Este es el mejor lugar para hacer compras en Moscú
A diferencia de las grandes capitales turísticas como Nueva York o París, en Moscú no abundan los negocios destinados a la venta de souvenires, exceptuando los puestos de la Plaza Roja y algunos locales de la calle Arbat, donde la oferta no va mucho más allá de las matrioshkas y ushankas, los característicos sombreros rusos capaces de soportar cualquier frío extremo, pero en versión piel sintética.
Pero a 22 minutos de la Plaza Roja se encuentra el lugar indicado para liquidar todas esas compras, cumplir con todos los presentes para los familiares y amigos que están esperando algo original de la tierra lejana después del Mundial Rusia 2018 , y disfrutar de un entorno al que vale la pena dedicarle una buena parte de un día.
El Mercado de Izmailovo es un rastro donde cada pasillo nos puede presentar una sopresa. La oferta es de lo más ecléctica y hay que afilar la voluntad para regatear.
De por sí, los precios son mucho mejores que en los negocios céntricos más concurridos, y la mayoría de los vendedores están abiertos al regateo, y por necesidad, la mayoría maneja más de un idioma, al menos en lo necesario para lograr una venta.
Para llegar hay que tomar el metro hasta la estación Partizanskaya (línea 3, azul) y caminar unos diez minutos, aprovechando un pase por un parque boscoso especial para disfrutar al aire libre, rodeado de ardillas coloradas de lo más amistosas.
El Kremlin de Izmailovo es una reconstrucción basada en pinturas y registros del siglo 19. Los edificios, que parecen salidos de un cuento fantástico, tienen el estilo bizantino de la vieja Rusia, que era la arquitectura característica previa previa a la occidentalización iniciada por Pedro el Grande.
Este complejo fue realizado casi completamente en madera y sobresalen sus resplandecientes colores. La mayor parte de sus estructuras están destinadas a museos y espacios para el arte folclórico ruso.
Para conocer la historia de la bebida que es sinónimo de Rusia, vale la pena visitar el Museo del Vodka y ver una colección de botellas que incluyen las que formaban parte de las colecciones privadas de los zares, hasta las raciones diarias para los soldados que combatían en la Segunda Guerra Mundial.
Y por supuesto, hay sesiones para degustar distintas variedades.
Es prácticamente imposible no presenciar al menos una boda en la Iglesia de San Nicolás, patrono de los oficios y el comercio, que con 46 metros de altura es el templo de madera más alto de Rusia.
Según los registros, el mercado de Izmailovo funciona desde mediados del siglo 16, donde los visitantes acudían a comprar pinturas, íconos, abrigos de pieles y a medida que los puestos se alejan del Kremlin, todo tipo de mercancías.
Como es de esperar, apenas se cruza la puerta principal del mercado están las matrioshkas. Miles y miles de matrioshkas, de todos los colores, estilos y tamaños posibles.
Están las clásicas, en todas las combinaciones imaginables, hasta las pintadas con los líderes rusos desde Lenin hasta Putin, de Gagarin y otros cosmonautas, a mandatarios de distintos países del mundo.
Los jugadores de fútbol más taquilleros también tienen sus propias figuras. Obviamente predominan Lionel Messi, Cristiano Ronaldo y Neymar.
La decisión sabia es ver, sacar las fotos que invariablemente likeadas, y seguir de largo.
Y probablemente esto sea empujado por los aromas de la oferta gastronómica del lugar. El poco lujo de estas cantinas se compensa con todo lo que hay para probar de la cocina rusa, armenia, uzbeka y georgiana.
Cualquiera de estas matrioshkas son mucho más baratas que la misma pieza en una vidriera de la calle Arbat, y con paciencia para el regateo puede costar la mitad. Como el negocio de estos puestos es el volumen, la mejor hora para conseguir una rebaja es cerca del cierre. En la última hora empiezan los precios de remate.
Pero a no desesperar. La matrioshka es el souvenir más obvio. Entrando a la segunda parte de la feria, detrás de los puestos que venden estas muñecas adorables y remeras con estampas soviéticas, comienza el verdadero mercado de pulgas y la posibilidad de encontrar todo tipos de objetos originales de la auténtica Rusia.
Además de matrioshkas, bustos de Lenin
Como la URSS estuvo integrada por 15 países, las antigüedades disponibles son de las más variadas. Los platos decorativos muestran un abanico desde los motivos eslavos de Ucrania, al intrincado estilo de la orfebrería asiática de Uzbekistán.
Hay que aventurarse por los pasillos del mercado para ver como conviven ruedas de una carreta con juegos de platería, carteras viejas, relojes usados, joyería con piezas de ámbar, y banderas y banderines soviéticos.
Los más osados pueden comprar alguno de los bustos de Lenin que pesan cerca de cien kilos, aunque del precio del sobrepeso en el vuelo de regreso será temerario. Para eso hay versiones a escala para todos los gustos, desde Putin a Messi.
El mercado también tiene un atractivo aparte en la enorme cantidad de objetos religiosos a la venta. Los miles de íconos y crucifijos ortodoxos son recuerdos muy representativos de Rusia.
Otros efectos comunes de encontrar son las cámaras viejas y otras realmente antiguas, aptas para un recuerdo vintage o para experimentar con fotografía analógica.
Hay máquinas que llegaron a ser realmente populares, como las Zenit, que se inspiró en un modelo de la alemana Leica, pero reformulada a un dispositivo más sencillo de reparar.
Los últimos puestos están llenos de parafernalia y memorabilia militar y hay una colección interesante de objetos de la Guerra Fría.
Uniformes del ejército, la marina, de los años soviéticos y actuales, máscaras de gas y todo lo que imaginemos. Medallas de todo tipo, originales y réplicas, y demás rezagos.
Pero lo más sorprendente es encontrar un buen grupo de puestos con armas largas, sobresaliendo los Kalashnikovs, ese emblema tan nacional como el vodka o las matrioshkas a la entrada del mercado.
Este no sería el recuerdo más fácil de transportar, pero por unos rublos es posible sacarse una foto junto a este famoso producto de exportación.
Datos útiles
Los fines de semana son los días más concurridos, entre semana es más cómodo caminarlos, aunque tiene un poco menos de feriantes. Abre todos los días a las 10:00 y en verano cierra a las 20:00, salvo los miércoles, sábados y domingo, cuando bajan la persiana a las 18:00. La mayoría de los puestos acepta tarjeta de crédito