Dónde hacer base en el país oriental más alejado para descubrirlo en un recorrido por sus espacios naturales, sus templos, sus costumbres y la buena calidad de vida que sus habitantes supieron conseguir.
Hay mucho para decir de un país que cobija a más de 127 millones de personas en un territorio de 377.972 km2, ocupado en un 70% por montañas. Mucho para decir, además de ser un ejemplo de sociedad, laboriosa en extremo, confiable y, por lo tanto, exitosa. Una sociedad que respeta las reglas convivenciales: por ejemplo, en el transporte público no se habla por celular, ni se puede fumar en la calle –salvo en las áreas específicas– y nadie trasgrede.
En términos prácticos, conviene saber que en Japón: (1) Si bien todos estudian inglés, a muchos les da vergüenza hablarlo porque consideran que no lo hacen a la perfección; los jóvenes son los que más se sueltan. (2) No todo se paga con tarjeta. (3) Viajar en tren es muy caro y aunque el rail pass cueste, el ahorro que su uso implica es alto. Acá se tramita a través de JTB Corp (Córdoba 836, piso 11, oficina 1107. T: 4393-0755). (4) Salvo las arterias principales, las calles de las ciudades de Japón no tienen nombre: el sistema de identificación es por manzana. (5) La comida no es cara. Se cena temprano. La oferta de sushi, aunque fuerte, no constituye la dieta básica, ni el ramen la única sopa; el pescado y los vegetales, omnipresentes y muy buenos. Wasabi aparte, no hay picantes en la cocina japonesa. En Tokio, como en tantas otras ciudades, son muy populares los izakaya, mini reductos muy populares que dan a la calle, a los que acuden empleados y ejecutivos a la salida del trabajo, para comer relajadamente sencilleces a la plancha. No se deja propina en restaurantes y cafeterías. (6) La mejor época para ir es en primavera –de marzo a fines de abril– y hay que evitar junio y julio porque llueve intensamente todos los días. (7) A los japoneses no les molesta ser fotografiados, más bien todo lo contrario. (8) Hay que comprar un chip para el celular o usar WIFI móvil y bajar la aplicación Hyperdia, imprescindible para moverse con cualquier transporte público. Para wifi gratis, la app TRAVEL JAPAN WI-FI.
TOKIO
Capital del reino nipón, ciudad poderosa híper ordenada, silenciosa, muy segura. Sus barrios son extensos y demandan, mínimo, medio día cada uno.
QUÉ VISITAR. En pleno centro, el Palacio Imperial. En Asakusa, el templo Senso-ji, de 1.300 años, y en las cercanías, su contrapunto: la Tokio Sky Tree, alta 634 metros. Yanesen y Kagurazaka, dos áreas históricas. Harakuru concentra la moda joven para chicas, devotas de la cultura kawaii. Shibuya son miles de jóvenes, grandes edificios, casas de videojuegos, mucho neón. Ginza es la 5° Avenida de Tokio: veredas anchas, súper marcas internacionales, edificios de vanguardia y restaurantes multiestrellados por Michelin. Shinjuku tiene la estación de tren más concurrida del mundo, distritos comerciales con grandes almacenes, y el bello jardín Shinjuku Gyoen. En el parque de Ueno florecen los cerezos en primavera, y está el Museo Nacional de Tokio. Akihabara: "el" barrio de la electrónica a nivel mundial; el animé y el manga, en la calle Otome. Sume Odaiba, Shimbashi, Omotesando, la zona del río Sumida…
FUERA DE LA CIUDAD. Dos pueblitos: Kamakura y su Buda de bronce a cielo abierto más grande del país, y Kawaguchiko, al pie del icónico monte Fuji, de 3.776 msnm.
QUÉ COMER. Cocina japonesa y propuestas occidentales conviven en esta ciudad de 13 millones de almas. Dos platos populares: ramen (sopa favorita de jóvenes viajeros) y monjayaki (insumos diversos a la plancha).
KIOTO
Antigua capital del Japón (794-1868), es la única gran urbe que no fue bombardeada en la II Guerra Mundial. Por ello, hoy es patrimonio arquitectónico e histórico. Como en un juego de palabras capicúa, Kioto es la ciudad contraste que sumerge al viajero en el Japón tradicional, el Japón de las mujeres en kimono, de las geishas y maikos (aprendices de geisha) que se dejan ver en Gion, y de los templos: 1.600 budista y más de 400 sintoístas.
QUÉ VISITAR. Cinco hitos: Kinkaku-ji, el templo del pabellón dorado. Ginkaku-ji, el del pabellón plateado y su bellísimo jardín. El santuario Heian y el Fushimi Inari-taisha (data del año 711), dedicado a Inari, protector de las cosechas, santuario famoso por los miles de toriis –puertas– que enmarcan el largo camino al templo a través de un bosque. Y dos insoslayables: Kiyomizu-dera y Sanjusangen-do (con sus mil y una estatuas de Kannon, diosa de la misericordia). Paseo urbano por Pontocho al atardecer, para cerrar el día con una cena en ambiente animado.
FUERA DE LA CIUDAD. El maravilloso bosque de bambú, en Arashiyama, a 15 minutos en tren.
QUÉ COMER. Reconocida por sus salones de té, se impone probar dulces tradicionales, en especial los hechos a base de matcha, el té verde molido japonés.
OSAKA
Es la tercera ciudad más grande de Japón. También es la más latina: ruidosa, afable y muy extrovertida. Los turistas jóvenes la adoran.
QUÉ VISITAR. El castillo de Osaka, reconstruido luego de la II Guerra Mundial. Lo rodean un gran parque y jardines; en su interior aloja un museo y ofrece, desde lo alto, una vista del territorio circundante. La zona de Dotombori: es el barrio más instagrameable, luminoso y caótico alrededor del río, el mejor cierre de la noche.
FUERA DE LA CIUDAD. Nara, otra antigua capital de Japón, a 45 minutos de Osaka. Famoso es su parque homónimo, dominio del ciervo sika, considerado mensajero de las deidades por el sintoísmo (los cérvidos andan sueltos y la gente los alimenta), y sede del templo Todaiji erigido en 745. Este edificio es de madera y se lo considera el más grande del mundo, en cuyo interior descansa –desde el año 751– el Buda bajo techo también más grande del país.
QUÉ COMER. Osaka tiene su propia expresión y es kuidaore, que significa comer hasta desmayarse, el deporte favorito de sus habitantes. Los clásicos okonomiyaki (especie de tortilla japonesa), takoyaki (bolitas de pulpo), kushikatsu (brochette de empanadas fritas) están en la lista de los sabores disponibles a modo de street food.
MONTE KOYA
Centro del budismo de la rama shingon, con sus 1.200 años de historia es uno de los sitios más sagrados de Japón, ubicado en un entorno natural de mágica atmósfera al sur de Osaka. Toda la montaña, que llega a mil metros de altura, tiene carácter de templo. El camino de acceso, de dos kilómetros, está flanqueado por cedros y más de un centenar de templos y jardines. Es un destino de peregrinos, de fieles y de turistas que buscan vivir una experiencia mística: dormir en un recinto sagrado, meditar y alimentarse con comida vegetariana hecha por los monjes.
QUÉ VISITAR. Además de recorrer el lugar, aprovechando los senderos de los peregrinos, se recomienda visitar de noche el cementerio Okunoin en compañía de un monje. Para ello es preciso levantarse al alba para compartir los rezos matinales, desayunar con los religiosos.
QUÉ COMER. El hospedaje en un templo es con media pensión. La comida es a base de productos locales, naturales y silvestres denominada shojin ryori. Es una cocina estacional en la que resalta la expresión gustativa de cada ingrediente. Otra especialidad: el tofu de sésamo, quizás el más exquisito que se haya probado jamás.
HIROSHIMA
Es la Ciudad de la Paz, tristemente famosa por hacer sido blanco de la primera bomba atómica lanzada sobre una población, el 6 de agosto de 1945.
QUÉ VISITAR. El Parque Conmemorativo de la Paz y su Llama de la Paz (que seguirá viva hasta que no desaparezcan todas las armas nucleares de la Tierra), el Museo de Iroshima, y la cúpula de la Bomba Atómica, en el único edificio que quedó en pie.
FUERA DE LA CIUDAD. La isla de Miyajima, a la que se llega en ferry. Como si del escenario de una película de Miyazaki se tratara, esta isla recibe con la imagen del santuario Itsukushima, que parece suspendida sobre las aguas del mar de Seto. Lo precede el gran torii, pórtico de entrada a los santuarios que marca la frontera entre lo profano y lo divino; del período Meiji, se construyó en 1875. La magia sucede por la tarde, cuando la marea baja y se puede ir caminando hasta los pilares del torii (de 16-17 metros de alto y diez de diámetro), que no están clavados sino apoyados en la arena y sostenidos por su propio peso. Itsukushima, el santuario sintoísta (año 593), surgió durante al período Suiko y es patrimonio de la Unesco.
QUÉ COMER. Hiroshima es célebre por sus okonomiyaki, la pizza o tortilla japonesa. Muy cerca del Memorial está Masamen, mini restaurante sobre una esquina (calle Okkundo) con comida al paso muy rica: el cerdo a la plancha con mostaza y cebolla japonesa, una delicia.
KANAZAWA
Muchos la llaman "la pequeña Kioto" por ciertas similitudes en la arquitectura tradicional, huellas propias de la época feudal, y que han sabido conservar. La diferencia es que Kanazawa todavía no está turísticamente tan masificada.
QUÉ VISITAR. El distrito de las geishas en Higashi Chaya y Kazuemi Chaya: una inmersión en el pasado. Los jardines de Kenrokuen: uno de los tres más bellos de Japón. Desde aquí, ir al castillo de Kanazawa y concluir en Nagamachi, el antiguo barrio de samuráis: para sentirse dentro de una película de Akira Kurosawa.
FUERA DE LA CIUDAD. Kaga Onsen es un conjunto de cuatro pueblos, situados a 50 km al sudoeste de Kanazawa, entre el mar del Japón y los Alpes, con aguas termales y una excelente gastronomía local. En Kaga Onsen, el visitante tiene la posibilidad de alojarse en un ryokan, hospedaje tradicional japonés surgido, oficialmente, a mediados del período Edo en 1750. Hoy, un ryokan es una propuesta sofisticada más acorde a la demanda de los viajeros occidentales: tatami, baños termales colectivos, baño y cocina de platos típicos.
TAKAYAMA
Pequeña ciudad enclavada en plenos Alpes japoneses, es un destino cada vez más popular entre nipones y extranjeros.
QUÉ VISITAR. El casco histórico, con sus tres calles principales de la época de oro, cuando era un rico pueblo de comerciantes. Hay museos, destilerías de sake, galerías de arte y casas que se mantienen prácticamente intactas desde su construcción en el período Edo (siglo XVIII), y que es posible visitar por dentro.
FUERA DE LA CIUDAD. La histórica aldea de Shirakawago, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Este pueblo, enclavado entre montañas, es uno de los lugares más fotogénicos del Japón por sus casitas típicas con tejado tipo bungalow hecho de paja, según un estilo acuñado hace más de 250 años. Esta forma de construcción se denomina gassho zukuri. Es una excursión por el día desde Takayama o Kanazawa.
QUÉ COMER. En los campos de la verde y montañosa Gifu, en el centro de Japón, se cría el ganado vacuno de Hida, de pelo negro, alimentado a pasto y maíz. Esta carne, que compite con la codiciada Kobe, es un preciado bocado tierno y sabroso, una especialidad de Takayama y alrededores que se propone en barbacoa japonesa, hecha buñuelos, en bowl con arroz y hasta en sushi.
NAGANO
Sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1998, esta ciudad es una muy buena base para conocer los Alpes japoneses. Paraíso de esquiadores y apto para excursiones de senderismo. El templo Zenkoji es un punto de interés a tener en cuenta.
FUERA DE LA CIUDAD. Vincular la antigua Edo (actual Tokio) con Kioto es recrear el histórico trayecto que se cubría a caballo. Uno de los caminos es la ruta de Nakasendo, que cruzaba el valle del Kiso. Dos de sus antiguas estaciones de descanso (supo haber 69 paradas) son Magome y Tsumago; los ocho kilómetros que separan ambas localidades se pueden cubrir a pie. En tren, desde Nagano, es un paseo por el día.
Otra escapada es al Parque de los Monos de las Termas Jigokudani, residencia de los llamados "monos de la nieve" que disfrutan de los baños termales al aire libre a 850 msnm. Este parque, inaugurado en 1964, se hizo famoso con los Juegos Olímpicos de Invierno. La imagen de los simios inmersos en el agua caliente y rodeados de nieve sigue atrayendo a viajeros de todo el mundo.
QUÉ COMER. Shinghu soba: fideos finos de trigo sarraceno en un caldo caliente.
NAHA
La isla de Okinawa fue, entre los siglos XV y XIX, un territorio independiente, el Reino de Ryukyu. Se dice que de ese pasado conserva una energía especial, más relajada, quizás por influencia de su clima tropical. Naha es la capital de la prefectura de Okinawa, pero lo mejor sucede en otra parte.
FUERA DE LA CIUDAD. Hacia el este, se halla el castillo Shuri (siglos XV y XV), y más alejado, en el noroeste, el Parque Conmemorativo del Gobierno Nacional de Okinawa, con el gran acuario Churaumi, de 8,2 metros de alto y 22,5 metros de ancho. El verdadero tesoro, sin embargo, son sus playas que, repartidas en 160 islas (en su mayoría deshabitadas), compiten en belleza natural. A menos de una hora de ferry, una muestra de tales paraísos ignotos es la isla Kerama. Con tiempo a favor, la clave es llegar en avión a Miyako, donde aguardan arenas blancas, arrecifes de coral y aguas poco profundas.
QUÉ COMER. Okinawa es conocida por ser la isla de la vida eterna. En el pueblo de Ogimi muchos de sus habitantes superan los cien años. Una de las razones –dicen– es la alimentación, basada en algas, criaturas marinas, carne de cerdo y goya, una verdura típica del lugar.
Mirá la ubicación de las ciudades en el mapa:
Erika Uehara
LA NACION