Cruzar a pie los Pirineos, un desafío apto para todo público
El siguiente relato fue enviado a lanacion.com porJorge Osvaldo Azpiri querés compartir tu propia experiencia de viaje inolvidable, podés mandarnos textos de hasta 5000 caracteres y fotos a LNturismo@lanacion.com.ar
Un día, Roberto (64) en excelente estado físico y yo (74) con una rodilla maltrecha, nos propusimos cruzar los Pirineos caminando. Elegimos el Camino Francés que lleva a Santiago de Compostela, limitando nuestro desafío a caminar alrededor de 85 km entre Saint Jean Pied de Porte (Francia) y Pamplona (Navarra).
Por supuesto que nuestro objetivo era mucho más modesto del que tienen habitualmente los peregrinos ya que éstos caminan alrededor de 30 km por día cargando una mochila con muchos kilos y alojándose en albergues municipales.
Planeamos etapas más cortas y contratamos a una empresa que se ocupó del traslado de mi esposa y de las maletas entre cada etapa y que nos reservó hospedaje en habitaciones con baño privado.
Y así salimos un día de junio, lluvioso y frío de San Jean Pied de Port que es una pequeña localidad vasca al norte de los Pirineos, con su ciudadela medieval, atravesada por el río Nive e imbuida del espíritu jacobeo ya que allí concurren todos los caminos de los peregrinos que parten de distintos puntos de Europa.
Fiel a nuestro propósito de no imponernos exigencias desmedidas, descartamos el camino Napoleón que lleva a Roncesvalles en una etapa de casi 30 km y que debe su nombre a que por allí pasaron las tropas del Emperador cuando invadió España a principios del siglo XIX.
Elegimos llegar en este primer tramo a Valcarlos, atravesando la Port d’Espagne, punto simbólico de partida de esta travesía, para encarar la senda que nos llevó por paisajes inolvidables. La dificultad sobrevino casi al final cuando trepamos una cuesta. Desde la altura veíamos al pueblo donde debíamos llegar.
La etapa siguiente hasta Roncesvalles se presentaba como la más difícil porque debíamos ascender al Paso de Ibañeta a 1045 metros de altura. Valcarlos, desde donde partimos, se encuentra a 365 metros del altura, para luego descender en poco más de 2 km hasta nuestro destino.
Luego de partir y al cabo de aproximadamente 3 km interpretamos erróneamente una indicación y emprendimos una trepada muy abrupta durante una hora hasta que la única persona que vimos en todo ese trayecto nos indicó que debíamos desandar todo nuestro camino.
Al llegar al lugar de la equivocación comprobamos que la señal nos dirigía a un pequeño sendero de no más de 60 cm de ancho que atravesaba un bosque encantador mientras al fondo del barranco discurría un cristalino arroyo.
Después tuvimos que caminar un trecho por la carretera y nuevamente volvimos a una senda empinada que nos llevaba al que parecía cada vez más lejano Paso de Ibañeta, ya con varias horas de caminata.
Ese sitio es famoso porque allí transcurrió la batalla relatada en la mítica Chanson de Roland entre la retaguardia del ejército de Carlomagno que, según se cuenta allí, resultó vencida por tropas sarracenas.
Finalmente descendimos hasta Roncesvalles para visitar la Colegiata de Santa María y la capilla de Santiago. La etapa que debió ser de 14 km se extendió por nuestro descuido a 24.
Tuvimos nuestra recompensa porque nos alojamos en la Casa de los Beneficiados un antiguo monasterio reciclado en un confortable hotel.
Subidas y bajadas
Al día siguiente, otra vez en la ruta encaramos un camino de 13 km hasta Bizkarreta que resultó el tramo más amigable de toda la travesía con subidas y pendientes no tan empinadas y atravesando poblados muy pintorescos como Burguete y Espinal.
En Bizkarreta, un pueblo de escasos 40 habitantes, nos alojamos en una casa rural llamada Amatxi Elsa, atendida por Jorge y Elsa, un matrimonio mendocino que nos hicieron sentir como en nuestra casa.
De allí a Zubiri con caminos empinados, con el piso de gruesa grava y en muchos casos con lajas desparejas que por suerte, no estaban mojadas porque hubiera sido un tramo sumamente riesgoso. Por supuesto, continuamos atravesando bosques y trepando y descendiendo por cuestas pero cada vez menos escarpadas.
Llegamos a este poblado un poco más importante después de cruzar el río Arga por el puente de la Rabia llamado así porque según la tradición si un perro rodeaba el pilar central tres veces se curaba de esa enfermedad.
La última etapa hasta Pamplona era la más larga, 23 km y el cansancio se había acumulado por lo que comencé a barajar alternativas, como ir un tramo en coche y después seguir caminando pero la determinación de Roberto de continuar como lo habíamos planeado me hizo desistir, por fortuna, de esa alternativa facilista.
La primera parte de esta etapa es de las más hermosas porque la senda corre a la vera del río Arga y lleva por túneles formados por árboles tan cerrados que a veces nos teníamos que agachar para transitarla. Para el final quedó un tramo urbano a través de ciudades aledañas para llegar al Portal de Francia que indicaba el ingreso a Pamplona y el fin de nuestra travesía.
Aparte del desafío personal que nos habíamos propuesto, transitar por un tramo del Camino de Santiago tiene una impronta especial, aun para aquellos que lo hacen sin propósitos religiosos, porque se forma entre los peregrinos una espontánea camaradería. El tradicional saludo "Buen camino" dicho en varios idiomas o en español con los más diversos acentos, crea un sentido de pertenencia a una cofradía efímera pero por demás trascendente.
También, transitar por senderos y observar el paisaje en escala humana con tiempo para apreciarlo. La paleta de la naturaleza nos regala infinidad de matices del verde y atravesamos pinares, hayedos y robledales entre muchos otros bosques.
Las conversaciones surgían al ritmo de los deseos de cada uno. Y también, los momentos de silencio, solo quebrado por el rítmico sonido de nuestros pasos sobre la grava del camino facilitaron tiempos de introspección que resultaron importantes.
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