Nellie Bly, la legendaria cronista que dio una increíble vuelta al mundo en 72 días
Año 1889, ciudad de Nueva York. Nellie Bly tiene 25 años, trabaja como periodista de investigación y se plantea un desafío: batir el récord de Phileas Fogg, el personaje de Julio Verne que logró recorrer la circunferencia completa del globo terráqueo en 80 días según la célebre novela de ficción La vuelta al mundo en 80 días.
Ante la propuesta, su editor en The New York World (propiedad de Joseph Pulitzer) fue contundente: "Es imposible que lo puedas hacer -fue el lapidario veredicto-. En primer lugar, eres una mujer y necesitarías alguien que te protegiera, e incluso, si fuera posible que viajaras sola, necesitarías llevar tanto equipaje que se convertiría en un impedimento para hacer trasbordos rápidos. Además, solo dominás el inglés por lo que no tiene sentido seguir hablando del tema, solo un hombre sería capaz de hacerlo".
Pero lo (im)posible se hizo presente. Unos pocos días después, el mismo editor desafió a Bly: "¿Puedes comenzar el viaje alrededor del mundo pasado mañana?", y así fue.
Entonces, no se había descubierto la penicilina ni se habían inventado los aviones. Estados Unidos era independiente desde hacía 113 años, pero ni por asomo potencia mundial. En esa época se viajaba poco -en barco, tren o carruaje- y como para cruzar el Canal de la Mancha no había Eurotúnel lo llamaban, por lo movedizo y peligroso, "el canal del terror".
Hasta dentro de 70 años no se produciría la primera revolución feminista y la mayoría de las mujeres estaban confinadas a las tareas domésticas. En ese contexto, a Bly parece quedarle chico el concepto de pionera. Inconmensurable, su hazaña surgió para batir un récord, pero excedió los números para convertirse en libro y entrar en los anaqueles de la historia.
La vuelta al mundo en 72 días, editado en marzo de este año, en Argentina, por Los Lápices Editora incluye los detalles del periplo de Bly que empezó en Nueva York y tuvo escalas en Londres, Singapur, Hong Kong y viaje en tren desde San Francisco a Chicago en el mítico California Zephyr.
Diario por entregas
Narrando lo cotidiano con sumo detalle, el día a día de los servicios en barcos y trenes, los transbordos y las esperas, la voz narrativa de Nellie se vuelve cada vez más cercana: al punto de parecer una conversación entre amigas en la que no quedan afuera el sarcasmo y la crítica de quien sale de Estados Unidos por primera vez y todo lo evalúa (y juzga) según las costumbres de su país.
Con equipaje reducido: un vestido a medida "que tolere ser usado de manera permanente durante tres meses" y algunos petates más -tintero, lápices y un pote de crema hidratante incluidos-, Bly se embarcó en una hazaña que incluyó recorrer 34.986 kilómetros en 1.356,41 horas de viaje y 377,3 de demora. Mientras, sus crónicas, que fueron publicadas por entregas, aumentaban en popularidad a la par que se iba develando lo épico de su viaje.
Detallista y sarcástica, con algo de acidez y desparpajo, Bly reflexiona en varios pasajes sobre su condición de mujer viajera. Por ejemplo, al encontrarse con Julio Verne y su esposa en un desvío de su travesía, escribe: "Cuando los vi, sentí lo que hubiera sentido cualquier otra mujer bajo las mismas circunstancias. Me pregunté si tendría la cara hinchada por el viaje, si mi cabello estaría revuelto. Lamenté no haber viajado en un tren estadounidense porque entonces hubiese podido asearme en route, de manera que cuando descendiera en Amiens y conociera en persona al famoso novelista y a su encantadora esposa, me encontraría tan impecable y prolija como si los hubiera recibido en mi propia casa".
Dotada de un tono ingenuo y coloquial, resulta deliciosa la descripción que hace de la isla nipona en el capítulo "Ciento veinte horas en Japón" y, en una actitud 100% periodística que sorprende en el siglo XXI por su franqueza, critica con dureza a varias de las empresas que la transportan.
Nacional y popular
El 8 de enero de 1890 The New York World publicó: "Nellie Bly está de regreso. Salió ayer desde Yokohama en el buque a vapor Oceanic de la compañía Oriental&Occidental, con el mismo maravilloso y pequeño bolso de mano con el que partiera de Nueva York el 14 de noviembre, cuando sus amigos le decían adiós en el muelle de salida del Augusta Victoria. Su valor y coraje han sido más grandes que los de un hombre".
Recibida en su país como si fuera una estrella de rock, la hazaña de Bly la convirtió en celebridad. Al respecto, recuerda en las últimas páginas de su libro las populosas acogidas que le hicieron en cada ciudad norteamericana que visitó y la caravana que la acompañó a su destino final en Nueva Jersey.
Oriunda de Pensilvania, su carrera empezó con una queja anónima producto de su convicción feminista. Según cuenta la leyenda, una editorial de The Pittsburgh Dispatch advertía a las mujeres que querían educarse y trabajar. Al leerla, Nellie -incontenible- envió su réplica, tras lo cual recibió una propuesta para ser redactora.
Corresponsal de la Primera Guerra Mundial, Nellie se hizo internar en un asilo psiquiátrico para mujeres exponiéndose a las mismas condiciones a las que se sometía a las pacientes y fue reportera durante la convención de 1913 a favor del sufragio femenino.
Con actitud irreverente, audacia y originalidad, Nellie fue forjando su particular impronta: narración en primera persona, con ella como centro de la escena y un punto de vista que no le teme a lo subjetivo. La que podría haber sido la abuela de Hunter S. Thompson y nació más de un siglo antes que se publicara A sangre fría, de Truman Capote, tiene un tono que hace eco en el Nuevo Periodismo norteamericano que surgiría más de 30 años después que ella muriera. Por eso, fue mucho más que una pionera.