Chile: menos compras, más aventuras, gastronomía y turismo astronómico
Es el país más largo del mundo. Y, por ende, con el que compartimos la frontera más extensa. Con 4329 kilómetros de longitud y 756.102 de superficie, Chile está dividido en cuatro regiones turísticas, cada una con una biodiversidad singular: Norte y Atacama, Centro -Santiago y Valparaíso-, Sur -lagos y volcanes-, y la que se conoce como Patagonia Antártica.
Sin embargo, fue durante los últimos años uno de los destinos preferidos de los argentinos por otra cuestión: la diferencia económica que podían hacer en sus compras de aparatos electrónicos y ropa. Hoy, esa tendencia cambió.
Si bien el año pasado fue récord de visitas argentinas con 3.445.377 -el 50% del total recibidas-, en lo que va de 2018, devaluación y corrida mediante, las perspectivas no son tan auspiciosas. Aunque desde su Servicio Nacional de Turismo (Sernatur) son optimistas. "Nuestra apuesta es que sigamos siendo su primera opción al momento de elegir un destino, tanto por la variedad de nuestra oferta como por la calidad de los servicios que se ofrecen. Esperamos que cada vez sean más los argentinos que decidan escaparse por un fin de semana para recorrer nuestra viñas, disfrutar del mar o bien pasear por nuestros parques", asegura Mónica Zalaquett, la subsecretaria de Turismo.
A pesar de que el turismo-shopping ya no sea un motivo tan fuerte para cruzar la Cordillera, quedan muchos otros por descubrir. En su región sur, cubierta de lagos, volcanes, termas y bosques, está al alcance la mano todo tipo de deportes de montaña como trekking, ciclismo y cabalgatas.
Además, hay varias fiestas populares: en enero, el Festival de las Artes, en Valparaíso, y el de teatro Santiago a Mil. Durante febrero, marzo y abril es el turno de las actividades que se celebran tras la cosecha de uvas en la zona del Valle Central y para el 2 de julio del año que viene se espera un aluvión de turismo astronómico producto del eclipse solar total que tendrá vista privilegiada en el país vecino.
Es que así como aquí tenemos las Cataratas del Iguazú, en Chile tienen al Desierto de Atacama: el más árido del mundo que cuenta con hotelería cinco estrellas y un circuito turístico que por sus excelentes condiciones atmosféricas y la escasa contaminación lumínica lo convierten en un paraíso de las observaciones astronómicas.
Con un total de 40 observatorios, en el lado costero el desierto florece entre septiembre y noviembre. Entonces, más allá de sus imperdibles: Valle de la Luna y de la Muerte, géiseres del Tatio, termas de Puritama y las lagunas Chaxa y Céjar, es posible deleitarse con la -aparentemente insólita- floración que cubre de vida y colores intensos al que hasta entonces era un gigante de roca y polvo.
Otro de los súper clásicos es la isla de Pascua: la más remota del planeta que alberga las raíces del pueblo Rapa Nui y sus enigmáticos Moai. Allí, además de la cuestión cultural y arqueológica, también valen la pena sus paisajes y playas.
Para coronar y dar el buen provecho, hay que mencionar a la gastronomía chilena que combina lo mejor de las tradiciones e ingredientes andinos con los adoptados tras la inmigración europea y, nobleza obliga, destacar que en Chile existen 11 rutas del vino, todas con tours enogastronómicos ad hoc.
Desde Buenos Aires se puede viajar a Santiago en Aerolíneas Argentinas, Latam, KLM y ahora también en la low cost Sky Airlines.