Lucca, la ciudad de Puccini
Imponente desde todos sus ángulos, su nombre también suena por el célebre autor de La Bohéme
LUCCA.- En Italia hay ciudades cuyos imponentes edificios históricos, catedrales y obras artísticas llenan de admiración; hacen que uno se sienta pequeño, humilde habitante de un tiempo que ha perdido el sentido de la monumentalidad del arte.
Pero existen otras ciudades, pródigas también en valiosos testimonios arquitectónicos y artísticos, que no producen esa aplastante sensación. Ciudades igualmente admirables, en las que la fascinación se mezcla con el encanto y la felicidad de recorrer un escenario concebido a una escala más humana. Una de ellas es ésta, Lucca, que -en medio de la fértil llanura toscana- tiene una vida animada dentro de sus antiguas murallas transformadas por el arquitecto Lorenzo Nottolini en un hermoso paseo arbolado.
El centro histórico de la ciudad ha quedado intacto dentro de un conjunto urbano atravesado por sinuosas callejuelas que desembocan en plazas espaciosas o en un anfiteatro romano del siglo II d.C., de planta elíptica, donde proliferan en pintoresco desorden viejas construcciones medievales; bellas iglesias que mezclan elementos románicos y el típico gótico de la vecina Pisa, o las torres -antiguos símbolos de prestigio- que aún se yerguen, aunque algunas cercenadas como consecuencia de las disputas entre los señoríos durante la agitada vida política de Lucca. En este sentido, cabe recordar que la ciudad nunca aceptó el dominio de Florencia.
Por la puerta grande
A la ciudad se puede entrar por una de las puertas de su muralla, cuyo antiguo foso se ha convertido en una suerte de acequia bordeada de vegetación. Vale la pena visitar sus hermosas iglesias como la de San Frediano (siglo XII), con un gran mosaico de inspiración bizantina; la Catedral de San Michele, elegantemente decorada con mármoles y bajo rrelieves, en cuyo interior se encuentra el sepulcro de Ilara del Carretto, joven esposa de Paolo Guinigui, señor de Lucca en el siglo XV. Contemplar la roja torre del palacio Guinigui -símbolo de Lucca- coronado por el follaje de dos encinas.
La ciudad tiene un encanto que viene de lejos y armoniza raramente con el aspecto moderno de cafeterías y con la presencia de una juventud que va y viene por sus calles. Lucca posee un adicional atractivo: es la ciudad de Giacomo Puccini -autor de La Bohéme y Madame Butterfly -, cuya estatua se levanta junto a la casa natal de Via di Poggio.
Para todo amante de la ópera será conmovedor entrar en esa casa convertida en museo; subir las escaleras y recorrer los cuartos entre cuyas paredes, pisos y techos originales, el joven compositor imaginó los compases de algunas arias. Allí, el piano donde compuso Turandot , el escritorio, páginas manuscritas... Mientras el visitante recorre las instalaciones de la mansión suena la grabación de algunos pasajes musicales cantados por grandes intérpretes.
Los melómanos estarán encantados al trasladarse a Torre del Lago, a media hora en auto, donde descansan sus restos. Las calles adyacentes llevan el nombre de sus óperas; los jardines de las casas están llenos de flores y en la arboleda siguen cantando los pájaros como aquellos que, con su canto, dieron alegría y consuelo, en sus últimos años, al genial compositor.