En la provincia del Chaco, a pocos kilómetros de Gancedo, se encuentra la Reserva Natural Cultural Pigüem N´Onaxa. Mundialmente conocida como Campo del Cielo, la zona fue impactada por una lluvia de meteoritos metálicos hace aproximadamente 4000 años. Entre los que ya desenterraron, está el segundo más grande del planeta: "Chaco", una masa colosal de 37 toneladas de peso. (El primero es "Hoba", en Namibia, con más de 66 toneladas.) Pero la jerarquía de "Chaco" peligra, porque en 2016 la Asociación de Astronomía local extrajo y pesó un siderito que lo relegaría a un honroso tercer puesto. El rival, llamado "Gancedo", fue encontrado en un paleocauce: una napa de agua muy elevada, que casi impidió su izamiento del cráter.
Pigüem N´Onaxa no propone un recorrido aventurero entre cráteres inmensos color herrumbre donde los metoritos reposan envueltos en la niebla del misterio intergaláctico. Por el contrario: es un circuito autoguiado apto para todo público que conduce, por senderos arbolados, a unas plataformas especialmente diseñadas donde se exhiben seis sideritos de gran tamaño. Inaugurada en los 2000, Pigüem N´Onaxa es el paseo favorito de las familias y enamorados de los pueblos vecinos, que almuerzan o toman mate a la vera de los enormes cuerpos celestes, como si fueran un compañero más. La Reserva tiene cámping, fogones, juegos para niños y un completo Centro de Interpretación, con cine incluido. Y si hay ganas ganas de saber un poco más, nada mejor que conversar con la guía Alejandra Ríos y sus compañeras. Porque Campo del Cielo es un paisaje en movimiento permanente: a cada rato se detecta un nuevo cráter, otra pista que seguir.
Muchas historias rodean a los sideritos de Campo del Cielo, compactas masas de hierro, níquel y cobalto, en su mayoría aún ocultas bajo la tierra. Se sabe que los españoles, al ver que los indígenas resistían la conquista con boleadoras hechas de metal, enviaron en 1576 a Mexía de Miraval y sus expedicionarios en busca de una "gran mina"... pero solo encontraron fragmentos metálicos dispersos y un objeto que "brillaba al sol como si fuera plata". Así nació la leyenda del Mesón de Fierro, que despertó la codicia de muchos y fue avistado por pocos. Entre otros Francisco de Ibarra, quien llegó a medirlo (3,89 metros de largo, 1,85 de ancho y una altura máxima de metro y medio). En su Crónica Misional, el jesuita Dobrizhoffer narra haber escuchado, antes de 1767, que "a ochenta leguas de la ciudad, hacia el Chaco, existe en alguna parte una mesa o un tronco de árbol que semeja al hierro, pero que bajo el resplandor del Sol reluce como plata". En 1783, ya en tiempos del virreinato, Rubín de Celiz volvió a localizarlo e incluso llevó consigo a un dibujante que lo retrató; pero cuando intentaron fraccionarlo con cargas de pólvora, el Mesón volvió a esconderse bajo la tierra. En 1811 el primer gobierno argentino envió una pequeña partida militar a la zona: no se sabe si desenterraron el esquivo "Mesón", pero sí metal suficiente para fabricar unos cuantos fusiles. En los últimos años del siglo XIX, el gobierno de Santiago del Estero ofreció una cuantiosa recompensa por el "buscado", con resultados nulos. Algunos sospechan que fue robado y llevado fuera del país, pero los expertos afirman que sigue oculto en la maraña del monte.
Fueron los habitantes de la zona —hacheros, pastores, troperos— quienes encontraron los primeros cráteres en sus recorridos habituales. En 1923, el leñador Manuel Castilla descubrió en el paraje El Rosario un meteorito de 4210 kg, luego bautizado El Toba; y en 1969, en el paraje las Víboras —epicentro de la lluvia meteórica— el puestero Raúl Gómez encontró un cráter "de embudo de penetración", que es cuando los meteoritos, en vez de estallar y dispersarse, se entierran a varios metros de profundidad. Con el hallazgo del cráter, llegó la fama internacional a Campo del Cielo: William Cassidy, astrónomo de la NASA, dirigió la excavación en 1972. Pero "El Chaco" recién fue extraído en 1980 por la Fuerza Aérea Agentina. Pesado en una balanza comercial del pueblo de Gancedo, alcanzó las 33.4 toneladas. Diez años más tarde, en 1990, izado por una grúa durante un intento de robo, el registro marcó las 37 toneladas hoy en disputa (parece que apenas pesa 28 y monedas.)
El Campo del Cielo —en qom, Pingüen Nunralta; en wichí, Otumpa— abarca mucho más que el parque donde hoy se exhiben los sideritos. Es una extensa región de unos 20.000 kilómetros y bordes imprecisos, en el límite entre las provincias del Chaco y Santiago del Estero. En tiempos de "la lluvia del cielo", los únicos pobladores de la zona eran las etnias qom, wichí, mokoit, mocoví y abipona. Algunos fueron testigos: los relatos orales hablan de tremendas inundaciones de fuego que arrasaron todo a su paso, de muchachas convertidas en guasunchos por atreverse a mirar la tierra quemada, de hombres que se arrojan al agua para salvarse y se convierten en yacarés. Otros la vieron de lejos, apenas como una caída de estrellas fugaces. Así surgió otra clase de mitos y leyendas, relacionados con la veneración y la fecundidad antes que con la codicia. Para los qom, las "rocas" eran gotas del sudor del sol y les rendían culto; para los abipones, la Tierra y el Sol habían tenido un encuentro íntimo en aquellos parajes. Los moqoit percibían la energía del metal enterrado y danzaban para obtener el poder que venía del cielo y se multiplicaba en la gente. Para los wichí —los únicos que no fueron testigos directos de la lluvia meteórica— los jaguares volaron como flechas y atacaron a la luna, arrancándole algunos pedazos: esas piedras de formas extrañas que solo brillaban al caer la noche.
Un video en youtube muestra imágenes del izamiento del "Gancedo" en 2016, por el equipo liderado por Mario Vesconi y Carlos Cerruti. El "Gancedo" —rival que amenaza desplazar al "Chaco" o ya lo ha desplazado— fue el primer siderito desenterrado y extraído solo por especialistas argentinos. Ese mismo video, y otros relacionados, revelan un aspecto menos romántico de la realidad meteórica: los saqueadores, que hasta bien entrado el siglo XXI se hicieron una panzada en Campo del Cielo y llegaron a robar 215 ejemplares. Actualmente los cráteres están cercados y contamos con una ley de protección de objetos celestes, pero existe un mercado negro dispuesto a pagar millonadas por estas piezas venidas de la mesósfera: en particular coleccionistas japoneses y alemanes.
El video "Campo del Cielo 3" registra el intento del robo del "Chaco" en los años 90 por el autoproclamado "cazador de meteoritos" Robert Haag, un traficante estadounidense hasta hoy prófugo de la justicia chaqueña que estuvo a punto de llevárselo y venderlo por 20 millones de dólares. Una de las producciones más interesantes sobre el tema es el documental de 2014 de Sergio Wolf: El color que cayó del cielo. En la primera parte se cuentan historias sobre "la lluvia de estrellas" y el inhallado e inhallable Mesón de Fierro, y el director-narrador entrevista a expertos y fanáticos e incluso participa en una expedición de búsqueda. La segunda parte establece un contrapunto entre Bill Cassidy —ya octogenario, que proyecta sus filmaciones en 16mm de las excavaciones en Campo del Cielo patrocinadas por la NASA— y el inclasificable Haag, que se autodefine como "el mayor dealer de meteoritos del mundo" y hace una especie de tour guiado por el sótano de su casa, donde guarda las codiciadas piezas que, hasta hoy, le hacen ganar fortunas. Si planea visitar Campo del Cielo, es recomendable alojarse en Villa Ángela e ir y venir en el día. La oferta hotelera de Gancedo es inferior, y la distancia a Villa Ángela no es tan grande: 115 km tomando por la RP 13 en dirección a General Pinedo.
Sin embargo, nadie como los gancedinos para contar historias de meteoritos: son ellos quienes más empapados y orgullosos están de lo que ocurre y ocurrió a solo 15 kilómetros de su pueblo.