La Riviera Maya atrae con sus arenas blancas y mar turquesa. Pero ofrece mucho más a quienes estén dispuestos a adentrarse en sus misterios. Su corazón selvático guarda algunas de las maravillas más inquietantes y extraordinarias de la geografía mexicana: los cenotes.
No en vano, Tulum es Yucatán; Yucatán es la piedra caliza, y la piedra caliza es el cenote... O viceversa. Cenote: pozo natural que se forma bajo tierra a medida que el agua de lluvia disuelve la piedra caliza; conforme pasa el tiempo, esa cámara subterránea se va haciendo cada vez más grande hasta que la parte superior, o "techo", colapsa y queda el pozo a la vista. A veces son varias las cavernas que acaban conectadas por derrumbe de las paredes que las separan, y llegan a formarse ríos subterráneos. Se presume que hay miles de cenotes, pero abiertos al público son sólo unos 300.
El cenote –"caverna con agua" en lengua maya– es una de las mayores riquezas de Tulum. Los más conocidos se anuncian con carteles de neón desde la ruta; los que están fuera del circuito comercial son los más tentadores por su calma ambiental, a los que se llega por recomendación de lugareños.
Pero el atractivo de estos lugares únicos no se agota en la majestuosidad de sus formas. Para los antiguos mayas, los cenotes eran nada menos que las puertas de entrada al inframundo. Es que esta antigua civilización creía que, al fallecer, las almas de las personas recorrían un extenso camino hacia el mundo de los muertos. Ese lugar, llamado por ellos Xibalba, era además la morada de los dioses y estaba ubicado debajo del suelo y bajo el agua.
Por eso, para ellos los cenotes eran lugares sagrados que comunicaban con ese otro mundo y en los que se realizaban ceremonias y rituales en honor a los dioses y a los antepasados.
Pero si bien todos comparten esa mágica historia, los cenotes son bien distintos entre sí. Algunos son abiertos y otros cerrados. En algunos se puede nadar, en otros también practicar buceo -siempre en compañía de personal calificado-, algunos están llenos de luz y otros, en la más absoluta oscuridad.
La mayoría permanece abierto al público de 10 de la mañana hasta las 17. Y, como la distancia entre ellos es variable, para optimizar el tiempo, muchos turistas optan por contratar algún tour que ofrezca la visita a tres o cuatro cenotes y que contemple la realización de actividades variadas como snorkel, rappel, tirolesa y paseos en kayak. Aquí, presentamos tres de los más increíbles tesoros de la Riviera Maya.
XUANAAN-HA
Uno de los más visitados es el de Xunaan-Ha, en Chemuyil, una localidad a pocos kilómetros de Tulum en dirección a Playa del Carmen. Para llegar, se puede realizar un tour -con guía- en bicicleta que atraviesa Chemuyil y Chan Chemuyil hasta este cenote abierto de siete metros de profundidad y casi invisible, gracias a la selva que lo encubre. Al llegar, una pequeña tirolesa le agrega adrenalina a la zambullida y el snorkel ayuda a descubrir en este espejo de agua cristalina la rugosidad de la piedra, el musgo que brilla.
Las cuevas se adivinan en los costados profundos de la roca. Son metros y metros hacia la oscuridad que, por supuesto, sólo se pueden explorar con equipos de buceo. La excursión lleva a los visitantes a otra cueva a la que sí se puede entrar. Con las zapatillas mojadas, y quizá un poco más, hay que avanzar agachado 50 metros hacia llegar a una suerte de claro en el que el agua y la luz de las linternas crean un espacio mágico. Este lugar es conocido por sus viejas leyendas y mitos vinculados con las buenas y las malas energías.
EDÉN
Edén es un cenote abierto, con una profundidad de diez metros y una gran cantidad de curvas subterráneas. Por eso, también es recomendable realizar la excursión junto a un guía especializado.
Aquí, la burbuja turquesa en el medio de la fronda se repite. Es tan tupida la vegetación que el sol no pasa, y sólo se registra su reflejo en el agua; es el reflector que se necesita para animarse a descubrir otra versión de ese mundo subacuático. Los manglares vistos desde abajo, el encuentro de estalactitas – que bajan del techo- y estalagmitas – que emergen del suelo- inventan columnas caprichosas, oscuridades y sorpresivos claros. La experiencia, por eso, resulta tan extraña como fascinante.
TALK BE HA
Otro de los cenotes lleva por nombre llama Talk Be Ha y está dentro de una comunidad maya de Tulum. En este caso, se trata de un cenote cerrado, una gran caverna con una laguna iluminada por reflectores y por un único haz de la luz natural que se filtra a través de un pequeño hueco.
La mayoría de los que llegan a este increíble lugar queda impresionada por ese conjunto de chorreones de carbonato de calcio, como si apuntalaran el techo de esta cueva repleta de formaciones irregulares, fuera y dentro del agua. La experiencia se completa, claro, con una buena zambullida en pos de nuevos hallazgos.
LA NACION