida Karl Marx, principal arteria comercial de la ciudad.
Con Elena visitamos el Museo Taltsy, el más grande al aire libre de toda Rusia. Es un sitio a la vera del Río Angará a 48 km de Irkutsk que muestra escenas costumbristas, tipologías constructivas y hábitos culturales de la Siberia del s. XIX.
En el restaurante del Taltsy tomamos soljanka. Se trata de una sopa que por sus ingredientes más adecuado sería decir que se come. La nuestra tenía papas, carne, queso crema y eneldo, pero puede haberlas de pescado, champignones y otros vegetales.
Escala en Novosibirsk
Nuestro próximo destino -donde dormimos-, fue Novosibirsk, la tercera ciudad más grande de Rusia (1.600.000 habitantes) detrás de Moscú y San Petersburgo. Es la capital de Siberia y también se la considera la capital de la Rusia asiática.
Antes de llegar el tren paró por pocos minutos en Taishet, Krasnoyank -donde nos encontramos con el Yeniséi, larguísimo río siberiano citado por Julio Verne en Miguel Strogoff- Tomsk? ciudades con bellísimas estaciones y no menos de diez ramales ferroviarios en cada una. Lejos de lo que imaginamos el sol y la temperatura invitaban a andar con ropa de verano. En un negocio del pueblo llamado Áchinsk había un acondicionador de aire?¡y estaba prendido!.
El teatro más grande de Rusia es el Teatro de Ópera y Ballet de Novosibirsk. Fue inaugurado el 12 de mayo de 1945, exactamente tres días después de la victoria rusa en la II Guerra Mundial.
Su cúpula tiene 60 metros de diámetro y una altura de 35. Está justo en la plaza central, que lleva el nombre de Lenin.
Novosibirsk fue fundada a orillas del río Obi, que para nosotros dejó de ser sólo una pregunta en los crucigramas. Existe y lo navegamos.
Imponente la plaza Lenin en Novosibirsk. Cuando a finales de los 90 empezaron a barrer los nombres icónicos de la revolución bolchevique y de la era soviética, también quisieron cambiar el nombre de esta plaza y tirar sus monumentos. La gente se opuso y los dejaron.
Quien viaja en este tren es porque le atrajo la leyenda. Pues para todos ellos el lugar imperdible en Novosibirsk es el Museo del Transiberiano. Muchísimos pueblos y ciudades nacieron y viven gracias al tren.
El destino final
Partimos de Novosibirsk rumbo a Ekaterimburgo. En el camino hacemos pequeñas paradas.
Llegamos a Ekaterimburgo, lo que implica haber dejado Siberia pocos kilómetros antes. Avenidas amplísimas, edificios modernos con luces jugando en sus fachadas y algunas casas antiguas.
Mucha gente joven caminando por los parques a la vera del río Iset. Los mayores juegan ajedrez, actividad muy popular en Rusia.
A 40 kilómetros de Ekaterimburgo se encuentra el monumento Europa-Asia. Se trata de una columna con la que se marca la división entre ambos continentes. No hay turista que no ceda a la tentación de tomarse una foto con un pie en cada lado.
Cerca se erigió un Memorial por las víctimas de las purgas de Stalin. Se hizo en el exacto lugar en el que en una gigantesca fosa fueron encontrados miles de cadáveres. Sus nombres están inscriptos en un muro. Hay una escultura que representa dos rostros dolientes. Uno mira a Europa y el otro a Asia. Lo curioso es que cerca del lugar hay un negocio de ventas de souvenirs... con la imagen de Stalin.
Hace cuatro años se inauguró en Ekaterimburgo el Centro Yeltsin. Se trata de un museo de la Perestroika, es decir de la historia rusa de los noventa. En el restaurante, que no por causalidad se llama 1991, la cocina y sus platos son supervisados por la viuda de Boris Yeltsin en persona.
El próximo destino era Moscú, el final del viaje. Nos separaban de Ekaterimburgo casi 1800 kilómetros, es decir un día entero.
Ulán Bator había quedado a 6304 km y once días atrás cuando llegamos a Moscú. Nos bajamos en la estación Yaroslavsky. La multitud entraba y salía como parte de su rutina cotidiana. Nosotros permanecimos en el andén tratando de procesar la conmoción de una experiencia inolvidable. Rusia es una adivinanza envuelta en un misterio dentro de un enigma, dijo Winston Churchill. Nuestros días allí no alcanzaron para contradecirlo.
Datos útiles
Tarifas
Los precios pueden variar entre ? 2600 con tres días en Moscú y otros tantos en Ulan Bator y más de ? 12.000, como es el programa llamado El Oro del Zar. Por ejemplo la ruta que une Moscú, Ekaterimburgo, Irkutsk, Baikal, Mongolia y Pekín (17 días) ronda los ? 3.000 a lo que debe sumarse ? 575 si dos personas van solas en un camarote de cuatro. Con guía en español. Son precios por persona, sin aéreos.
Desde Moscú a Vladivostok los valores comienzan en ? 2.345, más ? 595 por ir sólo dos.Una alternativa más suntuosa es tomar un tren privado, con detalles de confort algo más destacables que lleva guías que a bordo ofrecen charlas sobre la historia y características de lo que se va atravesando. En este caso los valores comienzan en ? 4740.Existen posibilidades de reservar los pasajes y viajar sin guía, sumarle aéreos, o actividades y hoteles en las ciudades que se elija para pernoctar o simplemente hacer todo el viaje sin dormir en hoteles.
También hacer más corta o más larga la travesía. Es decir, el viaje puede organizarse a la carta.En este caso la agencia utilizada fue Go Russia (www.rusiaparadescubrir.com).