Hudson Yards está transformando el lado oeste de Manhattan, excusa perfecta para volver a una ciudad en constante renovación
Habrá que darles la razón a Liza Minelli y Frank Sinatra cuando insistían en que esta ciudad nunca duerme. Nueva York verdaderamente no descansa. Tampoco sus visitantes frecuentes terminan de conocerla, sencillamente porque no deja de transformarse.
Este año un nuevo barrio se convirtió ya en meca de peregrinación turística para competir con Time Square y la Estatua de la Libertad. Se trata de Hudson Yards, en el West de Manhattan, más precisamente en el espacio delimitado por las calles 30 a 34 y las avenidas 10 y 12. En total once hectáreas.
Así pasó con Meatpacking District, donde hasta no hace mucho convivían trabajadores de frigoríficos con prostitutas y sobrevivientes marginales. Hoy es una de las zonas más visitadas de la ciudad. O como Tribeca, con sus edificios industriales convertidos en lofts residenciales. Hace mucho esa transformación dio origen a Soho. Del lado de Brooklyn ocurrió también en Williamsburg y más recientemente en Bushwick, que ahora parece una galería a cielo abierto por sus murales y grafitis, además de ser un lugar de encuentro de la bohemia artística.
Hudson Yards se construyó –en realidad se sigue construyendo- sobre lo que fue un depósito de trenes llamado West Side Rail Yards, al que en los últimos tiempos, debido a su abandono y degradación, los locales llamaban simplemente el far west side.
En esos terrenos se proyectó la construcción de un estadio olímpico llamado West Side Stadium en virtud de la postulación de Nueva York como sede de los Juegos Olímpicos 2012. En 2005 la ciudad perdió contra Londres y el futuro estadio fue definitivamente cancelado.
La recalificación de suelo industrial a suelo urbanizable que las autoridades le dieron a la zona despertó inmediatamente el interés de los desarrolladores inmobiliarios, promovidos por el Departamento de Planificación Urbana de Nueva York y la Autoridad de Transporte Metropolitano. Así nació el complejo inmobiliario privado más ambicioso de la historia de los Estados Unidos, que demandó un presupuesto de 25 mil millones de dólares, y que está integrado por 16 rascacielos que contemplan 1.180.000 metros cuadrados destinados a oficinas, departamentos residenciales y locales comerciales.
Escultura para trepar
En medio de la plaza central de Hudson Yards se yergue una obra del artista británico Thomas Heatherwick llamada Vessel (barco). ¿Es una obra de arte? Claro que sí, pero también es un observatorio, un monumento, un edificio…
Mirado a cierta distancia se parece a un panal de abejas. Los neoyorquinos graciosamente lo han bautizado el Shawarma, por su parecido al rollo de carne del que se extrae el kebab. Tiene un volumen oval y 153 tramos de escaleras que se van interconectando en niveles sucesivos con plataformas para contemplar el paisaje a cada nivel. Son 2500 escalones hasta la cima, que alcanza una altura de 46 metros.
La entrada es gratuita pero hay cupos limitados de 700 personas por día para visitarlo. Se pueden obtener entradas online ingresando acá con no más de dos semanas de anticipación.
Los materiales para la construcción de la estructura de acero fueron traídos de Italia. Ya se ha vuelto un clásico que los visitantes se tomen fotos en el reflejo de la escultura, como ocurre con el Cloud Gate (puerta de las nubes) de Chicago.
Torre del vértigo
En el 30 Hudson Yards se alza la conocida como Torre del Norte, edificio de oficinas diseñada por Kohn Pedersen Fox. Entre sus inquilinos más conocidos estará el grupo de medios Time Warner. A 335 metros de altura sostendrá el observatorio más alto no sólo de Estados Unidos sino de todo el hemisferio occidental. Se prevé que la plataforma esté inaugurada el año que viene.
El observatorio se llama Edge, que en español significa borde… y vaya si lo es. Desde abajo se ve una explanada triangular que sale del edificio como una gigante cuña voladora. En ningún otro sitio de la Gran Manzana podrá tenerse una vista más abarcadora. El edificio será el tercero más alto en Manhattan, detrás del World Trade Center y de uno de viviendas ubicado en el 432 de Park Avenue.
La plataforma estará cercada por una pared de vidrio de tres metros de altura pero si con eso no bastara, tendrá una porción del piso también de vidrio. Pararse y mirar hacia abajo desde 335,28 metros seguramente será una prueba que sólo superen los muy valientes.
Se espera que Edge compita con la promenade de Brooklyn Heights a la hora de ver las puestas de sol al oeste de Manhattan.
El arte del shopping
The Shops es el centro comercial de Hudson Yards. Se trata de un complejo de 90 mil metros cuadrados, diseñado por Kohn Pedersen y Fox Elkus Manfredi que abrió sus puertas en marzo de este año.
Tiene más de 100 locales de venta. Marcas de lujo como Prada, Cartier, Dior o Fendi y menos sofisticadas como Zara, Uniqlo, Sephora y H&M abrieron allí sucursales. Neiman Marcus ocupa los tres niveles superiores.
The Shops está conectado directamente a la High Line de modo que los visitantes pueden llegar allí desde el ya muy popular parque construido sobre las vías del antiguo ferrocarril.
Dentro del complejo comercial hay una galería de arte. Se llama Avant Gallery y es la última locación inaugurada desde que abrió en 2007 en el centro de Miami -más precisamente en el Epic Hotel- y en el Four Seasons de Dubai. Se especializa en artistas contemporáneos ya afianzados y también en jóvenes promesas.
No hace mucho estuvo expuesto un artista argentino. Su nombre es Mariano pero se da a conocer como BNS. Suele convertir íconos de la cultura pop en estallidos de color. Les incluye tatuajes ficticios y bautiza sus obras con títulos irónicos.
También Hudson Yard tiene un hotel de esos que están muy bien si se está a dispuesto a pagarlo. Se llama Equinox y es propiedad de la cadena de gimnasios de lujo que lleva el mismos nombre. Los valores diarios por habitación doble comienzan en los 795 dólares. El lujo, claro, cuesta.
Muy pronto abrirá también sus puertas una nueva escuela con capacidad para 750 alumnos. Hay que dar servicios a los nuevos vecinos, que aunque necesariamente ricos también estudian.
Un multiuso de 500 millones
En abril de este año inauguró The Shed (cobertizo). Es un centro cultural. En realidad se trata de una enorme sala diseñada para acoger diversos eventos como conciertos, obras de teatro, muestras o congresos. Tiene 37 metros de altura.
Lo más innovador es la cubierta que envuelve toda la estructura. Es de un material translúcido, de porciones abombadas. Da la sensación de ser un envoltorio blando. Lo asombroso es que esa pieza está sostenida sobre seis ejes que tienen ocho ruedas de casi dos metros de diámetro que permiten que la estructura se desplace para duplicar el espacio.
En toda su amplitud la sala recibe el nombre de The McCourt, en honor del empresario Frank McCourt, quien donó 45 millones de dólares para el proyecto, es decir casi un diez por ciento de los 500 millones que costó. El espacio es insonorizado y de temperatura regulable con una capacidad de 1.250 personas sentadas o 2000 de pie.
Para atenuar en algo las críticas por considerar un espacio exclusivo para ricos, se anunció que una parte de las entradas a cualquiera de los espectáculos sólo costarán 10 dólares.
Poco convencidos
Independientemente del atractivo turístico que Hudson Yards suma a la ya hiper convocante New York City, lo cierto es que a muchos newyorkers les tira de sisa el nuevo barrio. Lo consideran un parque de atracciones para millonarios.
No menos críticos fueron los especialistas, como es el caso de quien escribe sobre arquitectura en el New York Times, Michael Kimmelman: las ciudades sanas son organismos que se adaptan. Hudson Yards se parece más a una urbanización cerrada de Singapur, y agregó que glorifica una especie de espectáculo superficial, como si las ambiciones máximas de la vida urbana fueran consumir artículos de lujo y disfrutar de un materialismo amable, seductor y sin sentido.
Lo cierto es que Hudson Yards da por tierra con lo usual, que es que los barrios crezcan. Lo moderno, parece ser, es que se inauguren.
Los departamentos van desde los dos millones de dólares el más pequeño de 80 metros cuadrados, a treinta y dos millones los que tienen seis baños en suite. La media es de alrededor de los ocho millones de dólares.
"New York tiene un alma y este barrio no la tiene. Puede tener edificios altos y tiendas de lujo, pero faltan otras cosas. No hay puestos callejeros ni tiendas de barrio… tampoco hay vendedores o artistas callejeros… nada de nuestra atmósfera. Esto podría estar en cualquier lugar del mundo". La señora residente en Manhattan que vino a ver de qué se trataba dejó así su parecer.
En tanto las autoridades defienden el complejo pues dicen que ha generado 55 mil puestos de trabajo y que desde su construcción ya ha contribuido con más de 10 mil millones de dólares al PBI de la ciudad. El argumento sirve además para justificar el aporte de seis mil millones de dólares que el Estado hizo en exenciones fiscales y la construcción de la escuela.
Por el momento el turismo celebra la iniciativa. Hudson Yards se ha convertido en un punto de atracción insoslayable a la hora de visitar New York y eso que su culminación definitiva se estima para 2025.
No está mal acercarse a ver cómo viven los billonarios o sus empleados. Por ejemplo allí la compañía de Jeff Bezos tendrá una oficina de 33.500 metros cuadrados para 2 mil empleados que en promedio ganan unos 100 mil dólares anuales más incentivos y beneficios sociales.
Después de todo viajar también es observar cómo viven los demás.
Datos útiles
Cómo llegar: Manhattan hay que caminarla. Pero se puede optar también por el subte. Se llega a la estación 34 Street - Hudson Yard en la línea 7. Si, por ejemplo, se lo toma en Grand Central Terminal, el viaje dura 9 minutos.Además de su preciso destino, en los alrededores están los barrios Chelsea y Hell´s Kitchen que son para recorrer y, por supuesto, el High Line, ese popular corredor del west side que tiene directa entrada desde Hudson Yards.
Dónde comer: la vedette gastronómica del complejo es el Mercado Little Spain. A la manera de Eataly, que ya se ha transformado en una tradición culinaria italiana en Manhattan, ahora también España tiene su embajada. Lo imaginó el chef José Andrés, acompañado nada menos que por sus colegas Albert y Ferran Adriá, responsables de El Bulli, en su momento reconocido como el mejor restaurante del mundo.
El corazón de Little Spain es lo que se denomina el Mercado, inspirado en esos lugares típicos españoles donde hay puestos de frutas y verduras, productos de granja, bares y despachos de comida, todo bajo el mismo techo. Completan la oferta los restaurantes Leña, Mar y Spanish Diner.Otros renombrados chefs como Anya Fernald, Costas Spiladis, Michael Lomonaco, David Chang, Ryan Hardy, Danny Meyer o Thomas Keller tienen también allí sus ofertas gastronómicas. Son una buena opción si se tiene un bolsillo generoso. En los más accesibles los platos cuestan a partir de 20 dólares.