Ventosa, cosmopolita, tolerante, gourmet, relajada, china, gay, hippie, italiana, techie, cinematográfica, victoriana y contemporánea: un universo delicioso que se recorre a pie, barrio por barrio. Y, claro, en tranvía.
Ventosa, tolerante, gourmet, relajada, china, gay, hippie, italiana, techie, cinematográfica, victoriana y contemporánea: un universo delicioso para recorrer a pie, barrio por barrio.
Como un poderoso imán de la contracultura, desde los años 50 San Francisco fue la meca de todo espíritu creativo y transgresor que pululara por suelo estadounidense. A esta ciudad de la costa oeste llegaron primero los escritores de la generación beat; luego los hippies con su Verano del Amor y más tarde los homosexuales, que la convirtieron en la capital gay del mundo. En sintonía con las comunidades de inmigrantes –principalmente chinos, italianos y mexicanos– la rebeldía también tomó forma de barrio, y San Francisco pasó a ser lo que es hoy: un fascinante caleidoscopio cultural.
A pesar de que ya no es un pueblo (como sí lo era en la época de la Fiebre del Oro), a pesar de que merced de la nueva fiebre del vecino Silicon Valley y sus gigantes tecnológicos, es hoy una de las ciudades más caras de Estados Unidos, y a pesar de haber sido escenario de miles de series y películas, la ciudad conserva un aire provinciano. No hay mucho tránsito. No hay mucho ruido. La gente es amable, responde con paciencia cualquier pregunta. Nadie anda apurado.
En términos topográficos, está asentada sobre tres grandes colinas (Telegraph Hill, Nob Hill y Russian Hill) y a orillas de una bahía casi siempre neblinosa, por lo que muchas de sus empinadas calles caen en picada a un mar tamizado por la bruma.
Mission District
El distrito más antiguo de la ciudad es el barrio del momento, con un número creciente de restaurantes pop-up, galerías de arte con obras de artistas emergentes y tiendas de diseño alternativo frecuentados por hipsters. El área donde se fundó la ciudad, y que hoy conserva la iglesia de la Misión San Francisco de Asís (1776), fue desde siempre el barrio latino, de fuerte identidad hoy difusa en virtud de la gentrficación que lo convirtió en barrio de moda. Aún así, hay muchos buenos restaurantes mexicanos para comer los mejores burritos de la ciudad. The Mission es también conocido por sus impactantes murales callejeros. Son verdaderas obras de arte los que se concentran en Balmey Alley –entre las calles 24 y 25–, un pasaje de casas con macetas de suculentas y frentes completamente pintados con escenas latinas y homenajes a dibujantes. Luego hay que deambular por la calle Valencia y también por la 24, para toparse con locales preciosos, como la panadería y pizzería Arizmendi Bakery, el café Phil’z Coffee (con tentadores bagels), el imperdible restaurante indio Dum o el bar de vinos Adventure Food & Wine, donde es posible toparse con los integrantes de la banda Pink Martini, habitué del local, según cuenta la dueña. Además, food trucks, salones de clases de hip hop, negocios de ropa y restaurantes de cocinas de todos lados: thai, cubana, portorriqueña, mexicana, india. En la calle Capp hay una sucesión de casas victorianas que no tienen nada que envidiarle a las famosas Painted Ladies. The Mission es un barrio para perderse y, a eso de las 19, sentarse a cenar junto a una ventana y contemplar las últimas tendencias de San Francisco.
Castro
Al corazón de Castro se llega en el histórico y bellísimo tren F, un tren ligero patrimonial que forma parte de la red de transporte Muni. Cada unidad está numerada y dice de qué ciudad estadounidense fue traída en los años 90, para ser restaurada y reutilizada. Viajamos en el número 1.061, que funcionó en Philadelphia de 1948 a 1989.. El simpático ómnibus de pequeñas ventanas va derechito por Market Street y finaliza frente al bar Twin Peaks y a una enorme bandera LGBT -la del arcoíris-, que luego se repetirá en forma de banderines a lo largo de toda la calle principal hasta 19th street, donde termina el barrio. Llegamos al barrio gay más famoso del mundo, el que muchos conocieron por la película Milk, en la que Sean Penn interpretó a Harvey Milk, político y activista homosexual que tenía una casa de cámaras fotográficas en el número 575 de la calle Castro.
En sus calles hay cierto clima libertario, nada sorprendente hoy en día: varias parejas del mismo sexo caminan tomadas de la mano, hay negocios de ropa interior con inscripciones divertidas y sex shops con nombres como Does your mother know? (¿Tu mamá sabe?). Lo que hay que ver es el Teatro Castro, de 1922, que proyecta películas vintage y actuales; y brinda shows musicales con un órgano Mighty Wurlitzer. En esta cuadra, al mirar para abajo se descubre el Rainbow Honor Walk: en las baldosas aparecen los retratos, nombres y breves biografías de homosexuales notables, como el poeta Allen Ginsberg, el escritor Tenesse Williams y la escritora Virginia Woolf. Como en todos los demás barrios, no faltan los restaurantes de las cocinas del mundo ni las casas victorianas de tonos pastel. Para saber más del movimiento del orgullo gay, aquí funciona el Museo de la Historia de LGBT.
Haight-Ashbury
Hay cola para sacarse la foto de rigor: la cara en el centro del letrero que marca la intersección de las dos calles que dan nombre al barrio hippie, Haight y Ashbury, donde surgió el flower power a mediados de 1967, en el llamado Verano del Amor. "The Haight", como llaman al vecindario los habitantes de San Francisco, conserva algo de aquella psicodelia: tiendas de ropa vintage, smoke shops que venden miles de modelos de pipas, bares alternativos, salones de tatuajes y de piercing. Y agrega comercios más actuales, como mercados orgánicos. Lo más auténtico es la disquería de culto Amoeba, con una abrumadora colección de vinilos nuevos y usados. El barrio empieza en la calle Haight (donde termina Buena Vista Park) y se extiende por pocas cuadras hasta Golden Gate Park. En el 1396 aparece Bound Together, librería anarquista en la que descubro un ejemplar de La Patagonia Rebelde traducido al inglés. Enfrente está Pipe Dreams, que aseguran es el primer smoke shop de San Francisco. Pidiendo permiso entre los turistas, pasa raudo un hombre desnudo que solo lleva mocasines, medias y una media que le tapa el sexo.
Lo más lindo del barrio son las casas victorianas, restauradas y pintadas en colores vivos; son las viviendas que ocuparon músicos como Janis Joplin y Grateful Dead cuando se cruzaban a comprar LSD sin problema, como una compra chicles. Además de la icónica fachada de Piedmont Boutique –con piernas gigantes que salen por la ventana– este barrio alberga una de las postales típicas de San Francisco: la hilera de prolijas casas victorianas y eduardianas frente a la plaza Alamo Square, conocida como Damas Pintadas. Son siete casas casi pegadas, que forman una escalerita en la empinada calle Steiner al 700. Construidas entre 1892 y 1896, son las más famosas de las miles de construcciones victorianas que hay en la ciudad. De dos pisos más altillo, cada una en un tono diferente, son propiedad privada. "Adentro son todas muy distintas", cuenta uno de los propietarios que justo saca su auto del garaje. Y revela que el interior más moderno y prolijo es el de la primera casa de la derecha, donde vive un ex socio de Mark Zuckerberg.
Chinatown
Originario de 1850, es el primero y más grande de todos los barrios chinos de Estados Unidos. El portal sur está en la intersección de Bush y Grant, muy cerca del distrito financiero y de North Beach, el barrio italiano. Es el barrio más caminable de todos, con alta densidad de comercios de chucherías, animales, vegetales y artesanías. Nos sentimos realmente en China apenas ingresamos por Grant, con lámparas rojas y doradas de papel que cruzan de vereda a vereda como guirnaldas. Entramos al local Vital Tealeaf, para degustar tés servidos por el Tío Gee, un señor de 86 años que habla hasta por los codos y cuenta que el barrio fue reconstruido en 1908, luego del terremoto de 1906, y que uno de los pocos edificios que sobrevivió fue la iglesia de St Mary, que está en la esquina de California (empinadísima) y Grant.
Más adelante, Far East Café sirve comida cantonesa y szechaun desde 1920 y se autoproclama cono el único restaurante con baño privado. Nos detenemos en Dragon Beard Candy, tienda donde preparan barba de dragón a la vista: es un postre chino milenario hecho a base de hebras de azúcar y relleno de almendra, maní y sésamo. La calle Washington es la de los restaurantes; Stockon, la de las frutas, verduras. En la plaza Portsmouth Sqaure, donde en 1846 se izó por primera vez la bandera de Estados Unidos, los vecinos practican tai chi y juegan al mah jong (juego tipo dominó). Me quedo largo rato en la esquina de Pine y Grant, apreciando el fuerte contraste de los brillosos rascacielos con las casas victorianas en tonos pastel. Antes de irnos, visitamos otra antigua institución: Eastern Bakery, panadería de 1924, la más antigua de Chinatown. Me compro una galleta de la fortuna bañada en chocolate y el papelito trae un mensaje oportuno: "Recordá que es el viaje y no el destino lo que cuenta".
North Beach
Pegado a Chinatown está North Beach, que no tiene ninguna playa sino una activa comunidad italo-americana que abrió aquí los mejores restaurantes y cafés de la ciudad para comer pastas y tiramisú, como E Tutto Qua. Upper Grant Avenue, Columbus y Broadway son sus calles principales. Tiene tres construcciones emblemáticas: la iglesia de los santos Peter y Paul, la piramidal Torre Coit que corona Telegraph Hill y el histórico Sentinel Building (de color verde, en la ochava de Columbus y Kearnyes). Este bellísimo edificio es, desde la década del 70, el Café Zoetrope, restaurante de Francis Ford Coppola con platos de recetas familiares. El director de cine tiene sus oficinas en los pisos superiores, donde se hizo el sonido y la postproducción de, por ejemplo, El Padrino, Apocalypsis Now y Rumble Fish. A una cuadra está el área beat: el callejón Jack Kerouac –con murales artísticos-, la mítica libería City Lights y el bar Vesuvio, refugios beatnik creados por el gran poeta y primer editor de libros de tapa blanda Lawrence Ferlinghetti, que, con 96 años, sigue frecuentando los cafés del barrio. Con tres pisos (sótano, planta baja y primer piso) y estantes de madera, City Lights conserva el look que se aprecia en las fotos blanco y negro colgadas en las paredes, como la de la última juntada de poetas y artistas beat en la librería, en 1985. Veo a Robert Lavigne, Allen Ginsberg y Shig Murao, entre muchos otros. Más fotos muestran al reciente ganador del Nobel, un joven Bob Dylan junto a Ferlinghetti. Me compro un libro de poemas de Ginsberg de la editorial City Lights con la sensación de que me llevo el más auténtico souvenir de la más auténtica San Francisco.
Embarcadero
Otro barrio que parece hecho para caminarlo es Embarcadero, que se extiende desde el Ferry Building (altura calle Market y la bahía) hasta Fisherman’s Wharf, pasando el Pier 39. En días soleados, es un placer caminar sin prisa su arteria principal, The Embarcadero, que avanza junto a la Bahía y su brisa, recorriendo los distintos muelles. Sitios a los que hay que entrar: en el Pier 15 está Exploratorium, modelo de museos interactivos y fascinante espacio para explorar la ciencia y la percepción humana; un sitio para jugar y aprender en familia. A la hora del almuerzo, hay que elegir entre una las muchas buenas propuestas del mercado de Ferry Building, la antigua estación convertida en polo gastronómico. En el muelle 33 está la terminal de ferry, donde parten las embarcaciones que van de excursión a la isla de Alcatraz. Desde el atardecer en adelante, Embarcadero es el mejor punto para ver las Luces de la Bahía, una instalación lumínica sobre el puente que es la mayor escultura de luces LED del mundo. Realizada por el artista Leo Villareal, incluye 25.000 luces, programadas una por una para apagarse y encenderse. Para sacar una de las mejores fotos nocturnas de la ciudad.