De París a Londres, la tradición de los mercados navideños
A pesar de las temperaturas bajas, de la noche que se adelanta a la hora del té y que en varias ciudades europeas la nieve tapa las veredas, diciembre es la temporada más acogedora, cozy, o hygge del año, según el idioma que la defina. El espíritu de la navidad dura todo el mes y esa parece ser una de las claves. Desde la época de Adviento, los mercados navideños abren y acompañan la cuenta regresiva. Son una tradición antigua que se repite cada año, y en algunos casos se extienden hasta enero. Con un dato no menor, la entrada es gratis.
Según cuenta la historia, las primeras ferias se abrieron en la Edad Media por razones climáticas y de solidaridad. De esta forma, los habitantes de los pueblos tenían donde refugiarse los días más fríos del invierno. La costumbre de juntarse y servir tragos calientes empezó en Alemania, se extendió a Austria, Centroeuropa y tuvo efecto contagioso. Hoy, si bien no son espacios para combatir las heladas, suman calidez a las calles de las principales ciudades de Europa. Entre barrios antiguos y plazas centrales, se instalan desde los turísticos, donde los recuerdos de viaje compiten con los adornos de purpurina, hasta los más auténticos con artesanías y comidas típicas.
Narices frías
Cada mercadillo visto a lo lejos parece una constelación. Con miles de luces que los decoran, desde la base hasta los techos, ya no causa pena que la noche llegue temprano. Los puestos se arman en filas, uno al lado del otro, como si entre ellos quisieran darse calor. Los hay con nombre y lugar definido, como en Alemania que abre el Christkindlesmarkt en la plaza Hauptmarkt, Nuremberg; o el de Frankfurt que es famoso por ser uno de los más grandes y se organiza todos los años, con su taza conmemorativa, en Römerberg. En su mayoría combinan pequeños bares y negocios, con desfiles y espectáculos, mientras que cada uno lleva su agenda de tradiciones.
En Copenhague la lluvia es tan fina que parece viento mojado. Entre la peatonal Strøget y el Parlamento se siente un aroma dulce, mezcla de canela con jengibre. La música de villancicos da ritmo al paso de los que se acercan a dar la vuelta por debajo de los techos iluminados. En los puestos, las típicas galletitas danesas le ceden la fama sólo por esta época al æbleskiver, unos bollitos de masa que se comen con mermelada y azúcar impalpable; y a los pebernødder, que aunque su nombre los defina como nueces de pimienta son galletitas de canela, jengibre, cardamomo y un toque de pimienta.
Por estas latitudes Papá Noel la pasa bien. Abrigado hasta la nariz colorada de frío, con una barba cultivada de meses, no necesita que le regulen el aire acondicionado, ni duendes que lo releven. Se ríe sin transpirar, toma pedidos y cartas que le acercan los más chicos, mientras en un carrito al lado preparan castañas asadas, y por unos parlantes suena la música de una canción que parece ser conocida porque muchos la cantan.
Si el remedio para la oscuridad temprana son las luces que adornan la ciudad, el antídoto contra el frío son las bebidas que contrarresten la temperatura. No, nada de una taza con chocolate humeante. En estos mercados, lo típico es servir vino caliente, que en cada país se conoce con un nombre distinto: glühwein en Alemania, gløgg en Dinamarca y Noruega, mulled wine en Inglaterra, vin brulé en Italia, o vin chaud en Francia. ¿De qué se trata este trago que aclimata el cuerpo? Es un vino tinto, aunque existe la variante con base de vodka o vino blanco, que se condimenta con canela, cáscara de naranja, cardamomo, jengibre, clavo de olor, anís estrellado y se sirve con pedazos de almendra y pasas de uva. La receta tiene más o menos ingredientes, según donde se prepare, pero el sabor de vino especiado es lo característico.
En general, lo que diferencia a estos mercados son los productos locales y el idioma de su región. Por eso es muy recomendable saber las palabras clave que escriben en las pizarras de cada uno. Por ejemplo, en España: mantecados, polvorones y roscos de vino son dulces que, como los alfajores de maicena, se comen con la lengua; en Alemania hay que atender a las salchichas en sus diferentes nombres y colores: bratwurst, currywurst o krakauer (ver nota de tapa en este suplemento); los pastelitos de fruta mince pies y los puddings son un hit en Inglaterra; el bûche de noël, un arrollado de chocolate, en Francia; y el panettone o pandoro, los famosos panes dulces italianos.
Se festeje o no, la navidad está omnipresente todo el mes. Invade vidrieras, precios promocionales, música en los negocios y se despliega con toda su luz por plazas y ferias. No hay grinch que pueda contra eso. Al fin y al cabo, si las bajas temperaturas y la oscuridad pueden ser puntos en contra para pasear por Europa en esta época, hay quienes viajan a visitar familiares, están los que huyen de la humedad, y experimentar la tradición de los mercados navideños es un punto a favor.
Cinco destacados
LONDRES. Winter Wonderland en el Hyde Park permanece abierto hasta el 6 de enero todos los días de 10 a 22, excepto el día de navidad. La entrada es gratuita y algunas atracciones son pagas, como patinar sobre hielo, subir a la noria, un paseo por esculturas de hielo o espectáculos determinados que conviene reservar con anticipación. ¿Cómo llegar? Las estaciones de metro Hyde Park Corner y Marble Arch son las más cercanas y también las de mayor transito, por lo que Green Park o Lancaster Gate son buenas alternativas.
MADRID. La Plaza Mayor se llena de más de cien casetas, como le dicen en España, a la espera de la navidad. Los pesebres se ven por todos lados, junto a los adornos para el arbolito y espacios solidarios que recaudan fondos para asociaciones de ayuda con su venta de postales. Abre hasta el 31 de diciembre de lunes a jueves de 10 a 21, y los viernes, sábados y vísperas cierra una hora más tarde. Las estaciones de metro que están mas cerca son Opera y Tirso de Molina.
DRESDE. Al este de Alemania se instala uno de los mercados navideños más antiguo, que este año va por su edición 584. Se llama Dresdner Striezelmarkt y su evento más importante se celebra el 24 de diciembre cuando reparten stollen, un pan dulce con frutos secos muy típico. Está abierto hasta la navidad, entre las 10 y las 21, y queda a cinco minutos a pie desde la estación Dresden Altmarkt.
PARIS. Con el título "La magia de la navidad" abre el mercado del Jardín de las Tullerías. Todos los días de 10 a 19, hasta el 6 de enero. Con más de 120 puestos, la oferta de productos y especialidades de veinte regiones francesas es uno de sus fuertes. ¿Cómo llegar? Con el metro hasta las estaciones Concorde o Tuileries.
BARCELONA. La Fira de Santa Llúcia es una fiesta tradicional catalana que se festeja desde 1786. Se organiza en la avenida de la Catedral de Barcelona, en el Barrio Gótico, todos los días hasta el 24 de diciembre, de 11 a 20.30. Para llegar, las estaciones de metro más cercanas son: Catalunya, Urquinaona y Jaume I.