Se animó a volver a su pueblo remoto de la Patagonia para vivir y cumplir su sueño
Facundo Epul, de 25 años, regresó a la pequeña localidad de Perito Moreno, en el noroeste de Santa Cruz para ser guía de fauna silvestre y revalorizar el turismo rural
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“Si cierro los ojos, pienso en el primer día que estuvimos ahí. Pienso en mi amigo y en el amanecer. En los cóndores estirando sus alas, listos para empezar el día”, cuenta Facundo Epul, de 25 años, al recordar la primera mañana en la que despertó en el Cañadón del Río Pinturas, uno de los portales del Parque Nacional Patagonia en Santa Cruz.
Tenía 17 años cuando, junto a Alfredo, decidieron recorrer los 150 km del cauce del río a caballo, desde su localidad natal Perito Moreno, un remoto pueblo de la meseta santacruceña, en el noroeste provincial. Esa experiencia que siempre recordó lo inspiró, muchos años después, a convertirse en guía especializado en fauna silvestre, volver a su tierra natal luego de vivir varias temporadas en Córdoba y crear su emprendimiento de turismo, El Choique Guía.
“Me llamaba la atención la fauna y estaba interesado en aprenderme los nombres de los animales. Como era difícil tener bibliografía, yo memorizaba la imagen de lo que había visto y se lo contaba a los puesteros. Vi tal ave y era así, tenía esta cola. Todo lo que pude aprender lo hice de la gente del campo”, agrega.
Si bien esta experiencia determinó su camino, Facundo se apasionó por la naturaleza mucho antes que por cualquier otra cosa. Su familia siempre trabajó en el campo y empezó a ir a la estancia de la pareja de su mamá a los 9 años, en la zona de la meseta del Lago Buenos Aires. Aprendió cómo era la migración de los guanacos o cómo eran los movimientos del puma antes que las fracciones, pero también vio cómo la cultura rural desaparecía poco a poco.
“Hace 15 años veía que la movida rural se estaba apagando. Tenía conocimiento de lo que pasaba y veía cómo muchos turistas visitaban el lugar y quedaban asombrados”, señaló.
Sus tíos le enseñaron a tejer sogas y su abuela a fabricar cosas a partir del cuero. Cada vez que los visitaba, le pedían que volviera y que transmitiera algo de todo lo que había aprendido para evitar que estos saberes desaparezcan con el tiempo.
Una relación con pausas
Nunca le costó la escuela y se aprovechaba de eso: Facundo faltaba casi todos los días para poder irse al campo, al lugar a donde pertenecía. Y, aunque se quedaba libre, rendía todas las materias y pasaba de año.
Sin embargo, a los 17 años, tuvo que decidir cómo iba a continuar su vida y eligió seguir estudiando: se mudó a Córdoba capital y se anotó en la carrera de Administración de Empresas en la Universidad Nacional.
“Me di cuenta que el campo no daba más. Mi futuro era cuidar un capital ajeno y decidí irme a estudiar. En ese momento, la gente de campo había abandonado su lugar”, explica. En sus 6 años viviendo en Córdoba, aprovechó cada verano para instalarse en las sierras y hacer temporada como guía a caballo.
A los 23, y con título en mano, decidió volver a su Perito Moreno natal. Lo hizo junto a su pareja con quien vive en una chacra con una casita ecológica que ellos mismos construyeron.
De la gente de campo a los turistas
El Choique Guia, su emprendimiento en el Parque Patagonia, fue la forma que encontró de hacer trascender todo lo que aprendió de la gente del campo. Ofrece visitas guiadas con el foco puesto en el avistaje de fauna silvestre. El proyecto surgió cuando hizo un curso de guía idóneo dictado por la Fundación Rewilding Argentina y los gobiernos locales.
“Haber salido de mi lugar y haber vivido en otros sitios, me permitió notar que la fauna no está en todas partes. En mi lugar, el ecosistema está sano aún y podemos salir a caminar un ratito y encontrarnos un puma o un zorrino con sus crías”, expresa.
Facundo se levanta temprano, mira cómo va a estar el clima y prepara su mochila. Si tiene alguna reserva, va hasta el parque y se encuentra con los turistas. Salen, caminan, ven atardeceres y hacen avistajes. Vive en una tregua eterna con la naturaleza que dispone qué podrá enseñarles a los turistas que llegan hasta este lugar.
En ese recorrido, Facundo logra atrapar la mirada de los visitantes al conducirlos por el Cerro Amarillo, desde donde pueden observar a cóndores adultos desplegar sus alas. El recorrido continúa por la Cueva de las Manos, un sitio arqueológico único en el país con pinturas rupestres de hace 9 mil años.
Si bien Facundo se deslumbra con cada animal que cruza su camino, el puma es su figurita favorita y es algo que no oculta en sus salidas o entrevistas. En febrero, cuando hacía una caminata con turistas, pudo divisar una hembra comiendo de la carcaza de un guanaco. Según sus propias palabras, es el “depredador tope” del ecosistema y un eslabón fundamental para que el mismo se mantenga sano.
“Me siento afortunado de poder ver todas estas especies juntas y también de compartirlo con otros. Desde mi humilde lugar puedo transmitir un montón de cosas que aprendí de la gente del campo”, finalizó. Su apellido proviene de la lengua mapuche mapudungun y significa dos joyas. Al ser consultado sobre cuáles son las suyas, Facundo, no duda: amor y conocimiento. Eso es lo que transmite en sus salidas en busca de fauna silvestre.