Brindamos. Habíamos zarpado antes del amanecer desde Ubatuba, y navegamos unas 60 millas con buen viento, de través, hasta nuestra primera escala en el Estado de Río de Janeiro . Agotados pero eufóricos, tiramos el ancla en la bahía de Cajaíba, que es reserva de naturaleza, y desembarcamos en el botecito inflable. En la playa había una ducha de agua dulce, helada, que bajaba con buena presión desde el morro, y un bar atendido por una viejita flaca y arrugada por el mismo sol de toda la vida. Juan pidió cerveza, yo caipirinha, y Ulises jugo de naranja, e hicimos chinchín: habíamos entrado en las maravillosas aguas cariocas.
1. Ilha da Cotia, Paraty
"Para dormir a bordo, lo mejor es Ilha da Cotia", nos dijeron unos vecinos de Paraty esa misma tarde del brindis. Y fuimos al día siguiente, pero llovía, así que ni bajamos del barco, y así, velada por la capa grisácea de garúa constante, no nos pareció nada especial. Nos fuimos a caminar por el pueblo colonial, a conocer otras bahías, y una tarde, buscando refugio ante un pronóstico de bastante viento, volvimos a Cotia. Y ahí sí pudimos ver ese paraíso que nos habían prometido: de un lado tiene una pequeña playa que desaparece con mareas altas, y de donde sale un sendero angosto, de unos 30 metros, frecuentado por mariposas y algún lagarto, que llega al otro lado de la isla. Ahí se despliega una playa divina, con buena sombra y piedras enormes que delimitan micro piscinas naturales, donde vimos estrellas de mar, cangrejos y una tortuga.
2. Lopes Mendes, Ilha Grande
De Paraty al extremo oeste de Ilha Grande navegamos unas 30 millas náuticas, más o menos 60 kilómetros.
Las distancias son cortas en Río de Janeiro, hay muchas bahías e islas que ofrecen buen refugio en toda la costa, además de ser lugares con atractivo, que nos dan ganas de conocer. Tantas ganas, que en Ilha Grande llevamos casi dos meses recorriendo, viviendo, durmiendo, comiendo, caminando, navegando, nadando. De Praia Vermelha en el extremo oeste de la isla, tuvimos que navegar todo el perfil que mira al continente para llegar a la bahía de Poco, de donde sale la trilha a la playa más famosa de todas las playas cariocas, y una de las mejor rankeadas de Brasil y Latinoamérica. Lopes Mendes mira al Atlántico infinito, es inmensa y está flanqueada por una línea de mata y palmeras separadas por la distancia justa para colgar una hamaca, no hay construcciones salvo por unos puestos de guardavidas, tiene olas surfeables, agua templada y muy cristalina. No hay como la primera vez en Lopes Mendes, pero no nos cansamos de volver.
3. Ilha Cataguases, Angra dos Reis
Claro que en estos dos meses también estuvimos en otras islas de Angra dos Reis. El archipiélago tiene 365, una por cada día del año, lo que lo convierte en el mejor destino náutico de Sudamérica, sin lugar a dudas. Hay 2000 playas y muchas reservas naturales que garantizan muy buenas experiencias de snorkeling: hay estrellas y caballitos de mar, rayas, tortugas, corales, infinitos tipos y tamaños de peces… Entre las islas más famosas de Angra, muy cerca del continente, está Cataguases, la postal caribeña de Río de Janeiro. Es tan chatita que en la parte más baja el mar la cubre, tiene palmeras altas, árboles de pitanga, agua turquesa muy cristalina y fondo de coral lleno de erizos, estrellas, algas, peces. En temporada alta y los fines de semana se llena, pero eso no la hace menos espectacular.
4. Barra da Tijuca y Sao Conrado, Río de Janeiro
Hasta acá llegamos navegando, y vamos a quedarnos en la zona de Angra hasta marzo. Pero ya tenemos un derrotero armado para lo que sigue, en la ciudad de Río, luego Arraial y Búzios. Lugares que conocimos en otros viajes, de vacaciones y de trabajo (quien escribe trabaja hace muchos años como periodista de viajes para distintos medios); lugares que elegimos no sólo por su belleza sino porque ofrecen buen refugio a la hora de dormir, una fuente de agua dulce y preferentemente algún mercado cerca para abastecer las alacenas. En Río tenemos una playa favorita, a la que desde las Olimpíadas se llega también en metro (línea 4): Barra da Tijuca. Con más de 14 kilómetros de arena blanca, es la playa más larga de todo el estado, y en este sentido, mucho más espaciosa y limpia que las playas del centro. Antes de llegar, en el exclusivo barrio de Sao Conrado, también vale la pena visitar la playa que está a los pies del morro Pedra da Gávea.
5. Praia do Farol, Arraial do Cabo
Arraial do Cabo se puede conocer en un paseo por el día desde Búzios. Praia do Farol es la más famosa de la zona, y tiene con qué. El paisaje es totalmente distinto a las playas del resto del estado, muy desértico, con dunas de arena blanca y agua cristalina más bien fresca, por las corrientes que llegan del sur. Está en una isla apenas separada del continente, así que sólo se puede llegar en barco. Esto hace de Praia do Farol una playa bastante tranquila, especialmente fuera de temporada. Eso sí, hay que tener cuidado con el sol porque, a diferencia de las playas antes mencionadas, acá no hay sombra.
6. Praia de Geribá, Búzios
Búzios debe tener la carta de playas más diversa por kilómetro cuadrado de todo el estado de Río de Janeiro. Es una península que se mete en el mar de apenas 69 kilómetros cuadrados, una antigua villa de pescadores que Brigitte Bardot puso en el mapa -hay una escultura dedicada a la actriz- y que cuenta a muchos argentinos entre sus habitantes. Tiene 23 playas, las del lado norte con el mar como una pileta, ideales para fondear y pasar la noche a bordo, las del lado sur con buen viento y olas surfeables, y hasta una playa nudista llamada Olho-de-Boi. Geribá mira al mar abierto, es una franja de arena larga y ancha, especialmente frecuentada por brasileños y jugadores de fútbol, voley y sus combinaciones. En esta playa hay espacio, incluso en temporada alta.
Seguí de cerca nuestro viaje a vela, con todas las playas y destinos por los que pasamos, en www.instagram.com/el_barco_amarillo