Habitaciones pequeñas con todo lo necesario para tener un buen descanso. Zonas comunes amplias, con mucha luz, diseño y juegos para interactuar con el resto de los inquilinos de la casa. Calendario con actividades que incluyen desde clases de yoga hasta cenas en grupo.
Estas son algunos de los diferenciales que ofrece el co-living, una nueva forma de hospedaje tanto para viajeros como para trabajadores nómadas. Si bien funcionan en edificios u hoteles remodelados, la idea es que sea como una especie de vecindad con el foco en los espacios comunes.
El común denominador de este tipo de espacios es la sociabilidad y los lazos de comunidad que se generan entre quienes se hospedan allí.
El concepto de co-living nació en San Francisco con la explosión de las empresas tecnológicas que se instalaron en Sillicon Valley. La escasez de vivienda, sumado a que muchos de los trabajadores "estaban de paso", facilitaron el nacimiento de esta nueva forma de alojamiento que permite no sólo flexibilidad en lo que a contratos se refiere, sino también generar una sinergia entre los inquilinos.
El co-living es el hermano menor del coworking, que propone compartir espacios de trabajo. La idea es generar convivencia momentánea en la que los "co-livers" (así se llama a quienes habitan estos lugares) hacen uso compartido de los espacios comunes.
Esta tendencia está ampliamente esparcida por Europa y Estados Unidos aunque recién da sus primeros pasos en Sudamérica y en la Argentina.
"Veníamos de operar con siete espacios de coworking y lo que nos pasó fue que los clientes empezaron a contarnos que estaban teniendo problemas para alquilar viviendas. A veces eran extranjeros, a veces gente que estaba de paso. Ahí fue cuando vimos que había una oportunidad para ofrecer alquileres con una estadía promedio de seis meses y una mínima, de uno. En Latinoamérica, el sistema de alquileres es poco flexible y así surge esta idea: una solución funcional a una vivienda temporal", cuenta Martín Larre, director de ZAG co-living, un espacio de estas características en Montevideo y que tiene planeado desembarcar en la Argentina.
A metros de la Plaza Independencia de la capital uruguaya, ZAG tomó el espacio de lo que solía ser un antiguo hotel que había quedado sin funcionar. El lugar fue renovado durante cinco meses y reabierto hace poco más de un año con un nuevo concepto: una comunidad de 25 vecinos que comparten la cocina, el living-comedor, el lavadero y un patio interno.
"Lo que ofrecemos es acceder a una comunidad. Cuando un visitante llega, no se encuentra ni con un hotel ni con un Airbnb: hay gente que te recibe, evitás eso de volver de noche a un hotel solo. Te damos un lugar para vivir. Además, no te pedimos garantías y somos lo más flexibles posible", agrega Larre.
Ni Airbnb ni couchsurfing
Un co-living no es Airbnb, ni hostel ni tampoco un couchsurfing. Aquellos que deseen alquilar una habitación en estos lugares pueden hacerlo directamente con el espacio y no necesariamente a través de aplicaciones.
Generalmente, aunque varía según las políticas del lugar, se realiza una entrevista previa para asegurarse que las expectativas del inquilino sean coincidentes con el tipo de servicios que se ofrece. Por otro lado, hay que tener en cuenta que en la mayoría de los casos la estadía mínima es por un mes aunque puede haber lugares que destinen un cierto número de habitaciones a alquileres más cortos.
Otra de las cuestiones que hay que tener en cuenta es que este tipo de alquiler no suele ser el más barato del mercado. En el caso de ZAG, las tarifas van desde 300 hasta 800 dólares mensuales. Esto varía de acuerdo al tipo de habitación: con o sin baño privado, con o sin kitchenette, con o sin balcón. Los precios incluyen servicios de agua, electricidad, Internet, limpieza y lavadero.
Un punto no menos importante es que, generalmente, no es necesario una garantía para poder ingresar en estos espacios. Sin embargo, esto también varía de acuerdo a las políticas de cada lugar.
En el caso de Casa Campus, una marca de co-living que ya funciona en Buenos Aires y que tiene cuatro espacios en distintos barrios, se piden ciertas condiciones para aquellas estadías que superan el mes.
"Para estadías largas, pedimos un depósito y el alquiler de los primeros meses. Para estadías más cortas ofrecemos distintas opciones de pago. Más allá de eso, quien lo desee puede hospedarse en Casa Campus", dice Fahad Siddiqui, presidente de la compañía.
La primera sede de Casa Campus se instaló en Pilar, a metros de la Universidad Austral para atraer a estudiantes que llegaban de otros lugares y estaban en busca de un lugar cómodo y accesible para vivir.
Entre los servicios que ofrece este espacio se encuentran: un gimnasio, una pileta, un coworking y un quincho. Además, se pueden elegir entre diferentes tipos de habitaciones que van desde un estudio, hasta una tres ambientes.
"Las principales ventajas que valoran los usuarios son: la naturaleza inclusiva y flexible de los contratos, trabajar con una empresa en lugar de un propietario individual y el sentido de comunidad que se crea en cada uno de nuestros edificios. Los edificios de Casa Campus se diseñan pensando en los usuarios de principio a fin", agrega Siddiqui.
El perfil de los "colivers"
Si bien cualquier persona que desee puede hospedarse en los co-living, existe un perfil específico de usuarios que suelen elegir este tipo de hospedajes.
Según un perfil trazado por ZAG, los "colivers" tienen entre 22 y 38 años. Quienes se hospedan en estos espacios son personas que por alguna razón han dejado su vivienda "convencional": hay estudiantes que llegan a la ciudad para especializarse, trabajadores que fueron trasladados por su empresa o personas que por cuestiones corporativas llegan a Montevideo.
En un gran porcentaje son nómadas digitales que al tener un trabajo remoto, eligen y varían las ciudades en las que viven según sus conveniencias.
"En Montevideo tenemos la mitad extranjeros y la mitad uruguayos. Hay gente que tiene trabajos remotos o freelance y, actualmente, tenemos hasta un jugador de póquer profesional que está seis meses viajando y seis viviendo en nuestro co-living", comenta Farre.
La mayoría de los co-living, y especialmente ZAG, se pensaron para ser las viviendas del futuro: están especialmente preparadas para la Generación Z (nacidos entre 1995 y 2010), ya que tienen características que los hacen más compatibles con este tipo de hospedajes.
Para este rango etario, lo más importante es el celular y es una de las generaciones culturalmente más diversa. Son más bien flexibles y múltiples, con la expectativa de llevar adelante varias carreras a lo largo de su vida. Además, son personas que no se preocupan por lo material, sino por consumir experiencias que se puedan compartir en sus perfiles digitales.
"Apuntamos mucho a estas generaciones que buscan más de las cosas y no poseerlas. Que busca experiencias que pueda compartir. Son generaciones que viajan mucho, conocen, ven y quieren", agregó el director de ZAG.