A 300 kilómetros de Posadas, en el centro este provincial, y en medio de un paisaje de vegetación exuberante y salvaje, las cataratas se producen por un corte transversal del río Uruguay
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Un bramido gigante se escucha en la selva, que envuelve con sus sonidos y su penumbra, sus árboles entreverados como el palo rosa o la cañafístula, sus aves con nombres poéticos como bailarín, su exuberancia. Si hasta parece que Dios se vuelve flor, árbol o pájaro, y la luz del sol se cuela entre el encaje abigarrado que forman las plantas y se entremezcla con los ruidos de animales que se oyen pero no se ven. El calor todo lo impregna con su brutalidad.
Pero el clamor no es sobrenatural sino la bravura del agua del río Uruguay que cae estrepitosamente sobre sí mismo durante 3 kilómetros paralelo a su curso, a cuenta de una falla geológica en los llamados Saltos del Moconá –el que todo lo traga, en lengua guaraní–, dentro del parque provincial homónimo en el centro este de Misiones. A 300 km desde Posadas y a 322 de Puerto Iguazú, recorrido de rutas onduladas y asfaltadas en buen estado de conservación, suman caudal de agua a los saltos las desembocaduras de los arroyos Pepirí Guazú y Yabotí (del lado argentino) y los ríos brasileños Serapio y Calixto .
La selva en todo su esplendor y la maravillosa catarata de este cañadón angosto tienen su continuidad en la costa opuesta del lecho de agua en el Parque Estadual Do Turvo, que forma parte de la Reserva de Biósfera Yabotí. Se trata de un gran corredor verde de 253.773 ha muy importante desde el punto de vista de la conservación de las especies de flora y fauna endémicas, algunas en peligro de extinción.
Gran parte de su encanto es que aún no es un destino masivo: sólo lo visita el 5 por ciento de los turistas que llega hasta Iguazú. Una de las razones es su lejanía y el escaso y oneroso transporte desde las ciudades principales; otra es que no siempre se pueden ver los saltos. Incluso a pocos kilómetros hay un puente bajo que cruza un arroyo que a veces se inunda y no se puede seguir camino hasta el parque.
Para ellos y en este único caso la sequía general de este año es una ventaja, ya que a menor agua la caída es mayor. Las represas sobre el río Uruguay del lado brasileño también tienen que ver con la altura de las pequeñas cataratas.
Desde El Soberbio, a 70 km del parque, parte un colectivo en forma diaria. Allí se ofrecen cabañas y hoteles para alojarse. En camino hacia los saltos, la zona se vuelve más rural y la selva más salvaje y enmarañada: aparecen posibilidades más sofisticadas de mayor contacto con la naturaleza como el Don Moconá Virgin Lodge, entre otros.
Finalmente, la frutilla de la torta: la navegación en alguna de las 6 lanchas de la cooperativa. Para esta aventura hay que descender unos metros hasta el embarcadero de Piedra Bugre, donde un máximo de 10 personas sube a los gomones para el paseo fluvial.
Existen tres senderos para recorrer este parque provincial, que cuenta con 999 ha protegidas de las cuales 30 están habilitadas para uso con fines turísticos. El de La Gruta de 1200 m; Chachi –nombre de un helecho arborescente en peligro de extinción–, de 1800 m con árboles centenarios y un mirador al río frente a las costas de Brasil; y el Sendero Mítico. De baja dificultad, este último fue pensado para mayores y niños e incluye carteles con bellas historias y leyendas guaraníes sobre plantas, flores y personajes como el pombero.
Finalmente, la frutilla de la torta: la navegación en alguna de las 6 lanchas de la cooperativa. Para esta aventura hay que descender unos metros hasta el embarcadero de Piedra Bugre, donde un máximo de 10 personas sube a los gomones para el paseo fluvial.
“El rango del altura del río nos indica si se puede salir o no a ver los saltos. Este año creemos que hasta fines de febrero se van a poder ver fácilmente. Actualmente contamos con una caída de 12 metros”, cuenta Marcelo Poletti, presidente de la cooperativa.
Son 20 minutos de navegación a pura adrenalina contra la corriente del río y su furia. El ruido del agua es ensordecedor y las olas chocan contra la punta del gomón y empapan a los emocionados viajeros. Las lanchas se acercan a las caídas que parecen tragarlo todo pero no, el gomón resiste y sigue hasta la siguiente embestida contra la pared de agua hasta que decide retornar. El plan no es para melindrosos; sí para aventureros y personas que aman la naturaleza.
En un día se pueden realizar todos los paseos y la navegación, si la lluvia no nos echa (si se inunda el puente del arroyo ya no se puede salir).
Antes de viajar conviene verificar en la web del parque (www.saltosdelmocona.tur.ar) si se encuentra habilitado, ya que depende del caudal del arroyo que debemos cruzar para acceder a la entrada.
Ahora, el parque provincial se encuentra abierto viernes, sábados, domingos y feriados con estaciones sanitizantes, donde rocían al viajero con líquido antiséptico y le toman la temperatura. Hasta ahora no hay casos positivos en esta zona menos transitada de Misiones.
Un buen complemento a la visita a Moconá, esta bella y poco difundida caída de agua, uno de los más de 70 saltos que posee esta provincia colorada, es ir hasta los Esteros del Iberá, en Corrientes.
Como escribió el cantor Ramón Ayala: “¿Qué tienes mi tierra roja que a todas partes te llevo? Misiones se te queda en los sentidos, en la piel, y hasta en el calzado que vuelve teñido de rojo. Esta provincia te envuelve con sus misterios y sólo te deja ganas de regresar”.