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Frío, nieve y viento blanco en un lago de Siberia forman un combo de condiciones extremas que solo los más aguerridos pueden enfrentar. Por eso, solo un centenar de personas cada año se anota para la Maratón de Hielo del Baikal (BIM), una de las competencias más duras del planeta, que se corre sobre el lago congelado.
La carrera se organiza desde hace 17 años y une las dos orillas del lago en el sur, donde hay 42 km de ancho, la distancia icónica de la maratón. El año pasado se corrió en marzo, justo antes de la pandemia, y participó un argentino, Marcelo Tordomar, que logró completar la carrera dentro de las seis horas estipuladas.
¿Volvería a hacerlo? “¡Sí! Son experiencias que te marcan”, cuenta. “Tiene esa mística de estar ahí, en la mitad de Siberia. Sí, claro que volvería”.
Tordomar es ingeniero, comenzó a correr alrededor del 2008 y se ha puesto como meta competencias extremas. Por eso, ya corrió en distinto extremos: calor en el Sahara (50º), humedad en el Amazonas (100%), altura en el camino del Inca (4.200 metros) y frío en el Baikal (-25º). Su lista seguirá por distintos países e incluye 25 desafíos.
La del Baikal fue especial. El récord de velocidad es del polaco Bartosz Mazerski que la hizo, en 2017, en 2:53:26 horas. La carrera tiene un límite de seis horas, con la consigna aceptada por todos los corredores de que quien no logra completar 21 km en 4 horas es retirado de la competencia para evitar que se congele.
El desafío del Baikal está dado no sólo porque hay que correr sobre distintos tipos de hielo y nieve, sino porque en el centro del lago se generan vientos fuertes que hacen bajar la temperatura drásticamente. La postal del cielo azul sobre la superficie blanca congelada tampoco es la regla. A veces se corre bajo un cielo azul y despejado. Y en otros momentos en medio de una ventisca, sacudidos por un viento cambiante, que puede soplar desde cualquier dirección.
“Cuando largamos había unos 15º bajo cero”, cuenta Tordomar. “A esa temperatura y sin viento estaba bien. Venía a buen ritmo, pero un poco antes de la mitad empezó a soplar mucho viento. Eso baja mucho la sensación térmica. Decían que había bajado a -25º /-30º”.
En la carrera tuvo dos momentos difíciles. El primero, cuando se sacó un guante y comenzó a sentir que se le congelaba la mano y que no podía volver a ponérselo por el frío intenso. Lo pudo superar gracias a unas pequeñas almohadillas térmicas que llevaba, compuestas de productos químicos que se activan en contacto con el oxígeno. Con ellas, logró recuperar el calor y la movilidad de la mano. Y el segundo momento fue cuando se le congeló el agua que llevaba en una caramañola y casi se deshidrata cuando faltaban todavía varios kilómetros para llegar al fin de la competencia.
Nada librado al azar
Para que una maratón extrema se pueda realizar con éxito la planificación es crítica. Y, dentro de ella, hay que llevar el peso y la ropa adecuada. En el caso de la maratón del Baikal, también es fundamental la forma de vestirse, en capas, y sin dejar ninguna porción de piel al descubierto, por mínimo que sea, para evitar las quemaduras por congelamiento. La cara también debe estar adecuadamente protegida, con anteojos y parches sobre los pómulos y la nariz.
La travesía es demandante. Hay que estar preparado física y mentalmente, incluso más mental que físicamente, coinciden quienes participaron. “La cabeza juega un papel fundamental”, dice Tordomar. “El entrenamiento es la base, pero el 70%, el 80% es la cabeza”.
Tordomar está a costumbrado a correr distancias más largas que los 42 km de una maratón, por eso en este caso no pensaba en el punto final. “Mi cerebro está buscando el próximo objetivo, en los próximos 15 minutos. Esa sensación de que no llegas más, no me pasa. Evidentemente si uno piensa en el punto de llegada, no ves que avanzás, siempre estás corriendo en el mismo escenario, el mismo paisaje… eso puede llevarte a desertar. En este tipo de maratones es importante armarse objetivos de corto plazo: cuándo voy a volver a tomar agua, cuándo llego al próximo puesto de hidratación, para que el cerebro no esté pensando cuánto tiempo hace falta para terminar”, cuenta. El relato completo puede leerse online.
Cielo azul y ventisca
Los corredores llegan al Baikal preparados para el frío pero no siempre para las tormentas de nieve que se producen súbitamente y cambian totalmente el entorno. Se puede estar corriendo con normalidad y de pronto se levanta viento y el corredor se encuentra avanzando en medio de una burbuja blanca, sin visibilidad, donde pierde toda referencia. Es en este tipo de situaciones en las que se pone de manifiesto lo extremo de la competencia.
El terreno tampoco es uniforme. Aunque en general hay una capa de nieve sobre las aguas congeladas de pronto aparecen tramos, que pueden medir hasta 400 metros de largo, de hielo cristal, pulido como si fuera una pista de patinaje. O hay que cruzar montículos de nieve que semejan dunas y hacen más lento el paso, como si se estuviera corriendo sobre la arena.
El grosor de hielo oscila entre 55 cm y 1,20 metro en el área de la carrera, con lo que no es una preocupación, y los organizadores chequean el recorrido el día previo para alertar sobre eventuales grietas. También alertan a los participantes que los ruidos que se escuchan, como truenos con pequeños temblores, no deben preocuparlos. Son parte de lo que los locales llaman “sinfonía del Baikal” y se producen por los choques de las placas de hielo, a veces a mucha distancia y profundidad, similar a lo que se escucha en glaciares como el perito Moreno.
Pero, les advierten que presten atención si ven focas. Ocurre que el Baikal es hogar de las únicas focas de agua dulce del planeta. Y en el invierno hacen agujeros en el hielo más delgado para salir a respirar. Ningún corredor va a ahogarse por pisar mal y caer en un agujero, pero seguramente tendrá que abandonar la carrera si se moja porque se le va a congelar la ropa.
El lago más profundo
El Baikal es el lago más profundo del mundo (1.637 metros de profundidad) y contiene el 20% de las reservas de agua dulce del planeta. Por eso, esta maratón se corre con un lema: preservar el agua potable.
Por ser un espejo de agua pura que da vida a una enorme biodiversidad, las poblaciones originarias de la zona lo consideran sagrado. Y la BIM se hace eco de esas tradiciones y la mañana de la carrera comienza con un ritual: cada participante tira unas gotas de leche a cada punto cardinal como reverencia al lago.
La línea de partida se ubica en Tanhoi, en la margen oriental del Baikal, que corresponde a la república rusa de Buriatia, o en Lystvianka, una hermosa localidad turística en la orilla occidental. Hay postas a lo largo del camino y vehículos de la organización para brindar soporte al corredor.
Y a pesar de que haya mucha gente alrededor es una carrera solitaria en la inmensidad blanca, en la que cada corredor libra su propia batalla, enfrentándose al desafío íntimo de probar sus propios límites. La pista desaparece en cada verano y vuelve a formarse en cada otoño, en una imagen filosófica de eterno retorno. Es ese suelo efímero lo que convierte a esta maratón en irrepetible.
Costo y entrenamiento
La participación en la maratón cuesta 685 euros, que incluye alojamiento en base doble, noche de gala y transfers desde el aeropuerto de Irkutsk, a 60 km (acompañante, 370 euros). La competencia se puede complementar con un training de siete días para aclimatarse a correr en el hielo (costo total, incluida la carrera, de 1.485 euros por persona). También hay paquetes de 4 o 5 días con actividades recreativas de invierno, para el corredor solo o con acompañantes. Este año la competencia se hará el 28 de febrero.
Para inscribirse se requiere haber completado una maratón en 4 horas 5 minutos en los últimos tres años (o la mitad del tiempo para la media maratón), con certificación de la competencia. Si solo se puede acreditar carreras de 10 km, el requisito es hacer el training de siete días.