Tel Aviv, de la vieja Jaffa a la ciudad tecno que casi nunca duerme
Tel Aviv tiene un atmósfera especial para los argentinos: una sensación, una idea de cercanía. No es que la ciudad sea parecida a Buenos Aires, Córdoba o Rosario. Para nada. Es algo más sutil, como un déjà-vu. Algo que se puede leer en la expresión de las caras de la gente en la calle, la manera de abordarse unos a otros; matices sociales que parecen familiares.
Al mismo tiempo, Tel Aviv no puede ser más diferente de cualquier ciudad argentina. El centro Bauhaus -la llamada Ciudad Blanca- está cercado por una selva de torres y grúas. Lo que se construye es el futuro, la cabecera de la segunda región más avanzada tecnológicamente del mundo, luego del Silicon Valley californiano.
Desde los pisos altos de las torres, Tel Aviv mira hacia el horizonte por encima del Mediterráneo, hacia aquellas olas que trajeron los barcos con los sobrevivientes de la Shoah y, antes que ellos, a los colonos que vinieron a Eretz Israel a principios del siglo XX. Modernidad y memoria: son dos conceptos que marcan el pulso de la ciudad, donde Oriente y sus postales pueden aparecer a la vuelta de cualquier esquina, como en el puerto de Jaffa, uno de los más antiguos del mundo, hoy convertido en un barrio bohemio.
Diferencias evidentes y semejanzas escondidas: es el contraste que espera a los viajeros argentinos en la ciudad que nunca duerme. Hay que hacer como ella, para tratar de conocer varias de sus facetas en poco tiempo. Esta pequeña selección de propuestas es seguramente arbitraria pero puede ayudar.
Blanca y radiante
El Bauhaus nació en Alemania pero fue prohibido por el nazismo. Arquitectos judíos lo llevaron en sus planes y dibujos cuando migraron a Palestina en los años 30. Buena parte del centro de Tel Aviv forma la llamada Ha-ir Ha-levana, la Ciudad Blanca, donde miles de edificios fueron inspirados por el Bauhaus, pero también el Estilo Internacional e ideas de Le Corbusier.
El municipio de Tel Aviv organiza cada sábado a las 11 una caminata interpretativa gratuita. Es un paseo por la niñez de la ciudad, cuando todavía era una urbanización cercana al puerto de Jaffa, un lugar donde había que alojar de manera rápida, eficiente, barata y racional a miles de familias que venían de toda Europa y el Mediterráneo. Lo que fue en su momento una gigantesca obra es hoy parte del Patrimonio Mundial de la Unesco por su llamativa unidad arquitectónica. El paseo se prolonga con visitas al Centro del Bauhaus y el Bauhaus Museum.
El Carmel
Este mercado forma parte de la vida diaria de la ciudad. Es un atajo hacia el Oriente de los cuentos en pleno centro de Tel Aviv, a pasos de hoteles internacionales como el David InterContinental. La calle HaCarmel es un suk, bordeada de tienditas y puestos de vendedores a lo largo de varias cuadras. Los compradores forman dos filas que avanzan lentamente, paso por paso, en un sentido y otro. No hay que pensar en salirse del flujo humano, sobre todo durante los días más concurridos, los martes y viernes, cuando la feria se prolonga sobre la peatonal Nachalat Binyamin, desde la Plaza Magen David. Este sector está reservado a artesanos, joyeros, artistas callejeros y vendedores de recuerdos.
Mientras tanto en el Carmel propiamente dicho se vende principalmente comida y ropa. También hay cafés, puestos de comida al paso y algunas tiendas de recuerdos donde hay que regatear los precios, sobre todo si se compran varios artículos a la vez. Se puede almorzar durante la visita del Mercado, por ejemplo en Achel (puesto 38) donde se vende el autoproclamado mejor kebab de Tel Aviv (con condimento de chimichurri); o abundantes y riquísimos platos de hummus en el puesto 11 (dentro de una antigua beit knesset).
La movida de Rothschild
Tel Aviv es la ciudad que no duerme nunca. Tiene discotecas muy famosas, como las del puerto. Pero sin salir del centro, a lo largo del Bulevar Rothschild, hay varios clubes como el Alphabet o el Sputnik y bares de moda como el Buxa, en un subsuelo.
La movida empieza muy tarde, sigue hasta el amanecer, y un poco más. Aun cuando el día siguiente es laborable: Tel Aviv no duerme tampoco de día…
Antes de lanzarse a las pistas, toca elegir un buen restaurante, sin alejarse de la Sderot Rothschild, algo así como los Campos Elíseos de Tel Aviv. Durante años, uno de los más emblemáticos de aquella zona, en plena Ciudad Blanca, fue Rothschild 12. El establecimiento no está más en esa dirección: se mudó a una calle lateral y se llama ahora Herzl 16. Mismo truco para acordarse de la dirección, mismo ambiente y mismo menú, con un toque japonés. El emblemático toast con queso Emmenthal sigue figurando en la carta. El local es una mezcla de club, de restaurante y de bar lounge: ideal para comenzar la noche.
Paseo por Sarona
Sin importar qué tan larga haya sido la noche, la mañana siguiente da para más que un paseo tranquilo. Es el momento de visitar un museo, conocer algunos edificios emblemáticos como el Palacio de la Independencia o bien pasear por Sarona, uno de los barrios más singulares de Tel Aviv. Es como un pueblito de campo dentro mismo de la ciudad.
Las casas fueron construidas en el siglo XIX en una zona de quintas, en las afueras del puerto de Jaffa. Sarona ha sido la colonia modelo de un grupo de templarios alemanes. Expulsados durante la Primera Guerra Mundial por los británicos que recibieron Palestina bajo mandato, parte de ellos volvieron en los años 20 y adhirieron al nazismo. Recibieron incluso al siniestro Eichmann como visitante. Nuevamente deportados durante la Segunda Guerra, sus casas fueron ocupadas sucesivamente por los británicos y por el incipiente gobierno israelí.
A pesar de la historia, el barrio nunca perdió su aspecto campestre. Incluso hoy, en torno a la calle Kaplan, donde se conservaron varias de aquellas casas, transformadas en cafés y restaurantes o tiendas de moda.
A lo largo de la costanera
Tel Aviv es la start-up city, donde los vecinos se desplazan con e-bicis (útiles para no pedalear durante el shabat) y donde las empresas de IT preparan las aplicaciones que usaremos mañana.
Pero es también una ciudad muy mediterránea y el mar es un protagonista esencial de la vida urbana. La costanera forma un largo paseo de varios kilómetros entre el puerto y la colina de Jaffa. Es la vidriera más evidente de la Tel Aviv multiconfesional, tolerante y pacífica. Las familias de ortodoxos pasean enfundadas en austeros trajes delante de surfistas y chicas tatuadas o mujeres cubiertas por un velo islámico (solamente delante del Hilton, la playa es comunitaria y reservada a los ortodoxos: hombres y mujeres se alternan uno de cada dos días).
Los balnearios se siguen uno al otro, con bares y música. En el Gordon y el Frishman, el idioma que se impone al lado del hebreo es el francés, por la gran cantidad de gente que emigra en este momento desde Francia. El español -con acento argentino- es el otro idioma que más se escucha, junto al inglés. Desde Banana Beach, una de las playas de moda, se divisa bien el promontorio de la vieja ciudad de Jaffa. Al atardecer el balneario es copado por DJs y los que se quedan hacen un combo dance-chapuzones nocturnos. Mientras tanto los que buscan un plan más contemplativo se corren hasta el parque costero Charles Clore para disfrutar de la puesta del sol sobre el Mediterráneo.
Noche en Jaffa
Luego de verla a la distancia, sobre su colina que domina el mar, finalmente es tiempo de perderse en vieja Jaffa y sus laberínticas callejuelas. Es antigua, tanto como Tel Aviv es moderna. La ciudad existe oficialmente desde 1909, pero su puerto -y núcleo original- es uno de los más viejos del Mediterráneo. Ya se lo menciona en el Antiguo Testamento y a lo largo de los milenios vio pasar a los egipcios, los fenicios, los hebreos, los romanos, los árabes, los cruzados francos, los otomanos, los franceses (llevados por Napoleón) y finalmente los ingleses. Jaffa (que los israelíes llaman Yafo) conservó su carácter oriental y es la contracara tradicional de Tel Aviv.
De día como de noche es una meca para el turismo donde abundan los restaurantes, los hoteles de lujo (como The Setai, en lo que era la cárcel otomana), los museos (el de Ilana Goor presenta la mayor colección de arte contemporáneo de Israel) y las tiendas de moda. La más llamativa es la casa de alta costura Maskit, que reinventa los diseños que Ruth Dayan -esposa de Moshe Dayan- desarrolló para valorizar el trabajo de mujeres que emigraron a Israel desde Oriente y el norte de África en los años 50 y 60. Además del salón de ventas, se puede ver una salita con piezas originales y algunos documentos de aquellos tiempos.
Desde las terrazas y los jardines, Jaffa es el mirador de Aviv. De día se ven las playas y las torres. De noche, son las luces de la ciudad las que forman un tapiz brillante, listo para despegar, como en los cuentos orientales.
El bar de Rabin
En la Ciudad Blanca, a una cuadra del Bulevar Rothschild y sobre la calle Sheinkin, está el bar Rega. Es el nuevo nombre del histórico café Tamar, que cambió de nombre luego de su reapertura hace unos meses (Tamar cerró sus puertas en 2015). Era el bar preferido de Yisthak Rabin. Rega conserva el mismo espíritu bohemio y la misma clientela de intelectuales y artistas. Se piden tés o infusiones caseras y cafés fuertes en torno a mesas y sillas o sillones de estilos dispares. De fondo se escuchan los éxitos del momento del pop y rock israelí, además de clásicos como los de Teapacks, aquella popular banda de los años 2000.
Datos útiles
Cómo llegar
El mes pasado, LATAM comenzó a volar a Tel Aviv con un Boeing 787, de 217 asientos en clase Economy y 30 en Premium Business. Desde el Aeropuerto de Ezeiza, el vuelo LA8011 despega los lunes, miércoles y sábados a las 15:15, arribando a San Pablo a las 19:10 para conectar con el LA712, que sale 22:55 y aterriza en Tel Aviv a las 16:10 del día siguiente. Tarifas, desde 1076 dólares.
Qué hacer
Caminatas por la Ciudad Blanca: los sábados a las 11. La cita es en el 49 del Bulevar Rothschild. La ciudad organiza otros paseos guiados: los viernes por el barrio de Sarona a las 11 y los miércoles por la vieja ciudad de Jaffa a las 10.
Mercado del Carmel: abre de 8 a 18, de domingo a jueves y hasta las 16 el viernes. Cierra el sábado. Además de las de crédito se aceptan tarjetas de débito de bancos argentinos en la mayoría de los puestos. Calle del Carmel, entre el jardín Hakovshim y la plaza Magen David.
Museo Ilana Goor: Calle Mazal Dagim 4, en Jaffa. Abre de 10 a 16 cada día (hasta las 18 los sábados). La artista vive en su casa-museo y a veces recibe ella a los visitantes. www.ilanagoormuseum.org
Herzl 16: abre hasta las 03.00 de la madrugada. En la carta figura la mantequilla de maní con la misma receta que le gustaba a Elvis. El toast de Emmenthal cuesta AR$145. www.rothschild12.co.il
Independence Hall - Eretz Museum: Bulevar Rothschild 16. Abre de 9 a 17 de domingo a jueves. De 1 a 14 los viernes. La entrada cuesta AR$ 185. www.eretzmuseum.org.il