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Un mulato abreva en la corriente somera de un riacho; calma la sed y mientras tanto, raspa un poco el lecho pedregoso y recoge unos minúsculos pedruscos renegridos. Más tarde, alguien se percata de que entre los intersticios de esos terroncitos se escapan unos destellos, y así empieza esta historia de oro a finales del siglo XVII, en las cercanías del Ouro Preto que aún no tenía razón de existir. Miles y miles iniciaron su larga peregrinación desde la costa hacia las montañas. Exploradores, aventureros, vagabundos, necesitados, caza fortunas y bandeirantes, esos que por orden del rey de Portugal se organizaron, en 1674, para penetrar en el interior del Brasil formando una bandeira.
No duró más de medio siglo el dorado período de la explotación aurífera, pero fue suficiente para cambiar el mapa demográfico de un país que hasta entonces concentraba la vida en la periferia, junto al océano Atlántico. Al caos original le siguió la intervención del estado. A los campamentos en las montañas, la construcción de las ciudades. En 1711, Vila Rica, hoy Ouro Preto; Mariana (así bautizada en honor a María Ana de Austria, esposa del rey João V; Sabará, y São João del Rei, en este orden. Para 1720, la capitanía de Minas Gerais estaba constituida.
La quinta parte del oro extraído era para la corona. Pero a partir de 1750 la explotación desmedida empobreció los filones auríferos, la gente empezó a irse, las poblaciones se vaciaron. Portugal siguió reclamando su diezmo, y la Inconfidencia germinó. Fue una revuelta en la que se involucraron profesionales y librepensadores que vieron en el modelo de la guerra de la independencia de Estados Unidos un modelo a seguir. Encabezó el movimiento Joaquim José da Silva Xavier, dentista, cuyo oficio selló su identidad en la historia: Tiradentes. Lo colgaron el 21 de abril de 1792. Siete días antes, en Francia, sucedía la toma de la Bastilla. Los lazos de fidelidad a la corona terminarían por romperse en 1822 con la proclamación de un imperio. Este nuevo mundo se llenó de europeos, las riquezas se multiplicaron, la explotación de los esclavos no cedía, el mestizaje fue inevitable, y brotaron las iglesias, depositarias del excedente económico de la época.
Antônio Francisco Lisboa, llamado el Aleijadinho, fue el primer artista de Brasil en tallar la piedra, más precisamente la piedra jabón; imposible no verlo como el Miguel Ángel de su tiempo; gozó en vida de notoriedad y dejó un reguero santo de obras magníficas. Casi una leyenda, este hijo bastardo, mulato, tullido, con severos problemas de salud que afectaron sus articulaciones, cargó con todos los infortunios físicos a los que sólo pudo oponerse la fuerza creativa de su espíritu. El mal parido, un genio.
Francisco Xavier de Britos, otro inspirado, tallaba en madera ángeles más rechonchos que el Aleijadinho. Y Manuel da Costa Ataíde fue el pintor supremo de Minas.
Pasaron 30 años del hallazgo del oro cuando se hicieron visibles los diamantes. Otra codicia más, más esclavos, más ciudades, más iglesias. El paisaje de Serro y sus alrededores, a 1.200 metros de altitud, se llenó de socavones. Dicen que en ninguna otra parte el cautiverio fue tan duro. En pleno invierno, los esclavos tenían derecho a usar una suerte de casaca, pero sin forro ni bolsillo, ni pliegues ni dobladillo que pudieran servir de escondrijo para un diamante. Cuando hallaban uno, recibían a cambio una ración de tabaco.
Las iglesias proliferaban. Y en los platos de cada día reinaban el feijão, la harina de maíz, la enjundia cerdil… en cocimientos que afianzaron la identidad de una cozinha mineira. Entonces, sustentos de supervivencia; hoy, motivo de gula gourmet al mejor estilo medieval, orgullo de todo un estado.
Una esclava en los salones
Diamantina brotó sobre la piedra. El sube y baja de sus calles es un tapiz de cantos de todos los tamaños, sin otro orden que el trazado por las irregularidades del terreno. Iglesias no pueden faltar y aquí se cuentan cuatro, más una capilla. Tienen estos templos una gracia casi naïf, porque son de madera, con un solo campanario, la torre en el centro o en la parte posterior, la fachada vertical o bien apaisada. Si hasta parecen sostenerse por gracia divina, como la iglesia de San Francisco, dada la asimetría de sus paredes y las líneas torcidas que siguen sus columnas. Como el resto del conjunto edilicio, hecho de casas bajas que nada más prometen la sencillez de su apariencia bien cuidada, blancas son las paredes y de colores los perímetros de puertas y ventanas.
Diamantina fue primero Arraial do Tijuco (1726), porque a la vera del río homónimo acampaba el delirio por la nueva riqueza descubierta tres décadas después del oro: unas piedras transparentes en las que la luz se refracta de una manera muy particular. Los portugueses se hacían los distraídos, hasta que el cónsul holandés de Lisboa reconoció la piedra preciosa. Entonces intervino el estado, sin demoras, para declarar los diamantes propiedad real. En 1732, el auge de su explotación redefinió nombre y condición urbana del arrabal. Casi dos siglos y medio más tarde, su centro histórico perfectamente conservado, y el entorno natural circundante, ideales para las actividades de aventura y ecoturismo, le valieron a Diamantina el reconocimiento de la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
El tercero y último mercader de diamantes, João Fernandes, estaba en la cúspide de la pirámide social cuando cayó prendado de una esclava de 17 años. Con la que tuvo once hijos o quizás trece, y para ella hizo construir una casa señorial, la más alta de Diamantina, con un gran lago donde se emplazó un modelo reducido de carabela, porque Chica da Silva, como se la conoció a esta muchacha, nunca había visto el mar. João Fernandes, a quien se le atribuía una fortuna mayor que la del rey de Portugal, no sólo cometió la impertinencia de mezclar su sangre con la de una mujer negra, amándola ciegamente; también la impuso en los circuitos encumbrados de la sociedad, a despecho de la iglesia y la burguesía dominantes. ¿Qué pasó después? ¿Por qué tras una convivencia de 15 años un día el hombre dijo abur y nunca más volvió? Cuenta Dominque Fernandez en su libro "El Oro de los Trópicos", que el Marqués de Pombal –a quien Lisboa le debe el renacimiento arquitectónico renovador que encabezó, como primer ministro del rey José I, después del terremoto de 1755–, "apasionado por el neoclasicismo, por las calles trazadas en línea recta (…)" desaprobaba esos desvíos. Así es cómo João Fernandes fue llamado a Lisboa y, destituido de su cargo, cayó en irreversible desgracia.
Erigida en la segunda mitad del siglo XVIII, con su estructura de madera y adobe, la residencia que fuera de Francisca da Silva de Oliveira es considerada como la arquitectura minera más expresiva del 1700. El viajero recorre sus ámbitos llenos de luz, donde apenas se exponen un mobiliario mínimo y algunos retratos que quizás sean de la esclava redimida que allí habitó hasta que partió de este mundo, a los 63 años. No hay figura más intensa en la historia de estos parajes.
Claro que aquí también está La Casa de Juscelino, como llaman cariñosamente a la pequeña morada donde vivió Kubitschek (1902-1976), amado presidente de los brasileños que en 1956 hizo de Brasilia una realidad e "hizo crecer el país 50 años en cinco", según proclama un folleto oficial de turismo. Pero esto sucede en otro plano. Chica da Silva es la fuerza del mito.
La primera noche en Diamantina, en la mesa del restaurante O Garimpeiro, de la Pousada do Garimpo, llega a la mes un enjundioso y espeso guiso de porotos con costillitas de cerdo trozadas. Se llama bambá do garimpo, y cuando pregunto por las razones de su aspecto achocolatado tan uniforme, el mozo contesta que en el bambá los porotos van expresamente así, hechos puré, como "lo comía Chica da Silva: era su plato favorito".
Ouro Preto, santa riqueza
De todos los planos inclinados conocidos, ninguno se compara al de Ouro Preto; las calles son tales sólo porque están empedradas, piedras que se pusieron según se fueron presentando en cualquier tamaño y forma, sobre lomas muy verticales o no tanto, anchas o por de más de estrechas, con depresiones o haciendo esquina abruptas en ángulos agudos. Piedras que de tanto trajinarlas, los pasos las dejaron relucientes como metal pulido. Felices de los que aquí nacen, porque aprenden a caminar sobre este suelo impiadoso, forjador de los tobillos más resistentes y las pantorrillas más firmes de Brasil.
El ombligo grande de Ouro Preto es la Praça Tiradentes, con un monumento al mártir y la inscripción que recuerda su dramático final: "Aquí em poste de ignominia esteve exposte su cabeça". En un extremo de este grandioso rectángulo se erigen el Museo de la Inconfidencia, de obligada visita, como lo es la Casa dos Contos (ex casa de la moneda), ejemplo soberbio de arquitectura civil y residencia de un poderoso hombre de negocios.
En Ouro Preto –protegida por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad–, hay once iglesias, doce capillas y siete "pasos", que son los hitos del Via Crucis. ¿Fervor religioso desmedido? Nada de eso. Rígida división de clases, porque todos los hombres son iguales sólo ante los ojos de Dios. Resultado: una iglesia para cada uno y para cada iglesia una santidad específica. Al blanco rico, Virgen del Carmen. Al blanco pobre, Mercés de Misericordia. Al mendigo, San Francisco de Paula. Al pardo (portugués + negro), San José. Al preto (esclavo prisionero), Virgen del Rosario. Al negro liberado, Santa Ifigenia. Al militar, São Bom Jesus. Al filósofo y al poeta, San Francisco de Asís. ¿A quién protegería Nuestra Señora del Pilar? ¿A los nobles? La iglesia Matriz (donde es venerada la virgen), es la primera construcción de arte barroco en Minas (1736) y la segunda más rica de Brasil, con un botín de oro de 400 kg y otros tantos en plata. Su interior desborda en barroquismos del segundo período, tantos, que terminaron por devorar la figura santa que cobija, hasta reducirla a condición de Pilarica.
De todas las iglesias, tres son imprescindibles: a las dos mencionadas, añada la de San Francisco, obra prima de Aleijandinho, con un techo magníficamente ilustrado por Manuel da Costa Ataíde.
Un solar maravilloso en Tiradentes
Primero fue São Jose do Rio das Mortes, después cambió el nombre largo por el brutal de Tiradentes. Pero no cualquier arrancador de dientes, convengamos. El héroe tiene su estatua en las proximidades de la altiva iglesia de San Antonio, que es puro boato dorado, y a pasos de la casa museo del Padre Toledo, el otro cabecilla inconfidente. En la casa de este religioso, el visitante puede apreciar el cielorraso donde se representan las alegorías de los cinco sentidos. El hombre había llegado a la conclusión de que las razones y explicaciones de la vida no estaban en la Biblia sino en los sentidos.
Tiradentes es el llano y también es el alto, pero en ninguna de las dos dimensiones la presión turística afectó su condición de comarca apacible. Hay que conseguir un plano y trazar un circuito a pie que arranca en la iglesia de Nossa Senhora das Mercés, trepa hasta la de la Trinidad y desciende en un preciso itinerario que incluye callecita con negocios y restaurantes y el museo del padre Toledo, hasta regresar al punto de partida. Con calma, son unas tres horas; con prisa y sólo tres iglesias, calcule la mitad del tiempo. La de San Antonio es ineludible por ser la más espléndida, con esas águilas metálicas que sostienen lámparas de plata de 14 kg, más todo el resto, que es mucho. El opuesto hay que buscarlo en la iglesia de San Francisco; humilde, a la medida de su santo, se ampara en un alto, precedida de una cruz con un gallo y un inmenso árbol. Subir al primer piso depara la visión de una panorámica completa de Tiradentes; desde aquí, la copa frondosa del mentado árbol tapa por completo la iglesia de San Antonio. Justicia natural.
Detrás de Chafariz São José, se abre un camino que se mete directo en el Bosque Mae D’ Agua, en la Serra de São José, un hábitat que merece ser explorado.
El ingeniero John Parsons –fallecido en 2015– es un prócer moderno de Tiradentes, villa que conoció a principios de los 70, cuando su trabajo lo arrimó a este destino, ignorado por el turismo hasta los 90. Él y su mujer se quedaron prendados del lugar, y cuando llegó el momento de irse, acordaron quedarse. En el 74 compraron una casa vieja y abandonada, se instalaron en la parte superior y fueron, poco a poco, reanimándola. De a una, las habitaciones se habilitaron; caía alguien de paso, un amigo y así. En 1978 se llamó formalmente Solar da Ponte, y en 1992 Parsons se convirtió en el socio fundador de Roteiros de Charme, una cadena que eslabona establecimientos de características especiales, atendidas por sus dueños, dotadas de confort y mucho encanto.
El hotel está cruzando el puente de piedra sobre un arroyo que baja de la Sierra San José y tributa al río Das Mortes, cerca de la salida a Prados (distante 17 km) –donde les da por tallar animales en madera de grandes dimensiones– y a Bichinhos, a 7 km, otro almácigo de artesanos. El más famoso es Noninho, y sus tallas en madera policromada impresionan, no sólo por el tamaño sino por el híper realismo que les da vida. Uno de sus hijos, Joel, le sigue los pasos y trabaja en el taller que tiene con su socio, Amilton Narciso, un poseído por el arte sacro y barroco. Aprendió con Noninho, pero ahora sigue su propio su estilo; piensa la pieza y sigue la idea hasta el final, no la cambia. Con restos de madera hace cabezas de querubines, y tarda unos 15 días en completarlas, mientras que un trío de ángeles le lleva cuatro meses.
El triunfo de la piedra jabón
Cada sábado y domingo sale de Tiradentes un trencito –María Fumaça– para cubrir un recorrido de 12 km siguiendo las sinuosidades del río; en 20 minutos llega a la bella estación de São João del Rei, con un interesante museo ferroviario. A pocos metros aparece la iglesia de San Francisco y sus palmeras muy largas y flacas. La fachada es toda de piedra jabón tallada; ésta y la nave fueron realizadas por Francisco de Lima Cerqueira, a partir de 1774, en base a diseños de Aleijadinho. San Francisco fue su última obra edilicia. En cuanto a su interior, generoso en altares, parece estar todo él esculpido en la misma piedra. Sin embargo es madera y es de no creer. Sí que tenían trabajo los ebanistas.
La luna llena vuelca sus reflejos sobre los cerros, tapizados de montes. El plan es llegar a Congonhas sólo para ver la Basílica do Senhor Bom Jesus de Matosinhos. ¿Más iglesias? Es que a ésta, hay que verla, trepar calles empedradas (una vez más) y quedarse sin habla ante la grandeza que muestra la obra mayúscula de Aleijadinho. El arquitecto, tallista y escultor. Él esculpió las doce figuras de los profetas que se distribuyen, en tres planos y de cuatro en cuatro, en la explanada del templo. Es la piedra jabón en su máxima expresión sagrada, labor inverosímil en manos de quien no podía con ellas, por enfermas y deformadas. Se llegó a decir que no las tenía, que a sus muñones su ayudante ataba las herramientas para que el artista trabajara. Es demasiado.
La luna llena está sobre los profetas de piedra. El sufrimiento de quien los talló se intuye en la expresión de esos rostros graves, y en la fuerza física que despliegan sus figuras está oculta la ignominia del hombre por habitar un cuerpo contrahecho. El genio desbordado, reinventando el barroco portugués por encima de todas las riquezas acuñadas en oro, ese ouro preto que sus buscadores los garimpeiros supieron perseguir.
Datos útiles
Diamantina
Pousada do Garimpo. T: +55 38 3532-1040. Habitaciones simples con vistas panorámicas.Sao Gonçalo do Rio das Pedras
Sao Gonçalo do Rio das Pedras
Pousada do Capao. T: +55 38 3541-6068. Chalets repartidos en un amplio parque y cuatro cuartos sobre la casa principal. Resulta una base ideal para conocer Serro y alrededores o empezar a recorrer el valle del río Jequitinhonha, famoso por sus artesanas
Ouro Preto
DÓNDE DORMIR
Pousada Clássica Conde de Bobadela,96. T: 31 3551-3663. classica@pousadaclassica.com.brEn el cogollo del Ouro Preto histórico. Desayuno abundante, habitaciones bien equipadas y todos los servicios de la buena hotelería en un edificio de época reciclado. Atención diligente.
Pousada Minas Gerais Xavier da Veiga, 303. T: 31 3551-5506. En una tranquila calle y a minutos del Centro Histórico, hotelito de 18 amplias habitaciones y baños bien equipados. El territorio del bar se extiende a la vereda para el rito del diario y el café al sol.
Pousada Luxor Ouro Preto Dr. Alfredo Baeta, 16 Telefax: 31 3551-2244. En el Centro Histórico, al lado de la iglesia de N. S. de la Conceição.
DÓNDE COMER
Bené da Flauta São Francisco, 32. T: 31 3551-1036. Cocina minera en un solar restaurado del siglo XVIII. Importante bodega. Senhora do Rosário Getúlio Vargas, 270. T: 31 3551-5200. Cocina gourmet en el restaurante del hotel Solar do Rosário.
Deguste Cel. Alves, 15. T: 31 3551-6363. A pasos del Teatro Municipal. Mediodías, generoso buffet de platos locales.
PASEOS Y EXCURSIONES
N. S. do Carmo Construida en estilo rococó, es la única revestida con azulejos traídos de Portugal. Entre sus detalles se destacan la araña de cristal de Bohemia, las barandas labradas en jacarandá y una colorida cúpula que representa la imagen de Nossa Senhora do Carmo, obra del italiano Angelo Clerici.
São Francisco de Assis Aleijandinho fue el autor de éste proyecto cuya fachada es una obra prima de la arquitectura colonial mineira. A la radical presencia de este artista se suma el valiosísimo aporte de Manuel da Costa Ataíde, quien intervino su techo con una magnífica ilustración.
Matriz de N. S. do Pilar Es la primera construcción de arte barroco en Minas (1736) y la segunda más rica de Brasil, con un botín de oro que supera los 400 kg y otros tantos en plata. El sagrario representa la resurrección de Cristo a través de detalles del artista Francisco Xavier de Brito. En el subsuelo de la sacristía funciona un interesante museo de Arte Sacra en el cual se pueden apreciar imágenes de Nossa Senhora do Pilar, entre otras..
Museo Do Oratorio Expone más de 120 piezas de los siglos XVIII, XIX y XX. Es parte del conjunto arquitectónico de la iglesia do Carmo. R. brig. Musqueira. T: (31) 3551-5369
Da Inconfidência. Tiradentes 139. T: (31) 3551-1121. Cuenta con 13 salas dedicadas al movimiento independentista; arte sacro en el piso superior y 2 salas sobre Aleijadinho y Ataíde. No hay visitas guiadas.
Tiradentes
Solar da Ponte T: +55 32 3355-1255 Hotel estilo colonial de exquisito gusto. Ideal para parejas.
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