Mi hermano, que es amante de los deportes al aire libre y montañista, hace una propuesta a la mesa familiar: irnos a La Cumbrecita, en Córdoba, a participar de un orientatlón. La idea nos excita, aunque no terminamos de entender del todo de qué se trata. Con toda la didáctica de la que dispone nos cuenta que es una especie de búsqueda del tesoro en la montaña, que dormiremos una noche en un campamento y que caminaremos alrededor de 10 kilómetros por día. La propuesta incluye a grandes y chicos. La idea es alquilar una combi para todos: salir un viernes al alba y regresar el lunes siguiente a la madrugada. Ideal, tanto para los escolarizados como para los oficinistas.
La invitación está y cada uno debe decidir cuán valiente es para aceptarla o seguir su confortable rutina urbana. Los chicos son los primeros en entusiasmarse y contagiarse las ganas. El grupo se va armando: atraviesa generaciones y vínculos sanguíneos. Muchos dicen que las familias numerosas somos las más divertidas y, por supuesto, es vox populi que también nos caracterizamos por ser -lejos- las más ruidosas. Estruendosos, exóticos, hablando siempre unos encima de los otros, nosotros somos muchos. Y para este evento primaveral y al aire libre sumamos algunos más. Nuestro grupo termina conformado por 8 niños (de entre 7 y 13 años) y cuatro adultos, de los cuales tres tienen vasta experiencia en montaña. ¿La cuarta? Quien escribe esta nota.
Antes que nada, pido la lista de lo urgente. Para este tipo de viajes hay que organizarse: conocer las reglas y acatarlas, estar equipados y no olvidarse las provisiones. Por cabeza necesitamos: bolsa de dormir; aislante; remera térmica, buzo polar y campera; cantimplora; linterna; guantes; zapatillas de las poderosas y una brújula. Es que, más allá de la experiencia de caminata en montaña, esta carrera incluye la orientación. Como el dulce de leche, la birome o el colectivo, la modalidad del Orientatlón es un invento argentino.
Su origen se remonta a 2003. La primera edición la organizó Fernando Gianini, a través de Trans Sierras una empresa que se dedica a organizar eventos deportivos y actividades outdoor desde 1999, en San Luis. El formato provocó tal boom que a partir del año siguiente se estableció un campeonato nacional con tres fechas. La primera en La Cumbrecita, un pueblito a casi 800km de Buenos Aires y 39 de Villa General Belgrano, fue en 2005: siempre de dos días y con campamento. "En esa época La Cumbrecita no tenía asfalto: era un pueblito de montaña al que venía muy poca gente. Al jefe comunal, porque acá no hay intendente, y a la directora de turismo les gustó la idea y nos dieron su apoyo", nos explica Pablo Bravo, organizador a través de Azimutrek de esta fecha, mientras compartimos un fogón improvisado en la noche de luna llena en la que nos toca acampar. Y, orgulloso, agrega: "Este el único Orientatlón de todos los que se hacen en la Argentina, que son cuatro por año, que se mantiene ininterrumpidamente en este lugar. Los otros rotan".
Para entender un poco: hay una hora de largada en la que se juntan todos los corredores (organizados en equipos de a dos o en categoría individual).
Allí se entregan los mapas (cartas topográficas) que contienen el detalle de la zona de competencia y la ubicación de los testigos. Los equipos deben diseñar su estrategia: qué camino seguir en función de cuáles testigos buscar. Cada testigo, según el grado de dificultad que tenga para ser encontrado y la distancia a la que esté, tiene asignado puntos. En función del tiempo disponible hay que decidir qué testigos salir a buscar pensando en cuánto se quiere caminar, el grado de dificultad del terreno y la cantidad de puntos que se proyectan obtener. Los horarios de llegada y salida del campamento, así como el de finalización de la carrera, están estipulados. Por quebrantarlos hay penalizaciones que se traducen en quita de puntos. En conclusión: además de fuerza, resistencia y velocidad, hay que entender que en esta experiencia también define la estrategia. Los participantes destacan que en eso radica el verdadero desafío del orientatlón: correr y caminar sin marcas la montaña o la sierra, valiéndose de la experiencia, de la intuición y del conocimiento en montaña.
Es una noche de luna llena y, más allá del espectáculo natural, lo mejor es que casi no necesitamos las linternas que trajimos, que ni siquiera alcanzan para todos. Abrigamos a los chicos porque al esconderse el sol, la montaña se pone más fría.
Cena para todos
Ellos no paran de corretear por todo el campamento y no parecen detentar en sus cuerpos nada del cansancio acumulado que provocó la primera jornada del orientatlón ni el extenso viaje en combi desde nuestra Buenos Aires natal. Juntos, descubrimos que la luz de luna no es azul, sino plateada.
Llega la hora de cenar y los puesteros que ofician de anfitriones organizan la comida. Hay una fila de corredores y del fondo de una olla gigante salen fideos con bolognesa o crema, un pan francés y una banana para todo el mundo. La bebida no está incluida y si nuestros chicos quieren gaseosa tienen que compartirla. Si bien no es un viaje detox, la montaña, incluso en tiempos de los privilegios que brinda el desarrollo tecnológico, tiene sus códigos. En este caso, nada de ostentación ni excesos, conciencia de grupo y de sí mismo, actitud colaborativa, todo es de todos y, si bien no está prohibido, casi nadie pide ni consume pantallas. Simplemente porque nadie siente la necesidad.
Al principio los chicos, tan citadinos como nosotros, nos preguntan de todo y solicitan ayuda. Pero las distancias son largas y ellos, el doble que nosotros. Se empieza a hacer pesado ir y venir detrás de cada demanda. Así, surge la necesidad de dejar se sobreprotegerlos y darles una oportunidad única, tan cliché como extraordinaria: ser autónomos en la naturaleza.
"Los que nacimos en una ciudad contamos con las calles, como líneas de posición, para ubicarnos y trasladarnos de un lugar a otro. El sentido de orientación natural que tenía nuestro cerebro, preparado para salir a las montañas y los llanos a cazar, no se desarrolló porque dejamos de necesitarlo. Lo tenemos, de alguna manera, reprimido. Este deporte permite volver a eso con, por ejemplo, estos juegos de encontrar puestos de control en medio de la montaña.
Si bien hay mucho de instinto en esto de orientarse, que algunos lo tienen más y otros menos, también hay mucho de técnica. Técnicas que están estudiadas: algunas para el llano y otras para la montaña. La mejor manera de aprenderlas es en un curso teórico y luego en una práctica, idealmente este evento", cuenta Pablo.
Sin celular ni GPS
La herramienta fundamental en este Orientatlón es la carta topográfica que entregan en la largada. Es un mapa de la zona con curvas de nivel y el detalle de todos los testigos escondidos. No lo niego, puede resultar confuso, pero el aprender a leer estos mapas radica el 90% de la cuestión. Luego hay un par de herramientas más: la brújula y el altímetro. Importante: en los orientatlones está prohibido el uso del GPS para evitar las pantallas y profundizar en los métodos tradicionales. Con esas tres herramientas más las técnicas, los competidores más experimentados caminarán más de 50 kilómetros durante los dos días que dura la competencia, y los principiantes o equipos con chicos, harán entre 10 y 20 kilómetros para el mismo período de tiempo. "En general los principiantes hacen el mismo circuito que pensamos para los equipos con niños. Alguien que no sabe nada puede participar, como así también chicos desde los 5 años", incentiva Pablo.
En cuanto a la seguridad, hay normas estrictas para proteger a los participantes. En primer lugar, para andar solo en la montaña es necesario ser mayor de edad. Por eso, todos los que no hayan cumplido 18 tienen que armar equipo con un adulto responsable. Además, es obligatorio usar casco y los organizadores cuentan con 15 miembros de staff, conocedores de la zona, distribuidos por el área de competencia provistos de radios para comunicarse con el resto en caso de registrar algún accidente que requiera un rescate de mayor complejidad.
Además, la comuna de La Cumbrecita apoya con el servicio de emergencias local como soporte brindando infraestructura a través de bomberos y paramédicos. Sin embargo, Pablo cuenta que, afortunadamente, en todos estos años nunca fue necesaria esa logística.Tras la épica del regreso hay otro momento clave y que completa la experiencia: la premiación. Allí se reúnen los corredores, la mayoría ya bañados pero algunos todavía no, se comparten unos sandwiches y se conocen los ganadores. Para los chicos, un trofeo a cada uno y un recuerdo que, esperamos, sea imborrable. Al menos, un grado mayor de libertad y la sensación de que han logrado valerse un poco más por sí mismos en ese largo camino del que no son conscientes, pero progresivamente los lleva a la adultez. Aunque sigan jugando.
Datos útiles
Más información
Expediciones y actividades de montaña: www.azimutrek.com.ar
Cursos de orientación: http:/transsierras.com.ar/tss
www.orientatlon.com.ar
La Cumbrecita: www.lacumbrecita.gov.ar