En camioneta, de Buenos Aires a La Paz. Ida y vuelta. En total, 6000 km. Atravesamos altiplano, valles, desierto, salares, ciudades históricas, pueblos, caseríos; tierras de volcanes, géiseres y lagunas cordilleranas con temperaturas bajo cero. Superamos los 4.000 metros de altura. Escuchamos conversaciones en quechua, aymara, inglés, francés, japonés, hindi. Comimos decenas de variedades de papa, dormimos en camas de sal, vimos momias, y nos dejamos leer el destino en hojas de coca. Más allá de la parva de kilómetros, fue un viaje de aventura y conocimiento, de esos que no se vuelve igual.
Hay tres requisitos indispensables para emprender esta travesía: vehículo 4x4, un buen GPS con los waypoints bajados de Internet y muchas ganas de manejar caminos ásperos, de montaña. Si no se contrata un guía, conviene alquilar un tubo de oxígeno, que podría ser necesario en tramos por encima de los cuatro mil metros. Algo más: paciencia para los trámites en las aduanas y comprensión en las estaciones de servicio de Bolivia, donde el combustible –subsidiado por el estado– cuesta más del doble para los vehículos con chapa extranjera.
Nuestro guía, Federico Norte se sumó en Salta y trajo oxígeno, hojas de coca y navegadores satelitales de todos los colores.
De Salta a La Quiaca, frontera con Bolivia, son 398 km; en parte autopista, en parte ruta de montaña que atraviesa la Quebrada de Humahuaca, el Trópico de Capricornio, la Puna. Al traspasar el pasaje aduanero La Quiaca-Villazón llegamos al Estado Plurinacional de Bolivia, país que no cambió solo de nombre en los últimos años. La RN 14, que une Villazón con Potosí, desde febrero de 2012 es asfaltada. "Antes se tardaba un día entero hasta Potosí y llegabas seguro con un neumático roto en el camino de tierra", cuenta Federico, visiblemente entusiasmado con la ruta en óptimas condiciones.
La velocidad máxima en todo el país es de 80 km por hora y hay peajes todo el tiempo, aunque la mayoría cuesta 4 pesos bolivianos (unos 60 centavos de dólar). No es raro encontrarse con "trancas": sogas en el camino que impiden el paso y hay que bajarse del vehículo para pagar el peaje. Pero nada de que quejarse: el camino a Tupiza, donde pasamos la noche, es un placer.
"Desde que está Evo, no nos avergüenza hablar nuestra lengua", nos comenta una chola con las que hablamos en nuestro paso por la ciudad. Al otro día, bien temprano, seguimos viaje, al igual que la gran mayoría de los viajeros que llega a esta ciudad. Tupiza es el punto estratégico para iniciar las excursiones "estrella" del sur boliviano: el Salar de Uyuni (a 210 km hacia el noreste) y las lagunas Colorada, Verde y Blanca, hacia el sudeste, por lo que el pueblo siempre tiene presencia extranjera, sobre todo europea. Hacia allí vamos para adentrarnos en el salar y las lagunas de Lípez. Nos sumergiremos en paisajes abismales, silenciosos, extraterrestres.
PAISAJES MARCIANOS
Una vez en Uyuni, nos dirigimos a la Isla Incahuasi, nuestra primera parada en esta infinita alfombra blanca que demanda sí o sí lentes negros y altísima protección solar. La isla es una formación de rocas calcáreas con restos de corales, poblada de cactus gigantes que alcanzan los diez metros de altura. Elevada, es también un buen mirador del salar desde distintos ángulos. El "estacionamiento" de la isla está copado por vehículos 4x4 equipadas con GPS, dos elementos indispensables para circular por el salar, que parece infinito: son 10.500 km2 en los que en invierno, la época seca, las grietas dibujan millones de hexágonos. En verano está inundado: es difícil recorrerlo en vehículo, pero el espectáculo del reflejo del cielo en el piso compensa esa limitación. Rodeado de montañas –entre ellas, el volcán Tunupa– tiene, en su parte central, 120 metros de profundidad. Son 11 capas con espesores que varían entre 2 y 20 metros: unas 64 mil millones de toneladas de sal.
De la isla, en el centro del salar, son 86 km hasta el hotel Palacio de Sal, el más antiguo (de 2004) de los de su tipo en esta zona. A unos metros de la entrada, un colectivo colorido funciona como mirador: grupos de japoneses –nacionalidad fanática del salar– se trepan para contemplar el paisaje. Nos alojamos en habitaciones que parecen iglús, con camas y mesas de luz de sal, y techos cónicos de bloques de sal con estalactitas.
Otro hotel que se encuentra en esta blancura sin fin es Luna Salada, íntegramente construido con bloques de sal. Abrió en 2005, luego de cuatro años de construcción. Está a orillas del salar y es elevado, por lo que ofrece muy buena vista. Gabriel Lora, miembro de la familia propietaria, cuenta que fueron sus padres los responsables de la arquitectura y la sobria decoración del hotel, con salamandras, tejidos y artesanías locales. Los ambientes y habitaciones, con doble muro, doble vidrio y calefacción, son cálidas.
Otras propuestas dentro del salar: ir a ver a los trabajadores en acción, quienes extraen la sal con pico y pala, y recorrer los pueblitos que están a orillas de la alfombra blanca, rodeados de cultivos de papa y quinua y de campos con ovejas y llamas. Uno de ellos, Coquesa, es imperdible. Tras el pago de una entrada, se puede llegar al Mirador del volcán Tunupa y visitar una cueva con siete momias del año 1200 –entre ellas, las de una mujer de unos 50 años con dos bebés– de la cultura uruchipaya, conocidas como "Los chulpares de Coquesa".
A orillas del salar y frente a una laguna con flamencos, hay un nuevo hotel de piedra, Tambo Coquera, que por ahora cuenta con cuatro habitaciones y un restaurante de comidas típicas. Es una sencilla y agradable alternativa a los lujosos hoteles de sal.
Al desangelado pueblo de Uyuni se va a cargar combustible, cambiar dinero y contratar excursiones dentro del salar. Lo ideal es dedicarle tres días al salar y sus alrededores y dos días más a las lagunas, nuestra próxima parada.
Salimos de Uyuni hacia el suroeste y atravesamos el salar de Chihuana y el Valle de las Rocas, con formaciones rojizas alucinantes. A las seis horas llegamos al hotel Mallku Villamar, refugio enclavado en la montaña en medio del valle donde pasamos la noche bajo calentitas mantas eléctricas, a 4.020 msnm.
El último destino de este largo viaje es el Refugio de Fauna Andina Eduardo Avaroa, donde la naturaleza se despacha con todo. En sus 714.745 hectáreas, con una altitud media de 4.000 msnm, se suceden las lagunas Colorada, Blanca y Verde; volcanes, y el géiser Sol de Mañana. El área protege tres especies de flamencos: tikiki, churruro y jututo. Además hay vicuñas, suri (avestruz americano), vizcachas, zorros colorados, guanacos y 22 especies de aves.
Antes de entrar a esta pasamos por el desierto de Dalí, con formaciones dignas del artista catalán. La primera laguna que aparece es la Colorada, de 60 km2. Es realmente roja y está flanqueada por volcanes manchados con sombras de nubes. Esta es la laguna que más flamencos y gaviotas concentra. Hace muchísimo frío. Un poco hacia el sur aparece Sol de Mañana, un área de un kilómetro cuadrado con géiseres increíbles. De la tierra caliente brotan ruidosas fumarolas. Más adelante, la laguna Verde –de 17 km2– es como una porción de Caribe en pleno altiplano. Está unida a la laguna Blanca por un curso de agua. Las capas de colores del agua, el horizonte, las montañas y el cielo componen un escenario irreal y es hora de seguir a nuestro próximo destino.
Tomamos la RN 14 con rumbo a Potosí.
LAS CIUDADES HISTÓRICAS
Potosí es una de las ciudades más altas del mundo. Está a 4.060 msnm y el cuerpo desacostumbrado lo nota. Para aliviar el malestar hay que adquirir sorojchi pills en cualquier farmacia, comer liviano y caminar despacio. Con todas las precauciones, el dolor de cabeza puede que no cese y una alternativa puede ser hacer un tirón más hasta Sucre, que está a 2.790 msnm, y visitar Potosí en segundo lugar: si se sube gradualmente, no hay mal de altura.
En el siglo XVI era el mayor complejo industrial y la ciudad más poblada del mundo americano, con 120 mil habitantes (hoy tiene 130 mil). Creció de manera desordenada en los alrededores del Cerro Rico, proveedor de la plata colonial y del estaño republicano. A la antigua "villa imperial" se viene, justamente, a visitar el legado de aquella época dorada: una iglesia cada dos cuadras, a la usanza española; monasterios y casonas con heráldicas que indicaban la opulencia de la clase dominante y, sobre todo, el fascinante museo Casa de la Moneda, institución creada en 1572 para fabricar monedas con la plata extraída del Rico. No es buena idea llegar domingo o lunes, porque museos e iglesias están cerradas. También se pueden recorrer las polémicas minas. Hay que decirlo: Potosí está descuidada. En junio de 2014 la UNESCO la colocó en la lista de Patrimonio Mundial en Peligro, porque la actividad minera descontrolada está generando una degradación del sitio histórico.
A la mañana siguiente dejamos la alta Potosí para viajar a la cálida Sucre. Son 160 km por la Ruta 5, en buen estado. Unas dos horas y media de camino de montaña sinuoso, con vistas espectaculares del valle. Entramos por la calle Estudiantes a la ciudad blanca, colonial, republicana, universitaria, pulcra y soleada que, en pleno junio, regala 22 grados. Es visible el cuidado de la UNESCO en este Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad desde 1991: lo que se ve son calles impecables con iglesias, conventos y mansiones blancas, con techos de tejas, bellamente conservadas. En su historia, tuvo cuatro nombres: La Plata, Charcas, Chuquisca y por último, Sucre.
Las cholitas son minoría en las calles de la capital histórica y constitucional de Bolivia, donde se gestó la independencia del país. Predominan jóvenes estudiantes de distintas regiones y turistas europeos. Nos alojamos en el céntrico hotel boutique Mi pueblo "Samary", que en una casona de 1876 recrea un pueblo colonial boliviano. Incluye chichería, plaza con acequia de riego y fachadas de distintos estilos de arquitectura mestiza. El personal lleva trajes típicos del sur de Bolivia y valiosos fullus –textiles indígenas– decoran los muros de las amplias habitaciones.
Pequeña, pintoresca y primaveral, la ciudad invita a caminarla. Nicolás Ortiz es la calle de los bares, como Joy Ride Café –siempre animado– o El Solar bistró. Y Grau, la de las tiendas: vale la pena entrar a la de la Asociación de Arte Indígena Inca Pallay, con hermosos textiles. En la misma cuadra está la oficina de Turismo donde nos sugieren ver tres sitios. Vamos derecho al principal: La Casa de la Libertad, frente a la plaza 25 de Mayo. En este recinto –antigua universidad jesuítica donde se graduaron como doctores de Charcas los héroes de las revoluciones de 1809– se proclamó la independencia del Alto Perú el 6 de agosto de 1825. En siete salas despliega una interminable colección de documentos inéditos, antiquísimos planos, retratos de personajes y reliquias históricas, como la primera bandera argentina, la que Belgrano creó y ocultó en una capilla del pueblo de Macha, para que los españoles no la destruyeran. En la misma sala –de los Guerrilleros– están los restos de Juana Azurduy. Entre muchos datos reveladores, Santusa –formidable guía en español y en quechua– menciona que fue el diputado Manuel Martín Cruz quien propuso el cambio del nombre del país en 1825, de República de Bolívar a Bolivia. Su frase célebre fue: "Si de Rómulo, Roma; de Bolívar, Bolivia". Y agrega, casi entre lágrimas, que en 1879, durante la Guerra del Pacífico con Chile, Bolivia perdió la salida al mar.
En otra esquina de la plaza está la Catedral, de 1559. Su Museo Eclesiástico exhibe una pintura de 1609 de la Virgen de Guadalupe, patrona de Sucre, con un vestido de plata con decenas de piedras preciosas que ofrendaron los fieles. Con sus esmeraldas, rubíes, granates y perlas incrustadas, la Virgen sale en procesión el 8 de septiembre.
El último punto ineludible del Centro Histórico es la iglesia y convento de San Felipe de Neri. De estilo neoclásico, el conjunto construido en 1799 tiene arcos de medio punto y una espectacular terraza con vista a la Ciudad Blanca.
Al atardecer, el mejor mirador está en la Recoleta, sobre las faldas del cerro Churuquella. Llegamos un poco antes para visitar el cercano Museo de Arte Indígena Asur, iniciativa privada de antropólogos que permite conocer y apreciar obras de arte indígena de las cutluras Jal´qa y Tarabuco, de altísimo nivel estético. Todo un descubrimiento.
LA PAZ, ABISMAL Y FASCINANTE
Salimos muy temprano rumbo a La Paz, a 700 km al noroeste de Sucre. Llegamos de noche a esta ciudad diseminada en un cañón rodeado de montañas cordilleranas. En realidad, son dos urbes en una: El Alto –a 4.070 msnm– y La Paz, que termina en los barrios Sur, a 3.280 msnm. El Alto, autónomo desde hace 30 años, es el sector pobre, con 1,2 millones de habitantes que hablan aimara. En La Paz, que incluye el centro y la residencial zona sur, viven un millón de personas que hablan español. Dos mundos que ahora se comunican con mayor fluidez: en 2014 inauguraron Mi Teleférico, con tres líneas modernísimas que transportan 18 mil personas por día. Las cabinas son para diez pasajeros y circulan cada 12 segundos. Un alivio para el tránsito y la vida diaria de los trabajadores que bajan y suben de su casa al centro y viceversa. Para los visitantes, es un trayecto imperdible que muestra en detalle el cambio arquitectónico progresivo, a medida que se desciende la ladera: de la humildad al lujo en diez minutos.
Bajamos en camioneta hasta el centro histórico, donde está el hotel Casa de Piedra. Fue llegar y mirar para arriba: La Paz es un cielo estrellado custodiado por el cerro Illimani, de 6.462 metros.
Apenas despierta el día, el centro es un fascinante hormiguero de cholitas con abultados aguayos multicolores, oficinistas y viajeros de todo el mundo. En las calles se atascan cientos de autos, colectivos y los controvertidos minibuses –combis de transporte, algo más caras que los colectivos– que pronto serán reemplazadas por "pumakataris", ómnibus públicos para 60 pasajeros. Cruzar a pie las ruidosas avenidas de La Paz es una aventura.
Nos sumamos a un city tour gratuito que se inicia a las 11 de la mañana en la plaza de San Pedro. Es una recorrida a pie informal y divertida, pero con buena data paceña, a cargo de simpáticas guías con gorras rojas de la empresa Redcup Walking Tour. La primera historia es la de la Prisión de San Pedro, la más grande y famosa de Bolivia. Hace algunos años, el gobierno cerró este presidio que no se parecía a ningún otro: era una cárcel sin guardias ni uniformes, con restaurantes, peluquerías, guarderías y hasta un hotel. Habitada por más de un millón de convictos y sus familiares, se trataba de una sociedad organizada y legislada por los propios reclusos, quienes trabajaban para acceder a lujosas celdas que se alquilaban a miles de dólares, y a una mejor vida mientras duraba su condena. En una época se hacían visitas guiadas a su interior, pero las suspendieron al descubrir que muchos entraban a comprar la cocaína que se producía en el penal que, dicen, era la más pura del país.
El tour sigue por los mercados callejeros, una marca registrada de La Paz. Cada calle tiene su especialidad. En Rodriguez y Otero de la Vega comienza el Mercado Rodríguez, el más grande y surtido de la ciudad: 46 cuadras que se cierran de viernes a domingo para puestos de frutas, verduras, pescados y otros comestibles. Las cholitas hablan quechua, aimara, español e inglés. "Los paceños hacemos las compras en los mercados. Para dos millones de habitantes hay sólo 20 supermercados en toda la ciudad", dice una de las guías. En la calle Santa Cruz está el Mercado de las Brujas, con pociones para el amor, ofrendas para la Pachamama –ekekos, miniaturas, fetos de llama desecados– y accesorios para todo tipo de embrujos. Muy cerca está el Mercado de Medicina Natural, con productos como un polvo llamado "Sígueme, sígueme". Le pregunto a la vendedora para qué sirve: "Para que él se convierta en tu esclavo".
La calle Sagárnaga es la de las artesanías. Se ven cientos de sweaters de pura alpaca por 120 soles y awayos con todas las combinaciones de colores posibles, en contraste con el gris de la piedra labrada de la vecina Basílica y Convento de San Francisco (de 1581). Muy cerca, el Mercado Lanza tiene decenas de puestos de comida bajo techo y es un buen lugar para hacer una pausa y probar el api (chicha sin alcohol).
La guía cuenta que está de moda ser cholita, y que hasta se organiza un Cholita Fashion Week. "Ahora todas quieren vestirse con las típicas tres enaguas bajo las polleras y usar el sombrero Borsalino que, según como te lo coloques, significa que estás casada o soltera", aclara. Y agrega que no cualquiera puede ser cholita: hay que ser hija de una de ellas. "Antes eran mucamas y las discriminaban, ahora ocupan cargos públicos, son profesionales", concluye.
La recorrida continúa en la céntrica Plaza Murillo, con la Casa de Gobierno, la Catedral y el Palacio Legislativo, que exhibe un reloj peculiar: los números están dispuestos en sentido antihorario y las agujas se mueven hacia la izquierda. Aparentemente, un símbolo del cambio político en Bolivia.
El tour termina con una propuesta insólita: lanzarse del piso 18 del hotel Presidente –el más alto de la ciudad– en rappel o caída libre por un muro de 50 metros. Amine Lahbabi, un joven de Casablanca que estudia ingeniería en París, baja por la pared con un traje del Hombre Araña ante la mirada desconcertada de los transeúntes en pleno centro de La Paz.
EL TIWANAKU
Es un lugar ineludible, a 72 km al noroeste de la ciudad, el principal sitio arqueológico de Bolivia. En el camino pasamos por la vieja estación de trenes, donde sale el Teleférico Línea Roja, en la zona conocida como Ballivián. En la entrada hay unas carpas: allí atienden al público los yatiris, chamanes que leen la suerte con hojas de coca. Más adelante está Laja, donde en 1548 se fundó la ciudad de La Paz y hoy venden un famoso pan sin levadura. En esta excursión nos guía el paceño Ángel Tola. Durante el trayecto, nos resume costumbres bolivianas: en el país hay 33 grupos étnicos, entre ellos quechuas y aimaras; se suele comer cinco veces al día, con excepción de los cochambinos "que comen seis veces, porque trabajan para comer". El típico plato paceño lleva papa, habas, queso frito y carne de res. Hay 300 tipos de papa. Al picoteo antes del almuerzo se le dice "sajear". Nos detenemos en el Mirador Lloco-Lloco, con vista espectacular del valle con la Cordilleras de las Tres Cruces y la Real Oriental de fondo. Hay varios picos que superan los seis mil metros: Sillimani (6.400 msnm), Huayna Potosí (6.088 m), Illampu (6.368 m).
Por fin llegamos al Centro Espiritual y Político de los Tiwanaku, cultura pre inca vigente desde 1580 a.C. hasta el 1200 de nuestra era, que se extendió hasta territorios del actual Perú. El complejo abarca 30 hectáreas con los restos templarios más antiguos de los Andes y dos museos. El Museo Regional Lítico, con colección de esculturas imponentes, fue construido para preservar el Monolito Beneth, de 9 metros de alto y 18 toneladas de peso, que, se estima, fue realizado en el 1538 a.C.; el otro es el Museo de Cerámica, con piezas de los distintos períodos hasta llegar a la alfarería inca. En una de las vitrinas hay una momia aimara envuelta en totora. Está en posición fetal, como sepultaban a sus muertos, listos para el renacimiento.
Entre los restos algo descuidados de los templos –de piedra andesita gris– está Kalasasaya (156 X 117 metros), donde se encuentra la famosa Puerta del Sol, de diez toneladas de peso. En el solsticio de invierno –Año Nuevo Aimara– los primeros rayos solares ingresaban por dicha puerta, que hoy está exhibida en otro lugar, donde no se da este fenómeno, según cuenta el guía. El muro del frente no es original y tiene tallado un calendario. A los costados se conserva el material original y eso se nota por el color de la piedra. De la puerta principal del templo se ve el monolito Ponce, de un solo bloque de andesita, con turbante e iconografías. Lo mejor del complejo es el templete semisubterráneo con 175 cabezas enclavadas, todas diferentes. También se pueden apreciar las pirámides de Akapana, restauradas gracias a una millonaria donación del venezolano Hugo Chávez. Es fundamental contratar guía para interpretar las construcciones: Tiawanaku no tiene apariencia espectacular, como otros sitios arqueológicos. Pero tiene un encanto particular, como todo el recorrido boliviano, que saboreamos al emprender la vuelta, por unos cuantos miles de kilómetros.
Si pensás viajar...
CÓMO LLEGAR
En auto. Desde Buenos Aires, por autopista hasta Rosario. Por RN 34 hasta Santiago del Estero y por RN 9 hasta La Quiaca para cruzar a Villazón. Pasada la frontera boliviana, tomar la 14 en dirección a Tupiza y Potosí.
CÓMO MOVERSE
Norte Trekking. T: +387 431-6616. Federico Norte es un experimentado guía salteño, diestro al volante y con vasto conocimiento de la región. Ofrece viajes a medida y combinando Bolivia con el norte de Chile.
BOLIVIA
TUPIZA
DÓNDE DORMIR
Hotel Mitru. Av. Chichas 187. T: +591-2 694-3001.Sencillo hotel de 45 habitaciones con agua caliente, sin calefacción (hay que pedir estufas en recepción) y wifi en el lobby.
POTOSÍ
DÓNDE DORMIR
Valery Hotel. Av. Litoral esq. Colquechaca. T: +591-2 622-3288.Clásico y sencillo hotel de 64 habitaciones con TV por cable, minibar, caja de seguridad, calefacción y wifi. Tiene restaurante con vista panorámica, garaje, salas de reuniones y bar.
SUCRE
DÓNDE DORMIR
Mi pueblo "Samary" . Calle Dalence 349. T: +591-4 643-8117. Una casona de 1876 se transformó, a fines de 2011, en el único hotel boutique de Sucre. Samary es temático: recrea la arquitectura, decoración y costumbres de un pueblo del sur boliviano. Tiene un bar tradicional –La Chichería–, un patio que es una plaza en miniatura, con acequias y fachadas coloniales; habitaciones étnicas de lujo, con valiosos textiles Jal´qas y Tarabucos, y tallas en piedra de la iconografía Yampara. El personal, del mayordomo a los mozos del restaurante, llevan vestimentas típicas. A la hora del desayuno, pan recién hecho en el horno de barro. Las 18 habitaciones, con camas king y queen, son muy amplias y dan al patio central; tienen minibar, calefacción central, caja fuerte, secador de pelo, tevé por cable y wifi. Garaje, lavandería, baby sitter.
DÓNDE COMER
Joy Ride Café. Calle Nicolás Ortiz 14. T: +591-4 642-5544. Bar, restaurante y agencia de viajes, es el espacio gastronómico más animado de la ciudad. Cerveza tirada, hamburguesas y platos típicos en sus dos pisos.
Los Balcones Plaza Restaurante. Plaza 25 de Mayo, 34. T: +591-4 644-7610. Como su nombre lo indica, tiene balcones con vista a la plaza central. Amplia carta con menú de mediodía.
PASEOS Y EXCURSIONES
Casa de la Libertad. Plaza 25 de Mayo 11. T: +591-4 645-4200. Martes a sábado de 9 a 12 y de 14.30 a 18.30; domingo, de 9 a 12.
Museo Eclesiástico de Sucre. Calle Nicolás Ortiz, 61. T: +591-4 645-2257. Valiosas piezas de escultura, pintura, orfebrería y ornamentos sagrados. Lunes a viernes de 10 a 12 y de 15 a 17.
Parque Cretácico. Ctra. a Cochabamba s/n, distrito 2. El Parque está a 5 km del centro de Sucre. Entrada, BOB 30; chicos de 3 a 10 años. Lunes a viernes de 9 a 17; sábado de 10 a 20, domingo y feriados, de 10 a 17.
COMPRAS
Asociación Arte Indígena Inca Pallay. Calle Bolívar 682 B. incapallat@entelnet.bo. Es la tienda de una asociación sin fines de lucro que reúne a más de 400 artesanos. Bellísimos textiles de las comunidades Jalq´as y Tarabuco. Son piezas caras, pero únicas.
AwajWarmi. Calvo 74. T: +591-4 645-1502.Tejidos de punto 100% alpaca. Sweaters, abrigos y accesorios.
LA PAZ
DÓNDE DORMIR
Casa de Piedra. Calle Genaro Sanjinez 451. T: +591-2 240-9554. Hotel boutique en pleno centro de La Paz con 15 habitaciones (8 matrimoniales, 2 singles, 3 twin y 1 triple). Ocupa una casa colonial de 1825 que adquirió en 2008 el músico folclorista José Antonio Rodríguez Rojas para, inicialmente, poner un restaurante. El arquitecto Jimmy Ledesma recicló la casa entera para convertirla en hotel y restaurante de comida internacional y platos típicos. Las habitaciones son muy diferentes entre sí.
Stannum. Av. Arce 2631, piso 12. T: +591-2 214-8393. Hotel boutique con 20 habitaciones de diseño contemporáneo, bien equipadas. Está ubicado en el noveno piso de la torre de Multicine; las habitaciones tienen grandes ventanales con vista panorámica de la ciudad. El moderno hotel cuenta con business center, restaurante, bar, gimnasio y salas de conferencia.
DÓNDE COMER
Mercado Lanza. Frente a la plaza San Francisco, este gran mercado ofrece almuerzos de platos típicos.
Banais. Sagárnaga 161 T: +591-2 231-1214. En la calle más turística de La Paz, es punto de encuentro de viajeros. Abre a las 7 con desayuno buffet y durante el día sirve especialidades vegetarianas, variedad de sándwiches, batidos de frutas con yogur, smoothies, pastelería. Para almuerzos y cenas, comida italiana, platos peruanos y carnes argentinas.
PASEOS Y EXCURSIONES
Red Cap Walking Tours. Recorrida guiada gratuita por el centro de ciudad. Comienza en plaza San Pedro, continúa en mercados callejeros y finaliza en el hotel más alto de La Paz, con vista panorámica y posibilidad de bajar un muro en rappel. Tienen otros paseos temáticos.
Tiawanaku. El complejo arqueológico, ubicado a 70 km de La Paz, abre todos los días de 9 a 16. Salen minibuses del centro la ciudad cada 30 minutos. Preguntar si entra hasta la boletería, porque algunos sólo van hasta la ruta y hay que caminar 1, 5 km.
Mi Teleférico. Hay tres líneas: Roja, Amarilla y Verde, que cubren puntos en toda la ciudad. Funciona de 5.30 a 22.30.
SALAR DE UYUNI
DÓNDE DORMIR
Palacio de Sal. T: +591-6 842-0888. Abrió en 2004, luego del cierre del primer hotel de sal, ubicado en pleno salar. Ambas propiedades pertenecían a Juan Quesada, pionero del turismo en Uyuni. El lujoso hotel, que demandó cuatro años de trabajo para su construcción, tiene 30 habitaciones dobles con techos abovedados de ladrillos de sal, en los que se forman estalactitas. Los cuartos no tienen ventanas, para evitar el frío, e incluyen camas de sal, baño con box de ducha, frazadas térmicas, y teléfono. Con excepción de un deck en el lobby y un pasillo que conducen a las habitaciones y los pisos flotantes de las habitaciones, todo está hecho de sal: paredes, columnas, sillones. Tiene restaurante, gran living con ventanales, sala de juegos, mirador con telescopio, sala de tevé y piscina.
Luna Salada. Salar de Uyuni, Potosí. T: +591-2 277-0885. Bonito y acogedor hotel de 33 habitaciones de bloques de sal (14 con vista al salar, 12 estándar sin vista, 7 suites familiares) muy bien equipadas y decoradas con coloridos tejidos y artesanías locales. Está ubicado en un terreno elevado, con muy linda vista, e íntegramente hecho de sal: paredes, muebles, columnas y pisos de habitaciones y de espacios comunes. Varios livings con salamandras garantizan el calor. Además, restaurante Tunupa, piscina con hidromasaje, deck mirador y bicis para alquilar. Las habitaciones cuentan con calefacción, agua caliente, secador de pelo, escritorio de sal, camas king o twin, almohadas de pluma de ganso, sábanas térmicas, frazadas eléctricas y servicio de lavandería.
PASEOS Y EXCURSIONES
Isla Incahuasi. El acceso es de 6 a 18.
POTOSÍ
DÓNDE COMER
El Fogón. Calle Frías 58. T: +591-2 622-4969. Amplio restaurante, pub y churrasquería en una esquina del casco histórico. Especialidad en carnes a la parrilla, mariscos y pescados. Sopas (de papa, verdura o cholgas).
Phisqa Warmis. Calle Sucre 55. T: +591-2 622-5067.
Encantador restaurante en el casco histórico, donde sirven menú completo (ensalada, sopa, plato principal y postre). Platos típicos: Cuscús de quinua, charquekon (carne de llama seca con queso, huevo y mote de maíz), sopas (de quinua, verduras o calabaza).
RESERVA EDUARDO AVAROA
DÓNDE DORMIR
Hotel Jardines de Mallku Cueva. Villa Mar s/n, Villa Mar. T: +591-2 693-2989. Es un hotel "incrustado" en la montaña, un bonito refugio a 4.020 msnm en pleno Valle de las Rocas. Tiene 12 habitaciones (3 matrimoniales y 9 dobles), y las números 103, 104, 30 y 20 con una pared de roca. Cuenta con un amplio living con estufa a leña, calefacción por radiadores, agua caliente permanente (hay paneles solares), frazadas eléctricas, teléfono satelital para emergencias, wifi, y restaurante.