El diálogo tuvo lugar hace muchos años, cuando el espectacular escenario de tierra colorada que se abre desde el centro al suroeste de La Rioja era tierra de nadie y cualquiera deambulaba en él. Y así fue que una turista y un paisano se encontraron, éste le habló de la grandeza que los rodeaba y ella le preguntó si alguna vez había visto el mar.
?¿Qué es el mar?
?Es igual que todo esto pero lleno de agua.
Al riojano casi le da un pasmo. Trató de imaginar ese entorno de barrancas de cien metros de alto anegadas, y no le gustó ni medio. Salvo sus pagos, otra cosa no conocía. Y en las 215.000 hectáreas del Parque Nacional Talampaya, el mar no cabía. Lo que el aterrado señor posiblemente nunca supo es que eso es una cuenca vacía por el que corría el río homónimo. Milenios de erosión eólica y fluvial suscitaron las formas terrenales más caprichosas, las que ahora están a disposición del asombro de los visitantes.
En términos geológicos y geográficos, Talampaya es la continuación de Los Colorados (Ischigualasto), de la vecina San Juan, y ocupa un vasto territorio que compromete a los departamentos Independencia y Felipe Varela. Hay que verlo para comprobar, definitivamente, que el Parque es un despropósito maravilloso.
LUGARES lo recorrió bajo la guía de Alejo Piehl, acreditado guía con el que reconocer los atractivos de Talampaya se convierte en un instructivo ejercicio. Lo hizo combinando trekking con vehículo: se cubren de un saque los 30 km yendo por el cañón principal hasta el fondo y se vuelve un poco a pie, otro poco motorizado, con las paradas obligadas para apreciar petroglifos de 600 a 1000 años de antigüedad, en el Pizarrón; caminar hasta el Totem y la Torre, y partir desde este punto hacia el Monje, respetando la senda acotada por una pasarela. Y todo lo demás.
El Jardín Botánico, en el meollo mismo del cañón, es un tratado en vivo de flora autóctona protegido por una gran muralla; cuando hay agua que baja a toda furia, el torrente pega contra este farallón y se desvía para ir a golpear la pared de enfrente, a la que está erosionando ?se aprecia a simple vista? y provocando derrumbes. Detrás del jardín botánico se alza la chimenea, paredón descomunal que oficia de muro de exclamaciones multidiversas: no hay turista que resista la tentación de jugar con el eco.
Un picnic, la tarde que declina para descubrir otros matices en las rojedades circundantes, y la promesa de volver con Alejo para concretar una obsesión: la de hacer noche aquí, en las profundidades de Talampaya.
Cómo visitar el Parque
Caminando
Hay diferentes recorridos, que duran de una hora y media a cuatro horas.
En todos se transita por el cañón principal. No revisten dificultades técnicas.
En Bicicleta
Igual que caminando, hay diferentes recorridos. Se realizan con guía y las bicicletas que provee el parque. En todas se transita por el cañón principal.
En Camioneta
Con una del Parque o con vehículo propio sólo si es doble tracción.
En caso de ingresar con la del Parque, hay tres recorridos para contratar; dos de ellos recorren el cañón principal, y el tercero se aleja de este sector para visitar la llamada Ciudad Perdida.
El recorrido N°1 dura una hora y media.
El N° 2 hace recorrido del N° 1 y después continúa por dentro del parque hasta un cañón más pequeño, Los Cajones. Aquí se origina el río Talampaya cuando se producen tormentas. Dura 3:30.
El N° 3 dura 5 horas.
La capacidad máxima del vehículo es de ocho personas. El costo se divide entre sus ocupantes, y eso incluye al guía.
- Vaya o no con vehículo propio, siempre deberá ingresar con guía.
Si va con su 4x4, puede contratarlo en el acceso al Parque o en Chilecito.
- Para verificar costo del guía y otros datos, consulte por e-mail: talampaya@apn.gov.ar a los guardaparques Jorge Romero Dindorf o Sergio Arias.
Aunque en el Parque hay una pequeña confitería, mejor llegue aprovisionado de comida, bebida, abrigo, rollos de foto, el mate, en fin, todo.
Por Rossana Acquasanta
Fotos: María Pitilla
Publicado en Revista Lugares 87. Abril 2003.