Solidaridad en la pandemia: cadena de ayuda para los varados en Miami
MIAMI.- La desesperación de un lado. El dinero que se acaba, la familia que está lejos, las medicinas que son costosas y requieren prescripción médica. Desazón, incertidumbre, bronca. Por otro, los argentinos solidarios. La hermandad lejos de casa, una maquinaria de ayuda entre desconocidos. Personas comunes que el destino convirtió en ángeles. Las dos caras del coronavirus.
Desde el cierre de las fronteras en Argentina a causa de la expansión del Covid-19, muchas vidas se cruzaron por casualidad. Martín Parraviccini estaba en Miami de vacaciones con su familia, cuando se acercó al aeropuerto para obtener información. Allí se encontró con gente desesperada. Les propuso armar un grupo de WhatsApp que enseguida explotó: hoy es un equipo de coordinación de diez personas que lideran a su vez, seis chats de entre 200 y 240 varados cada uno. No se conocen entre sí, pero el fin los une: volver a casa.
"Fuimos tratando de buscar información y por la noche poníamos lo que sabíamos, mientras de día hacemos catarsis. Armamos un listado con los datos de cada pasajero. Lanzamos un sitio web argentinosvarados.com para especificar qué tipo de asistencia necesitan. Llegamos a censar 1450 personas en Florida", cuenta Parraviccini. Así, los empezó a contactar gente de Nueva York, (según sus cálculos hay 800), jóvenes que están en Utah (100), en Los Ángeles. Por sus números cree que quedan en Estados Unidos 3500 personas. Muchos de ellos no tienen dinero siquiera para volar a Miami (aeropuerto de donde salen los vuelos de repatriación), o esperan acercarse cuando tengan certeza de su regreso, ya que no pueden costear un hotel indefinidamente.
Las necesidades empezaron a crecer con el correr de los días, y una maquinaria solidaria se puso en marcha. Improvisada y espontánea. "Familia de 4, dos chicos de 6 y 10 años. Les cierra el hotel", implora el mensaje que busca un techo. El WhatsApp se desparrama más rápido que el coronavirus, y en breve aparece una solución. Algunos residentes que ayudan desinteresadamente son el nexo entre varados y la comunidad local. Así se se teje la cadena de favores.
Eduardo Piva, director de la oficina de turismo de Argentina para EEUU, México y Canadá, empezó a título personal a recolectar alimentos. El día de la colecta manejó unos 180 kilómetros peinando el mapa. Se sumaron hasta donantes americanos, como el gerente de una aerolínea. "Yo llevo los productos al consulado. Allí se clasifica, empaca y repartimos entre todos", cuenta.
Su caso inspiró a otros compatriotas a movilizarse, como Diego Adragna y Germán de Giuli, fundadores del Clan Garaje (club de amigos fans de autos clásicos y motos), que distribuyeron los alimentos recaudados entre 100 familias. Además son fuente de contención. Esta semana consiguieron un dentista para una persona en apuros.
Otro problema son las medicinas. Los primeros días el Consulado argentino y la Fundación contra las Enfermedades Infecciosas en Países Emergentes (FIDEC) trabajó para obtener recetas, conseguir medicamentos, y descuentos. Pero la prolongación de la estadía empezó a hacer necesaria una asistencia económica. Norberto Spangaro, un residente de hace décadas, creó en la plataforma gofundme una campaña para recaudar fondos. La respuesta fue instantánea: en menos de 48 horas ya había alcanzado el objetivo de US$ 5000. Al momento se llevan recaudados US$ 6740. Pero se esfuman. Se gastaron por ejemplo, más de US$2000 en insulina y otros relacionados a la diabetes.
Cynthia Zak, corresponsal de Cadena 3 de Córdoba, también armó un pozo destinado a pagar el hospedaje de quienes quedaban en la calle. Lleva hasta ahora recaudados US$5842 en gofundme, y puede pagar las cuentas de un puñado de familias. Además, les acercó más de 500 platos de comida premium que donó el restaurante argentino Prima Pasta.
La solidaridad se dio aún entre los que sufren, como cuando un pasajero al que le dicen el Turco, que logró conseguir boleto en el último vuelo, se quedó en tierra al cederle su espacio a una anciana de 82 años, Margarita Moll. La felicidad que la señora pudiera volver fue tal, que mientras empujaban su silla de ruedas en el aeropuerto, los compañeros de vuelo la aplaudían.
Mientras los casos más urgentes salieron en abril, como enfermos oncológicos, y emba-razadas, hoy casi todos se consideran vulnerables. Queda gente mayor, jóvenes y familias. La incertidumbre los angustia. Unos pocos siguen parando en South Beach, porque pagaron el mes completo. Pero la zona es una ciudad fantasmal y cuesta encontrar despensas abiertas para abastecerse de alimentos.
Hasta que los echen
"Ya no tenemos medios económicos para solventar siquiera alimentos. El hospedaje se venció a fin de mes. Permaneceremos hasta que nos desalojen, la única posibilidad será dormir en el aeropuerto. Increíble que nos obliguen a pasar por esta situación", argumenta Mauro Díaz Vicedo, que se recibió de abogado en febrero último. Conocer Miami y Disney fue un sueño que arrancó el 11 de marzo, pero quedó truncado poco después. Hoy lleva 48 días varado. Esta semana, aquella esperanza de volver a su hogar se reavivó cuando Latam fue autorizado a repatriar argentinos. Despegaron dos aviones pero su grupo no tuvo suerte.
Varado con su madre, su hermano y dos amigos, recuerda que el viaje fue organizado con tiempo para pagarlo en cuotas, con tarjeta de crédito propia y una ajena, pues no contaban con suficiente límite de gasto. "Elegimos un parque de Disney, por cuanto era imposible acceder a todos, que también fue financiado en seis cuotas" cuenta Díaz Vicedo. Cuando su madre se quedó sin su medicación, el consulado se encargó de gestionar una receta, pero en la farmacia, se quedó helado: el costo era de US$ 172. Finalmente consiguió que una fundación los ayudara a solventar dicho gasto, pues ya no tienen resto siquiera para medicinas.
Patricia Duarte es chofer de colectivo en Bariloche y está varada en Miami. Su voz se quiebra apenas relata su historia. Llegó para acompañar a su prima, que vive en la ciudad y tenía que atravesar una cirugía. Pero las agarró la cuarentena, y tras una mala convivencia, fue a parar a la casa de un matrimonio que apenas conoce y le brinda techo desde hace un mes. "Dejé a mi hijo de 13 años en Bariloche con mi mamá de 78. Allá perdí mi trabajo, estoy debiendo el alquiler, la cuota del auto, tengo la tarjeta al límite. Sufro ataques de pánico y ahora me dicen que me pasan el vuelo al 3 de junio. Estoy quebrada. Mi exmarido me amenaza que me va a quitar la tenencia de mi hijo porque no vuelvo", dice llorando.
Andrea Acosta es geriatra y trabaja en la guardia de Pami II en Rosario. Es una de los 30 profesionales de la salud que aún no consiguen su plaza de vuelta. Su mamá, de 78 años, está con ella y pasa estos días muy angustiada. "Se nos agotan los recursos. Estoy en un departamento y ya no puedo pagar mayo. Me estoy reservando la tarjeta por si tengo que comprar pasaje, porque además vivimos en la incertidumbre. Necesitamos saber qué día vamos a viajar. Es la única forma de poder organizarnos con el dinero", implora.
Gran Varado
Los varados no sólo hacen catarsis entre ellos. También hay líderes que los sostienen, como Edgardo Zeheiri, un contador de Córdoba. Sumado a su ticket de regreso original, Edgardo compró posteriormente un vuelo de Latam para marzo, que luego le cancelaron. Su familia de 4 ahora tiene 8 pasajes, pero nada de dinero. Una entrevista en los medios disparó su caso y los argentinos locales se le acercaron para ofrecerle ayuda. "Me contactaron varios grupos, entre ellos la filial de River. Cuando me di cuenta que tenía la posibilidad de ayudar a otros decidí cambiar la filosofía. Mi viaje mágico a Disney había terminado hace tiempo. En vez de quedarme amargado, fui armando una cadena solidaria", cuenta. Así, otros en su misma situación fueron llegando al hotel donde se encuentra, el Clarion. Hoy son unos 25 que hacen su cuarentena juntos. Se organizan con la comida, las compras, y se contienen entre ellos. Hasta aprovecharon la bondad de un peluquero que les cortó a todos el pelo. "Armamos una familia de varados. Aprendimos a ayudarnos. Hay que levantar anímicamente a la gente. Algunos vuelven llorando del aeropuerto, confían en que embarcan y a último momento los rechazan", dice. A veces hasta con humor, cuentan que en vez de Gran Hermano ellos se sienten "Gran Varado".
Y cuando alguno se despide, lo viven con alegría y también tristeza. Celebran por quien se va, pero ellos se siguen quedando.