La Puglia, la región con playas turquesa de Italia que está de moda
La región de la Puglia es conocida popularmente como el taco de Italia ya que ocupa ese lugar en la bota que dibuja su península. Cuentan los historiadores que los tacones se expandieron por Europa en el siglo XVII tras ponerse de moda en la corte de Luis XIV de Francia por su virtud de estilizar la figura. De la misma forma, la Puglia resalta la belleza de Italia.
Con playas maravillosas y ciudades de arquitectura única, Puglia se convirtió en el nuevo centro de atracción turístico del país. Pero, en el pasado, no siempre fue motivo de orgullo para los italianos.
El lugar con mayor encanto de la región contigua, Basilicata, es Matera, ciudad eterna, junto a Damasco y Jericó único asentamiento humano poblado de forma ininterrumpida desde hace 100.000 años. Pero apenas cinco décadas atrás la ciudad, hoy de moda –Capital de la Cultura Europea 2019, nada menos– era descripta como la "vergüenza de Italia" por el prestigioso diario Il Corriere della Sera. "Es verdad que había mucha pobreza. Pero la etiqueta es un poco injusta. No era la única donde había miseria, ni en esta ni en otras partes del país", puntualiza Raffael, guía turístico local.
Aquella imagen derivaba del testimonio del célebre escritor y pintor Carlo Levi, que la conocía y amaba tras pasar un periodo allí desterrado durante la dictadura fascista. "Tierra sin consolación ni dulzura, donde el campesino vive, entre la miseria y el aislamiento, su vida inmóvil en un suelo árido, cara a cara con la muerte", así la describió Levi en su obra autobiográfica Cristo si é fermato a Eboli, adaptada al cine con este mismo título por Francesco Rosi (1979), maestro del neorrealismo. Aquellas imágenes de subdesarrollo chocaron a un país en la cresta de su glamour, imán para estrellas de Hollywood como Orson Welles o Anita Ekberg, que gozaban paseándose entre paparazzi por la Via Veneto de Roma.
Los sassi de Matera
Mientras uno recorre los llamados sassi (roca, en italiano), los pintorescos barrios de habitáculos trogloditas excavados en las laderas, aquellas imágenes de la miseria parecen remotas. Las grutas insalubres, infestadas de malaria, que compartían familias y animales, se han convertido en estilosos restaurantes, hoteles y tiendas de souvenirs.
A partir de los años 50, el Gobierno empezó a trasladar a los habitantes de los sassi a viviendas de la ciudad nueva, con agua potable y electricidad. Durante una veintena de años, la vieja Matera pareció una ciudad fantasma. Pero en los 90, se inició un proceso de rehabilitación y adecentamiento que culminó con su inclusión en la lista de obras consideradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Hasta 35.000 personas se hacinaban a mitad del siglo pasado en estos dos barrios: el sasso caveoso y el barisano. Actualmente, habitan aquí unas 3000. El sasso barisano adopta su nombre de su posición, apostado al inicio del camino hacia Bari, la gran capital de la Puglia. Pero la diferencia entre ambos sassi no solo es geográfica sino también arquitectónica. En el caveoso, todas las viviendas son habitáculos perforados en un roca de textura suave al ser arena de mar compactada hace millones de años. De hecho, aún se pueden ver fósiles de conchas en algunas paredes del barrio.
Sus iglesias rupestres, como la de Santa Lucía o de San Pietro, con frescos que datan de hasta el siglo XII, se hallan entre las más interesantes de los 150 templos que atesora Matera. En cambio, en el barisano se elevaron edificios, y solo algunas de sus habitaciones se hallan escarbadas dentro de la montaña. Por eso, el precio de sus viviendas multiplicaba el del sasso caveoso, marcando claramente las diferencias de clase.
El mejor momento para apreciar los sassi con todo su esplendor es durante la puesta del sol. Poco a poco, se iluminan las casas, escalonadas unas sobre las otras, hasta convertir la ladera en un cielo estrellado. Sumida Matera en el silencio, la imaginación transporta al visitante a la ciudad medieval. El cronista Tommaso Verricelli contaba que, en el siglo XVI, ante la amenaza de invasión turca, los habitantes encendían velas por la noche para que los agresores, desde las montañas colindantes, fueran incapaces de distinguir donde terminaba el cielo y donde empezaba la ciudad.
Ahora bien, Matera no solo cautiva por sus sassi. La civita, la ciudad medieval amurallada donde residían nobles y burgueses, se eleva en un promontorio coronado por il majestuoso duomo, la catedral románica. En sus confines, se observan las mejores vistas sobre los sassi, y también la Murgia, la árida montaña encarada a la ciudad, separada solo por un riachuelo, y que también cuenta con algunas grutas.
De Matera, no hay que perderse tampoco sus palacios medievales, como el Palazzo Lanfranchi, sede del Museo Nacional de Arte, que alberga diversas obras de Carlo Levi. En la lista, figuran también los palombari, enormes cisternas que se extienden por el subsuelo de la ciudad antigua y que proveían de agua. La entrada se realiza por la plaza central, dedicada a Vittorio Veneto.
La perla dorada del sur
Aunque histórica y culturalmente Matera forma parte de la Puglia, las modernas divisiones administrativas del Estado italiano la han situado en otra provincia colindante: la Basilicata. En todo caso, es excelente para iniciar una ruta en auto por el resto del taco de Italia.
La primera parada del viaje es inevitable: Lecce, capital de la región de Salento, el sur del sur. Gracias a su posición geográfica, se convirtió en una de las ciudades más prósperas del Mediterráneo durante los siglos XVI y XVII, bajo el imperio de los Habsburgo. De estas fechas data su constelación de impresionantes palazzos e iglesias barrocas, incluida su catedral, que presume del campanario más alto en el país, de 54 metros.
Igual que en otras antiguas ciudades del norte, como Florencia o Siena, deambular por el armonioso centro histórico de Lecce es pasear por un gran set cinematográfico medieval. Con la notable diferencia de que, en lugar de cartón piedra, las construcciones están hechas de la roca típica de la región. De color blanquinoso, adopta un tono dorado tras broncearse al sol durante siglos, otorgando a la ciudad un brillo especial.
La pujanza económica y cultural de Lecce en el siglo XVII era tal que dio pie a la aparición de un estilo arquitectónico propio: el barroco leccese, caracterizado por el color de sus construcciones y su riqueza ornamental. La cualidad maleable de su roca calcaria incitó a los artistas a incluir una profusión de figuras humanas, animales o vegetales en las fachadas de palacios e iglesias. Quizás el ejemplo más suntuoso del abigarrado estilo leccese sea la Basilicata della Santa Croce, que llevó al marqués de Grimaldi a definirla como "la pesadilla de un loco".
Si bien la región de Salento es conocida por sus playas de agua turquesa, Lecce no está encarada al mar, una de las razones que le permitieron enriquecerse en el medievo. La decena de kilómetros que la separan de la costa daban el tiempo suficiente para preparar la defensa ante las temidas incursiones de los corsarios y los ejércitos otomanos. Actualmente, esta posición interior, la protege de otro peligro: las hordas de turistas que invaden Salento durante el pegajoso verano del sur de Italia. Y es que la costa de la Puglia emite alarmantes señales de haber superado su punto de saturación.
Ventajas y desventajas
Durante el verano, desde Santa María de Leuca, punto más meridional de la península itálica, hasta la reserva natural de Gargano, al norte de la Puglia, encontrar una playa donde tender la lona en horas del mediodía representa una odisea. Tanto al oeste, en la costa del mar Jónico, como al este, en las aguas del Adriático, cada centímetro de arena ha sido atribuido no sin antes una lucha basada en la política de los hechos consumados. El turismo de masas, sobre todo interno, está desvirtuando la vida tradicional de los maravillosos pueblos de pescadores en la Puglia.
Por eso, cuesta a veces captar el encanto de pueblos preciosos como Gallipoli, Otranto, o Polignano a Mare. Casi cada localidad costera cuenta con su ciudad antigua de calles empedradas, a menudo protegidas por un icónico castillo, su iglesia barroca, y el pintoresco puerto. Al atardecer, las callejuelas bullen de actividad, con miles de turistas paseando a ritmo de selfie.
No hay mejor ejemplo de lo que significa la expresión "morir de éxito" en el marasmo turístico de la costa pugliese que la Grotta de la Poesia. Situada unos 20 kilómetros al norte de Otranto, las guías describen como "un lugar mágico" esta piscina natural que dibuja un perfecto circulo entre las rocas. Y lo es. Pero no es fácil apreciarlo cuando su trajín es comparable al de Times Square.
Si bien muchos bañistas optaban por lanzarse al agua desde las rocas, los más prudentes que preferían bajar unas escaleras excavadas debían hacer cola. Entre gritos de excitados adolescentes y la cháchara de las familias, ni el poeta con la mayor capacidad de abstraerse a su entorno habría sido capaz de escribir un simple verso digno de ser publicado.
No obstante, visitar la Puglia en verano también tiene algunas ventajas. Es el período anual de los festivales de música y las fiestas patronales, con sus fuegos artificiales y procesiones religiosas. Además, casi cada noche se puede encontrar en uno de los pueblos de la región una sagra, fiesta gastronómica que consiste en la preparación del plato típico del lugar, además de un mercado de productos artesanales. Estos eventos condensan una de las principales cualidades del pueblo italiano: el saber vivir, el disfrute de los pequeños placeres de la vida. La experiencia de asistir a una sagra o a una fiesta patronal no es menos imprescindible que la visita a cualquiera de las más imponentes catedrales.
La armonía de Ostuni
La última fase del viaje está dedicada a la franja central de la Puglia. Ahí se encuentra su principal ciudad, Bari. Su centro histórico, rodeado por una muralla convertida en agradable lugar de paseo con vistas al puerto, bien vale una visita.
Que sea omitida a menudo de las rutas propuestas por la región solo se explica por la proximidad de Ostuni, sin duda, uno de los más bellos pueblos de Italia. Encaramado sobre una colina, a pocos kilómetros del mar, en Ostuni la arquitectura pugliese alcanza su máxima armonía con el paisaje. Su luz y el blanco inmaculado de las callejuelas, surtidas de innumerables rincones, tienen un inequívoco sabor Mediterráneo que la conecta con las islas griegas o la Túnez costera.
La región atesora también otras pequeñas joyas, como Alberobello, con sus característicos tejados cónicos, los trulli, que hace siglos sus habitantes empezaron a construir movidos por la picaresca, algo tan italiano como la pizza. Un rey aumentó de forma abusiva los impuestos a las viviendas y los campesinos optaron por edificar tejados fácilmente desmontables antes de las visitas de los funcionarios reales.
Tampoco conviene perderse Trani, con un precioso centro antiguo y una de las más majestuosas catedrales de la zona, a orillas del mar. Y entre una y la otra, Cisternino, con sus deliciosas bombette, bolas de carne con queso fundido en su interior, típicas del lugar.
Desgraciadamente, los días de ruta acabaron antes de alcanzar el norte de la región, dominado por el Parque Natural de Gargano, y sus paradisíacas islas Tremiti, protegidos ambos de la depredación del turismo de masas. Pero un buen viajero siempre se deja algo en el tintero, una excusa para volver. Y la Puglia es de esos lugares que merecen repetir.
Datos útiles
Cuándo ir: Para disfrutar de sus preciosas playas, el mejor momento son los meses de junio y septiembre. En pleno verano, la costa está saturada, y además el calor es intenso. Sin embargo, agosto cuenta con un atractivo: la celebración de todo tipo de festivales de música, fiestas patronales, procesiones, encuentros gastronómicos y fuegos artificiales. Las ciudades de interés cultural, como Matera o Lecce, se pueden visitar en cualquier momento del año.
Cómo moverse: La mejor forma es alquilar un coche. Tanto Bari como Matera cuentan con agencias internacionales que permiten reservar por internet. Todas las ciudades están ligadas por un sistema de ómnibus, y los buses interurbanos llegan a todos los rincones de la Puglia.
Dónde comer
- Il terrazzino: como su nombre indica, cuenta con una pequeña terraza con excelentes vistas al sasso baritano y a la catedral. No es especialmente caro (unos 15 euros por persona más el vino), y su menú incluye platos típicos, como las orechiette, pasta con forma de oreja que retiene muy bien la salsa y se cocina tanto con anchoas como con carne. Dirección: Vico San Giusseppe 7, Matera. Tel.: +39 0835 334119
- Al Vecchio fornello: para amantes de la carne asada, es obligada una visita al pueblo de Cisternino, conocido por su excelente carne y por sus bombette, bolas de carne de cerdo con queso fundido. El ritual obliga a pasar por la recepción del restaurante y escoger qué tipo de carne quiere uno y cuánta cantidad. Debido a su fama, a veces hay que hacer cola. Pero vale la pena. Dirección: Via Basialiani 18, Cisternino. Tel.: +39 080 444 1113
Dónde dormir
Le Monacelle: excelente elección tanto para parejas en busca de un establecimiento romántico en Matera, como para grupos de amigos. Este hotel era un antiguo convento durante la Edad Media que ha sido renovado con mucho tacto, manteniendo el estilo y distribución de las habitaciones y salas. Por eso, dispone de habitaciones dobles y también otras para grupos de hasta 8 personas. Su emplazamiento es magnífico: en la cumbre de la colina de Matera, a unos metros de la catedral, y con vistas a toda la ciudad. El precio es razonable: 100 euros la habitación doble. Dirección: Via Riscato 910. Piazza del duomo, Matera. www.lemonacelle.com Tel.: +39 0835 344097