Flavio Cianciarulo: “Somos una familia de surfistas”
—¿Cómo recordás los primeros viajes de la infancia?
—Fui un niño criado en Mar del Plata, donde volví a vivir hace algunos años. Para mí era una emoción muy grande cuando agarrábamos la ruta para ir a visitar a mis abuelos en Buenos Aires. Recuerdo con felicidad la ruta 2, con la familia.
—¿Cómo te definís como viajero?
—He tenido la chance y la fortuna de viajar girando y tocando, pero nunca tuve el hábito de viajar. Sin dudas no tengo esa personalidad que suelen tener los viajeros, que toman una mochila o una valija y se van lejos. El 90 por ciento de mis viajes fueron en una gira de rock y/o en familia. También viajé a surfear, porque soy surfista, y el surf trip es algo especial. Como viajero me defino como un no viajante que viaja.
—¿Algún prejuicio que hayas derribado viajando?
—Varios. Supongo que en cada persona hay un antes y un después con cada viaje. El viaje es una expansión mental, una experiencia única. Y ni hablar de un viaje cultural, de mochila y de camino, que no hice, si bien las giras de rock te dan esa cosa. Incluso creo que un viaje más banal, no sé, una persona que va a Miami a pasarla bien, termina siendo un viaje renovador y hasta espiritual.
—¿Tres buenos discos para escuchar en la ruta?
—Para mí es esencial escuchar música en la ruta. Por lo general suelo poner random de lo más variopinto, y de lo diametralmente opuesto, que va desde el jazz, hasta el hardcore, pasando por el death metal hasta Piazzolla, entre cientos de artistas más. Pero concentrándome en nombrar tres discos, elegiría el soundtrack de Twin Peaks, de Angelo Badalamenti. Número dos: El lado oscuro de la luna, de Pink Floyd; y tercero, Kind of blue, de Miles Davis, un clásico rutero.
—¿Cuál es el mejor concierto que hayas visto y escuchado por el mundo?
—En 1990, Los Cadillacs iniciábamos una gira por Estados Unidos, muy under, tocando en lugares chiquitos y divirtiéndonos mucho. Una noche fuimos a ver a los Skatalites en un lugar muy pequeño de California y quedamos impactados, porque estábamos viendo una banda que germinó lo que nosotros hicimos en nuestros inicios: música ska.
—¿Alguna vez acampaste o viajaste como mochilero?
—Jamás. Tampoco viajé solo. Nunca disfruté mucho de la soledad, siempre fui muy dependiente de estar con otras personas. Admiro a quien lo hace, pero jamás me aventuré a salir sin fecha de regreso.
—¿Viajaste alguna vez a un all inclusive o en un crucero?
—El otro extremo. Creo que jamás lo haría. Por suerte mi familia coincide. No tengo ningún prejuicio, debe ser una experiencia maravillosa, pero no me llama la atención. Obviamente, si me depositaran en un crucero la pasaría bien, pero creo que nada me llevaría a intentarlo. Digamos que con mi familia estamos entre la mochila y el all inclusive, en el sentido que cuando viajamos siempre nos gustó viajar independientemente, y tal vez por otros carriles que no son el del que compra un paseo, sino más rockeros, más surfers, más skaters. Sobre todo somos una familia surfista, y el surf ya te impone toda una gama de viajes que te abren un mundo diferente. Los viajes de surf son muy especiales, y más allá del ticket del avión, son bastante gasoleros. Son para surfear: se para en lugares austeros, se come austeramente, y no se pierde el tiempo paseando. El día se ocupa en surfear o en hablar de lo que vas a surfear.
—¿El destino más exótico que hayas visitado?
—Desde los 80, con los Fabulosos Cadillacs no he parado de viajar. Así he conocido ciudades y puntos exóticos. Entre ellos, las Bahamas, que conocimos cuando fuimos a grabar el disco Rey Azúcar, donde había un estudio muy interesante en el que habían grabado desde Bob Marley hasta Iron Maiden. En esos tiempos estaba ofertado, medio de capa caída. Me acuerdo que me levantaba temprano y me iba a hacer unos cursos rápidos de buceo deportivo. La visibilidad del mar en Bahamas era maravillosa.
—En los aviones: ¿saludás a los tripulantes de a bordo? ¿Llenás todos los compartimentos superiores?
—En los aviones no soy de saludar compulsivamente. Bueno, tampoco soy un maleducado que no saluda si tiene que saludar. No suelo llenar los compartimentos superiores y todo lo que puedo lo despacho. Apenas llevo una mochilita encima.
-Si naufragaras en una isla desierta sin señal de celular. ¿Con que único objeto elegirías quedarte?
Una tabla de surf, y por favor que haya alguna olita alrededor de la isla.
—¿Un día de vacaciones perfecto?
—El surfista siempre quiere estar en el mar, en la arena, entre las olas, y con eso ya se te abre un mundo mágico y espiritual, en contacto con la naturaleza. Siempre soñamos con la utopía idílica del verano eterno. De hecho, hay una película famosísima de fines de los 60 que se llama de Endless Summer que refleja esa utopía. El surfista no es un veraneante, aunque si lo es, vive en la utopía del verano eterno y la mayoría terminamos viviendo en destinos de mar, no importa a qué se dedique cada uno. En mi caso, con mi familia, vivimos a dos cuadras del mar y siempre anhelamos estar cerca de las olas.
Para más datos
Flavio Cianciarulo, bajista y compositor de Los Fabulosos Cadillacs, presentó en julio pasado su último álbum solista, Paisaje obscuro, de música ambiental, en el que toca todos los instrumentos excepto las guitarras, a cargo de su hijo Jay.