Cien años después del viaje inaugural del mítico barco de pasajeros, Belfast abría el museo alusivo en un renacido barrio de la capital de Irlanda del Norte. Como una reivindicación de aquella osadía que significó haber sido el más grande del mundo, con 269,06 metros de eslora, el Titanic Belfast se erige, soberbio, en el preciso lugar donde funcionó el astillero de avanzada Harland & Wolff, también considerado el más grande del mundo a principios del siglo XX.
A cargo del diseño del museo y su área de influencia estuvo el arquitecto Eric Kuhne, quien concibió la estructura edilicia como una inmensa proa y que ostenta la misma altura que supo tener el casco del barco: 38 metros. Su fachada reluce de color plateado, revestida con tres mil fragmentos de aluminio anodizado y, según la incidencia de la luz solar, puede sugerir que se trata de la representación de un iceberg, de olas… o de un apretado cardumen. Cada cual verá lo que le parezca.
La construcción del edificio, inaugurado el 31 de marzo de 2012, costó 77 millones de libras esterlinas, además de los 24 millones aplicados a la planificación, habilitación de obras, estacionamiento subterráneo y las mejoras que demandó la recuperación del espacio público en lo que hoy es el barrio Titanic. Es un cambio de piel de felices consecuencias, un antes y un después en la dinámica de Belfast como lo fue para Bilbao el museo Guggenheim, proyectado por Frank Gehry.
TITANIC ADENTRO
El museo reparte sus 12.000 metros cuadrados en ocho pisos. La planta superior alberga un área para conferencias y recepciones, el mayor hasta la fecha de Belfast. Otras actividades como educación, centro de recursos comunitarios, tiendas y restaurantes también caben dentro de este monumental edificio.
Los escenarios específicos del lujoso transatlántico se reparten en nueve galerías repartidas en seis pisos. Un preámbulo histórico transporta al visitante en un viaje temporal muy bien documentado, a través del trabajo y los días en los albores del próspero siglo XX. Le sigue el recorrido por las salas temáticas, cada una con sus efectos especiales y sonidos que imprimen mucho realismo a esta experiencia de explorar, en sus más ínfimos detalles, todo lo concerniente al diseño, construcción, puesta en marcha, ambientaciones de cada una de sus áreas, y hundimiento del Titanic.
Desde el activo puerto de Belfast –que controla el 67% del comercio marítimo de Irlanda del Norte– el RMS Titanic fue botado, en 1911, para partir de Southampton el 10 de abril del año siguiente. El barco de pasajeros más llorado de la historia después de haberse ido a pique en su viaje inaugural, dos días después de zarpar rumbo a Nueva York, merece el homenaje que el mundo hoy le rinde: el primer año y medio, este fascinante museo recibió un millón de visitas.
Está a escasos dos kilómetros y medio del centro de la ciudad, es de fácil acceso ya sea en transporte público o en amable caminata hacia 1 Olympic Way, Queens Road.
Hasta marzo, de 10 a 17. El último ingreso es una hora y 45 minutos antes del cierre. Hay que calcular no mucho menos de dos horas para recorrerlo.