Buenos Aires, Chubut, Córdoba y Entre Ríos, entre otras provincias, se suman al arte de plantar viñedos y recibir visitantes
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Matías Lucas asistía a un curso de enología cuando un profesor hizo un comentario que lo sorprendió. “Vos son de Tandil, ¿no? Porque no probás con la vinicultura. Ustedes tienen suelos y condiciones de humedad y temperatura similares a las de grandes regiones del vino del mundo, como Burdeos, por ejemplo”, le disparó en medio de la clase. Lucas nunca se había imaginado que su ciudad natal era una tierra propicia para el vino, por el contrario, pensaba que era imposible plantar vides. Pero las palabras de ese ingeniero agrónomo siguieron resonando en su cabeza y fueron el disparador para un cambio de vida que dio sus frutos. Después de hacer un estudio climático comenzó a producir vino de manera prácticamente artesanal en 2008 con 1000 plantas que trajo de Mendoza y plantó en un pequeño lote familiar en la zona de La Elena, próximo al centro de Tandil.
Así nació la bodega Cordón Blanco, que lleva adelante junto con sus dos hermanos. Años más tarde se extendieron a otras tierras que alquilaron, empezaron a recibir visitantes donde ofrecen degustaciones y contagiaron la pasión a otros tandilenses. Ahora hay 14 viñedos, que comenzaron hace no más de 5 años. “Hay mucha gente, incluso tandilenses que no sabe que se produce vino en Tandil, para muchos es una sorpresa. En nuestros vinos no se va a encontrar una explosión de futas como con los mendocinos, van más por la delicadeza, el equilibrio, es algo completamente diferente y lo diferente llama mucho la atención”, explica Matías Lucas sobre sus vinos, que define como de alta gama.
Los caminos del vino se siguen extendiendo a lo largo y ancho de la Argentina, con horizontes impredecibles. Si hace unas décadas el enoturismo estaba prácticamente centrado en Mendoza y Salta, hoy, en más de la mitad de las provincias del país hay bodegas de vinos de calidad, que además les abren los viñedos a los visitantes.
El exitoso caso de Tandil, que cuenta con una flamante Asociación de Productores Vitivinícolas Tandil y que busca que Tandil sea zona vitivinícola declarada, se replica en otras provincias.
La Argentina posee más de 300 emprendimientos enoturísticos. Muchos están en sitios inesperados, como Catamarca, Santiago del Estero, Entre Ríos, Córdoba, Buenos Aires (de la costa a las sierras), San Luis, Río Negro, Chubut y La Pampa, según datos de la Secretaría de Turismo de La Nación.
Las bodegas abiertas al turismo crecieron un 23 por ciento, siguiendo los datos que aporta el último observatorio enoturístico 2016-2019. Y los turistas que los visitan también están en crecimiento: “Antes de la pandemia visitaron bodegas 1.700.000 personas, todavía no están los datos actualizados, que estamos procesando, pero sabemos que son más, que en el último año se vivió un proceso acelerado de crecimiento y que los ganadores de la pospandemia fueron los destinos de vino”, cuenta Rodrigo Lemos, coordinador de la Asociación Ad Hoc del Turismo del Vino dentro de Coviar, la Corporación Vitivinícola Argentina.
“Hay destinos del vino y destinos con vino, -explica- que son en los que el enoturismo está en vías de desarrollo y las visitas a las bodegas se suman a las actividades complementarias. Desde Coviar consideramos que el enoturismo es un motor de desarrollo para las economías locales, promovemos que se puede plantar en lugares diferentes, como en Santa Fe, donde se firmó en las últimas semanas un convenio. Incentivamos a que las bodegas se abren al turismo y además asocien el vino con la gastronomía local”.
Córdoba es otro de los destinos que avanza a paso firme en el enoturismo y se posiciona como el tercer destino en cantidad de visitantes a bodegas del país. Con una larga tradición vitivinícola, que comenzó en la época de los jesuitas, actualmente, en sus valles, rodeados de sierras, ríos y lagos, cuenta con 10 bodegas, 17 productores artesanales, 21 productores caseros y 5 fábricas de espumosos, muchas que comenzaron su producción en el nuevo milenio. En la mayoría de las bodegas se realizan visitas guiadas y degustaciones y muchas incluso ofrecen gastronomía.
La Patagonia también se hace un lugar en el mundo del vino. Si bien las bodegas de San Patricio del Chañar, en Neuquén, ya cuentan con años de tradición y reconocimiento, los caminos del vino siguieron hacia el sur, en Río Negro y Chubut. La última frontera del vino argentino se extendió con viñedos en Trevelin y Sarmiento que desafían las inclemencias del tiempo, como heladas, nieve y vientos antárticos, que propicia vinos de baja graduación alcohólica.
Seguramente los caminos del vino sigan buscando nuevas tierras para conquistar. ¡Salud!