¿Existirán en otro país del mundo tantas ruinas de hoteles de lujo como en la Argentina? Los hay en la costa atlántica, los Andes, las pampas y las sierras. En la gran mayoría de los casos fueron construidos a principios del siglo XX, durante los años en que la clase alta del país deslumbraba al mundo con sus fortunas y su tren de vida extravagante. Era cuando en París -el destino por excelencia de aquellas familias- nació la expresión riche comme un Argentin (rico como un argentino).
Esas ruinas recuerdan los tiempos en que la Argentina era vista por el resto del mundo como hoy se mira a Dubai o Singapur. La decadencia de aquellos hoteles transformó sus restos en campos de juego para fantasmas y otros géneros de ectoplasma: y en cuanto a actividades paranormales, el campeón de todas las categorías es el Gran Hotel Viena, en el norte de la provincia de Córdoba. Se dice incluso que es uno de los lugares más embrujados de la América. El programa estadounidense Ghost Hunters le dedicó por este motivo un programa entero, presentado por la cadena SciFi en enero de 2010.
En aquella ocasión sus productores comunicaron que "los cazafantasmas se aventuraron a Miramar e hicieron base en el Gran Hotel Viena, que fue alguna vez la residencia de criminales de guerra nazis". Es que las ruinas son como un gran supermercado del terror, donde hay garantías de encontrar de todo: fantasmas, hechos inexplicables, rumores de todo tipo, muertes súbitas, criminales de guerra y hasta el rumor de la presencia de Hitler, el espíritu del mal por excelencia.
Antes y después de la inundación
Las paredes decrépitas del Gran Hotel Viena encierran tantos mitos como verdades. Y la realidad fue muchas veces más increíble que la fantasía. Al igual que todo lo que ocurre en Mar Chiquita, donde lo común es descomunal y lo normal se vuelve pronto paranormal. Empezando por la laguna misma. A pesar de su nombre es como un pequeño mar interior, uno de los cinco lagos salados más extensos del mundo. Otra curiosidad: es endorreico, una palabra que usan los geógrafos para indicar que sus aguas no tienen salida. Su cuenca está alimentada por varios ríos, entre ellos el Primero y el Segundo, y por surgentes en conexión con las napas subterráneas del Acuífero Guaraní. Mar Chiquita regula estos aportes mediante la evaporación. O las inundaciones…
Así ocurrió entre los años 1977 y 1981, luego de temporadas de abundantes lluvias. En el pequeño Museo Fotográfico de Miramar de Ansenuza -el nombre completo de la localidad- se exhiben fotos del antes y el después de la crecida del lago. El pueblo original, uno de los balnearios más concurridos e importantes del centro del país, quedó en parte bajo el agua.
Casas, calles y hasta la pileta municipal fueron sumergidos. Se dice que hay más de 100 hoteles bajo el oleaje suave. El 90% del pueblo original quedó hundido en pocos días. En esto Miramar es la hermana en desgracias de Villa Epecuén, otro balneario multitudinario que vivió la misma tragedia, en el sur de la provincia de Buenos Aires.
El pueblo de hoy vive al costado de su gemelo invisible, sepultado bajo el agua salada de la laguna. En los años 40, cuando Miramar empezó a prosperar y se construyó el gran hotel, Mar Chiquita era solamente una pequeña versión de la actual: ni siquiera los pobladores más ancianos se imaginaron que el nivel podría subir tanto. Sin embargo, se estudió más tarde que la laguna tiene ciclos naturales de expansión y contracción. Desde hace varios años su nivel es suficiente como para que las olas vengan a romper contra el terraplén que se construyó al pie del hotel, con el objetivo de conservar las ruinas en pie.
El fantasma mirón
Por este motivo, las mejores vistas son las que se aprecian durante las excursiones lacustres que solían hacerse desde el pequeño muelle del pueblo. Se navega a poca distancia de las ruinas del antiguo Miramar y de árboles cuyos troncos se conservaron gracias a la alta salinidad de las aguas, para luego buscar colonias de flamencos y otras especies de aves lacustres. La navegación culmina luego con una parada frente al hotel. Si es de tarde, mejor. Sobre todo un rato antes de la puesta del sol, cuando el cielo y el lago se tiñen por igual con una infinidad de matices rojos.
Dentro del hotel, esa "hora roja" es cuando se realiza la última visita del día; el momento preferido por los turistas cazafantasmas pero el más temido por las guías, quienes afirman que las mentes predispuestas empiezan a sentir más "presencias".
Regularmente, las redes florecen con fotos que documentan supuestas actividades paranormales durante las recorridas del hotel. Los ghosthunters de la televisión, por su parte, afirman en el balance de su estadía que escucharon golpes varios y que lograron filmar un fantasma espiando desde la ventana de su habitación. La 106.
Una de las guías del hotel reconvertido en museo de sitio, cuenta que "ese fantasma podría ser el de un antiguo sereno, Martin Krueger, que murió envenenado en 1952". Estuvo a cargo del cuidado del predio cuando sus dueños lo abandonaron, a los pocos años de haberlo inaugurado.
El oro de los nazis
La 106 está en el primer piso de un ala que estaba reservada a la clase media. El hotel había sido diseñado para recibir a distintas categorías de huéspedes, distribuidos según su posición social, de la misma manera que el Tercer Reich alemán clasificaba a las personas.
Más que una habitación de hotel, parece la de un sanatorio, preparada para un solo residente. Uno de los tantos rumores dice que el hotel fue construido para albergar, además de adinerados argentinos, a soldados de la Alemania nazi que sobre el final de la Segunda Guerra Mundial fueron recibidos por los poderes argentinos de turno. Sin embargo, en 1944 y 1945 ya le quedaba poco tiempo de vida al hotel: a partir de 1943 se prepararon comedores más austeros y habitaciones más pequeñas (como las que se visitan en la actualidad) para huéspedes solteros.
Pero para entender mejor esta historia de fugaz esplendor y larga agonía, hay que remontarse a 1939, cuando la familia Pahlke descubrió Miramar de Ansenuza. El Gran Hotel Viena fue construido mucho más tarde que otros que fueron inequívocos testigos de los años de oro de la Argentina. Sus impulsores fueron el matrimonio Pahlke. Él era un inmigrante alemán y ella provenía de Austria y fue quien le dio su nombre.
Pahlke se había hecho la América trepando posiciones dentro de la filial local de Mannesmann, un conglomerado que se formó sobre una empresa de producción de tubos de acero creada en Düsseldorf a fines del siglo XIX. Solía mandar a su familia a Europa cada año para realizar baños termales y aliviar crisis de asma y brotes de psoriasis que sufrían ella y los niños. Al acercarse la guerra en Europa, los Pahlke optaron por una cura local y llegaron a Miramar, atraídos por la fama de los minerales y las sales de la laguna. Se alojaron en la sencilla pensión de una alemana con quien trabaron amistad y proyectaron una sociedad para agrandar el hotel y atraer a ricas familias de Buenos Aires.
La alianza no prosperó, según se descubre durante las visitas, pero los Pahlke compraron el lote y construyeron el hotel más lujoso y mejor equipado de todo el norte de la provincia. Solo podía hacerle sombras el Edén, en La Falda, que en la década del 40 estaba en manos del matrimonio Eichhorn, importantes aportantes a la causa del partido nazi y amigos personales de Hitler, según pruebas que aporta el periodista Abel Basti en libros donde compila testimonios sobre la presencia del jefe nazi en la Argentina de Perón.
Contrariamente a un rumor que circula sobre el Gran Hotel Viena, los Pahlke no encontraron ningún tesoro nazi y financiaron su construcción con su propia fortuna. No escatimaron ni en la tecnología ni en la calidad de los materiales para hacer surgir de la nada un hotel que sostenía con orgullo la comparación con los más rutilantes de Europa o América del Norte, aunque esté implantado en un desolado rincón de las llanuras del norte del país.
Unos potentes grupos electrógenos (de marca alemana) proveían luz y hacían funcionar ascensores y equipos de aire acondicionado (de marca alemana). Luego de cenar con vajilla inglesa y copas de cristal, se programaba que los huéspedes pasasen al salón de baile para escuchar música con un gramófono de última generación (y de marca alemana).
Este Titanic en tierra, donde los clientes eran separados según su clase social al igual que el famoso barco, tenía todos los servicios, desde una peluquería hasta la sucursal de un banco. Y en el ala reservada a los más ricos, los criados que viajaban con sus empleadores podían tener también su propio espacio.
Faltan ventanas y sobran fantasmas
Como todos los hoteles de lujo de la Argentina dorada, el Viena tuvo un ocaso tan estrepitoso como rápido había sido su auge. Los Pahlke lo inauguraron en 1943 y lo tuvieron que cerrar en 1947. Su hijo lo reactivó brevemente en los años 1960.
En la actualidad, la enorme mole del hotel se parece a un castillo de estilo racionalista que acaba de pasar por un episodio de guerra. Pero la construcción fue de tan buena calidad que resistió a varias temporadas de inundación del agua salada y a décadas de abandonos y saqueos.
Faltan ventanas y sobran fantasmas… Así se podría resumir el estado del hotel en la actualidad. Solamente un sector del primer piso está habilitado para las visitas, que abarca lo que eran los jardines interiores, la cocina y la sala de máquinas. Están trabajando para preparar otra ala y esperan integrarla a las visitas guiadas a partir del verano que se acerca. Se podrá conocer otra categoría de habitaciones, más grandes, y esperan terminar las obras para llevar a los grupos hasta la terraza sobre los techos.
¿Habrá fantasmas en ese nuevo sector también? Desde el inicio de la pandemia, los guías del lugar hicieron algunas visitas remotas, con un camarógrafo que transmitíavirtualmente el recorrido por medio de una plataforma en la web. Se llegó incluso a hacer una nocturna. "Esa vez estuvimos tres guías y dos asistentes. Escuchamos pasos y sonidos distintos a los habituales. No podría decir si estábamos asustadas por volver luego de muchas semanas o si estuvimos más atentas que nunca porque era de noche, sin público. Pero se sintieron claramente puertas que se cerraban en el segundo piso, mientras estábamos transmitiendo desde el primero" (el que se incluye en las visitas convencionales, donde está la famosa habitación 106), recuerda una de las guías.
La única visita nocturna que suele programarse en tiempos de "normalidad" es durante la Noche de los Museos. Es muy concurrida y los participantes esperan vivir una experiencia de otro tipo. Algunos mostraron fotos con elementos difíciles de explicar, formas como burbujas. Algunos lo explicaron como partículas de sal,ya que la laguna dejó depósitos al momento de retirarse. Otros dijeron que se trata de espíritus jóvenes. Cada uno lo siente de manera distinta e interpreta también a su modo.
La periodista cordobesa Patricia Veltri visitó varias veces las ruinas y, aunque admite no haber visto ni captado nada especial durante sus filmaciones para televisión y web, reconoce que las ruinas "dan un poco de impresión. Además las habitaciones tienen algo de hospital viejo de provincia. Es lúgubre, por cierto. Ese lugar no concuerda en absoluto con el glamour que se podría rescatar de un hotel de lujo".
Concluye con una reflexión muy sensata en medio de los miles de rumores que circulan por Miramar y el Gran Hotel Viena: "La villa pasó por sucesivas inundaciones que destruyeron los archivos y la memoria colectiva. Los más viejos no están, o se han ido. Se sabe muy poco de lo que ha sido y esto da espacio para muchas fantasías".
Visitas post pandemia
Como el resto del país, el predio del hotel está cerrado a las visitas en la actualidad. Pero se organizan visitas virtuales por plataformas como Zoom mientras dure el confinamiento, orientadas más particularmente a escuelas y grupos. Las guías hacen el recorrido habitual con un camarógrafo que transmite en directo. Estas experiencias virtuales se concentran más que nada sobre la historia y la arquitectura de la construcción. También se puede hacer una visita virtual con imágenes 3D que recrean durante tres minutos el hotel tal como estaba al momento de su funcionamiento en los años 40.
La fecha de apertura dependerá de las directivas nacionales y provinciales. Mientras tanto el municipio de Miramar de Ansenuza y la Asociación Civil Amigos del Gran Hotel Viena realizan obras de mantenimiento y rehabilitación y definieron un protocolo de visitas. Se podrán armar grupos de hasta 15 personas y se privilegiaran las "burbujas sociales" (porejemplo grupos familiares). La visita no incluirá la proyección del vídeo histórico, que se hacía en una pieza cerrada. Se pedirá a los visitantes que programen su horario de visita de antemano por medio del sitio web y el museo tendrá horarios extendidos de visita para recibir a todos. museogranhotelviena.org