Por los barrios porteños. Fuera de lo clásico, mucho para ver
En Chacarita, Villa Crespo y Colegiales, entre otras zonas porteñas, nuevos recorridos con una guía online, en busca de historias, curiosidades, monumentos, gastronomía y más
- 6 minutos de lectura'
¿Qué tanto conocemos la ciudad de Buenos Aires? Existe una falsa ilusión de que conocemos mucho, pero la verdad es que poco y nada. Eso se advierte cuando nos convertimos en turistas por un día y salimos a descubrir las perlas de cada barrio. Una guía recientemente lanzada por el ente de Turismo del Gobierno de la Ciudad (https://turismo.buenosaires.gob.ar/es/turismo-en-barrios) nos ayuda con ese propósito, como una manera de alentar las actividades seguras, como las caminatas al aire libre por los barrios y a la vez, reactivar la actividad económica de cercanía.
La propuesta, llamada Turismo en los barrios, ofrece por el momento diez circuitos, distribuidos por varios barrios (Chacarita, Villa Crespo, Barracas, Puerto Madero, Colegiales, Belgrano, San Telmo y Monserrat). Se pueden ver online, asociado a su mapa, pero también se pueden descargar en PDF. Y si se imprime este documento, que incluye también el mapa, ni siquiera habrá que sacar el teléfono. Sin embargo, será imposible guardarlo porque la propuesta invita a un festín fotográfico.
¿Qué lugares resultan de interés? De todo: restaurantes y bares históricos, murales de arte callejero, edificios emblemáticos, monumentos populares, rincones especiales, galerías de arte, clubes de barrio, restaurantes relativamente nuevos de los que mucho se habla y uno ni se enteró. Todo para ser disfrutado tanto por los vecinos de la ciudad como para quienes llegan de visita.
Los trayectos cubren en promedio unos 5 kilómetros, y están pensados para una hora y pico de caminata. Pero todo depende de los intereses de cada uno.
Esta periodista hizo uno de los circuitos por Chacarita, por ser uno de los menos convencionales y le insumió unas cuantas horas (y quedaba mucho más por ver). Es imposible no quedarse anclado en algunos sitios. Conversar con los mozos, dueño de un local, sentarse a una mesa o bien al uso tradicional como comer de “dorapa” como propone la guía en el El Imperio de la Pizza .
El recorrido empieza en Barrio Los Andes, un conjunto de viviendas emblemáticas de la vivienda social. Se trata de una manzana, de 157 departamentos, obra del arquitecto socialista Fermín Beretervide. Actualmente, es tan valorado, que el precio del m2 es comparado al de Puerto Madero. Imperdible.
Quienes visiten el Cementerio de la Chacarita, podrán ver una obra de las primeras arquitectas argentinas, Itala Fulvia Villa. El sexto panteón o subterráneo fue construido por ella en colaboración con Clorindo Testa. “Sus formas se asemejan a una propiedad horizontal, pero en lugar de estar construido hacia arriba, crece hacia abajo, donde alberga alrededor de 40.000 nichos. Al asomarse, se ve un laberinto de corredores subterráneos bañados por la luz de los patios”, resume la guía que nos marca el camino. El cementerio, puede llevar más tiempo, si se quiere dejarle una flor a Gardel, a Gilda o a Cerati. Son los más visitados, dice un hombre de seguridad, mientras le abre la reja a unos chicos jóvenes, que creyeron quedar encerrados, porque se puede ingresar solo hasta las 17 y después cierran las puertas.
Otro punto de interés en el barrio, por su valor arquitectónico, es la Casa Amarilla. Se divisa apenas se pisa la cuadra, en Olleros al 3900. Asomando la cara entre las rejas, se puede apreciar su patio andaluz, con un piso damero, en blanco y negro. Es un tesoro de la arquitectura española de principios del siglo XX, donde las plantas están conectadas por puentes a cielo abierto. En una de esas casas vivió Carlitos Balá junto a su madre y hermanas.
En Chacarita, uno de los barrios más elegidos para vivir, todavía se respira a barrio. Hay galerías de árboles, con sauces, fresnos y tilos en flor. En Charlone 322 está marcado el mural de Monk, un artista chileno, influenciado por el cubismo y el pop-surrealismo. Enfrente, en lo que antiguamente era la fábrica de dulces Esnaola, está Central Newbery, una galería de arte inmensa, en todo sentido. Son 400 metros cuadrados dedicados a la venta y exposición de arte.
Sobre Newbery al 3600 llama la atención el local de Mapoteca, de Carolina Laspiur y Camila Narbaitz, dónde mapas temáticos de la Argentina (de flora, plantas medicinales, vinos, fauna) y más países, cuelgan de sus paredes. Están ilustrados por más de 40 artistas. En la pared de enfrente, están los percheros de la diseñadora Nadine Zlotogora, una de las referentes del diseño de autor nacional. Allí se organizan pop-ups con otros diseñadores.
Entre Newbery y Dorrego hay un polo gastronómico con mucha onda. En Dorrego 1409, la vermutería La Fuerza se llena a tope. Es lunes, pero parece sábado. Un cartel reza en la entrada: “Hacemos nuestro vermú al pie de los Andes. Lo servimos en esta esquina, también lo podés llevar adonde quieras”. Este local no descansa, funciona de lunes a lunes. Nació hace tres años con esta propuesta de esta bebida, con base de vino mendocino de Zuccardi, uno de sus socios. Mientras suena música ochentosa, habrá que elegir el vermú que mejor siente al paladar: blanco, primavera o rojo. Se bebe bien frío con hielo. Hay toda una cultura del vermú.
Que el rojo y primavera marchan con soda, mientras que al blanco le sienta bien el agua tónica. Las tapas van y vienen. Nueces, pasas, castañas de cajú con sabor a pimienta y comino. O bien, unas berenjenas en escabeche, con sabor casero. Aceitunas empanadas. Cuentan los baristas del lugar que hay gente que toma vermú para acompañar entrada y plato principal. Que nacen nuevos hábitos. El vermú perfumado por flores andinas se puede llevar a casa, con un sistema de rellenado de botellas. Y en la planta baja se venden las conservas. A cien metros, sobre Dorrego al 1300, Apu Nena se llena de comensales dispuestos a un viaje de exóticos sabores entre sus tapas asiáticas. Habrá que probar el helado de batata. Y el circuito continúa.
Para los más clásicos, El imperio de la Pizza (Lacroze y Corrientes) y en la otra esquina, sobre Corrientes y Olleros, La Santa María tientan con su moscato, pizza y faina, espejos fileteados y fotos de ídolos nacionales. Allí, el valor, es que las recetas sean exactamente las mismas que hace 50 años. Irresistible para los nostálgicos de siempre, que agradecen estos rincones que preservan su identidad, contra viento, marea y las tendencias globales.