Atenas, Mykonos y Santorini son excelentes embajadoras de los atractivos helénicos. Sintetizan la historia, la playa, la cocina mediterránea y el sol que signa los días en el Egeo.
¿Qué sería de nosotros sin el mito de Prometeo o el de Sísifo? ¿Y sin los tejidos de Penélope, el caballo de Troya o el talón de Aquiles? ¿Qué habría sido de Freud sin Edipo?
El lenguaje cotidiano está lleno de palabras griegas. Todas las especialidades médicas y unas cuantas dolencias (de la neumonía a la hemorragia), las fobias y un completo abanico de esdrújulas (fábula, hipopótamo, prólogo, dinámico, seudónimo, carismático, termómetro, epígrafe y cleptómano) tienen origen en la patria chica de Aristóteles y Homero. La humanidad entera maneja nociones de clásico, tragedia y mito que tienen raíces helénicas, igual que el teatro como arte escénica.
Cuando uno pisa Atenas tiene la sorpresa de conocer la cuna de la civilización en el siglo XXI, entreverada con la sensación de que Alejandro Magno, Pitágoras o Pericles, entre tantos otros, son parte de los manuales de historia o los teoremas de la infancia.
Atenas
El Partenón es tan omnipresente y maravilloso. Elevado en el centro de la ciudad, siempre iluminado por la noche, hay un código de edificación que impide que los edificios de las inmediaciones lo tapen. Su atracción es premeditada e infalible: basta verlo para querer estar ahí arriba de inmediato.
Entre 10 y 15 mil personas lo visitan por día en temporada alta (sobre todo por la mañana). Los mármoles afloran lustrosos, pisados por millones de pies por los siglos de los siglos. Su frente está cubierto por andamios (y dicen los griegos que no hay planes de quitarlos, puesto que estarían protegiéndolo de eventuales movimientos sísmicos). Ha resistido bastante, pero no es cuestión de abusar. El Partenón se mantuvo tal como Pericles lo rehizo tras el ataque de los persas –cambiando de función, puesto que fue iglesia cristiana, mezquita y polvorín– hasta que en 1687 una bala del cañón del veneciano Morosini dio directamente sobre el techo y se desplomó. Sin embargo, el “malo” de la arqueología griega entra en escena justo cuando comenzaba el siglo XIX. En 1799 Lord Elgin fue nombrado embajador inglés en Constantinopla (Grecia estaba entonces bajo dominio otomano). El diplomático empezó contratando dibujantes para que retrataran los tesoros de la Acrópolis, pero no tardó en entusiasmarse: primero retiró las piezas que estaban caídas en el suelo, y entre 1801 y 1812 se alzó con 15 de las 92 metopas y 75 metros de los 160 del friso del Partenón. Su colección fue privada poco tiempo. En 1816 había sido adquirida por el gobierno británico por 35.000 libras, cifra que, según la Enciclopedia Británica, apenas cubría la mitad de los costos de Elgin.
Desde 1983 Grecia viene pidiéndole a lnglaterra la restitución de lo que ellos llaman Elgin’s Marbles. Durante muchos años, el argumento inglés fue que Grecia no tenía dónde exhibirlos. Con la inauguración en 2009 del magnífico Museo de la Acrópolis, a pocos metros del sitio arqueológico, el pedido ha cobrado más fuerza: en el museo se exhiben con lugares vacíos y las iniciales BM (British Museum) todas aquellas piezas que faltan en Atenas, porque están en Londres. Y son unas cuantas.
Después de conocer la Acrópolis y su museo, un paseo por Plaka, el barrio histórico, es una excelente manera de concluir el día. Sus veredas de mármol brillan, y está lleno de restaurantes y tabernas donde sentarse a comer feta meli (queso feta con miel y sésamo), soutzoukakia (albóndigas con comino y salsa de tomate) o una deliciosa ensalada griega, con toda la frescura de sus ricos tomates, pepinos, aceitunas y el queso feta que, junto con el sabrosísimo yogur, constituyen la maravillosa dupla láctea a la que Grecia le rinde culto cotidiano.
Mykonos
Los griegos son simpáticos e informales. Lo único puntual en este país es el ferry que sale de El Pireo rumbo a las islas. En la era web, los tickets de los ferries no son del todo virtuales: se pueden reservar y hasta pagar online, pero para embarcar hay que pasar a buscar el boleto por el puerto, una agencia o representante. Nada de ir ese día antes de embarcar. Y mucho menos, perderlo.
Como parte del archipiélago - las Cícladas - que es, Mykonos está acostumbrada al trajín de esas inmensas embarcaciones. Mueven muchísima gente. Los locales suben con su frappé (café instantáneo batido con mucho hielo que beben en cantidades increíbles), llegan, alquilan su scooter, eligen una playa, van a bailar. El lado sur de la isla es el más fashion y buscado por los jóvenes: tiene sus restaurantes y sus DJ. Los griegos se mezclan con las rusas, las americanas y los brasileños. Hay de todo. Si buscás tranquilidad, evitá Paradise y SuperParadise.
Un cuatriciclo resulta una buena opción para conocer el inexplorado litoral norte: Ftelia, Kalafatis, Fokos, Ano Mera (la pequeña capital) y Agios Sostis. En esta última la mejor contraseña es Kikis Tavern, una auténtica taberna de playa que funciona mientras hay luz. No esperes lujos: la propuesta es comer en un patio bajo un olivo, con vista al mar, mientras el pulpo y el abadejo se hacen a la parrilla. Ensaladas fresquísimas, hongos, berenjenas. La fila suele ser larga e invisible. Vasiliadis la tiene en la cabeza. No anota a nadie. Solamente pide que alguien del grupo se quede siempre a la vista, afuera… El vino y el agua con hielo de la espera corren por cuenta de la casa. Mientras, los demás pueden ir darse un chapuzón al mar.
El atardecer tiene una única dirección: Venice Beach, en el centro de Mykonos. Los barcitos se reproducen uno al lado del otro, las mesas cotizan carísimo, pero el momento en el que el tiempo se estira y se acelera a la vez, con esa velocidad tan rara que toma el sol en ese instante, mientras muta del naranja al rojo oscuro y se pierde en el mar es una epifanía, una gloria, una magia momentánea de memoria permanente.
Y por la noche, con la sonrisa dibujada, la panza contenta y la piel llena de sol, lo mejor es perderse en las laberínticas callecitas estrechas del centro, mirar vidrieras divinas aunque no compren nada, volver a perderse y terminar saliendo a la bahía donde sopla un poco de viento, las casitas blancas se van poniendo casi negras con la noche y las luces que las iluminan parecen más estrellas.
Delos. Es una de las islas más pequeñas de las Cícladas y está deshabitada. Está situada enfrente de la isla de Rinia (también deshabitada) a 2 km al suroeste de Mykonos, y es una excursión clásica desde esta isla. El santuario arqueológico de Delos, lugar de nacimiento de Apolo y Artemisa, está clasificado por la Unesco como uno de los sitios históricos más importantes de la humanidad. Delos fue uno de los centros espirituales de los antiguos griegos.
Santorini
Tera, como se llama la isla en realidad, es más grande que Mykonos; tiene más tráfico y más para conocer: mejor un auto chico que un scooter para de las playas de arena negra –Perissa y Kamari– a las de arena roja, muy cerca de las ruinas de Akrotiri. Visitar una bodega para probar los vinos blancos de la isla, ir hasta Exo Gonia para comer en Metaxy.
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Si la homogeneidad blanca y azul de Mykonos conmueve, las casitas atiborradas en las cumbres de Santorini van por más. Se amontonan ahí arriba, justo donde el sol las abraza cuando empieza a despedir el día, y se desgranan hacia abajo, en un degradé de belleza que no se sabe si es concertado o espontáneo, pero es mucha. Tanta que parece imposible que uno pueda fijar domicilio allí. ¿Todos los días esos atardeceres espectaculares? ¿Se puede llevar una vida normal en ese escenario de película? Discutir con el marido, no llegar a fin de mes, tener gripe o hacer los mandados… Son menesteres que parecen ajenos a la realidad de Santorini. Ahí es cuando uno lee y se entera de que en 1650 aC hubo una sucesión de terremotos y erupciones volcánicas que provocaron la expulsión de 30 km3 de magma y una columna de ceniza volcánica de 36 m de alto. El centro de la isla se hundió, dando lugar a una caldera que el mar anegó rápidamente. Es esa maravilla que hoy surcan los cruceros, las goletas… Pero ahí no terminaron las desgracias. Hubo unos cuantos temblores más, hasta que en 1956 un terremoto de 7.8 grados en la escala Richter destruyó buena parte de Oia (pronúnciese Ía) y Fira, la capital. Ambos poblados tienen algo del Ave Fénix. Será la zona.
Si pensás viajar…
ATENAS
Dónde dormir
Electra Metropolis. 15 Mitropoleos Str. | metropolis@electrahotels.gr | www.electrahotels.gr
Hera. 9 Falirou Str. info@herahotel.gr | www.herahotel.gr
Acrópolis View. Webster 10 & Robertou Galli | av_hotel@otenet.grwww.acropolisview.net
MYKONOS
Dónde dormir
Petasos Beach Resort & Spa. Plati Gialos | info@petasos.gr | www.petasos.gr
Mykonos Essence. Ornos. info@hotelmykonosessence.com | www.mykonosessence.com
Dónde comer
Kiki’s Tavern. Agios Sostis. No toman reservas, por lo que es recomendable llegar temprano, o ir dispuesto a esperar. No hay carta. La idea es elegir una ensalada o entrada de la heladera mostrador y pedir algo de lo que sale de la parrilla: pescado, pulpo, hongos, entre otras frescuras.
SANTORINI
Dónde dormir
Katikies. Oia. info@katikies.com | www.katikies.com
Santorini Palace. Fira. info@santorinipalacehotel.com | www.santorinipalace.com
Melina. Fira. info@melinahotel.gr | www.melinahotel.gr
Dónde comer
Metaxi Mas. Exo Gonia. www.santorini-metaximas.gr
Pinakio. Kamari. T: + 30 228 603-2280. Ambiente casual. Buena cocina. Precios populares.
Paseos y excursiones
B.U.S Travel. Kamari | info@bustravel-santorini.com | www.bustravel-santorini.com | Agencia especializada en paseos y excursiones por la isla. También alquilan autos.
Nota publicada en mayo de 2017.
LA NACION