Tras los pasos de grandes escritores, en una Buenos Aires siempre inspiradora
En la tierra natal de Jorge Luis Borges, Roberto Arlt y Adolfo Bioy Casares, por mencionar una trinidad literaria, solo hay una casa-museo de escritor: la Museo Casa de Ricardo Rojas, en Charcas 2837, donde vivió el autor de Eurindia, y que construyó por encargo el arquitecto Ángel Guido (padre de la escritora Beatriz Guido). Ahí están los más de 25.000 ejemplares de libros y revistas que pertenecieron al que fue rector de la Universidad de Buenos Aires. Otra de las que continúan en pie es la casa porteña del autor de Facundo. Domingo F. Sarmiento vivió en Sarmiento 1251, actual Casa de la Provincia de San Juan. “En Buenos Aires no somos muy afectos a conservar el patrimonio arquitectónico de la ciudad; convengamos que recién en los últimos años se produjo una movida entre los vecinos para rescatar un bar notable o algún caserón que se destacaba entre las viviendas del barrio”, dice el periodista y escritor Diego Zigiotto, autor de Historias de Buenos Aires unidas entre sí (Gárgola). No obstante, un circuito turístico-literario que incluye bares, bibliotecas, librerías y pasajes permite ir tras las huellas de los que escribieron y vivieron Buenos Aires.
Manuel Rafael García-Mansilla, tataranieto de Eduarda Mansilla, integró el equipo de un proyecto de investigación del Conicet dirigido por la escritora María Rosa Lojo. Gracias a su trabajo, se pudo detectar que, recién casada con Manuel Rafael García Aguirre, la pareja vivió en la calle Santa Clara 100, actualmente Adolfo Alsina, entre Paseo Colón y Balcarce. “Después vivieron en la calle San Martín esquina Rivadavia; allí nacieron sus dos primeros hijos: Eda y Manuel José –dice García-Mansilla-. Por último, se sabe que Eduarda tuvo tertulias literarias en Buenos Aires, en la calle Chacabuco 223”. La escritora Jimena Néspolo recabó la esquela que Eduarda le envió al mismísimo Sarmiento: “Querido amigo: El templo de la diosa se halla hoy situado en el 223 de la calle Chacabuco. La amiga desea mucho verlo y le espera prontito”.
También se puede visitar la última casa de Baldomero Fernández Moreno. El autor del célebre Setenta balcones y ninguna flor residió en Francisco Bilbao 2384, en el literario barrio de Flores. La de Oliverio Girondo y Norah Lange se hallaba en Suipacha al 1444, y hoy forma parte del Museo de Arte Hispanoamericano Isacc Fernández Blanco, en Retiro. “Pienso en el Buenos Aires de antes –escribió Lange en la revista Vida Comunal-. Primero, calles desniveladas, obscuras, quietas. Ni un alma vagando, de noche. Por las tardes, cada calle familiar como un suburbio; fácil presencia de una mujer en algún balcón florido”. Se ve que los balcones tenían su ascendente sobre hombres y mujeres de letras del siglo XX.
En el edificio del piso donde vivieron Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, en Posadas 1650, al que iba a cenar con frecuencia Jorge Luis Borges, la Legislatura porteña hizo colocar una placa conmemorativa en 2014, en el centenario del nacimiento del autor de La invención de Morel. Lo mismo pasó en el edificio de Maipú 994, en Retiro, donde Borges habitó por cuarenta años, en el 6º B, “y desde donde se trasladaba en tranvía hasta su trabajo en la biblioteca pública Miguel Cané, (Carlos Calvo 4321) en Boedo”, puntualiza Zigiotto. Esa placa, con barreta y cortafierros, fue robada en octubre de 2019 y recuperada meses después. A unas cuadras del edificio se encuentra la antigua sede de la Facultad de Filosofía y Letras (Viamonte 430), en la que Borges fue profesor de Literatura Inglesa a partir de 1956. En la infancia, de la mano de doña Leonor, su madre, Borges solía frecuentar la casa de Evaristo Carriego, en el barrio de Palermo, en Honduras 3784. Hoy es la sede de la Biblioteca Evaristo Carriego, cuyo rescate patrimonial está en proceso desde hace años. “Antes yo te buscaba en tus confines/ que lindan con la tarde y la llanura/ y en la verja que guarda una frescura/ antigua de cedrones y jazmines”, reveló Borges en uno de sus poemas de amor a Buenos Aires. El autor de Ficciones también visitaba con frecuencia la casa de su amigo, el artista Alejandro Xul Solar, en Laprida 1212, que hoy es una casa-museo. Aunque la casa natal de Borges ya no exista, una placa en Tucumán 840 la recuerda.
En el edifico de Córdoba 807, se luce una placa dedicada a Alfonsina Storni. “Es el único lugar que se conserva donde vivió ella”, señala la escritora Josefina Delgado. Esa obra monumental, conocida como “el Bencich”, fue proyectada por el arquitecto francés Eduardo Le Monnier y realizado por los hermanos Bencich. La última casa de la poeta se hallaba en Terrada 578, pero fue demolida hace décadas. “Cuánto vagué por ellas, distraída, empapada/ en el vaho grisáceo, lento, que las decora./ De su monotonía padece mi alma ahora./ -¡Alfonsina! –No llames. Ya no respondo a nada”, escribió la autora en el poema “Versos a la tristeza de Buenos Aires”. En 2016, en homenaje a la poeta Alejandra Pizarnik, en el edificio donde pasó sus últimos años, en la calle Montevideo 980 del barrio de Recoleta, se colocó una placa.
“Un párrafo aparte merece la casa de estilo racionalista que Victoria Ocampo le encargó construir al arquitecto Alejandro Bustillo, devenida en sede del Fondo Nacional de las Artes, en Rufino de Elizalde 2831, en Palermo Chico –destaca Zigiotto-. La vivienda, hoy una joya de la arquitectura porteña, fue repudiada por varios vecinos de entonces, que la consideraron un adefesio”. Allí nació, a instancias de Waldo Frank, José Ortega y Gasset y Eduardo Mallea, la revista Sur.
“Hay una placa en la casa de Beatriz Guido y Leopoldo Torre Nilsson, en la calle Vicente López esquina Callao, que frecuenté en algún momento –recuerda Delgado-. Y en la calle Talcahuano 981, donde vivió Isidoro Blaisten, está la placa que se puso durante nuestra gestión en la secretaría de Cultura”. Los que quieran conocer más sobre el autor de Carroza y reina, deben acercarse a San Juan esquina Boedo, donde estaba la librería del subsuelo que aparece en algunos de sus relatos y que debió cerrar el 1981, con el cartel “Cerrado por melancolía”. El edificio del departamento donde vivió José Bianco, el recordado autor de Sombras suele vestir y secretario de redacción de la revista Sur, tiene su placa en Juncal 2305, donde se destaca una frase de Borges: “Como el cristal o como el aire el estilo de Bianco es invisible”.
En 1934, Julio Cortázar se mudó de Banfield a un departamento en la calle Artigas 3246, en Villa del Parque. Una placa en la fachada anuncia su paso por allí: “En este edificio vivió Julio Cortázar; el clima del barrio Rawson y Agronomía está presente en varios de sus cuentos”. Y, efectivamente, así es, como lo demuestra el cuento “Ómnibus”, de Bestiario: “A las dos, cuando la ola de los empleados termina de romper en los umbrales de tanta casa, Villa del Parque se pone desierta y luminosa. Por Tinogasta y Zamudio bajó Clara taconeando distintamente, saboreando un sol de noviembre roto por islas de sombra que le tiraban a su paso los árboles de Agronomía”. El Pasaje Güemes, entre Florida y San Martín, es escenario de otro de los grandes relatos del escritor: “El otro cielo”. Y la atmósfera de la Escuela Normal Superior Mariano Acosta, en Urquiza 277, donde se formó como maestro y profesor en letras, también aparece en relatos de Deshoras.
Placas conmemorativas
Martín Capeluto, gerente de Patrimonio de la Dirección de Patrimonio, Museos y Casco Histórico de la ciudad de Buenos Aires, indica que el homenaje a personalidades de la cultura se efectúa a través de la ordenanza 48039, de 1994, por la cual se instituye la figura de “Sitio de Interés Cultural” a propuesta del Ejecutivo, un legislador o vecinos. “Su objetivo es promover lugares que han constituido o constituyen parte de la creación cultural de la ciudad de Buenos Aires en todas sus expresiones, reconociendo y formalizando la riqueza de su patrimonio urbano, sean lugares en que hayan nacido, vivido o fallecido personas destacadas en el campo de la cultura; lugares que se han constituido en parte inseparable de la ciudad como cines, cafés, teatros, templos, o construcciones que por su estilo o características arquitectónicas merezcan ser destacadas”. Además, se promueven actividades de divulgación para acercar a locales y visitantes por medio de visitas guiadas, charlas y publicaciones.
El funcionario indica que en la casa natal del poeta Raúl González Tuñón (Saavedra 614), en Once, y en la que vivió Roberto Arlt (Yerbal 2233), en Flores, se colocaron placas conmemorativas. “Yo no sé qué tienen estos barrios porteños tan tristes en el día bajo el sol, y tan lindos cuando la luna los recorre oblicuamente –se lee en una de las aguafuertes porteñas de Arlt-. Yo no sé qué tienen, que reos o inteligentes, vagos o activos, todos queremos este barrio con su jardín (sitio para la futura sala) y sus pebetas siempre iguales y siempre distintas, y sus viejos, siempre iguales y siempre distintos, también”. Igual y distinta en la imaginación de escritores y lectores, Buenos Aires se lee en sus calles y casas, y se deja recorrer en páginas imborrables.