Joaquín Furriel en la nieve: su pasión secreta por el esquí
-¿Cómo fueron tus inicios en la nieve?
-A los 16 años viajé con dos amigos a pasar dos semanas en el Cerro Catedral. Ahí empecé, con toda la negligencia que uno puede tener a esa edad. Mi amigo Santiago Chatruc, que era de San Martín de los Andes y esquiaba desde chico, me había propuesto enseñarme. Efectivamente, llegó a darme algunas clases teóricas en Adrogué, donde vivíamos. Una vez en la nieve, sin embargo, pensé que con lo que había aprendido me iba alcanzar. Me puse los esquíes, salí con un poco de velocidad y arranqué con un bife. Y después otro. Así que aprendí a los golpes. Un tiempo después hice snowboard, pero cuando volví al esquí, ya un poquito más grande, empecé a tomar clases porque quería adquirir la técnica
-¿Ya tenías experiencia en otros deportes con tabla?
-Había hecho skate en la adolescencia, pero no sé si me sumó tanto. Ahora, después de haber probado otros deportes, creo que el wakeboard es un poco más parecido en algún aspecto al snowboard, porque te da la sensación de la importancia del canto.
-¿Cuáles son los centros de esquí que más te gustan?
-El que más me gusta es Chapelco, por la variedad de pistas que ofrece. Me gusta meterme en el bosque, por los fuera de pista, la vista que tiene esos días limpios, cuando se ven el volcán Lanín y el lago Lacar, ahí abajo. Y porque, muy cerca, tiene uno de los lugares que más me atraen de la Patagonia, San Martín de los Andes. También me gusta Catedral, estuve en Cerro Castor -que era buenísimo para hace snowboard porque había muchísima nieve- y el Cerro Bayo. Una vez Gonzalo Valenzuela me invitó a esquiar en Valle Hermoso, Chile, y me encantó esa montaña. Cada una tiene lo suyo.
-¿Entonces, cómo te fue con el snowboard?
-Después de cuatro temporadas de esquí me pasé unos años al snowboard y después volví al esquí por mi hija, para poder salir con ella, acompañarla. Pienso que el esquí es como el tenis y el snowboard, como el paddle. En el paddle, más o menos la zafás y te podés divertir. Como con el snowboard, te ponés una tabla y por lo menos podés bajar un poco a los golpes o como sea. Pero en el tenís, como en el esquí, si no tenés técnica no podés jugar. Por supuesto, estoy hablando de un nivel básico para divertirse. Después, para andar bien en el snowboard hay que tener mucha técnica también.
-¿Qué es lo que más te gusta de cada uno?
-Del snowboard me gusta mucho la dinámica que te propone para el cuerpo. Y el esquí lo que más disfruto es que puedo ir bastante más rápido. La velocidad me gusta mucho.
¿Cuál fue tu mayor desafío en la montaña?
-Un fuera de pista que hicimos hace un par de años en Chapelco. Me acuerdo que había que estar muy concentrado y saber muy bien por dónde ir. Es fascinante cuando vos marcás tu propia huella. Me encanta esa sensación plena de libertad, el sonido de las tablas cuando van abriendo esa línea por primera vez, y lo asocio a la libertad, a un momento de mucho placer. Hoy el desafío es volver como voy, no lastimarme, así que voy esquiando de una manera muy técnica, muy tranquila, disfrutando mucho. Ya no tomo ningún riesgo innecesario.
-¿Cómo se compone tu equipo?
-En eso soy un chanta porque, como tengo muy buenos amigos allá, que me dan el suyo y es espectacular, no tengo nada. Me tratan muy bien en Chapelco, soy de la familia, me miman muchísimo.
-¿Cuál es tu mayor fortaleza como esquiador, la técnica o el estado físico?
-Siempre fue más el estado físico que la técnica, pero en los últimos años, como estoy tomando clases, leo libritos, me lo estoy tomando muy en serio y me gusta aprender, creo que ambos aspectos se pusieron a la par.
-¿Cuál es el mayor pecado de un esquiador?
-Como en cualquier actividad, tiene que ver con desconocer los límites.
-¿Y el mayor golpe que te hayas propinado con los esquíes ?
-Me la di fuerte en la segunda temporada en el Catedral. Me esquincé los dos dedos de la mano y la rodilla derecha.
-¿Un día de esquí perfecto?
-Primero, con mis amigos y con mi hija, Eloisa. Me gusta llegar temprano, tipo nueve y media o diez de la mañana ya estar listo. Y después pasármela esquiando todo el día. Si tengo la opción de estar solo en algún momento, ponerme música y esquiar por adentro del bosque, tranquilo, disfrutarlo. Al final, tenemos un ritual con mis amigos. Cuando ya están por cerrar subimos al filo, nos quedamos ahí charlando un rato sobre cómo estuvo el día. Y ya cuando vienen los banderilleros y nos levantan la manito, muchas veces somos los últimos en bajar. Tener toda la montaña ahí, para vos, es una gran sensación.
Hasta el 18 de agosto, Joaquín Furriel protagoniza Hamlet, de William Shakespeare, en el Teatro San Martín. Miércoles a domingos, a las 20. Los domingos, a las 21, se lo puede ver en la segunda temporada de la serie El Jardín de Bronce, por HBO.