"Yo no voy a vivir en esta ciudad", fueron las palabras que Antonela Brianese (33) le dijo a Matías del Zotto (38) en una de sus primeras citas. Ambos, oriundos de La Plata y con algunos amigos en común, se conocieron por Facebook y estaban de acuerdo en casi todo, salvo en una cosa: ella quería mudarse al Sur o a Córdoba y él prefería quedarse en su ciudad natal.
A esas primeras citas, le siguieron 8 años de pareja y un viaje que les cambiaría la vida. Ambos con trabajos estables -él, abogado de un estudio y ella, consultora ambientalista- decidieron dejar todo y dar una primera vuelta al mundo. Como despedida, organizaron un casamiento íntimo en una casa cerca del río.
Para ese primer viaje, tomaron dos decisiones que los acompañan hasta hoy: trabajar siendo freelance y hacer house sitting, que se trata de cuidar casas de familias que tienen que ausentarse -por algún viaje o urgencia- a cambio del alojamiento. En muchos casos, el inquilino debe cumplir con tareas hogareñas como limpiar, cortar el pasto o pasear al perro.
Se alojaron bajo esta modalidad en más de 25 países de todos los continentes. Sin embargo, una de las experiencias que más recuerdan fue cuando estuvieron en la casa de un ingeniero en Singapur que estaba ubicada a una cuadra y media de la del primer ministro y que costaba unos 15 millones de dólares.
"Era una casa premiada porque tenía eficiencia energética: para todo tenía un botón. Tenía tableros en todos lados para subir y bajar persianas; prender y apagar luces. La casa hablaba y tenía ascensor", couenta Brianese quien es especialista en Evaluación Ambiental y Sostenibilidad.
También recuerdan la vez que llegaron hasta Fialtring, Dinamarca, un pueblo en el que las personas van disfrazadas de vikingos y los niños juegan con espadas de madera.
"Lo que te ahorrás es muchísimo. En Australia, calculamos que estar un mes en un hotel chiquito nos saldría 1.500 dólares al mes. Nosotros logramos concatenar tres alojamientos en diferentes ciudades. Por tres meses recorrimos esos lugares y nos ahorramos como 4.500 dólares. Además, no es lo mismo estar un mes en una habitación que en una casa con todas las comodidades", explicó.De tantas experiencias decidieron hacer su propio contenido en Instagram (@juntosporahi) y compartir hasta una guía de cómo hacer house sitting. El proceso consiste en postularse vía una página Web que ofrezca este tipo de experiencias -hay varias a nivel mundial y específicas de ciertos países-, concertar una entrevista y esperar que el propietario apruebe al inquilino.
Viajera y ambientóloga
A lo largo del camino, Antonela compartía muchas de sus experiencias viajeras con sus miles de seguidores en Instagram y mientras seguía asesorando a empresas y organizaciones a través de su propia consultora VitruBio.
Si bien respetaba a rajatabla la separación entre su vida profesional y su alma viajera, no podía evitar conmoverse cuando, por ejemplo, caminaba por las paradisíacas playas del sudeste asiático y veía la cantidad de basura que dejaban los turistas y visitantes.
"Allí, te tapa el plástico. No recuerdo un día que haya tomado sol y no haya juntado basura. Cuando te ven, la gente se copa y te acompaña. Aunque la mayoría te mira y te felicita, siguen rodeados de mugre. Parece como si no la vieran", recuerda.
Con esa sensación decidió romper esa especie de pared invisible y contar la importancia de ser un viajero responsable. A partir de una primera publicación, cientos de personas empezaron a dejarle preguntas e inquietudes sobre el tema.
"En algunos puntos, sentía que ambas cosas se cruzaban. Yo soy la misma persona: la que viaja y la que es ambientóloga. Siempre me interesó el tema sobre cómo se aplica la sostenibilidad al turismo. Al ver la mella negativa que la actividad deja en muchos países, eso me empezó a resonar", explica.
A partir de ese momento, decidió compartir sus conocimientos como ambientóloga con la comunidad de viajeros que ya la seguía y brindar un curso de educación ambiental para personas que estuvieran interesadas en el tema.
"Yo me manejo en un ámbito más formal pero de a poco me fui animando. La mayoría de la gente tiene intención de aprender, pero no saben por dónde empezar. Es una semillita para sembrar el interés y la conciencia", comenta.
Para ella uno de los principales impactos que genera la actividad es la huella de carbono del transporte y una de sus recomendaciones es "viajar corto": pocos días y a lugares cercanos de la ciudad. Con respecto al consumo, insta a los viajeros a comprar a productores de la zona., por ejemplo, en los mercados centrales de cada ciudad.
"No hay que alimentar a las grandes cadenas que se llevan la plata afuera. Eso promulgamos. Antes que ser viajeros responsables debemos ser personas responsables. Hay hábitos que se llevan a la vida cotidiana y las elecciones que uno hace a diario son parecidas".
Una ONG que nació en pandemia
Su primera vuelta al mundo le llevó casi dos años y 45 países; su segunda poco menos de uno, 25 países y una pausa que ya lleva prácticamente 10 meses como consecuencia del coronavirus.
En los planes figuraban varios países de Asia oriental y el Transiberiano, pero no pudo ser. Sin embargo, eso no frenó los sueños: ambos fundaron la ONG Ambiente Nativo, con la idea de transmitir sus conocimientos de educación ambiental a la sociedad civil.
"Desde que iba a la facultad tuve ese sueño. En la materia práctica solidaria, elegí un hogar de día de mi barrio y les di clases sobre educación ambiental a niños muy vulnerables. Les enseñé el cuidado del agua, del medio ambiente. Desde ahí me quedó esta intención", detalla.
Si bien todavía no saben cuál será la próxima salida, Antonela sigue con su idea firme: tener un terrenito, una casita cerca del río y su propia huerta.
"Nunca emigramos porque somos nómadas. Yo me imagino viviendo en la Argentina, aunque Mati tiene la idea de ir a España. A pesar de todas las cosas malas, Argentina tiene muchas cosas buenas. Uno aprende a valorar lo que tiene cuando viaja", finaliza.