Kenia: cómo fue mi visita a una aldea Masai
El siguiente relato fue enviado a lanacion.com por Aixa Romero. Si querés compartir tu propia experiencia de viaje inolvidable, podés mandarnos textos de hasta 5000 caracteres y fotos a LNturismo@lanacion.com.ar
Siempre fantaseé con la idea de recorrer el mundo. Hace unos años puse un negocio que no funcionaba bien. Pasé mucho tiempo encerrada en el local, mirando en mi Instagram la foto de alguien en Australia abrazando un canguro, preguntándome ¿por qué no soy yo la que está ahí con ese canguro que se ve tan simpático?
La oportunidad entonces se dio cuando cerré el negocio. Sin trabajo y con tiempo disponible, decidí que era el momento para irme. Puse en venta todo, literalmente, todo lo que tenía. Hice mis cálculos, y decidí que me alcanzaría para dar la vuelta al mundo en seis meses.
Arranqué por Kenia, el país con la gente más alegre y amable que se puedan imaginar. La frase tan famosa del Rey León, Hakuna Matata, resume lo que uno siente en Kenia: No te preocupes, se feliz, todo va a estar bien. En Kenia hice un safari por el Maasai Mara, y pude ver en su hábitat natural a jirafas, leones, cebras, elefantes, chitas, rinocerontes, leopardos, búfalos, monos, avestruces. Nunca me imaginé que iba a tener a una leona a un metro, acostada mirando el cielo tranquila, con sus cachorros jugando alrededor. Otra experiencia única fue conocer a una tribu Maasai, bailar con ellos y compartir una bebida de hierbas dentro de sus casas.
En África la gente pertenece a alguna tribu. Las tribus fueron la forma de organización social durante cientos de años, antes de que dividan los territorios en países. Entonces los africanos siguen perteneciendo a su tribu, y además a su país. Algunas tribus, como los Maasai tienen poblaciones en varios países. Los Maasai son muy altos y tienen rasgos muy lindos. Viven en comunidades con un jefe, y todo es de todos, acá se comparte y los lazos de solidaridad son muy fuertes.
Los africanos hablan la lengua de la tribu, de la nación y el inglés. En Kenia el idioma nacional es el swahili (se pronuncia suajili). El idioma Maasai se llama maa. ¿Cómo me comunique con los Maasai? En inglés.
Para conocer una aldea Maasai, un chico Maasai me buscó por el campamento donde me alojaba a las 7 AM y fuimos caminando hasta allí. Quedaba bastante cerca y el paseo durante el amanecer en el Maasai Mara era divino.
Al llegar vinieron los demás hombres a recibirme. Me contaron que el día anterior se durmieron tarde porque un león atacó a una de sus vacas y la mató. La aldea está llena de vacas, comen la carne, toman la leche y usan el abono para sus cultivos y para hacer las paredes de sus chozas; así que la muerte de una vaca es un problema para ellos.
Me contaron que son un pueblo con mucha música. Y me invitaron a bailar con ellos una danza de bienvenida.
Fue muy divertido y me agarraron desprevenida, pensé que solo iba a mirarlos pero ahí estoy, saltando con mucha alegría a la par de ellos. Realmente saben hacerte sentir bienvenida. Son gente muy cálida, como todos en Kenia.
Después de bailar me mostraron como hacen el fuego. Todos los días a la mañana encienden un fuego que después se distribuye en las casas. La forma es frotar la rama de un árbol con la base de otro sobre un cuchillo. Lleva unos cinco minutos y se van turnando. Finalmente empieza a aparecer el humo y se enciende la brasa. Nunca había visto que alguien haga fuego de esta manera.
Cuando encendieron la brasa fueron a encender el fuego en cada una de las casas. Me invitaron a entrar a conocerlas. Son chozas chiquitas pero organizadas. Tienen divididos los ambientes. El cuarto de papá y mamá, el cuarto de los hijos, el cuarto de invitados y la cocina. El cuarto de invitados lo tienen porque, de vez en cuando, viene gente extranjera a quedarse con ellos y a aprender sus costumbres.
El tamaño de los cuartos es el tamaño de un colchón. Las paredes están hechas de excremento mezclado con barro y paja, y el techo es de madera y paja.
Nos sentamos alrededor del fuego y tomé un té. Hablamos de Argentina y de su país. Me contaron varias cosas, entre ella que tienen mucho respeto por sus mayores. El cielo es Dios, y cuando llueve es Dios que baja porque nos quiere tocar.
En su aldea viven unas veinte familias, 200 personas, y lo que gana uno se divide entre todos.
Tienen una escuela para los niños pero el gobierno no los ayuda, la financian ellos con su trabajo.
Finalmente se hizo la hora en que me tenía que encontrar con el resto de mi grupo, así que me acompañaron hasta la ruta donde me buscaban. Fue una mañana muy especial y emotiva para mí. Me recordó mucho a cuando hacía viajes de voluntariado por el interior.
En realidad el motivo por el que elegí hacer un safari en Kenia y no en Sudáfrica, fue porque acá etaba la posibilidad de visitar esta tribu.
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