El distrito de "Venice" está de moda, pero no todos conocen sus canales. Esta es la historia de Abbot Kinney, el pionero que importó la idea de hacer canales como en Venecia en plena ciudad de Los Ángeles.
No son mansiones como las de Beverly Hills. No hay estrellas paseando caniches como en Hollywood. Venice Canals es un pequeño distrito oculto dentro del gran Venice. No es Venice Beach, ni la cancherísima calle Abbot Kinney . Hay que saber de su existencia y buscarlo para disfrutar de un paseo singular de Los Ángeles .
Tal como lo quiso su fundador en 1905, se trata de una pequeña Venecia dentro de California. Con todo lo que ello implica. En lugar de palacetes y gondolieri, hay casas sencillas –y no tanto– con unos pocos botes y lanchas. Los terrenos son chicos y la variedad arquitectónica le da un aspecto ecléctico al barrio.
Todo comenzó en 1891, cuando Kinney construyó el resort Ocean Park con muelle, cancha de golf, y pista para caballos. Era accesible por tranvía, tanto desde Los Ángeles, como desde Santa Mónica. El automóvil no tenía aún la penetración que consiguió pocos años más tarde, por lo que la navegación y el transporte interno en un tren a vapor resultaban alternativas válidas para el plan natural que era caminar. En la zona de la Gran Laguna se montó una importante montaña rusa, y todos los canales –muchos más que los actuales– eran surcados por góndolas con gondolieri importados de Venecia. Pronto fue conocido como el Coney Island del Pacífico.
Poco después de la inauguración, en 1905, los canales eran surcados por gondolieri, como en Venecia.
Como empresario, Kinney –nacido en Brunswick en 1850– era audaz. Heredó de su padre un imperio de tabaco y aumentó su fortuna con los cigarrillos Sweet Caporal. Se dedicó a viajar por toda Europa, Asia y el Pacífico, incluyendo Egipto, Ceylán y Nueva Guinea. Regresó por San Francisco, pero no pudo volver a la costa Este debido a una tormenta de nieve. Cuentan que entonces viajó al sur de California y llegó sin reserva al hotel Sierra Madre de las colinas de Pasadena. Lo hicieron dormir en una mesa de billar, pero, aparentemente, al día siguiente se despertó curado del asma que lo afligía. Enseguida resolvió comprar 550 acres muy próximos para fundar su propio "ranch", al que bautizó Kinneloa. Allí pasaba buena parte del año, y construyó un complejo sistema de irrigación que le permitió sembrar más de seis mil cítricos, viñedos y árboles caducifolios.
Kinney murió de cáncer de pulmón en 1920, dos semanas después de cumplir 70 años y está enterrado en el cementerio Woodlawn de Santa Mónica. Kinneloa se vendió a los hermanos Lockhart en 1928.
La desaparición física de Kinney también implicó la inmediata muerte de los canales. La falta de circulación del agua trajo olores y la objeción de las autoridades sanitarias que ganaron la batalla, y acabaron por cubrir gran parte de ellos en 1929.
Cuando Kinney murió la mayoría de sus canales fueron cubiertos por asfalto: tenían un olor fétido por la falta de circulación del agua.
No era del todo ecológico el argumento. Por aquellos años, habían descubierto petróleo en Venice, y los intereses económicos hicieron que en pocos meses en la zona proliferaran las torres de explotación.
En rigor, los canales originales de Kinney ya no existen. Los que sobreviven están más al sur y son los que fueron conocidos como Short Line Canals (debido al nombre del trolebús que circulaba por allí). Fue un desarrollo inmobiliario posterior, que data de 1910, y que se salvó de milagro de ser pavimentado. La crisis que sobrevino al año 29 probablemente sea la responsable de su supervivencia, pero los angelenos recuerdan con escozor los 40 años que siguieron: además del olor, la zona se había vuelto peligrosa, hasta que por una iniciativa de los vecinos, en los años 80 comenzaron a limpiar las orillas y tratar de conseguir fondos para dragar y sanear los canales.
Las autoridades locales finalmente revitalizaron por completo el barrio en 1992. Desde entonces, ha ido recobrando nombre –y tarifa en alza en los bienes raíces locales–, y se trata de un distrito ecléctico, más hippie que chic, pero que cotiza alto. Los turistas no suelen tenerlo en cuenta, pero es muy grato y curioso conocerlo. Realizan desfiles de navidad, con Santa Claus circulando en canoa por los canales, cada diciembre.
El paseo termina inevitablemente en el boardwalk, el circuito costero que es clásico angeleno. Entre ciclistas y skaters se mezclan quienes alquilan un Bird (nuevo tipo de scooter que cuenta con una aplicación para retirar y dejar en cualquier lugar del barrio).