El nombre le sienta bien, pero dice poco de su geografía misteriosa, llena de cavernas y ríos transparentes que invitan a ser flotados con snorkel. Destino de ecoturismo de fama mundial, es un Brasil distinto, donde a falta de playas, abunda la naturaleza.
Bonito es un lugar raro. En el mapa aparece como un puntito diminuto en el medio de la nada. Está a 213 km de Paraguay (Porto Murtinho) y a 770 km de Iguazú. Ops. No son tantos, eh. La próxima vez, en lugar de girar al este e ir a Florianópolis, ¿por qué no siguen hacia el norte y se deja sorprender por esta geografía de queso gruyere, pero calcáreo? Ustedes dirán que las playas de Brasil son imbatibles y se preguntará qué puede ir a hacer al interior del estado de Mato Grosso do Sul, ¿verdad? Pues sepan que así de poco poblado y solitario como lo ven, MS (su sigla) es conocido internacionalmente por una dupla del ecoturismo tan infalible como la de arena y mar del litoral: Pantanal & Bonito. A los argentinos, el Pantanal nos queda lejos, y tenemos nuestra pequeña muestra de humedal en los Esteros del Iberá. Bonito, en cambio, cautiva con un bioma de nombre desconcertante: el cerrado. Y no cualquiera, sino uno entreverado en un paisaje rural de bueyes y palmeras y montado sobre un dominio de grutas y cavernas secretas. Parece una campiña tropical, y lo es, sólo que abriendo la tranquera correcta, uno se asoma a las profundidades de la tierra, o se sumerge en un submundo acuático tan diáfano e inesperado que se antoja una dimensión desconocida.
Si las distancias largas no son lo suyo, no importa. Bonito también es ideal para una escapada breve de –mínimo– seis días. El principal aeropuerto es Campo Grande, capital del estado, a 312 km. Apenas se encuentren con el traje de neoprene y la máscara de snorkel verán que el efecto relajación & sorpresa de estos nuevos paisajes merecían la apuesta.
Buraco das Araras
Al que madruga, Natura lo ayuda. Las actividades en Bonito son tempraneras, sobre todo el Buraco das Araras. Para ver sobrevolar a las araras vermelhas por sobre la mayor dolina de América del Sur (una gigantesca cavidad geológica de 500 metros de circunferencia y 100 de profundidad) hay que estar en el mirador a las 7.30.
Con las pestañas pegadas todavía, basta escuchar el eco del primer graznido rebotar sobre las paredes de piedra rojiza, para despertarse del todo. Pariente de los loros, mejor dicho, miembro de la familia de los psitácidos –que incluye a papagayos y cotorras– las araras se hicieron mundialmente famosas con la película Río. Las protagonistas del filme eran araras azules, y estas son llamadas rojas porque tienen la cabeza de ese color, pero cuando planean descubren una capa de verde y otra de azul tan intensos, que es como ver volar al arcoíris. Bergson, el guía, afirma que viven unas 120 araras en la dolina, y se anima a garantizar que hay 100% de chances de verlas de mayo a octubre. En verano es más difícil, porque ya nacieron los pichones y las aves no entran todavía en fase reproductiva.
El Buraco es una buena síntesis de la paradoja ecológica de toda esta región: hasta hace pocos años era un gran basural, un sitio al que iban los chicos a tirarle piedras a las aves, los más jóvenes a disparar tiros a las paredes, y a donde no faltaban las historias oscuras de gente desaparecida y olvidada en esas profundidades que, además, estaban contaminadas.
El señor Modesto Sampaio compró el lugar en 1987 y reintrodujo las primeras parejas de araras. Fue reforestando con bocaiuva (la palmera que produce el coquito que más les gusta comer), montó el proyecto a mediados de los 90, y recibió las primeras visitas hacia el año 2000.
Coincide con la historia de Bonito que hasta los 90 era una perfecta desconocida en el ámbito del turismo. Fue por entonces que la Globo Reporter se interesó en el destino. Luego vino la novela Pantanal, que puso el ojo en la región, y en pocos años las grutas de São Miguel y del Lago Azul, que ya eran conocidas por los locales desde antes de los años 70– ya no estuvieron solas. Aparecieron las flotaciones en los ríos, las cachoeiras y el Abismo Anhumas, palabras mayores en excursiones de aventura. Y así Bonito se convirtió en lo que es hoy: una ciudad de 20 mil habitantes con casi cinco mil camas de hotel. La capital, Campo Grande, con más de un millón de habitantes apenas llega a las seis mil.
Dejarse llevar
Bonito está surcada por ríos: el Formoso, el da Prata, el Sucuri. No son anchísimos ni torrentosos. En algunos casos parecen arroyos de una égloga de Virgilio. Solo que los romanos no hacían snorkeling y por eso no vieron las algas de cabellos oscuros que se mecen como sirenas dormidas bajo el agua. Otro hubiera sido el cantar si las hubieran visto. Y si hubieran nadado entre dorados, piracurus y piraputangas, definitivamente, qué habría sido de la literatura. No son uno o dos. Son cientos. En Bonito está prohibida la pesca desde hace años y el resultado son peces de un porte mayúsculo que nadan horondos como si uno no estuviera allí.
Cardúmenes enteros que de pronto forman un cónclave quieto. Se reúnen para protegerse del ataque de las nutrias. Hoy no es el día, felizmente para ellos, y para nosotros también. La escena es tan onírica que un baño de realidad como podría ser el almuerzo de la ariranha no le sienta bien; arruinaría este grato fluir acuático.
Desde el principio está claro que no se puede patalear. Los ríos son muy poco profundos (entre dos metros y 60 cm, en promedio) y el movimiento podría levantar arena y volver turbia el agua. La consigna es flotar, dejarse llevar. Para despejar la máscara de agua hay que darse vuelta (ponerse "panza arriba") y evitar pararse, por el mismo motivo.
Sí vale asomar apenas la cabeza a la superficie y descubrir, con la máscara semisumergida, que hay dos universos disímiles y maravillosos. El río desde arriba es tan diferente al que se ve debajo. El curso de agua parece tan angosto en la superficie y es tanto más ancho y vivo en realidad. Los sonidos y olores se suspenden, absorbidos, callados. Los rayos de sol entran implacables e inundan el agua de luz. Los peces se acercan hasta casi tocarnos, y, como si nada, tuercen el rumbo. La temperatura baja de repente. Será que ha entrado un afluente. El neoprene que hasta entonces nos protegía no evita que sintamos frío. El recorrido ha llegado a su fin. Muelle y arriba. Virgilio no sabe todo lo que se perdió por no flutuar el río.
¿Detalles prácticos? El traje de neoprene no sólo protege de las bajas temperaturas, sino que ayuda a flotar casi sin moverse. En el río Sucuri hacen un pequeño entrenamiento en piscina antes de ir al río, por lo que hará bien en hacer primero esa excursión si nunca hizo snorkeling. A diferencia del Rio da Prata, que es más larga y la única en la pueden verse pacús, la del Sucuri es acompañada por un bote (que sirve, de paso, a quien va con dudas, con miedo o con niños que pueden cansarse o sentir frío a mitad del recorrido). Hay otra flotada que se llama Nascente Azu l. Es la más corta de todas, pero aseguran que el azul profundo del agua es insuperable.
Abismo Anhumas
Sin embargo, no todo es bucólico y apacible. Al menos, no hoy, que debemos entrar por una pequeña grieta abierta en el suelo y bajar en rapel vertical 72 metros hasta una laguna sumergida en una oscura caverna. Para evitar caer en el agua, los organizadores armaron una pasarela flotante que será la única base durante la estadía, de unas tres horas. Claustrofóbicos y vertiginosos, abstenerse.
Descender derecho a un espejo de agua negra y brillante, rodeado de estalactitas de 20 metros en una cueva sin luz del tamaño de un estadio de fútbol es lo más parecido a bajar a las tinieblas que a uno pueda venirle en mente. Pero antes de que piense que se trata de un flagelo, sepa que la adrenalina es tanta, que una actividad lleva a la otra con entusiasmo.
A poco de llegar a la pasarela nos sacamos los arneses y nos calzamos los trajes de neoprene para explorar –con snorkel– las asombrosas formaciones cónicas de la laguna. Son como castillos bajo el agua, con columnas de hasta 20 metros de altura. La oscuridad no hace más que aguzar los sentidos, y cada haz de luz que la linterna descubre resulta más extraordinario que el anterior. El primer chucho de frío pasa enseguida, serán los nervios, el pulso acelerado, el éxtasis provocado por lo que se ve.
Salimos y enseguida nos subimos al gomón para hacer un reconocimiento de los alrededores de la gran cueva. Otra vez, la linterna es reveladora de una belleza espeleológica singular y desconocida. Es como estar dentro de un documental: se ven las gotas caer, una tras otra, sobre la misma estalagmita, desde hace miles de años, y formar, aquí, allá, columnas que se funden con las estalactitas. Somos testigos oculares de instantes geológicos eternos. Meire, la guía, explica que en la laguna habita un pequeño camarón albino –que nunca vio la luz– y cierto pez diminuto que pudo haber llegado con las heces de un ave valiente, o perdida, que entró por la grieta de la superficie.
Sandwichito para reponer fuerzas y fin de los servicios. Ahora sí que se pone bueno. Viene la mejor parte, la que nos tuvo inquietos desde que hicimos el entrenamiento el día anterior en la agencia. Entonces, subimos sólo 18 de los 72 metros que tendremos que jalar ahora, con el solo impulso de nuestro cuerpo. Para mí ayer ya fue bastante. Pero la idea de que quedarme aquí abajo no es plan, y resulta una buena motivación para hacer un esfuercito más. El movimiento tiene que ser conjunto (estirar las piernas a medida que suben los brazos). Es un poco como reptar, pero parada. Lo hago cinco veces y me agoto. Descanso. Me han puesto una cuerda que me conecta con Xavier, el fotógrafo, por lo que estamos obligados a darnos aliento uno al otro (él no puede seguir si yo no subo). No tengo más aire, y Xavi tiene vértigo. Le digo "no mires para abajo" mientras él me estimula "uno más, dale que falta poco". Debajo viene Meire.
Se me ocurre preguntarle, ahí colgada a 40 metros de altura, si nunca hubo alguno que se quedara ahí, a mitad de camino. Si bien se supone que el entrenamiento anterior está para eso, lo cierto es que, dijera TuSam, puede fallar. Y así nos ponemos a hablar de los casos extremos, como el señor que demoró dos horas en subir lo que en general insume 20 minutos. Pobre cristiano, habrá pensado que no la contaba… "¿Y esa gente, a la que le cuesta mucho, no sale llorando, desahuciada?", sigo. "Sí", me dice, categórica. Pero mejor no seguir por este camino.
Meire llega todos los días a las 6.30 de la mañana, cuando todavía es de noche afuera –porque adentro casi siempre es de noche– hace snorkeling, o bucea, en el caso de que haya buzos profesionales, rema en el gomón iluminando las formaciones de la caverna, y calza los arneses a las 18 personas que bajan al abismo por día. Es la primera en llegar y la última en irse.
Cachoeiras
De todos los trabajos que hacen los guías –que son muchos, puesto que no hay excursiones sin ellos en todo Bonito– las cascadas son las atracciones más gratas. Puro contacto con la naturaleza, chapuzones, senderos en el bosque, observación de monos (macaco prego, fundamentalmente), señalar una aroeira (el árbol de mayor porte del cerrado) por aquí y un jatobá mirim más allá, el único árbol que para reproducirse precisa pasar por el intestino de las aves que abren la semilla en su proceso digestivo. Para comodidad de los guías, y también de los turistas, por suerte es difícil encontrarse al verdadero rey de la selva, el yaguareté u onça pintada, que camina por el delgado filo de la extinción.
Las cascadas son muchas y eran un atractivo no explotado de las fazendas. A diferencia del Abismo Anhumas, que tuvo un descubrimiento a partir de la llegada del turismo, las cascadas siempre estuvieron ahí, ignoradas por los fazendeiros que las usaban en verano para refrescarse con sus familias.
Ahora el universo de cachoeiras es parte fundamental del viaje a Bonito. Boca da Onça es la fazenda más conocida porque tiene el salto de agua más alto (157 m), complementado por otros nueve (sólo en tres se puede tomar baño) y una mega escalera de 886 escalones que, salvo que vaya en temporada muy alta cuando hay muchos grupos, siempre se usa –felizmente– para bajar. También aquí se ofrece el mayor rapel de plataforma de Brasil: son 90 metros de espectacular caída vertical, observando el cañón del río Salobra.
Estancia Mimosa, por su parte, es la propuesta de los dueños de la flotación en el Rio da Prata de vida rural en su fazenda, disfrutando de los siete saltos que están dentro de la propiedad a lo largo del río Mimoso. Al final, los más valientes pueden saltar desde una pequeña plataforma a seis metros zambulléndose en un gran pozón natural. Un verdadero chapuzón salvaje.
Al igual que la propuesta anterior, y que todas las flotaciones, el paseo concluye con un almuerzo buffet en el que no faltan ensaladas de huertas propias (las fazendas están bastante alejadas de Bonito, por caminos muy bien señalizados), pollo, carne, arroz, feijão, y dulces. Los de Mimosa y Rio da Prata son los mejores: combinan quesillo con dulces de frutas tropicales y un dulce de leche casero, cocinado a leña durante horas y a la vista, que le pasa el trapo a los argentinos industriales. Juro.
Más tarde, si combina bien los horarios, aún queda tiempo de acercarse al Porto da Ilha y hacer un paseo en bote o en bóia (la consabida goma o cámara neumática) con mojadura garantizada en el río Formoso. Tanto, que les debemos las fotos. Con cada salto las salpicadas son inevitables, y la estabilidad en la boya se complica, por lo que se sugiere esta última sólo en temporada veraniega. Vaya, de paso, otro consejo. Quienes quieran conservar recuerdos de este viaje, harán bien en llevar una camarita anfibia. En las flotadas se alquila la GoPro para quienes van sin la suya, y además suele haber servicio de fotografía subacuática, que cumple con el souvenir de rigor, pero siempre es más divertido contar con la propia.
Grutas
Las últimas fueron las primeras. Las grutas de São Miguel y del Lago Azul son pioneras y embajadoras del turismo en la región. La primera es una gruta seca, sin agua, y con una rudimentaria iluminación –cual catedral europea– que permite admirar mejor sus extrañas formaciones. Se accede por un puente colgante y en grupo, todos con casco, mientras se escucha –mais uma vez– la explicación acerca de la geografía particular del Planalto de Bodoquena y su concentración de roca calcárea, con predominio de grutas y cavernas. Tantas son que en el año 2000 se creó el Parque Nacional Serra da Bodoquena, de más de 70 mil hectáreas. Dicen que hay decenas de ríos transparentes dentro de esa área protegida, cuya visita no ha sido habilitada todavía. Los más importantes son el Salobra y el Perdido, que desaparece de pronto en medio del cerrado y resurge 2 km más adelante.
La gruta de São Miguel, a diferencia de la del Lago Azul, no cierra por lluvia y es por eso que lo utiliza en su slogan ("faça chuva, faça sol"). Hay amplias galerías con columnas chorreadas como velas sobre candelabros, pequeñas esculturas de un brócoli pétreo asombroso y si bien no tiene las escaleras de la gruta vecina, también es menor el recorrido y el desnivel que hay que salvar.
La gruta del Lago Azul, sin embargo, combate los 290 escalones con un espejo azul oscuro y misterioso, que se aprecia más intensamente en diciembre y principios de enero. En esa temporada, más que nunca, hay que reservar el turno de ingreso con antelación. Nadie sabe qué profundidad tiene el lago que, forjando su leyenda, ya se cobró la vida de un científico por síndrome de descompresión. Dicen que entonces llegaron a los 87 metros de profundidad, y aseguran que hay fósiles de animales prehistóricos en varios puntos de la caverna. Se estima que su antigüedad ronda los 10 millones de años.
Uno sale de allí pensando "el mundo es un lugar extraño". Se sube al auto, toma el camino de tierra colorada. Observa los bueyes pastando con un harén de garzas a su alrededor, las palmeras y los lapachos, que en portugués se llaman ipê, y saben distinguirse en amarillos, rosados, violetas, blancos. La amarilla es flor nacional, pero no es su temporada. Es época de los lapachos rosados y las manchas púrpuras en medio del verde le dan más color al paisaje. Preguntamos por esas formaciones de tierra colorada. Son los cupinzeiros donde viven las termitas. La cadena natural es un engranaje perfecto que funciona sin cuerda: porque hay cupim, hay tatu carreta. Como en la pampa uno puede encontrar un zorro o una liebre, aquí se cruzan los osos hormigueros, gambeteando cupinzeiros, con sus pelos al viento y su hocico largo y desconcertante.
Vuela un tucán. Puro pico naranja y blanco en contraste con sus plumas negras.Bonito es un lugar raro. Qué bueno que hayamos venido.
Si pensás viajar...
Si bien los accesos a las atracciones suelen ser de tierra es buena idea alquilar auto para ahorrarse los traslados y moverse con independencia.
Cómo llegar
Gol. Vuela a Campo Grande con escala en Sao Paulo (Guarulhos)
Tam. Vuela a Campo Grande con escala en Sao Paulo (Guarulhos)
Cómo moverse. El aeropuerto de Campo Grande está a 310 km de Bonito, hay transfers esperando los vuelos regulares todos los días. Las empresas más conocidas son Transportes Terra, Vanzella y Viação Cruzeiro do Sul). Bonito también tiene un aeropuerto local a 15 km de la ciudad. La compañía aérea brasileña Azul (www.voeazul.com.br) tiene vuelos (desde el aeropuerto Viracopos, en Campinas, São Paulo) que se suma a los chárters, usuales en temporada alta.
Cuándo ir. El tema de las temporadas no es menor. La alta coincide con las vacaciones de verano y las de invierno, por lo que hará bien en considerar las temporadas medias: marzo y noviembre son excelentes meses. Todavía hace calor como para disfrutar de las flotadas y los saltos de agua, y no es enero, ni febrero, cuando hay mucha gente en los estacionamientos, en las excursiones, y además, el calor puede apretar demasiado.
Dónde dormir
Águas de Bonito |29 de Maio 1679. T: (0055-67) 3255-2330. A unas ocho cuadras del centro, es una muy agradable posada de 30 habitaciones, bien diseminadas en un amplio jardín, con piscina cubierta y descubierta. A la tarde sirven la merenda pantaneira, infusiones con delicias de la cocina local. Muy buena relación precio-calidad. Tiene agencia propia que organiza todas las excursiones.
Hotel da Praça | Rua Cel. Pilad Rebuá 2084. T: (0055-67) 3255-4251. Céntrico y bien ubicado, justo frente a la plaza. Son 30 habitaciones, todas triples.
Zagaia Ecoresort | Rod. hacia Tres Morros, 3,5 km. T: (0055-67) 3255-5500. Pionero y único resort de Bonito, cuenta con más de 100 habitaciones en cinco categorías. Canchas de tenis, vóley, piscina cubierta y descubierta. Por su amplitud y servicios, es muy utilizados por las familias brasileñas.
Olho d’Água| Rod. Bonito-Tres Morros, Km 1. T: (0055-67) 3255-1430. reservas@pousadaolhodagua.com.br . El río Formoso serprentea por el hotel y se acercan los tucanes y osos hormigueros a curiosear por el parque.
Cabanas. A 6 km de Bonito. T: (0055-67) 3255-3013. . Cabañas exclusivas para parejas, y apartamentos para familias. También piscina, y punto de partida de flotación y paseo de bóia.
Dónde comer
Casa do João |Nelson Felício dos Santos 664ª |Una de las mejores opciones, con especialidad en pescados de río. Pruebe el piracuru da chef Leo, con salsa de jengibre y leche de coco. Mientras espera, visite el pequeño museo y tienda de souvenirs, con buen surtido de artesanías locales.
Tapera|Rua Cel. Pila Rebuá 1961| El primer restaurante de Bonito, inaugurado en 1983. Pida tilapia o pintado "na telha" (asado en una teja, con salsa de tomate y requesón.
Aquário | Rua Cel. Pilad Rebuá 1883. T: (0055-67) 3255-1893 | Carta corta, y sin postres. A diferencia de otros restaurantes, ofrecen camarones empanados.
Pantanal Grill | Rua Cel. Pilad Rebuá 1808. T: (0055-67) 3255-2231. Es el lugar indicado para probar carne de yacaré. Porciones grandes, para compartir.
Paseos y excursiones
Como buen destino de ecoturismo organizado que es, Bonito tiene un sistema de voucher único. Las agencias cobran todas lo mismo y disponen de las mismas excursiones. La diferencia está en la calidad de la atención y en que algunas ofrecen los traslados con vehículos propios, y otras con buses tercerizados.
Abismo Anhumas. R. General Osório, 681. T: (0055-67) 3255-3313. Las fotos más lindas, con el rayo de luz entrando por la grieta solo pueden ser tomadas entre diciembre y febrero. El resto del año es un lugar muy oscuro, pero increíble de todas maneras. Si bien es la excursión más cara, también es una de las más solicitadas. Reservar con anticipación. Si quiereb hacer buceo, especifíquenlo aparte. No incluye almuerzo ni traslados. El alquiler de traje de neoprene es un extra y requiere que uno lo pruebe el día anterior. Aceptan niños desde los 12 años, que deben realizar –al igual que los adultos– la práctica en la agencia el día anterior, y pagan lo mismo que los adultos.
Buraco das Araras. Rod BR 267 Km 510, Jardim. T: (0055-67) 3255-4344. El tour básico incluye una hora de avistaje y 970 de caminata, con parada en dos miradores.. Se recomienda llegar temprano, pero hay salidas cada 20 minutos. Hasta las 16.40 en invierno y las 18 en verano.
Rio da Prata. BR 267 Km 512, Jardim (a 52 km de Bonito). T: (0055-67) 8403-5204. La mayor parte del recorrido es sobre un afluente del Rio da Prata que se llama Olho d’Água. Es el de mayor transparencia. Los últimos 600 m, ya sobre el Prata, son más fríos, un poco más turbios, y con menos corriente. Aceptan niños desde los 6 años, con la misma tarifa. (Si le da miedo o siente frío, un adulto debe regresar con él).
Rio Sucuri. Fazenda Sao Geraldo. T: (0055-67) 3255-1030. Salidas cada media hora, de 8 a 14. Los grupos son de 8 personas. El almuerzo es aparte. Para completar la tarde, proponen salidas en bicicleta, a caballo o en cuatriciclo.
Gruta do Lago Azul. Rod. Tres Morros, a 22 km de Bonito. La escalera de 290 escalones que baja hasta la laguna, es –por ahora– la misma que hay que usar para subir. Salen grupos guiados cada 20 minutos, entre las 7 y las 14. Se cierra por lluvia.
Gruta de São Miguel. Rod. Tres Morros Km 0, a 5 km de la gruta del Lago Azul, y a 16 km de Bonito.
Boca da Onça. Estr. hacia Bodoquena, a 65 km de Bonito. T: (0055-67) 3255-1234 / 1337. Son 4 km de caminata por senderos que atraviesan once cascadas. Entre ellas, la que le da nombre a la fazenda, de 156 m.Menores de 5, sin cargo.
Estancia Mimosa. Rodovia MS 178, Km 18, a 26 km de Bonito. T: (0055-67) 3255-2109. Sendero de cascadas y almuerzo. Niños menores de 5, sin cargo.
Porto da Ilha. Rua Cel. Pilad Rebuá 1890. portodailha@portodailha.eco.br. Paseo en bote por el río Formos (desde los 5 años), demora unas dos horas. Paseo en boya (una hora). El Duck (una hora) y stand up paddle
Lagoa Misteriosa. Rodovia BR 267 Km, 518. T: (0055-67) 8403-5204. Ubicada en Jardim, a 30 km de Bonito, es una pequeña laguna en el fondo de una dolina inundada, un tipo de formación geológica similar a un agujero, con 220 metros de profundidad. Puede ser visitada de mayo a noviembre, puesto que en verano se forma un tipo de algas que vuelven más turbia el agua. Demora dos horas. Sólo 10 personas por grupo.
Compras
Taboa. Es, desde 1996, una marca registrada de Bonito. Tiene dos direcciones: el bar de Pilad Rebuá 1837 (que tiene música en vivo todas las noches), y la fábrica de Felinto Muller 935. Su emblema son las botellas de cachaça envueltas en "taboa", un junco del lugar. Elaboran la tradicional, la que está aromatizada con guavira, una fruta local y la Taboa: con miel, canela, guaraná en polvo y hierbas. T: (0055-67) 3255 2556.
Más información:
Sector de Turismo de la Embajada del Brasil en Buenos Aires. Cerrito 1350, CABA / T: (011) 5246-7422. turismo.buenosaires@itamaraty.gov.br . www.visitbrasil.com. El Sector de Turismo de la Embajada del Brasil en Buenos Aires pone a disposición del turista un equipo de especialistas que lo ayudará a programar su viaje, brindándole toda la información que necesita respecto a recorridos, hospedaje, mapas, rutas, folletos y las principales recomendaciones.