¿Qué hubiese hecho Mussolini de haber conquistado Londres en la Segunda Guerra Mundial? Habría rebautizado al Big Ben como Big Benito.
El chiste, una zoncera repetida por su abuelo en reuniones familiares, caló hondo en la curiosidad de mi hijo. Así que no fueron ni los famosos double deckers (típicos ómnibus rojos de dos pisos), los palacios o sus oscuras prisiones; ni siquiera el marketing avasallador de Harry Potter. Él quería conocer el Big Ben, la majestuosa campana del reloj-torre, símbolo de Londres.
Cómo iba a imaginarse el pobre que el reloj más fotografiado del Reino Unido, debido a las obras de conservación que arrancaron en 2017, estaría cubierto de lonas y andamios. Recién en 2021 se prevé que vuelvan a sonar los repiques de la gran campana.
Pese al golpe inesperado, la verdad es que nada empañó la felicidad de mi hijo durante esa semana de trajín londinense, en mayo último. La capital británica resultó ser una ciudad fácil y amigable para visitar con chicos, que en mi caso son dos: Felix, de 8, y Amelia, de casi 2. A tal punto que la aprensión de tener que movilizarme con pañales y cochecito, el fantasma de una libra por las nubes o la amenaza constante del mal tiempo, pasaron a un segundo plano. Sin tiempo que perder y con la guía de Felix en mano (antes del viaje, le encargué investigar y hacer un punteo de los lugares y actividades imperdibles), sólo nos quedó pendiente tomar el té con la reina. O casi, si se cuenta la figura de cera exhibida en Madame Tussaud’s.
NATIONAL GALLERY
A diferencia de otros macro museos europeos, la principal pinacoteca británica no tiene una cantidad abrumadora de obras. De modo que admirar parte de su colección más emblemática, de Rubens a Rembrandt, pasando por Van Gogh, Monet, Cezanne, Da Vinci o Caravaggio, no llevó demasiado tiempo. Y si la atención comenzaba a decaer a medida que avanzábamos por las salas del edificio neoclásico, pronto volvió a repuntar gracias a las actividades y talleres que la galería ofrece para los más chicos. Cartulinas de colores, crayones y plasticolas los mantuvieron entretenidos más de una hora. Incluso Amelia se esmeró en sus garabatos, esbozados al pie de The Fighting Temeraire, de Turner.
Dato: el museo es gratis, aunque se alquilan audio tours a precios accesibles (tres tours por 4 libras). Uno de los más populares entre los chicos es Detectives de Arte, para resolver misterios y encontrar pistas entre los cuadros.
La variada oferta de actividades para chicos y familias, las 30 obras imperdibles, así como días y horarios, puede consultarse en www.nationalgallery.org.uk
BRITISH MUSEUM
¡Pero si acá está lo que faltaba en Grecia!", fue lo primero que exclamó Felix cuando descubrió los frisos y esculturas del frontón del Partenón, que había visitado en 2016. De lo poco que recuerda de aquella excursión por la tierra de Pericles, se le grabaron las iniciales BM, que los griegos utilizan, sin más, para indicar que las piezas faltantes están exhibidas en el British Museum. La historia es conocida: entre 1801 y 1805, Lord Elgin, embajador británico en el Imperio Otomano, se llevó a Inglaterra, entre otras maravillas, más de la mitad de la decoración del Partenón. Algo que el país heleno convirtió en cuestión de estado, reclamando hace décadas al Reino Unido la devolución de su patrimonio.
Lo cierto es que el museo del barrio de Bloomsbury atesora más de 8 millones de objetos de todo el mundo, desde un Moai de la isla de Pascua (el único fuera de Chile) hasta la revolucionaria Piedra de Rosetta (siempre congrega una multitud). Imposible no encontrar algo para fascinar a todos. En el caso de los chicos, la increíble sección de las momias egipcias raramente falla.
Además, en el stand de información se pueden recoger (gratis) los Museum Explorers Series, unos libritos que tratan sobre diferentes temas (desde Grecia Antigua hasta Criaturas), con pistas para encontrar objetos y responder preguntas (son en inglés).
El museo cuenta con una lista de los "12 objetos" que ningún niño debería perderse, en www.britishmuseum.org, donde se anuncian también actividades gratuitas para todas las edades tales como "construir la Bretaña romana en Minecraft", "Pequeños exploradores" o "Pintando la colección".
MUSEO DE CIENCIAS Y MUSEO DE HISTORIA NATURAL
Se encuentran uno al lado del otro, a pocos pasos de la estación de subte de South Kensington y a la vuelta de otro imperdible: el Victoria and Albert Hall y su brutal colección de arte y diseño (¡aunque tres museos en un día sería demasiado!).
No hay que desalentarse ante las colas en el museo de Historia Natural: avanzan rápido y la espera, breve, vale la pena (lo recomendable es llegar a las 10, cuando abre). Aquí todo es a lo grande, no sólo las piezas expuestas -como la gigantesca réplica de una ballena azul, los meteoritos o Dippy, el esqueleto de un Dipoldocus- hasta los ventanales, los techos altísimos, la imponente escalera. El edificio fue diseñado por Alfred Waterhouse en estilo románico alemán, en 1881, y es una obra de arte en sí mismo.
En la zona dedicada a los grandes mamíferos hay teléfonos para escuchar el sonido de los animales; en la sección del cuerpo humano, espejos deformantes para mirarse y reírse; en la zona de los insectos, un recorrido por un hormiguero gigante; en la zona del planeta, un simulador de terremoto.
Se agradece el número generoso de ascensores y baños repartidos en todos los pisos, además de sillas altas en las cafeterías y una zona destinada a hacer picnic en el jardín, si el tiempo lo permite.
En cuanto al Museo de Ciencias, el hit entre los chicos son las instalaciones interactivas y los simuladores de vuelo (el museo es gratuito pero estos últimos no). Repartidos en 5 pisos se descubren automóviles de la primera generación, cohetes y sondas espaciales, la máquina de descifrar el código alemán Enigma, o un cohete bomba alemán.
Como siempre, los más chiquitos se divierten con lo más simple: Amelia quedó agotada de tanto gritar en el túnel de eco y de tocar todos los botones y manijas a su alcance.
MADAME TUSSAUD’S
La elección era simple: o Madame Tussaud’s, el célebre museo de figuras de cera, o el London Eye, la noria con vistas espectaculares de todo Londres. Las entradas para ambas atracciones son costosas y mi hijo debía optar por una de las dos. No lo dudó: Madame Tussaud’s era diversión asegurada.
Técnicamente no es un museo sino mucho más. Las figuras de cera continúan siendo, desde ya, la atracción principal y congregan multitudes en las puertas del edificio de Marylebone. Por eso, lo mejor es adquirir las entradas online e ir 15 minutos antes de la hora indicada, para no padecer colas insufribles (también se puede comprar el Fast Track y directamente evitar las filas).
Una vez adentro, el recorrido es mucho más fluido (los cochecitos se dejan fuera), aunque ciertas figuras convocan multitudes. Es el caso de la última adquisición, los modelos (¡exactos!) de Meghan y Harry. Entre las recientes incorporaciones también están los cuasi adolescentes youtubers Zoe y Alfie, que los (mucho) más jóvenes sabrán reconocer.
Amelia se asustó con la cabeza gigante de King Kong, pero no así con el paseo llamado Spirit of London, un carrito-taxi londinense que recorre la historia de la ciudad de los últimos 400 años, desde las pestes hasta las guerras y bombardeos.
Además de este bonus, la entrada incluye una animación de 20 minutos sobre los superhéroes de Marvel en 4D, que a mi hijo le fascinó.
También disfrutó tomar el té con la reina en la cafetería del museo. Aunque, hay que decirlo, su Majestad no abrió la boca.
HAMLEY’S
Dicen que el British Museum recibe 6 millones de visitantes al año. Con 5 millones, Hamley’s le pisa los talones. No sólo es la juguetería más grande del mundo sino también la más antigua. Fundada en 1760 por William Hamley, en 1881 se mudó a su actual sede en Regent Street. Además de cierto tumulto en la entrada, de pronto se ven piratas blandiendo espadas en la vereda, equilibristas soplando burbujas, empleados disfrazados que cantan e invitan a los chicos a entrar en el súmmum del paraíso infantil.
Dicen que durante la Segunda Guerra Mundial fue bombardeada cinco veces. Así y todo, el personal continuó entreteniendo a los visitantes con cascos de lata en sus cabezas.
En los siete pisos, los empleados -algunos sobre patines- harán volar drones, ensayarán trucos de magia, invitarán a los chicos a meter las manos en nieve artificial o participar de un sinfín de otras actividades. Todo, claro, en medio de una cantidad deslumbrante de juguetes y curiosidades tales como las figuras en tamaño real, construidas en Legos, de la familia real.
Parada obligada para chicos de todas las edades, conviene negociar, antes de entrar, qué se quiere comprar y por cuánto. En nuestro caso, mi hijo eligió una mochila de Harry Potter (hay todo un subsuelo dedicado a la saga) por 14 libras, y la más chiquita, un patito de goma con sombrero de la Guardia Real (4 libras). En nuestra segunda visita a Hamley’s (no sorprende que hayan querido regresar) no hizo falta comprar nada: estar allí era fiesta suficiente.
TORRE DE LONDRES
Hasta hoy, la fortaleza más famosa del reino tiene la capacidad de fascinar y horrorizar a grandes y chicos por igual. Construida por Guillermo el Conquistador –el primer monarca inglés de origen normando– a orillas del Támesis en 1078, sirvió como residencia real, fuerte, oscura prisión y hasta zoológico (llegó a contar con osos polares y elefantes).
Sus gruesos muros de piedra son testigos de los episodios más sangrientos de la historia británica, desde el encarcelamiento de 10 reyes y reinas hasta la decapitación de Ana Bolena y Catalina Howard, dos de las infortunadas esposas de Enrique VIII. Las ejecuciones continuaron hasta bien entrado el siglo XX: la última fue la del espía alemán Josef Jacobs en 1941
La torre -en rigor, un complejo de varios edificios dentro de dos anillos concéntricos de muros defensivos- es también una de las mayores atracciones turísticas de Londres porque alberga las joyas de la Corona, incluidas la corona misma, el cetro, el manto y otras alhajas usadas durante la coronación de la reina Isabel II en 1953. Para entretener a las multitudes hay representaciones de teatro en vivo, con actores disfrazados de época e interactuando con el público (mi hijo disfrutó especialmente la recreación del robo de las joyas de la corona en 1671).
También los guardianes de la Torre o "Yeoman Warders", ataviados con vistosos uniformes rojos, hacen durante todo el día visitas guiadas gratuitas en inglés. Aunque popularmente se los llama Beefeaters (porque se cree que en su época se los retribuía con raciones de carne o beef), no cualquiera puede ser un Yeoman Warder: deben tener al menos 22 años de servicio en las fuerzas armadas y un historial inmaculado.
Conviene saber que la entrada a la Torre es cara (27,50 libras, mayores y 13,10 libras menores), aunque hay pases familiares que incluyen entrada para 2 adultos y 3 niños, o 1 adulto y 3 niños.
No hay que dejar de pasear sobre las murallas de la Torre, con vistas estupendas al Támesis y al Tower Bridge, en contraste con las edificaciones vanguardistas del distrito financiero.
HARRODS
El clásico del barrio de Knighsbridge es un gran programa para hacer con chicos... mientras no nos pidan los peluches de 200 libras, el caballito de madera vintage ni la camperita de diseño infantil de Gucci. Aquí, los juguetes están organizados por tema y no por la clásica división mujer-varón, en pos de la igualdad de género.
Desde la cúpula barroca hasta las escaleras mecánicas con diseño egipcio (inauguradas en 1998), el centro comercial de lujo más grande de Gran Bretaña es un destino que atrae hasta 100.000 personas por día. El Food Hall o Patio de Comidas, con sus esculturas de pavos reales y frescos en el techo, es una buena opción para comprar el almuerzo. Como yapa, y por 1,5 libras, Felix se llevó un generoso paquete de Turkish Delights (dulces de origen turco) en la inconfundible bolsita verde de Harrods.
BARRIOS Y AVENIDAS
Desde la exclusiva Bond Street y sus tiendas de grandes nombres hasta las coquetas veredas de Notting Hill, pasando por un Soho siempre vibrante, sería imposible nombrar todas las calles y grandes arterias por las que empujé el cochecito.
Felix tuvo que apurar el paso para que no se lo llevaran por delante en la siempre ruidosa y transitada Picadilly Circus, cuyos enormes carteles luminosos le valieron el apodo del Times Square londinense.
En Regent Street, la espléndida avenida de compras que atraviesa el West End, las boutiques más elitistas conviven con firmas accesibles como Zara, Uniqlo, J Crew, etc. Pero vale la pena hacer una parada en los almacenes Liberty, un emporio de estilo Tudor, con escaleras originales de 1875 y balcones tallados de madera, que los chicos difícilmente verán en otro lugar.
Si de compras se trata, la calle Oxford es la meca imbatible del shopping, con tradicionales negocios ingleses como Marks & Spencer, Selfridges, o House of Fraser, o internacionales como Gap, H&M o Forever 21. En la muy barata Primark (incluso en libras) hay remeras, pijamas y todo tipo de accesorios para chicos con diseños de los grandes clubes de fútbol, de Harry Potter, Frozen, Peppa Pig. Fuimos también al mercado de Broadway, de comida callejera y gourmet (desde wraps veganos hasta platos indios o bocadillos de Medio Oriente -y no podían faltar las empanadas argentinas). El mercado está justo enfrente del parque de London Fields, donde improvisamos un lujo de picnic.
LOS PARQUES
Esta nota podría ser sólo sobre los parques de Londres y así y todo quedaría corta. Alcanza con decir que estos enormes pulmones verdes, desparramados por la ciudad, son un bálsamo de tranquilidad para chicos y grandes. Los hay con juegos y sin juegos, con patos y sin patos, con lagunas y barquitos de alquiler o con jardines de rosas exuberantes y anfiteatros al aire libre. Al fondo de Regent’s Park también está el zoológico, aunque debo decir que, con todo lo que se puede hacer gratis y con chicos en Londres, dejaría esta opción, cara (15 libras por chico y 30 cada adulto) sólo para cuando se hayan agotado los demás planes.
Hyde Park y Kensington Gardens, en tanto, forman el parque más grande de la capital británica (están separados sólo por una calle). En Kensington Gardens se encuentran la famosa estatua de Peter Pan y el monumento a la princesa Diana (con un gran barco pirata de madera para que los chicos jueguen a destajo).
Datos útiles
Dónde dormir
El alojamiento en el centro de Londres es caro, pero si se viaja con chicos, conviene estar bien ubicado y no tener que soportar largos trayectos al final del día para llegar al hotel
Departamento.Lo más conveniente es reservar algún alojamiento con cocina para resolver comidas fáciles para los chicos. Desde Airbnb hasta hoteles y aparts (por ejemplo, Fraser Suites, en Kensington, o Leonard Hotel, en Marylebone), las opciones son múltiples.
Cómo moverse
Los chicos menores de 11 años viajan gratis en cualquier transporte público de la ciudad. Los adultos necesitamos la Oyster card, una Sube local que se consigue por 5 libras en cualquier estación de subte.
Los ómnibus de dos pisos, los famosos double deckers, hasta tienen una sección especial para "estacionar" los cochecitos sin necesidad de plegarlos.
Nosotros tomamos el número 15 desde Trafalgar Square hasta la Torre de Londres, un paseo maravilloso por buena parte de la ciudad, sin necesidad de contratar ningún Hop on Hop off tour.
Cambio de guardia
Según la temporada, no se hace todos los días sino día por medio, a las 11. Ojo que hay mucha pero mucha gente.
Entradas combinadas
Si la idea es visitar varias atracciones, lo mejor es comprar uno de los pases turísticos de Londres o comprar entradas combinadas, más barato. Uno de los pases más famosos es el Merlín´s Magical London, un ticket que incluye la entrada al acuario de Londres + London Eye + Madame Tussauds + Shrek’s Adventure.
Dónde comer
El Rainforest Cafe es un restaurante que simula ser una selva, donde los chicos pueden comer entre mariposas o elefantes, a veces en medio de tormentas. therainforestcafe.co.uk
Harry Potter
Se pueden visitar los estudios de Warner Bros en las afueras de la ciudad para recorrer las escenas de las películas o subirse en el Hogwarts Express, entre otras atracciones. Las entradas, eso sí, no son para nada económicas: los chicos pagan 37 libras cada uno y los adultos, 45. www.wbstudiotour.co.uk
Musicales
Mi hijo quedó como loco después de ver Wicked, uno de los musicales de moda que trata sobre las brujas del Mago de Oz (WickedTheMusical.co.uk)
Las entradas las compramos con una semana de anticipación, muy poco tiempo en comparación con otras obras que requieren reservarse con meses de antelación (Hamilton es una de las más taquilleras).
No hay que asustarse con los asientos que están lejos del escenario, allá en las filas del fondo: se ve perfecto (incluso se reparten lentes "con aumento") y la acústica también es excelente. Lógicamente, estos asientos suelen ser los más económicos.
Aunque hay gente que se arriesga a esperar hasta el mismo día de la obra para comprar entradas, porque si no se ocupó toda la sala, los tickets bajan a veces hasta la mitad de precio.