San Rafael
Una ciudad pujante surcada por los ríos Diamante y Atuel, con calles arboladas y riego de acequias, rodeada de viñedos. Ella es el punto de partida para armar paseos por los alrededores, haciendo base en Los Alamos, una de las fincas más tradicionales de la región.
Son necesarios, como mínimo, dos días, para disfrutar del lugar, propiedad de los Aldao Bombal, a diez kilómetros de San Rafael. Los amplios ambientes del caserón que data de 1830, están poblados de recuerdos de la familia y de sus ilustres visitantes, y fuera, entre el campo y los viñedos fue construido un laberinto en memoria de Jorge Luis Borges ?otrora asiduo invitado de la casa? y diseñado por el británico Randolph Coate, una eminencia en la materia. A su tiempo, cuando los arbustos de boj crezcan, se podrá transitar entre verdaderos senderos que se bifurcan y dibujan hacia lo alto el nombre del escritor, tal como lo soñó Camilo Aldao hijo cuando puso en marcha la idea.
Cuesta abandonar Los Alamos y es a causa de la comodidad, la buena mesa y el buen hacer de sus anfitriones; si fuera por ellos, uno se eternizaría en la finca. Pero al final, el entorno y sus tentaciones acaban por quebrar la pereza: desde visitar las bodegas sanrafaelinas a anotarse en ciertos programas de aventura como andar a caballo, y con el buen tiempo del verano, el clásico rafting en el Cañón del Atuel.
Programa exclusivo para los meses de diciembre a marzo es el de ir en 4x4 hacia la laguna del Diamante. La travesía requiere salir de San Rafael al alba para llegar, a la hora del picnic, a la pintoresca laguna que sirve de espejo al solitario volcán Maipo. Justo en la marca del límite con Chile, su cono trunco se recorta en el horizonte, a 5.323 metros de altitud, y se destaca de la finísima línea que traza la distante cordillera. Cuando uno se acerca, es posible ver en sus laderas algún que otro glaciar. A sus pies, los 14 km2 de la laguna del Diamante guardan aguas verdes y azuladas, muy visitadas durante el verano por pescadores en busca de truchas.
Malargüe
Desde San Rafael hay que hacer casi 200 km de asfalto para llegar a Malargüe, un departamento bendecido por la riqueza petrolera y la geografía: la primera lo ha convertido en el más próspero de toda la provincia y la otra, en la capital del turismo aventura; la diversidad de actividades que pueden desarrollarse en su paisaje cordillerano de carácter volcánico y valles inconmensurables, justifican esa distinción.
Uno de sus atractivos más difundidos es la Cueva de las Brujas, a la que se accede en excursión de todo el día. El sitio es un conjunto de paredes interconectadas que forman atractivas aberturas en la roca. Lo divertido es meterse allí y observar entre la textura calcárea, formas caprichosas que le dan un tono fantasmal a las solidificaciones de carbonatos y silicatos. Chorreados, mantos, estalactitas, estalagmitas y columnas sobresalen de la penumbra.
Otra de las curiosidades, siguiendo rumbo sur, camino a la Payunia y por ruta pavimentada, es el volcán Malacara. Da lugar a uno de los emprendimientos más nuevos y originales: se trata de un viaje sorprendente por el interior de un volcán del período holoceno, o de época reciente, cuyas paredes muestran tonos que van del negro al amarillo y donde se puede ver volar a Tyto Alba, un búho blanco que se adueñó del lugar.
Hacia el norte de la ciudad, en cambio, yendo por la ruta provincial 222 se aprecia el fértil entorno de un amplio valle cordillerano, con sus cañadas, abras y filos. Junto al río Salado y entre múltiples verdes aparecen los campos ralos de molles y jarillas.
En Los Molles se puede disfrutar de las ventajas del agua termal y del azufre en la hostería Laguen Co, con sus piletas individuales y sus instalaciones de otros tiempos. Cuando llega el calor, las dolinas atraen gran cantidad de turistas: se trata formaciones geológicas donde la tierra se abre en profundos pozos llenos de agua, como la Laguna de la Niña Encantada, de aguas turquesa y costa de piedras basálticas, y más adelante, el Pozo de las Animas, de incalculable profundidad. Más adelante, el valle de Las Leñas y su dos versiones: esquí para el invierno y un mix de aventuras durante el verano.
La Payunia
Preámbulo de la Patagonia, esta región del sur mendocino guarda cientos de volcanes dormidos que proyectan su sombra sobre un desierto estepario, de nombre indígena y casi deshabitado.
Payunia, Payún o Payén son las voces con que fue nombrado este mágico lugar de contornos sugestivos, que ocupa una porción del sur de Malargüe: en la lengua nativa significan sitio donde se halla el cobre. El nombre le fue dado por los pehuenches, aquellos antiguos habitantes que hicieron de esa geografía de coirones, ceniza volcánica y escoriales su casa. En 1982, con el nombre de El Payén, el territorio fue declarado Reserva Natural y es candidato para convertirse, algún día, en Patrimonio de la Humanidad.
Sus campos de lava, que conforman un paisaje único con aproximadamente 800 conos volcánicos en una superficie de 450 mil hectáreas, dan muestra de la intensa actividad que alguna vez tuvo una de las zonas étneas más importantes del mundo.
Por su variedad de especies animales y vegetales la región pertenece a la provincia biogeográfica de Patagonia y en ella el guanaco es el rey: este camélido que se alimenta de hierbas, tuvo la capacidad suficiente para adueñarse de esa tierra y convertirla en el mayor reservorio de la especie en la región cuyana. Se calcula que la población supera los 11 mil ejemplares, que van y vienen en busca de franjas más ricas en alimentos. Dicen que cuando eran más, vistos en multitud y a lo lejos, los guanacos parecían montañas en movimiento.
Esta gran comunidad comparte la escena con choiques, piches ?tuvimos suerte en capturar uno para la foto?, vizcachas, zorros y maras, que apenas pueden esconderse entre los arenales y los arbustos en un suelo desnudo y achaparrado que, poblado de jarillas y junquillos, por momentos semeja otro planeta: ocho meses de sequía apagaron los verdes intensos de las praderas, que suelen verse de tanto en tanto.
Pampa Negra
Como las travesías por la zona suelen ser muy largas, es necesario hacer base en la hostería local, la única por otro lado desde donde también se organizan salidas al cráter del Payún Matrú; cuando este volcán entró en erupción, se quedó sin sostén y colapsó, hundiéndose sobre sí mismo. El resultado es un cráter impresionante, con una caldera de nueve kilómetros de diámetro, que tiene en el centro una laguna cristalina. Allí se llega luego de una extensa caminata y entonces se divisa el pico Nariz de Maíz, un resto de la antigua cima desplomada del volcán.
La ciencia considera que estos volcanes están activos porque han tenido movimiento en los últimos diez mil años. De todos modos, cuando se enfurecen suelen avisar, como ocurrió en 1932, cuando el Quizapo ?cerca del límite con Chile? entró en erupción y los puesteros creyeron que llegaba el fin del mundo por lo negro que se puso el cielo. Desde aquella vez no se sienten rugidos y lo que abunda es el silencio y las huellas del fuego: grandes extensiones de lava endurecida aparecen cada tanto y a veces parecen cintas que dividen los valles.
La sensación de recorrer un paisaje galáctico es inevitable y caminar por el Campo de Bombas ?al pie del volcán Santa María? contribuye a la fantasía: la superficie está compuesta por millones de piedritas negras, de unos tres centímetros de largo, que forman un arenal. El guardaparque es quien comenta que se trata de fragmentos piroclásticos, es decir, de fuego rocoso, que, lanzados por el volcán en estado fluido o pastoso, adquieren al enfriarse formas vistosas.
Vivir en el desierto
"Éste es un lugar muy picante" ?comenta "J", es decir, el guardaparque José Ferreyra, que conoce la zona como nadie y viene de una familia oriunda de estos pagos. Ellos son verdaderos héroes del desierto, que han soportado fríos, vientos y la falta de agua con temple de sobrevivientes. Quienes pueblan la Payunia se dedican a la explotación de ganado, en su mayor parte caprino. "Acá sopla el Zonda, ese viento potente, que a esta altura es el mal de los pobladores viejos", agrega Ferreira.
Cuando entramos al rancho de don Segundo Amaya, nos sorprendieron tanto su Choco ?perro? como la pulcritud de su hogar, a pesar de lo escasa que es el agua en la zona. Con lo que han almacenado durante el deshielo, mantienen el jardín pequeño pero vistoso: parece que el ingenio pesa más que las incomodidades y a uno se le hace que no hay imposibles.
Segundo nos muestra su colección de boleadoras en buen uso ya que bicho que pasa va a parar al asador: el guanaco es la presa favorita.
Casi en la entrada de la reserva, los Sagal están dedicados al turismo: han reconstruido su casa, que fue un antiguo puesto y la han convertido en la única hostería de la zona. La llamaron Ñike, que en mapuche significa uno y respetaron el nombre del rancho, que se sigue llamando La Agüita tal vez, como un deseo...
Ariel, que apenas pasó la adolescencia, es el que atiende y hace de guía por los lugares que desde niño viene recorriendo. Me cuenta la historia familiar, de su madre que creció en La Agüita, de sus hermanos Osvaldo y Roxana que crían los chivos y las vacas con los chocos pastores y los cabalgares (caballos).
Parece mentira que a pesar de las dificultades y la lejanía, uno se sienta tan bien cuidado durante la noche fría por el calor de las salamandras y el sabor de la solucha, una sopa de verduras con pedacitos de maza de torta frita. Los cuartos son pulcros y el baño tiene agua caliente, como corresponde. Eso sí, derramar una gota por vicio es casi pecado según dice la ley fundamental para sobrevivir en el desierto.
Dunas del Nihuil
Una salida de aventura extrema, a 92 km de San Rafael, en un desierto de médanos increíbles que llegan a los 200 metros de altura. Algunos avanzan en 4 x 4 hasta el oasis verde formado por las vertientes de agua que nacen por debajo de la arena. Otros, desde lo alto, se deslizan en tablas de sandboard. En cualquier caso, la experiencia no tiene desperdicio.
Bruni Aventura. Telefax: (0260) 442-3790. e-mail: bruni4x4@infovia.com.ar. Excursión de medio día.
Laguna Llancanelo
Es otra de las reservas de la zona, y está entre la ciudad de Malargüe y la Reserva Provincial de La Payunia. Es enorme, de aguas saladas y azules. Su extensión, de 65 mil hectáreas, rompe con el desierto reinante y es refugio de más de 90 especies de aves. Entre ellas, patos, gaviotas, garzas y chorlitos de patas amarillas que vienen de latitudes lejanas durante el verano.
Por esta razón, es una reserva estrictamente protegida y hay ciertas áreas de la laguna que son intangibles: la sola presencia del hombre puede romper el equilibrio ambiental. La costa sur es la única donde se permite hacer fotos y capturar el andar de los flamencos y los cisnes de cuello negro, amos del lugar.
Por Julia Caprara
Fotos: Carolina Aldao
Publicado en Revista LUGARES 102. Agosto 2004.