El arquitecto italiano construyó más de 60 edificaciones de hormigón armado en diferentes ciudades del país, que lograron cambiar la fisonomía de esos lugares
- 7 minutos de lectura'
En la llanura bonaerense de pueblos de casas bajas y siestas de sol irrumpen, soberbias y desafiantes, las dramáticas construcciones de Francisco Salamone (1897-1959), ingeniero-arquitecto de origen siciliano que entre 1935 y 1940 construyó más de 60 edificaciones de hormigón armado en Córdoba y la provincia de Buenos Aires durante el mandato del gobernador Manuel Fresco.
Temor, admiración y curiosidad son algunas de las sensaciones que despiertan en el viajero sus monumentales obras en medio de la pampa: las cruces gigantes, el ángel de la muerte del cementerio de Azul, las torres que aún hoy superan en altura las de cualquier construcción pueblerina o la forma del cuchillo en que culminan, simbólicamente, algunos de sus mataderos, son sólo algunos ejemplos. Hoy ya forman parte del recorrido de todo viajero que pasee por la provincia de Buenos Aires.
Portales de cementerios, palacios municipales y mataderos en el medio de la nada conforman una identidad y al mismo tiempo una estética difícil de definir entre art-decó, futurismo italiano, funcionalismo, constructivismo ruso... ¿Bauhaus? ¿Qué son estas moles olvidadas? ¿Por qué provocan esa fascinación?
Y sobre todo… ¿Quién era Salamone?
Un personaje tan misterioso que no dejó nada escrito, el primero que introdujo el hormigón armado en el territorio bonaerense, la llamada “piedra líquida”, que dio título a la primera nota de Juan Forn en 2002, que sumó más leña a este misterio. Luego la llama se encendió, pero antes ya se hablaba de él en los círculos de la Facultad de Arquitectura. Los fotógrafos Estéban Pastorino y Nacho Iasparra, Edward Shaw, Felicidad Paris, Alejandro Novakovsky, Juan Carlos Molteni y René Longoni son algunos de los que investigaron en profundidad la obra de este enigmático ingeniero.
¿Cómo hizo para trabajar tanto en tan poco tiempo? ¿Se trasladaba en avioneta? ¿Era o no era fascista, como su supuesto mentor, el gobernador de la provincia de Buenos Aires Manuel Fresco?
En la única foto en que aparecen juntos Fresco y Salamone, encontrada por el documentalista Ezequiel Hilbert en su intensa búsqueda de 6 años, autor del documental Mundo Salamone: la Reinvención de la Pampa (2015), se lo ve detrás de él y su esposa, como buscando protagonismo. Sin embargo, no se lo nombra en los cuatro tomos en los que Fresco reseñó su obra pública como plataforma de lanzamiento a la futura presidencia a la que aspiraba: ni una sola vez; no así Bustillo, que aparece en las fotos y también mencionado.
¿Qué inspiró al genial arquitecto? ¿Las construcciones de su época? Seguramente. ¿Metrópolis de Fritz Lang? Según Hilbert, se estrenó en Córdoba cuando él vivía en esa provincia.
Para Rafael Spregelburd, actor y conductor del programa sobre Salamone que realizó el canal Encuentro, resultó “el hombre que inventó el expresionismo pampeano”.
Lo cierto es que logró cambiar la fisonomía de muchos pueblos bonaerenses. En esa época, se acuñaron dos máximas; “Lo que Fresco dispone lo construye Salamone” y “No se mueve un ladrillo sin que lo diga Bustillo”.
Entre la fantasía y la realidad, que es también la nublosa sensación en la que envuelve la contemplación de algunos de estos monumentos solitarios.
Sin señal
“En los 90 vi una muestra en el centro cultural Borges, unas fotos de un desconocido arquitecto que realizó unas obras absolutamente desproporcionadas en el sudoeste de la provincia. Luego se hizo más conocido. Como esta última Semana Santa iba para Sierra de la Ventana y me quedaban de paso, quise conocerlas”, cuenta Agustín Calvetti, guía especializado en turismo internacional.
“Las construcciones son raras, muy radicales y en esos pueblos descollan aún más: son una curiosidad y no hay ningún cartel que diga Ruta de Salamone. El cementerio de Azul, con su impresionante fachada con el ángel y su espada de líneas rectas que custodia el límite entre los vivos y los muertos; Saldungaray y el Cristo torturado asomándose de la cruz, y, lo que aún me resultó más fascinante, el matadero en las afueras de Epecuén, ligeramente peligroso porque estuvo bajo el agua pero al cual se puede entrar, nadie controla”, cuenta este experto que refiere que no tuvo señal de celular en varias partes de la ruta ni encontró cartelería.
Para conocer las obras, hay que meterse en Internet y organizar el viaje, “no es un laburo de detective, hay mucho material, pero nada indica en el lugar que esa es la ruta. Y uno se siente solo frente a estas edificaciones tenebrosas y atrapantes a la vez, como un descubridor de tesoros sumidos en el olvido”, dice Agustín.
Es extraña la cantidad de mitos que se tejieron sobre el arquitecto y los llamados salamónicos, esa hueste de fanáticos que viajan por el país para ver su obra y dilucidar -si fuera posible-, su misterio.
Mundo Salamone
A través del documental de Ezequiel Hilbert se ahonda en la biografía del genial ingeniero, intentando descifrar su figura. Uno de los valores de la película es que Salamone está retratado a través de sus hijas y parientes.
“Mi película es el retrato de una obsesión. Porque finalmente estuve 6 años investigando, y muchos de los conocimientos y testimonios que obtuve quedaron fuera: los transmito en un seminario que doy todos los años”, cuenta. Para más información consultar su página, www.ezequielhilbert.com.ar
Todo aquel coleccionista que se precie de tal sueña con tener algo de Salamone: farolas, bancos, mástiles. Hasta un Cristo, qué se descubrió hace un tiempo en un campo de la provincia de Buenos Aires.
¿Por qué la asociación con el gobernador Fresco? Cuenta Hilbert que cuando empezó a hacer el documental tuvo la idea de realizar la película del arquitecto maldito del fascismo. “Pero sin embargo, en la investigación no pude dar con ningún encargo que le haya hecho Fresco a Salamone. En cambio, me encontré con un cuentapropista que a través de una ley de bonos para obra pública, iba localidad por localidad tratando de convencer a los intendentes y al Concejo Deliberante para hacer obras a través de este plan, que era previo a Fresco. Algo que se transmite en el documental y que me parece importante, es que la obra de Salamone hizo algo por la identidad bonaerense”, dice Ezequiel.
Todo aquel coleccionista que se precie de tal sueña con tener algo de Salamone: farolas, bancos, mástiles. Hasta un Cristo, qué se descubrió hace un tiempo en un campo de la provincia de Buenos Aires.
Se sugieren tres días completos para recorrer la provincia de Buenos Aires y las obras de Salamone… Pero resulta insuficiente para conocer su acervo desperdigado por Villa María en Córdoba, y en la provincia de Buenos Aries Azul: Epecuén, Laprida, Balcarce, Carlos Pellegrini, Saliqueló, Vicente López y un largo etcétera. El piso movible a cuenta de las baldosas blanquinegras de las plazas, de Pringles; los bancos de cemento y sus líneas rectas y respaldos que terminan en triángulo en la plaza de Azul…
No se sabe porqué la Sociedad Central de Arquitectos le bajó la cortina a Salamone en su momento. Según Hilbert –y el relato de sus hijas en ese momento-, el ingeniero estaba en conflicto siempre, tenía “la sangre caliente”, en la intimidad lo apodaban Don Corleone. Contaba chistes, se disfrazaba, era muy generoso.
¿Dormía en carpa con los obreros, con los que hablaba en siciliano? ¿Tenía una fusta para castigarlos cuando no cumplían con lo pactado? Tuvo seis infartos y seguía dibujando.
“Nunca escuché una historia tan fascinante como la de Salamone”, concluye Hilbert. Ese es, aún hoy, el aura que desprende la obra del ingeniero-arquitecto, la posibilidad de descubrir lo perdido, develar el misterio y retener lo olvidado. Pero… ¿Cómo detener el tiempo?