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El Correo no funcionó siempre en el actual Centro Cultural Kirchner de Corrientes y Alem. Tuvo sedes en Bolívar entre Venezuela y Belgrano hasta 1873, en el costado sur de la Casa de Gobierno hasta 1885, y en Moreno y Bolívar hasta 1901, cuando las autoridades alquilaron la propiedad de Rosa Anchorena de Fernández en la esquina suroeste de Corrientes y Reconquista.
Para esa época, ya habían comenzado los trabajos del arquitecto Maillart para la sede definitiva, que concluyeron recién en 1928. De modo que el Correo estuvo en ese sitio 26 años. Por la calle Reconquista se despachaba la carga; por Corrientes, los telegramas al exterior, y por la ochava se ingresaba para enviar cartas y franqueo.
En los años 30, el edificio fue muy modificado. En el local de la esquina se instaló La Ferretería Alemana de Jorge Caillé. El microcentro empezó a crecer y a cambiar a gran velocidad. En 1934 se inauguró en Corrientes 456 el edificio Safico; en 1939, el edificio Gauchos (en la esquina sudeste), y entre 1946 y 1976, el pujante estudio SEPRA (Sánchez Elía, Peralta Ramos y Agostini) levantó los dos edificios de las esquinas norte.
La última en ser demolida fue la suroeste. Allí, los arquitectos Raña Veloso, Álvarez y Forster construyeron, entre 1979 y 1982, la torre del Banco de Tokyo. Fue tras una larga polémica, vinculada, curiosamente y una vez más, con el Correo: el proyecto original, del mismo estudio, había sido concebido para el terreno de Alem y Perón. Las voces populares se alzaron reclamando que atentaría contra la estética y la armonía entre el Palacio de Comunicaciones y la vecina Casa de Gobierno. Hubo marcha atrás y nuevo emplazamiento.
El inmueble de Corrientes 420 surgió junto con la plazoleta San Nicolás, inaugurada el 4 de marzo de 1982. Tiene 44 metros sobre Av. Corrientes y 49 metros de profundidad. En el lugar se esconde una pequeña estatua de Santiago de Liniers, que rinde homenaje a sus logros en la Primera Invasión Inglesa (1806).
Dicho sea de paso, y aunque de ese fogoso amor no queda más que la leyenda, media cuadra más hacia Sarmiento, vivió su amante Ana Perichon de O’Gorman –abuela de Camila–, a la que llamaron “La Perichona”.
LA NACION