Fue fundada en 1939 por Renée Dickinson, joven inglesa de 26 años que murió 4 años más tarde. Siguió en manos de su sobrina Janet, y en la actualidad está al frente otra joven mujer. Tiene la mejor vista de San Martín de los Andes.
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En 1939 Renée Dickinson abrió las puertas de la casa de té Arrayán, la primera de San Martín de los Andes. Ubicada sobre la ladera del cerro coronel Díaz, con una vista única al lago Lácar, el sitio permanece abierto, actualizado por la mano de la tea blender Ornella Aristizábal. Exquisitas variedades de té, repostería deliciosa y la historia de una mujer pionera, esperan al viajero.
Dickinson, una joven inglesa de 26 años llegó a la Patagonia en 1936 como una turista más. En la vieja Ruta de los Siete Lagos descubrió un lugar increíble: un claro en el bosque con vistas al lago azul- turquesa y decidió armar ahí su nuevo hogar. En apenas tres años, la aspirante a actriz y modelo, flaca, alta, de pelo colorado, construyó un refugio de montaña en tierras que le cedió el Parque Nacional Lanín para fomentar el turismo, cuando eran pocos los visitantes que llegaban hasta aquí. En 1939 la casa de té Arrayán, que en lengua mapuche significa “donde cae el último rayo de sol”, abrió sus puertas.
La casa, construida con madera de ciprés, tiene un salón principal con un mirador sobre el lago Lácar y fue diseñada por un arquitecto del estudio de Alejandro Bustillo. Una enorme estufa a leña da calidez al living donde se sirve el té.
Renée Dickinson era obstinada: una mujer sola en medio de la montaña que cumplió el sueño de tener una casa de té, en este pueblo que por entonces tenía solo dos mil habitantes.
La vida no fue fácil para su fundadora. Renée no tuvo suerte en el amor: se casó y se separó a poco de llegar. Más tarde halló otro amor, un joven periodista británico de paso por el lugar, pero la historia no tuvo final feliz. Renée enfermó y murió en 1943, poco después de construir su refugio de montaña.
Entonces Arrayán pasó a manos de su hermano, Barney Dickinson, y de su esposa, Francis, quien se hizo cargo de la cocina. Más tarde la hija de ambos, Janet Dickinson, heredó y mantuvo abierta la propiedad.
El periodo de gloria de Arrayán finalizó en 1960, cuando se hizo una nueva Ruta de los Siete Lagos y la casa de té dejó de ser paso obligado para los viajeros.
En los primeros años de la década del ’90, Janet alquiló la propiedad y en esa misma década cambió de manos a un grupo inversor de Buenos Aires. Finalmente se hizo cargo del lugar la tea blender Ornella Aristizábal.
Hoy, Arrayán sigue en pie y conserva la mayor parte de su fachada original. La casa fue declarada patrimonio histórico y arquitectónico por la municipalidad de San Martín de los Andes.
Nueva etapa
Ornella le dio otra vida al lugar. No sólo creó una carta con veinte variedades de té mixturados con frutos, flores y diferentes condimentos, además amplió las opciones de la carta con verdaderas delicias para a acompañar la magia de sus infusiones.
“Hacer un blend es como componer una canción -sostiene Ornella- a veces se comienza por la letra, otras por la melodía. En el caso de los tés es muy similar, se puede iniciar con una mezcla de sabores, con una situación o un lugar”.
Los blends llevan los nombres de las pioneras. Renée, es un té verde con ralladura de jengibre, menta, limón y un toque especial de lemon grass. Janet, es una mezcla de hibisco, rosa mosqueta, cáscaras de naranja, manzana silvestre y berries. “Busqué crear una variedad de tés de amplio alcance que pueda complacer a expertos y aficionados”, sostiene Aristizábal.
En el lugar no sólo hay té, también se ofrece una diversidad de tortas, scons y sándwiches que se sirven en la terraza dispuesta de manera estratégica para ver el atardecer.
La estrella de la carta es el afternoon tea que comienza con una degustación de cuatro variedades de brioche con pollo y continúa con la viennoiserie – panadería de origen francés a base de masa de hojaldre– entre los que se destacan el pan de chocolate y el de membrillo con dulce de leche, también hay cookies rellenas y una selección de pasteleria casera.
A pocos metros de la cabaña principal, un sendero atraviesa el bosque donde crecen araucarias, cedros azulados, cerezos dulces, cerezos de jardín y ciprés, ideal para las caminatas. Al atardecer, el mejor sitio es la terraza, desde allí los días despejados es un placer contemplar la caída del sol sobre el Lácar.
“No hay otra casa de té en medio de la montaña con una vista igual al lago”, sostiene Agustina Di Lorenzo, una vecina de San Martín de los Andes que conoce el salón. “He venido muchas veces. Ahora está mejor que nunca”, afirma la mujer.
“El lugar es increíble”, señala Malena Rossi, otra visitante ocasional. “Es inigualable. La pastelería me encanta, en especial el cheesecake y la marquise de frutos rojos” expresa Alejandra Arano, huésped de la casa de té.
“Siempre tuvo una magia particular. Todo el mundo se enamora de su paisaje”, afirma sin dudar Flavio Correa, quien vivió en Arrayán durante una década junto a Janet Dickinson.
Ornella no sólo se propuso rescatar la historia de Renée, “que construyó y amó este lugar”. Y la de Janet, sobrina de la fundadora, que luchó por mantener viva la historia familiar. La nueva emprendedora, además, amplió el refugio y sumó un lodge para recibir huéspedes en otro sector del terreno de tres hectáreas. El sitio cuenta con cuatro cuartos y un pequeño living donde se sirve el desayuno.
Detrás de la casa de té, está la primera cabaña de ciprés donde vivió Renée, allí se conservan recortes originales de periódicos de Inglaterra de la década del ’30. La idea de Ornella es armar un pequeño museo en memoria de la familia Dickinson. Mientras tanto ya construyó un anfiteatro para que suene en vivo música de jazz.