Londres, Miami o Nueva York. ¿Se puede ahorrar cuando viajás a ciudades caras?
Aunque el cambio esté demente, yo quiero seguir viajando. Y más de uno debe estar en la misma situación, aprovechando los descuentos de Travel Sale para que al menos la inversión inicial no sea tan dolorosa.
En los últimos años agarré devaluaciones de moneda estando de vacaciones o a pocos días de volar, y nada me detuvo. Aunque el destino sea de los más caros como Miami, Nueva York o Londres, siempre hay opciones para comer bien y divertirse con un presupuesto acotado.
¿Podemos hacerlo con poco dinero aunque no tengamos veinte años? Claro que sí, solo es cuestión de estar bien informado y trazar un plan para moverse con elegancia y astucia aunque estemos en modo devaluado.
Londres
A la semana siguiente de haber pagado el pasaje a Londres en tres cuotas fijas en pesos, el dólar se fue a las nubes.
Quise tirar todo por la borda y dejar sin efecto el plan ridículo de ir a visitar a una de mis mejores amigas, que vive allá, por su cumpleaños. El resto de los que íbamos, cuatro en total, estaba en una situación parecida: no se trataba de un viaje muy planeado, no eran nuestras vacaciones oficiales, y no teníamos moneda extranjera ahorrada como para que todo nos diera medio igual. Íbamos a Londres, a la casa de nuestra amiga, y necesitábamos usar la tarjeta lo menos posible porque no sabíamos con qué nos encontraríamos al momento de regresar.
Lo primero que decidimos, en conjunto y sin concesiones, era casi no salir a comer afuera. Es que a diferencia de Buenos Aires, donde muchas veces cuesta casi lo mismo comer algo al paso en la calle que ir al supermercado, en ciudades como Londres o Madrid la diferencia entre cocinar o ir a un restaurante puede ser abismal. Evitando las zonas turísticas, fuimos todos los días al supermercado del barrio cercano a la casa de nuestra amiga y nos encontramos con que un queso brie o un pan gigante con semillas pueden costar poco más de un pound, mientras que un café en Starbucks con un bagel y cream cheese sale seis o siete libras. ¿Estamos grandes para no poder sentarnos tranquilos a tomar un café?
Not in this economy.
En nuestras inspecciones inglesas aprendimos que la fruta y la verdura eran significativamente más caras en los supermercados que en las ferias. ¿Qué hicimos entonces? Fuimos al mercado de inmigrantes de Dalston, a tres cuadras de nuestro alojamiento, y compramos bananas para meter en la mochila mientras recorríamos Kensington Gardens flasheando ser Lady Di (en bancarrota). El kilo de bananas en el supermercado costaba cinco pounds. El kilo de bananas en la feria cosataba un pound. No se hable más.
Otra cosa que hicimos, aprovechando que era verano y los parques de Londres son espectacularmente bellos, fue comprar unos tuppers coloridos que no parecían tuppers por su extrema onda nórdica y costaban solo un pound en el alucinante POUNDLAND, una especie de "Todo por dos pesos" donde vive la oportunidad. En esos tuppers armamos ensaladas con vegetales que compramos en la feria y pusimos todo en la mochila y disfrutamos de hermosos picnics (con queso brie, obvio) en los parques de la ciudad. Ahí también compramos tres Snickers por una libra y comimos chocolates "importados" de postre.
Que lujo.
Nueva York
Otro viaje me encontró solo y devaluado en Nueva York. Me mandaron dos días por trabajo a cubrir un evento y quise quedarme tres días más aunque tuviera pocos dólares y la tarjeta explotada. Como estoy grande para el hostel, hice caso a las recomendaciones de un amigo y me alojé en las habitaciones camarote de The Jane, el hotel ubicado en el Meatpacking District donde se grabaron varias escenas de Gossip Girl y donde se celebran fiestas extravagantes en el club de su planta baja. Lo que poca gente sabe es que The Jane, además de sus habitaciones normales, tiene estos camarotes no aptos para claustrofóbicos en donde apenas entra un pequeño camastro de media plaza y el baño es compartido, afuera, con el resto de los huéspedes. No me importó nada, pues estaba muy bien ubicado y costaba un tercio de las habitaciones tradicionales. Luego del check in, dejé mis cosas en el camarote y me apuré a llegar a Broadway, porque había pasado el mediodía y a las dos de la tarde daban un musical al 50% del precio regular, solo por ser de día.
¿Me iba a perder un show a la mitad de su costo?
Como hizo un frío inesperado para la época, me metí en el sótano de un local donde todo estaba al 70% (hay que ser valiente para hurgar en el sale de una marca que de por sí es un sale) y revolví todo hasta encontrar un tapado que era tan negro y tan sobrio que no parecía de ahí. Me lo llevé por treinta dólares, volví a mi camarote con un sándwich de Subway (el del día, a tres dólares) y me preparé para salir. Diva low cost.
El bar de abajo de The Jane se puso como si estuviéramos en los 2000 y fuéramos Samantha Jones en un capítulo de Sex and The City. En la puerta había cola y no dejaban pasar a nadie, pero si estás alojado en el hotel podés entrar como si nada. Así pasé y me pedí una cerveza Budlight (la más barata, que siempre sale cinco dólares en todos lados) y la aguanté hasta el final como para tener algo en la mano. Dato importante: en los boliches de Estados Unidos solo te suelen cobrar lo que consumís, y el agua es gratis en la barra si nos da la cara para pedirla como si estuviéramos ordenando un Martini. "Can I have a glass of water, please"? Dato importante 2: los americanos siempre te invitan un trago como para iniciar la conversación y no pretenden nada concreto a cambio.
"Can I buy you a drink?" "Of course!".
Miami
Mi mejor amigo se casó inesperadamente con un ruso que vivía en Miami y allá fuimos sin un peso en el bolsillo. No hubo más remedio que ponerse creativo, empezando por no pisar un shopping como si fuéramos adictos a las compras en rehab total y disfrutar de la playa y los paseos gratuitos en bicicleta por el caminito que bordea el mar. Para el mediodía, entontramos un shushi to go en pleno South Beach donde te servían agua con limón y hielo gratis, y para el resto del día agarramos la heladerita de mi amigo y la llenamos de golosinas y alcohol. ¿Que si hasta el súper es caro con un dólar disparado? Real, aunque previendo esta situación tomamos prestada la tarjeta de residente del ruso y fuimos de compras al Costco, un mayorista solo para locales con cosas espectaculares como chocolates de aeropuerto a dos dólares y ketchup gigante "importado" a 99 centavos. Para movernos por Miami Beach tomamos el trolley gratuito para turistas y cuando tuvimos que volver al aeropuerto nos enganchamos en un Uber compartido que tardó casi el doble que el individual pero costó menos de la mitad.
¿Que tu tiempo vale oro? El mío también, madre, aunque cotiza en pesos.