No hay viajero argentino que no pare a sacarse una foto al enfrentar al cartel que indica estar ubicado sobre la Argentinierstraβe, es decir, la calle Argentina en Viena. Con la excusa de conocer la Karlsplatz con su iglesia y el palacio Belvedere, el paseo por el barrio Wieden de Viena es completado por una de esas "callecitas" singulares europeas, que en esta ocasión rinde honor a la patria Argentina.
Dicen que todo favor se devuelve. Tal es el caso de Austria con Argentina, luego de la donación de cinco millones de pesos en base de alimentos por parte del entonces granero del mundo a una Austria devastada por las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, entre ellas, la hambruna. En vistas de dicha generosa y solidaria acción, el país tirolés agradeció simbólicamente a la República Argentina en 1921 con el cambio de nombre de la calle vienesa "Alleegasse" a "Argentinierstraβe".
La calle se desplega con elegancia en un línea recta a lo largo de un barrio residencial y de embajadas; desde el imponente templo Karlskirche, pasando por la sede de la radio pública de Austria (ORF), hasta las inmediaciones de Südtiroler Platz junto a la estación central de tren de Viena. Entre las representaciones diplomáticas resalta la española, ubicada sobre la Argentinierstraβe, con un antiguo palacio del 1890 de estilo arquitectónico romano del siglo XVII. Curiosamente, la embajada argentina no rinde tributo a su calle, ya que está localizada en pleno centro de Viena.
De todas formas, la delegación argentina dejó su huella en una pared de la calle con una placa conmemorativa sobre la primera visita de Estado por parte de un presidente argentino en Austria, efectuada en 1994, en el curso de los 130 años de relaciones diplomáticas. De yapa, sobre la misma calle y a metros de la placa anterior, se encuentra otra más robusta y antigua por parte de la sociedad austro-sudamericana, quien decidió así homenajear al país y al General José de San Martín en el centenario de la muerte del prócer argentino en 1950.
La barroca Karlskirche, iglesia dedicada a San Carlos Borromeo se ubica justo en el inicio de la numeración de la calle Argentina. Allí es posible escuchar conciertos como Las cuatro estaciones de Vivaldi, enterrado a pasos de aquí (hoy parte de la Universidad Técnica de Viena). Al frente, se encuentra la plaza Karlsplatzy su espejo de agua, con espíritu jovial y dinámica: cine bajo las estrellas en verano boreal, mercado navideño en diciembre. En otro lateral de la plaza se ubica el museo histórico de la ciudad y la majestuosa Wiener Musikverein, una de las salas de concierto más refinadas y de mejor acústica del mundo, inaugurada en 1870, y sede de la Orquesta Filarmónica de Viena.
Descendiendo por la Argentinierstraβe, la calle Belvederegasse atraviesa el camino; pues apenas a dos cuadras está la entrada al palacio y jardín que gozan de una "bella vista". Sin menospreciar al Palacio de Schönbrunn (el Versalles vienés), el Belvedere es un ejemplo excepcional de arquitectura y paisajismo de la reinante dinastía de los Habsburgo. Además de los dos palacios barrocos (el Alto y Bajo Belvedere) convertidos hoy en museos de arte, el complejo cuenta con un planificado y extenso parque en pendiente donde se reparten numerosas fuentes, cascadas, y esculturas, ante una Viena como telón de fondo. La obra estrella de los museos es El beso, del pintor austríaco Gustav Klimt.
Construido entre 1714 y 1723 como residencia de verano para el príncipe Eugenio de Saboya tras haber vencido al imperio otomano, el palacio Belvedere fue la última residencia del archiduque y príncipe imperial Francisco Fernando, cuyo asesinato en 1914 en Sarajevo provocó el estallido de la Primera Guerra Mundial. En 1955, el Belvedere pasó de ser testigo a protagonista de la historia, cuando allí se firmó el tratado de fundación de la segunda República de Austria; por el cual el país obtuvo la plena independencia tras ser ocupado por las fuerzas aliadas luego de la Segunda Guerra Mundial.
Para seguir recorriendo Austria: Recorrido de película: Antes de Amanecer / Lo que Jess y Céline no pudieron ver de Viena / Viena en 3 días / Tras las huellas de La Novicia Rebelde
Por Tomás A. González Ginestet. Nota publicada en abril de 2015.
LA NACION